La expansión de los huertos urbanos en València
En la sociedad actual hay una necesidad de buscar nuevas formas de habitar las ciudades, reinventando el tiempo y modificando espacios que nos acerquen a la naturaleza. La horticultura urbana añade, además, el placer de ver in situ el desarrollo y los ciclos vitales de las plantas y la diversidad de organismos que se crea en un huerto. La biodiversidad que se genera en estos ecosistemas urbanos desde las plantas, los insectos o las aves puede modificar sensiblemente el entorno de una urbe y elevar el nivel de satisfacción de las personas. Se convierten en el laboratorio ideal y potencial para diferentes usos, además de una estupenda terapia antivirtual. Ahora más que nunca que nos preguntamos qué es lo realmente importante, descubrimos que lo pequeño lo es.
La Comunitat Valenciana cuenta con una representación de huertos urbanos debida a su larga tradición hortícola. En València en concreto, a pesar de la pérdida sustancial de campos durante su crecimiento urbanístico, en los últimos años se ha observado un creciente interés por la creación de huertos urbanos dentro de la ciudad y en su periferia. En parte, coordinada y promovida por los esfuerzos de la Red de Huertos Urbanos de València (Red de Huertos Urbanos de Valencia, 2012). Esta red se creó en 2012 para fomentar la instalación de huertos comunitarios en espacios urbanos en desuso y la transmisión de conocimientos sobre cultura, tradición y biodiversidad hortícola local, además de ofrecer un espacio para la interacción social entre toda la ciudadanía interesada en participar. La gestión de estos huertos se lleva a cabo de dos maneras: a nivel municipal o autónomo. A continuación os expondremos varios ejemplos.
Cuatro huertos urbanos en la ciudad
1. Sociópolis
Situado al sur de València, en un principio se ideó como un proyecto urbanístico de gestión municipal que uniría viviendas y zonas verdes generando un barrio de dinámica sostenible a través de parques, jardines y huertos. Aunque la crisis económica imposibilitó la consecución completa del proyecto, no impidió la creación de sus huertos urbanos, que desde 2012 gestiona el Consell Agrari Municipal.
Como se detalla en el blog de Sociópolis (Horts Urbans de la Torre, 2012), durante la creación de estos huertos se acondicionaron un total de 274 parcelas para uso agrario con el fin de proteger el patrimonio rural de la huerta valenciana, fomentando la participación ciudadana y contribuyendo a su concienciación ambiental a través de diversas actividades, jornadas y cursos. Estas parcelas, de entre 40 y 100 metros cuadrados, se encuentran mayoritariamente distribuidas entre particulares y asociaciones y en ellas se cultivan todo tipo de hortalizas, flores y plantas aromáticas.
2. Huertos de Benimaclet
La Asociación de Vecinos y Vecinas de Benimaclet (Associació de Veïns i Veïnes de Benimaclet, 2014), propuso una iniciativa para la recuperación de unos terrenos abandonados y su reconversión en una serie de huertos ecológicos a través del proyecto Horts veïnals de Benimaclet. Estos huertos son gestionados por los propios vecinos, según su normativa específica. Los huertos se distribuyeron en 60 parcelas de entre 49 y 70 metros cuadrados, en las cuales se cultivan plantas aromáticas, frutas y hortalizas variadas para consumo familiar. Las personas implicadas en ellos se encuentran comprometidas a seguir un conjunto de normas básicas, lo que ha servido para crear un espacio de convivencia en el que los vecinos puedan conocerse mejor y colaborar en la recuperación de la huerta como un elemento clave del entorno, reconectando con la naturaleza y concienciándose sobre la importancia de su protección y conservación.
