El ajenjo, de Hamlet a Chernóbil
Ya hemos hablado sobre el ajenjo (Artemisia absinthium) en Espores pero hoy, Daniel Climent da una vuelta más de tuerca al tema. Hamlet, Chernobil, el cometa Halley y un vermouth, todo en un solo artículo. ¿Son la literatura, el arte y la ciencia irreconciliables? Lee y verás que no.
Está muy extendida la idea de que las Ciencias y “la” Cultura son inmiscibles asociando esta última y de forma excluyente en los campos artístico-literario e histórico. Pero esto es un error. Es más, cuando determinadas obras son escrutadas con los ojos de la ciencia cobran un nuevo relieve y elevan el disfrute al leerlas, mirarlas, sentirlas, mostrando que es posible y deseable hacer interactuar los dos campos.
Para apoyar esta idea propongo hacer una lectura etnobotánica de Hamlet; sí, de la obra de Shakespeare en la que los personajes inmortales de Ofelia, Polonio, Horacio, el rey Claudio y la reina Gertrudis, Laertes y tantos otros, tejen entre sí toda una trama de relaciones psicológicas como sólo el bardo inmortal ha sabido describir.
Imagen de Roberta Cortese
Pues bien, en esas relaciones las plantas figuran a menudo como intermediarios de carácter simbólico. Porque Shakespeare, cómplice del público de su época, cuando pone en boca de Hamlet, Ofelia o Laertes el nombre de determinadas plantas, lo hace sabiendo que la gente entendía el significado de lo que usaba como metáforas.
Hoy en día, en el que el público urbano se encuentra culturalmente muy alejado del mundo vegetal y de su universo simbólico, las referencias etnobotánicas no le dicen nada y se consideran tan sólo un tipo de recurso estético para aliviar los densos diálogos que establecen los personajes. Pero, los diálogos, las descripciones, las ofrendas y regalos cobran, en Hamlet, un nuevo sentido cuando sabemos el valor simbólico que el autor y el público otorgaban a determinadas plantas cuando las usaba, con mucha precisión, en determinados pasajes de la obra. Para ejemplificarlo nos fijaremos sólo en una de las plantas que aparecen en la obra (1601) The Tragedy of Hamlet, Prince of Denmark, a menudo conocida por el nombre del personaje principal, Hamlet, hijo del rey de Dinamarca.
Hamlet etnobotánico
Empecemos por el principio. En la escena 2 del acto III, Hamlet nos invita a asistir, junto a otros personajes de la obra, a la representación teatral de otra obra; es decir, teatro dentro del teatro. En “La ratonera”, que así se llama la obra inserta, se describe teatralmente el asesinato de un rey; un asesinato urdido por el hermano y por la reina, que más tarde se casan. Esto es, punto por punto, lo que sospecha Hamlet cuando, a pesar de la reciente muerte de su padre, el rey de Dinamarca, y en circunstancias no aclaradas, la reina Gertrud y Claudio, hermano del antiguo rey se casan con una prisa insólita.
Daniel Climent en una de les sus explicaciones. Imagen del Facebook de Daniel Climent
Mientras se representa “La ratonera” Hamlet observa con atención la faz progresivamente demudada del nuevo rey al reconocer en la obra la secuencia de acontecimientos que le han conducido a la vez a ser coronado y a desposar la esposa de su asesinato hermano. Y, al ver cómo reacciona el nuevo rey, Hamlet, con furia contenida, se dirige al público, a nosotros mismo, y nos dice tan sólo una palabra: wormwood (catalán, donzell; castellano ajenjo). ¿Qué significa esto?. ¿Por qué Hamlet utiliza el nombre de una planta para ilustrarnos sobre el sentimiento que embarga al rey?
Presentemos la planta a la que ha aludido Hamlet. Ajenjo es el nombre que damos a la Artemisia absinthium, una mata muy ramificada de color gris, aromática y con flores amarillas agrupadas en capítulos colgantes casi esféricos. El ajenjo se usaba antiguamente para expulsar las lombrices intestinales, efecto vermífugo a que alude el nombre inglés de wormwood, “madera para gusanos”. Esta propiedad era conocida también en nuestras tierras, como figura en la obra de Fray Miquel Agustí “Llibre de secrets d’Agricultura”: «Per fer vi de Donzell, pendreu vuyt drachmas de Donzell, picar lo heu, y lo posareu en un drap no molt estret, y posar lo htu en un vas, y desprès hi posareu most desobre de tal manera, que per cada onça de Donzell dos cartons de most, y dexauli espirall, perquè lo most nos ves en lo bullir. Lo us de aquest vi es bo per la dolor del ventrell, y del fetge, y pera matar los cuchs que son en lo cos.»
Artemisia absinthium. Imagen de anticlimax
La pronunciada amargura de la planta es tan notable que varios autores de la Biblia la han hecho servir como arquetipo de planta desagradable:
– Jeremías 23:15: He aquí que yo (Jehová) los haré comer ajenjo y beber agua envenenada.
– Lamentaciones 3:19: El recuerdo de la aflicción y del exilio es ajenjo y veneno.
