Botánica funeraria
Todo elemento vegetal tiene su simbología y su relevancia en el diseño de los jardines que acogen nuestros cementerios. No vale cualquier especie para conseguir esa armonía visual que desprenden y en espores te contamos el porqué en el día de todos los santos y de la mano de la bióloga Carmen López.
Desde tiempos remotos existe la tradición de rodear de plantas los camposantos, las tumbas y las sepulturas de los seres queridos. También de ofrecer diferentes ofrendas florales a los difuntos y de embellecer las lápidas con ornamentos vegetales. Es una tradición que se remonta a pueblos muy antiguos como los celtas, egipcios, la antigua Roma o la Grecia clásica, y que hoy en día se mantiene adaptada a los tiempos que vivimos. Pero, ¿Debe un cementerio dar cabida a todo tipo de especies vegetales en sus jardines? ¿todas las flores tienen el mismo significado? ¿Hay especies a evitar y otras, por el contrario, esenciales en un jardín funerario?
Los jardines funerarios en la historia
La pérdida y despedida de un ser querido siempre es un momento delicado en la vida de cualquier persona. Por esta razón, ya desde la antigüedad se han realizado diferentes ritos funerarios en prácticamente todas las culturas. De hecho, asociados a estas prácticas se ha podido confirmar la existencia de jardines funerarios en algunas tumbas egipcias, como las de Djehuty y Hery, tanto en los relieves que las decoran como en los restos encontrados.
Antigua Vía Apia, Roma (Italia). Imagen: LisArt
También en la Roma clásica los difuntos eran enterrados en monumentos funerarios fuera de las ciudades y murallas, rodeados de jardines diseñados expresamente para ellos. Era la forma que tenían de separar el mundo de los vivos del mundo de los muertos, además la ley romana de las Tablas XII y, posteriormente, el código teodosiano prohibían los enterramientos dentro de la ciudad, por ello a veces el enterramiento se hacía en jardines propiedad del difunto o en terrenos comprados para este propósito como es el caso de los enterramientos que podemos encontrar en los márgenes de la Vía Apia en la capital italiana.
Aquí en la Comunitat Valenciana recientemente se abrió al público la Torre de Sant Josep y su jardín funerario romano en Villajoyosa (Alicante). En la restauración de dicho jardín se emplearon mirto, laurel, hiedra, lavanda, vid, rosas rojas y ciprés, supuestamente las utilizadas en los jardines funerarios romanos.
De la misma forma, muchos entierros en la Edad Media se hacían en los recintos de las iglesias, en los llamados atrios. Espacios que tenían carácter publico donde se reunía a la gente tras la misa y se celebraban diferentes tipos de actos. No obstante, y con el fin de evitar más contagios durante las frecuentes epidemias de la época, también había cementerios fuera de las ciudades.
Cementerio de Sare (Francia). Imagen: Carmen López-Valiente
Cementerio de Sare (Francia). Imagen: Ongi Etorri Deneri
Cementerio en St Mary The Virgin, Downe (Inglaterra). Imagen derecha: Philip Talmage. Imagen izquierda: Carmen López-Valiente
En general en los cementerios españoles hay vegetación, bien previa a la ubicación del camposanto o posterior, pero no ha habido tradición de realizar planos de plantación. Se pueden encontrar algunos dibujos esquemáticos y algún trazado de plantaciones, pero prácticamente no hay diseños bien estudiados. Fue a partir de la Ordenanza desarrollada por la Real Cédula de 1787 cuando los cementerios contaron con un plan de entramado armónico entre las sepulturas/vegetación/construcciones del propio recinto, empleándose el ciprés como especie dominante.
En 1885, Celestino Barallat y Falguera publicó “Principios de Botánica Funeraria”, con el objetivo de crear en los cementerios un lugar con carga simbólica. Un jardín funerario en el que las personas que acuden a recordar a sus seres queridos encuentren un lugar de paz y sosiego. El autor del libro no fue un jardinero ilustre ni un paisajista, sino un abogado y escritor, una persona culta que hizo importantes traducciones al catalán y al castellano de obras de Mistral, Horacio o Wagner. También colaboró en diversas publicaciones, desempeñó el cargo de concejal en el Ayuntamiento de Barcelona, y fue miembro de la Junta de Cementerios y de la Academia de las Buenas Letras de Barcelona, además de especialista en cuestiones funerarias.
A la izquierda, Celestí Barallat y Falguera, de Esplugas, La Ilustración Catalana, 03-12-1905.jpg Creado el: 3 de diciembre de 1905. A la derecha, Principios de botánica funeraria, de Celestino Barallat y Falguera (1885)
Un auténtico especialista en la materia ya que el tema de la muerte está muy presente en todos sus poemas y narraciones. En su tratado de botánica funeraria se pueden estudiar dos aspectos sobre los jardines funerarios que detallaremos a continuación: la simbología de la flora y el diseño de los cementerios, siguiendo unas pautas de uso de las plantas, perspectivas y materiales.