3. El Huerto de la Botja-Velluters
Ubicat en pleno centro de Valencia, en el barrio de Velluters, el Hort de la Botja (Hort de la Botja-Velluters, 2015) nació de la plataforma ciudadana Ciutat Vella Batega como respuesta a las necesidades educativas, terapéuticas y de ocio detectadas en los colectivos más vulnerables o en riesgo de exclusión social. Con el fin de atajar dichas necesidades y fomentar al mismo tiempo la expansión de los huertos urbanos, se reunió a un diverso conjunto de asociaciones constituidas por diferentes grupos sociales para su intervención en los trabajos de creación y de mantenimiento del huerto (Trip to trip, 2020).
A pesar de su reciente creación y su limitado espacio, constituye un estupendo ejemplo de huerto urbano donde se han aplicado diferentes técnicas de agricultura ecológica. En este sentido se han planificado actividades de formación mediante talleres para sus miembros y contado con el apoyo de otras asociaciones con experiencia en agricultura sostenible como la Associació del camp a la taula (Del Camp a la taula, 2013) o Sembra en saó (Sembra en Saó, 2005). Realizan también un compostaje in situ que ha contado con el apoyo de Ecologistas en Acción y la Regiduría de Ecología Urbana del Ayuntamiento de Valencia. Su entorno rodeado de murales conjuga a la perfección la tradición de arte y agricultura arraigada en Valencia. Merece la pena visitarlo y esperemos que el solar adyacente se dedique como se prevé a una extensión del espacio hortícola.
4. El nuevo proyecto de Benicalap
Actualmente, se encuentra en su fase inicial de desarrollo. El Espacio Verde Benicalap (Las Naves, 2020) está gestionado por varias asociaciones del barrio con la finalidad de crear un espacio de cooperación y cohesión en Benicalap. La zona dedicada a huertos recoge un total de 15 parcelas de aproximadamente 5 metros cuadrados cada una. Los huertos comparten terreno en la parcela de 1.000 metros cuadrados cedida por el Ayuntamiento de València, con otras asociaciones con finalidades didácticas y culturales. Aunque se trata de un enclave de reducidas dimensiones, es una primera iniciativa y puede servir de lanzadera de otros proyectos para este barrio periférico de Valencia. Su ubicación es excelente dado que plantea una continuidad con la cercana zona de huertas tradicionales de la ronda norte de la ciudad.
Espacios donde aprender a vivir en comunidad
A pesar de tratarse de un tema en auge en diferentes partes del mundo, todavía hay pocos estudios de investigación sobre el impacto social y medioambiental de los huertos urbanos, tanto a escala local como global. Cada vez más, son percibidos por la ciudadanía como una herramienta a primera vista pequeña pero manejable e importante en la lucha contra algunos de los grandes problemas a los que se enfrenta la sociedad actual, como el desarraigo, el aislamiento, la contaminación, el urbanismo y la gestión de la producción alimenticia, entre otros. Aunque gestionarlos puede resultar difícil y requiere de habilidades de comunicación y coordinación grupal y social, no dejan de ser espacios donde aprender a vivir en comunidad.
El origen de los huertos urbanos se encuentra ligado a períodos de escasez de alimentos como la Gran Depresión o la Primera y la Segunda Guerra Mundial. El crecimiento de las grandes ciudades en las últimas décadas demanda más que nunca la necesidad de un estilo de vida más respetuoso con el medio ambiente y la salud humana. Los huertos urbanos son una de las apuestas para conseguirlo. Se trata de un pequeño espacio urbano donde se cambia el hormigón por el verde y la tierra; un espacio en el que las edades se mezclan y los roles sociales se diluyen. Las funciones de los huertos urbanos son muy numerosas y, entre ellas, se encuentra, además de la productiva, la ecológica, ya que ayudan a combatir la contaminación atmosférica, el cambio climático y fomentan la conservación de especies.