Una amargura tan fuerte facilita entender que Hamlet hiciera servir la planta como metáfora cuando, al mirar la alterada faz del rey, verbaliza la complacencia que le causa verlo así. El ajenjo ha servido para aromatizar y amargar el aguardiente y el vino, a los que confería no sólo una cata estimulador del hambre, como aperitivo, sino también ciertas propiedades alteradoras de la normalidad psíquica; todo esto debido a algunos de los componentes de las hojas de la planta, principalmente la tujona, un aceite esencial ceto-terpénico muy tóxico capaz de producir alucinaciones y convulsiones, y la absintina, responsable del intenso sabor amargo.
Artemisia absinthium. Imagen de Ettore Balocchi
Quizás esto explica que el aguardiente amargado con ajenjo, la absenta, fuera muy estimado por numerosos artistas europeos de los siglos XIX y XX, que aprovechaban el hada verde (por el color clorofílico de la bebida) para estimular la imaginación; estimulación a la que eran muy aficionados Baudelaire, Verlaine, Rimbaud, Mallarmé, Musset, van Gogh, Russinyol, Hemingway y tantos otros. Pero, como a principios del siglo XX, las pruebas referidas a la toxicidad de la tujona eran tan abrumadoras, en muchos países se prohibió la producción y comercialización de la absenta: entre 1905 y 1920 en Francia, Italia, Suiza, Bélgica y Estados Unidos; y aquí en la década de los 80.
Más sobre el ajenjo, en otras lenguas y con sorpresa final
Sin embargo, las curiosidades de la planta no acaban con su uso psicotrópico y simbólico. También hay aspectos lingüísticos dignos de consideración. Supongamos que estamos asistiendo a la representación de Hamlet en otro idioma. Si la representación de “La ratonera” fuera en catalán, en lugar de wormwood oiríamos que el príncipe de Dinamarca dice donzell cuando se dirige a los espectadores para informarles del trance amargo que están pasando su madre y su tío, los usurpadores.
“Zumo” de ajenjo. Imagen de Daniel Svensson
Y, si fuera en francés, el nombre que usaría Hamlet sería absinthe, nombre – ya habremos adivinado – del que deriva la conocida, aunque prohibida, absenta. Pero, ¿y si la representación de Hamlet estuviéramos viéndola en alemán? También en esta ocasión nos sonaría el nombre de la planta, pero por asociación con otra bebida, Wermut. De hecho, ese es el nombre del ajenjo en alemán, nombre que ha originado el del vino aromatizado con esta planta, un excelente aperitivo debido a la amargura que le aportan las hojas del ajenjo y que estimula el hambre antes de la comida.
Pero, de todos los nombres que podemos conocer del ajenjo, uno en especial nos llamaría enormemente la atención, y quizás nos pondría los pelos de punta. Pasaría si asistiésemos a una representación de Hamlet en ucraniano. Porque el nombre que diría el príncipe al volverse hacia nosotros sería uno de infausta memoria: Chernobyl. Sí, en efecto, Chernobyl es el nombre que en ucraniano se aplica al ajenjo, o al menos a una de las variedades de la Artemisia absinthium. Para quien no se acuerde, Chernóbil era el nombre de una central nuclear situada en Ucrania donde, el 28 de abril de 1986, se produjo el mayor accidente nuclear conocido hasta ahora, con envenenamiento de las aguas, muerte o daños físicos y genéticos de las personas y un largo etcétera de consecuencias aún no del todo evaluadas.
Chernobil hoy. Imagen de kvitlauk
Quizás el nombre de la central era un fitotopónimo relacionado con el cultivo predominante en esos terrenos hasta que la prohibición de la absenta hizo que las plantaciones dejaran de ser productivas y terminaran por destinarse a la construcción de una central nuclear, la que adoptó como nombre el fitotopónimo. Quizás.
Pero las curiosidades del nombre y del evento que representa no terminan aquí. Porque para los amantes de las profecías, y del pensamiento apocalíptico, se da una especie de coincidencia morbosa entre ese evento y unos versículos del Apocalipsis; en concreto los 8:10 y 8-11: Y el tercer ángel tocó la trompeta. Y cayó del cielo un astro grande, flameando como una antorcha, y cayó sobre la tercera parte de los ríos y sobre las fuentes de los aguas. El nombre del astro es Chernóbil. Y la tercera parte de las aguas se convirtió en agua de Chernobyl, y muchos hombres murieron de las aguas, porque se habían vuelto amargas.
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¿Verdad que no deja de ser curiosa la coincidencia del nombre con la pavorosa profecía de San Juan? Pues aún puede haber más para quien tenga interés en seguir alimentando la vena apocalíptica. De hecho, hay que recordar que ese mismo año, en 1986, volvió a visitarnos un predictor habitual de catástrofes según cierto tipo de pensamientos: el cometa Halley. Para los creyentes en profecías, ¿representaría el cometa Halley el astro “Chernobyl” del que hablaba el Apocalipsis? ¿Hay quien dé más en este cúmulo de coincidencias? De haberlo sabido, seguro que Shakespeare hubiera sacado partido. Y se habría reído de estas relaciones casuales que algunos querrían hacer pasar por causales.
Así, como hemos visto, no son sólo la literatura, la psicología, la mitología o las disciplinas tradicionalmente humanísticas, permiten analizar críticamente una cumbre cultural como Hamlet. También la botánica, o la etnobotánica más bien, nos puede ayudar a leer, escuchar, ver, entender, por eso disfrutar mejor, obras como esta de Shakespeare, Hamlet.