Simbología de la vegetación, diseño de camposantos y sus ajardinamientos en la obra de Barallat
No so n muchas las especies de árboles que resultan adecuadas para un recinto funerario, y es que el porte, la disposición de las ramas, el color y estacionalidad de las hojas son elementos limitantes a tener en cuenta. Por ejemplo, Barallat da importancia al color verde oscuro y por esta razón justifica la presencia del ciprés (Cupressus sempervirens L.) en los cementerios, además simboliza la eternidad, su porte apunta al cielo y el aroma que desprende es acorde al recinto fúnebre. Acompañando a esta especie se puede utilizar la palmera (Phoenyx dactilifera L.) aunando así el símbolo de la permanencia con el de la renovación, un elemento muy importante tanto para la culturas orientales como occidentales.
Tradicional hilera de cipreses
Según Barallat, quedan fuera de lugar los frutales, olivos (Olea europea L.), higueras (Ficus carica L.) y ejemplares de palmera femeninos, ya que no sería oportuno ver y consumir frutos en un cementerio, pero si son adecuados el sauce llorón (Salix babylonica L.) que simboliza el dolor por los difuntos o el olmo (Ulmus minor Mill.) que representa la fuerza. Menos acordes serían el roble (Quercus robur L.) y la encina (Quercus ilex L.) por la presencia de las bellotas, o el laurel (Laurus nobilis L.) que tampoco es apropiado en los camposantos cristianos por sus ramas vigorosas y su alusión a la juventud y la gloria.
Por otra parte, el recuerdo se simboliza con la siempreviva amarilla (Helichrysum stoechas (L.) Moench) y también con las gomfrenas blancas o moradas (Gomphrena globosa L.), mientras que la humildad se ve representada con la violeta (Viola odorata L.). El amor se asocia a la rosa (Rosa ssp.), generalmente en forma de ofrenda floral, y el cariño con la hiedra (Hedera hélix L.).
En los jardines funerarios también hay simbolismo en las plantas medicinales o curativas, por esta razón se utilizan los asfódelos o gamones (Asphodelus ramosus L.) ya que representa la inmortalidad debido a sus propiedades de antídoto o contraveneno poderoso. Se recomiendan además especies aromáticas como el romero (Rosmarinus officinalis L.) y el eucalipto (Eucalyptus globulus Labill.) por su peculiar fragancia.
Según explica Barallat, la transformación, la parte material del proceso de la muerte se simboliza con flores como el narciso (Narcissus ssp.) o el pensamiento (Viola ssp.), pero es más adecuada simbolizarla con la consolidación de árboles y arbustos. Para ello, el autor hace referencia a especies que acompañan a los árboles como el boj (Buxus sempervirens L.) y los helechos por sus tonalidades verdes. Los iris (Iris odoratissima Jacq.) también son utilizadas por su simbología, ya que la mitología dice que la ninfa Iris conducía las almas femeninas en el viaje tras la muerte. Otras flores serían la azucena (Lillium candidum L.) que simboliza la pureza y la verbena (Verbena ssp.) que hace referencia al paso de la vida a la muerte. Respecto a las ofrendas florales, las más aceptadas y que se vienen haciendo desde tiempos inmemoriales, son en forma de coronas y también de ramos.
Detalle de la flor del narciso (Narcissus ssp.)
Detalle de la flor del pensamiento (Viola ssp.)
La paz que debe reinar en un cementerio no congenia con plantas espinosas ni venenosas. Tampoco armonizan con un jardín funerario las espigas de trigo y las cepas, aunque si pueden aparecer en relieves de esculturas. No son adecuadas las especies vegetales de formas y colores espléndidos, ni lechosas, ni consideradas “feas” o “vulgares”. El caso del tejo (Taxus ssp) es curioso ya que en algunas culturas es un símbolo muy importante en los cementerios pero en otras no.
Barallat explica en su tratado la importancia del trazado del jardín funerario, ya que la escasez o ausencia de vegetación añade dureza al recinto. La distribución de las plantas debe ser acorde con sus alturas y gradaciones de tonalidad verdes, sin el uso de macetas, jarrones o podas artificiales, sin discordancias y sin geometrías ni trazados de vías rectas. En el caso de incluirse fuentes o estanques, deben tener carácter austero.