A nivel social se crea un espacio de convivencia e intercambio de experiencias intergeneracionales. La función didáctica, ofrece la oportunidad de aprender a través de la observación, la experimentación y el estudio. Fomenta un ocio dinámico, agradable y relajante al aire libre, y no olvidemos su función estética, dada la belleza asociada a los espacios naturales, especialmente contrastada en urbes densamente pobladas. De forma indirecta, el cambio de hábitos en aquellos que participan en la creación y el mantenimiento de los huertos, tiende a reducir su huella de carbono por medio de acciones como el consumo de productos locales.
Algunos estudios estiman una absorción media neta anual de 1,56 g de dióxido de carbono por metro cuadrado de huerto (De la Sota et al. 2018), aunque se necesitan más estudios detallados según zonas y a nivel global para valorar el papel de los huertos urbanos frente al cambio climático. Los huertos urbanos se convierten también en excelentes lugares de estudio para diferentes campos de la ciencia. Al dedicarse principalmente del consumo familiar, reducen también la contaminación asociada al transporte y el desperdicio de alimentos. En definitiva, los participantes desarrollan un cambio de actitud que sin duda favorece al medio ambiente, la salud y la sociedad, experimentando que una acción individual, por pequeña que pueda parecer, se direcciona hacia un mundo más satisfactorio y sostenible.
La agricultura urbana en el mundo
Poco a poco, los huertos urbanos se han ido extendiendo en ciudades de todo el mundo. Algunos de los más conocidos a nivel internacional son el edificio Urban Farm en Tokio, con casi 4.000 metros cuadrados en el centro de la ciudad; Brooklyn Grange, el espacio hortícola más grande de la ciudad de Nueva York, donde se producen hortalizas en una terraza de más de 20.000 metros cuadrados y el DakAkker, el mayor huerto urbano en Europa, situado en la azotea de un edificio de oficinas en el centro de Róterdam, donde se cultivan diferentes variedades de hortalizas y especies melíferas. Hay también huertos subterráneos en Londres para la producción vegetal aprovechando infraestructuras antiguas. Las ideas para crear espacios verdes en las ciudades no paran de emerger.
Aunque no existe un recuento oficial, en España con una larga tradición agrícola se estiman más de 900 huertos urbanos distribuidos en aproximadamente 25.000 parcelas de 350 localidades diferentes, que ocupan unas 250 hectáreas. Encontramos numerosos ejemplos en Madrid como el Huerto Urbano Comunitario de Vicálvaro, de 1.000 metros cuadrados, donde se cultivan principalmente frutales y en Sevilla el Huerto de Las Moreras, situado en el Parque de Miraflores, que se compone de 175 parcelas de 150 y 75 metros cuadrados. En el gráfico inferior, se aprecia fácilmente que Andalucía es la autonomía con una mayor superficie de huertos urbanos seguida por la Comunitat Valenciana (Ballesteros, G., 2016).
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Artículo escrito por:
Marcos López Zunzunegui. Graduado en Ciencias Ambientales por la Universitat de València.
Susana Romo. Bióloga. Profesora de la Universitat de València y cofundadora de la Xarxa d’Aprenentatge-Servei de la UV.
Bibliografia
De la Sota, C., Puigdueta, I., Álvarez-Gallego, S., Mazorra, J., Cruz, J.L. y Sanz-Cobeña, A. (2018). Huertos urbanos como herramienta para la mitigación del cambio climático. Panel presentado en III Congreso Estatal de Huertos Ecológicos Urbanos y Periurbanos. Valencia. 18-19 de junio.
Pérez, G. y Velázquez, C. (2013). Huerto urbano sostenible. Editorial Mundi-Prensa.
Red de Huertos Urbanos de Valencia. (2012). Información. Facebook. Recuperado de: https://www.facebook.com/reddehuertosurbanosdevalencia/
Simón, M. (2018). Los huertos urbanos a nivel internacional. Comunicación presentada en III Congreso Estatal de Huertos Ecológicos Urbanos y Periurbanos. Valencia. 18-19 de junio.
Vallés, J.M. (2007). El huerto urbano. Manual de cultivo ecológico en balcones y terrazas. Ediciones del Serbal.