Etnobotánica Plantas

22 Jun 2019

La piña de San Juan, oráculo amoroso

herbariovirtualbanyeres.blogspot.com

Daniel Climent nos habla de la etnobotánica de esta planta mediterranea, con esas inflorescencias tan características y una leyenda mágica en torno a la noche de San Juan i la llegada del verano.  Seguimos con la serie Plantas de San Juan.

La verbena de San Juan, la noche previa al 24 de junio, representa el momento culminante en la relación etnobotánica con las plantas. Después de haber recibido incrementos graduales de insolación, al llegar el día de mayor duración lumínica, el solsticio estival, las plantas han logrado la máxima excelencia; potencialidad que a partir de entonces solo podrá menguar, a partir del día 24.

Un máximo virtuoso que, en la mentalidad popular, transformaba las propiedades medicinales en magia sanadora no tan solo del cuerpo sino también del alma, incluyendo, claro, los deseos no satisfechos. Así que, al llegar el atardecer de San Juan, en grupo o a solas, mucha gente iba al bancal o al borde de la acequia, al campo o a la sierra, a buscar la planta mágica cuyas virtudes anhelaban o a la que pretendían preguntar aquello que por el contrario no se atrevían a verbalizar; porque saber qué deparaba el futuro también puede ser un bálsamo para el corazón desinquieto. Y algunas plantas poseían, sólo durante esa noche, un carácter oracular que valía la pena poner a prueba. Era el caso de la “piña de San Juan” (Rhaponticum coniferum o Leuzea conifera).

La infalible indicadora del nombre del futuro marido

La piña de San Juan, muy conocida en Alicante como “carxofa punxosa” (alcachofa pinchosa en castellano) es una planta a la que se consideraba desveladora de futuros amores y objeto de un ritual que —en amable complicidad con los lectores más mayores— contaban José Ángel Guirao y Arturo Tresáncoras en su libro Entrañable Alicante. Curiosidades y anécdotas de la Terreta (1997):

«[…]Una de estas tradiciones perdidas era la de “anar a prendre el ros” (tomar el fresco o el rocío, como se quiera interpretar), costumbre que si bien tenía vigencia durante todo el período estival, era en la noche del 23 al 24 de junio cuando tenía mayor poder de convocatoria.

Acompañábamos a algunas de nuestras hermanas y amigas que iban en busca de la “carxofa punxosa”, que según la leyenda, al filo de la medianoche, hora bruja y alucinante, mediante un conjuro increíble, abria su flor con violáceos temores. Ese peregrinar nos llevaba al “Rastre de les figueres”, por el camino del Garbinet, donde según la creencia más firme era donde la garantía del oráculo deseado se realizaba más felizmente una vez conseguida la hechizada flor. Por cierto, ¿saben Vds. que Garbinet es un viento que viene del mar, al que llaman Garbino, palabra a la que las gentes añadieron un diminutivo en nuestra lengua valenciana, la terminación -et?

Andábamos por un camino totalmente a oscuras, guiados por la temblorosa y mortecina luz de un cresol (candil), por un sendero embalsamado de los efluvios de los jazmineros de los huertos que lo bordeaban y por el pegajoso perfume de “Galán de Noche”.

El silencio que nos envolvía era total, roto solamente por los ladridos de los perros guardianes, que con ello nos avisaban de su presencia y por el charloteo nervioso de las chicas.

Otros alicantinos, condicionados por su lugar de residencia, se encaminaban al “Hort d’Arques”, en San Blas o a “El Botánico”, de la Florida, y aún había otros más animosos que se encaminaban hasta cerca de Fontcalent.

Una vez llegados al lugar que previamente se había localizado, ellas buscaban afanosamente a la “llum del cresol” la flor deseada, que era de condición indispensable estuviese cerrada o como máximo que en su momento “començara a esclatar” (empezara a abrirse). Entonces la mano de la muchacha avanzaba ilusionada y temerosa de nocturna hechicería y segaba la flor, que se llevaría hasta su alcoba colocándola en un plato con agua debajo de la cama, acostándose rápidamente, con el deseo de que sus sueños le trajeran la imagen del ansiado galán que llegaría a ser su futuro marido, en un augurio totalmente inequívoco

Un oráculo ampliamente difundido

Este ritual no se limitaba en Alicante sino que era compartido por numerosas poblaciones del territorio valenciano con diferentes grados de precisión.

Así, entre otros ejemplos, en Altea (la Marina Baixa) y en Moraira (la Marina Alta) las solteras ponían bajo la cama una de estas alcachofas a la que previamente habían quemado los “pelitos” superiores, los flósculos o flores tubulares que sobresalen del envoltorio bracteal; y si al día siguiente habían revivido, tendrían un pretendiente.

En Alzira (la Ribera Alta) ponían una alcachofa bajo la cama y si al levantarse por la mañana esta se había abierto y florecido, el nombre del primer hombre que encontraran por la calle prefiguraría el del futuro marido.

Leuzea conifera / bambolia (flickr) 

En otros lugares se escribía el nombre de posibles candidatos en las “hojitas” de esta “alcachofa de San Juan”, “alcachofa de pastor” o “alcachofa borde, y se dejaban al alféizar de la ventana, a la intemperie. Al día siguiente, aquella bráctea que hubiera recogido más rocío, que hubiera almacenado más agua, sería la indicadora del nombre del novio.

Como vemos, fórmulas diversas pero con un único objetivo: usar la planta como vaticinio indicador de la futura pareja.

I más Y más cosas

Además de la función profética, la piña o alcachofa de San Juan tenía usos relacionados con, por así decirlo, “el α y la ω” (el alfa y la omega) del tracto digestivo, es decir, con la boca y la parte final del recto.

Izquierda, detalle de inflorescencia de Leuzea conifera / floracatalana.net. Derecha, inflorescencias en maceración / Emili Laguna.

Porque, en cuanto al primer caso y tal y como indica uno de los fitónimos, en muchos lugares se le denomina “cucharilla de pastor”, dado que las brácteas más grandes se pueden usar como un tipo de cuchara rústica. Y en cuanto al otro extremo, también tenía un uso pero de tipo medicinal: el de menguar las dilataciones de naturaleza varicosa, que se forman, las hemorroides o morenas.

Lo explica, mejor de lo que lo podría hacer yo, el sabio botánico y dilecto amigo Emili Laguna, que en una de las notas que me pasó decía: «el aceite de nuestra cucharilla de pastor, ya sea por maceración prolongada o friendo levemente las inflorescencias, ha sido un remedio valenciano como antiinflamatorio y vulnerario puntual (para tratar golpes o pequeñas heridas) y tiene todavía más fama para la curación de las hemorroides. Dependiendo del uso también hay quién las hace maceradas en alcohol o hervidas justo en el momento de requerir el remedio, incluso en muchas comarcas se utiliza como amuleto psicógeno para evitar las hemorroides, teniendo que llevar en el bolsillo del pantalón 2 o 3 alcachofas todo el día».

En cualquier caso no olvidéis que en los claros de los bosques, en los matorrales, taludes y páramos, os espera, humilde pero generosa, la piña o alcachofa de San Juan. Ahora bien, si la queréis llena de propiedades la tendréis que cosechar en la Noche de San Juan. ¡Ánimo!

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Profesor de Ciencias de la Naturaleza. Investigador y divulgador etnobotánico.
Autor de artículos en Mètode y libros de etnobotánica. Conferenciante sobre temas de divulgación científica, etnobotánica y antropología cultural.
extern Colaborador Externo
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