Cementerio de Elizondo (Navarra). Imágenes: Carmen López-Valiente
También dedica varios capítulos al uso de las diferentes especies, ya no por la simbología propiamente dicha sino por el colorido y formas. El objetivo es imitar a la naturaleza y los bosques, de modo que las sepulturas estén integradas en un conjunto visual verde mate. Por tanto, quedan descartados los colores vivos, los frutos y aquellos árboles con hoja exuberante que no muestren una copa compacta y esbelta. Para los elementos arquitectónicos de las tumbas, debe predominar el blanco del mármol, ya que el negro (color del luto) confiere extrema tristeza. Las cruces son los únicos elementos que pueden elevarse por encima del dosel vegetal.
La realidad de los cementerios actuales en España
Hoy en día la puesta en práctica de las propuestas de Barallat en los cementerios de las ciudades es complicada. Prácticamente no quedan jardines funerarios y la presencia vegetal casi se reduce a las ofrendas florales. El aumento de la población ha provocado que muchos camposantos hayan ido perdiendo el terreno dedicado a tumbas, tanto en túmulo como en fosa de suelo, para dar paso a construcciones de nichos. En algunos municipios han sido eliminados elementos dedicados al culto, figuras arquitectónicas y escultóricas de antiguos panteones para dejar paso a hileras de nichos.
Cementerio de Burjassot (Valencia). Imágenes: Carmen López-Valiente
En estos casos predominan las lápidas negras con grabados y símbolos, no hay avenidas ajardinadas ni diseño de parque o jardín funerario. Lejos de los planteamientos de Barallat, estos recintos se han convertido en retículos geométricos de cemento y ladrillo, salpicados de algunos cipreses y pinos antiguos.
En muchos municipios grandes y ciudades en España, los cementerios presentan una estructura geométrica en su trazado, predominando las construcciones de los nichos que forman un entramado cuadriculado de calles. Se sitúan en las afueras, en lugares señalados por altos cipreses que contrastan muchas veces con las paredes encaladas. Ya en el interior del recinto es muy raro encontrar un parque funerario bien diseñado, puesto que las construcciones ocupan gran parte del espacio.
Cementerio de Benissanó (Valencia). Imagen: Carmen López-Valiente
A pesar de la inexistencia de jardines funerarios como tal, muchos camposantos reciben visitas por su enclave y entorno paisajístico, sus grupos escultóricos o sus leyendas e historia. Aquí en España destacarían los cementerios de Sumacárcer (Valencia), por su situación en la Solana del Castellet a los pies de la montaña del Castell de Peñarroya, el Cementerio de Ciriego (Santander), muy visitado por sus grupos escultóricos al igual que el Cementerio de La Carriona en Avilés (Asturias), Cementerio de San José (Granada) o el de Casabermeja (Málaga) por la disposición de sus nichos en tres partes. Una con puerta para la entrada del féretro, una lápida en la parte superior y un frontal con elementos arquitectónicos declarado Monumento Histórico-Artístico por la Junta de Andalucía.
De hecho, existen rutas diseñadas para conocer el arte escultórico, sepulturas de personajes históricos o populares. Es el llamado necroturismo o turismo de cementerios que no hay que confundir con el tanatoturismo o también llamado turismo negro. Sin ir más lejos, en el Cementerio General de Valencia hay cuatro rutas diferentes que se pueden seguir a través de la página del Museo del Silencio, pero ninguna hace referencia a la vegetación.
Ofrendas florales en el s. XXI
Cuando se acerca la fecha del uno de noviembre comienzan a proliferar las ofrendas multicolores de flor natural o artificial, a gusto de cada familia. Muchas personas recurren a profesionales de las floristerías para elegir colores y diseños, pero otras se decantan por establecimientos multiprecios que ofrecen arreglos artificiales a precios más económicos. Actualmente se utilizan flores de gerbera (Gerbera ssp), crisantemo (Chrysanthemum ssp.), margaritas (Leucanthemum ssp.), gladiolos (Gladiolus ssp.), rosas (Rosa ssp.) lirios y azucenas (Lilium ssp.) y clavel (Dianthus ssp.), pero se suelen justificar no estrictamente por su simbología, que también la tienen, sino por su duración y resistencia.
Los crisantemos han sido muy apreciados por coincidir su floración con esta fecha tan señalada, pero ahora compiten con todo tipo de flores, ya que la demanda exige arreglos florales vistosos, bonitos y coloridos. La gama de colores varía según las modas. Así, hay años en los que sube la demanda de los colores suaves como el blanco, el crema, el rosa pálido, y otros en los que los rojos y los rosas fuertes están más presentes.
Sigue habiendo demanda de flor natural pero cada vez más gana terreno la flor artificial que imita las flores anteriormente citadas. Se justifica tanto por el precio como por la duración y la falta de tiempo para ir a sustituir las flores marchitas por frescas.
Arreglo floral para un nicho. (Cortesía de Flores y Plantas Mònica, Mercat de Burjassot). Imagen: Carmen López-Valiente