El árbol y las raíces de la cultura
El Botánico de la Universidad de Valencia dedica parte de sus actividades de
Desde los orígenes y a lo largo de los siglos, los árboles han sido verdaderos aliados de
Diosa de doble hacha junto al árbol de la vida. Sello micénico, 1.500 a.C.
Nuestros antepasados eran conscientes de que la supervivencia consiste en un equilibrio con el entorno que habitamos, de ahí que honrasen a las fuerzas de la naturaleza a través de ceremonias, rituales, ofrendas y ensalmos. La pérdida de la conciencia primitiva que ve en el árbol no sólo a un ser vivo sino a un símbolo sagrado, eje de cosmogonías, ancestro de la comunidad, residencia de espíritus y guardianes de los bosques, lugar de reuniones y centro de sanación; ha conllevado el abuso y la destrucción paulatina del medio ambiente. Por esta razón nuestra propuesta La herencia de los árboles. Ciclo de Actividades del Botánico 2013 pretende recuperar la visión del ente arbóreo desde una perspectiva holística y contribuir, en la medida de lo posible, a crear conciencia medioambiental y recuperar la amplia tradición de usos, costumbres y leyendas relacionadas con el árbol.
El Ciclo de Conferencias que proponemos y que cuenta con la participación de expertos en botánica, antropología, prehistoria, arte y naturalismo, sirve como punto de partida para desarrollar una comprensión del culto al árbol, que es primitivo y universal. La dendrolatría muestra como la biodiversidad ha sido interiorizada en las diferentes prácticas culturales y sacras. El Árbol de la Vida se erige como símbolo del proceso biológico humano y de los hitos de crisis o momentos de transición y es el centro de rituales de nacimiento, de paso en la adolescencia, de matrimonio, fertilidad, y muerte.
Del Árbol de la Vida penden las almas de los niños que esperan su encarnación, pero también es la última morada. El árbol es el Axis Mundi, el centro de la cosmovisión que permite al ser humano comprender su lugar en la Tierra, el locus de los rituales chamánicos -primera expresión religiosa-, el templo de la inicial búsqueda espiritual del hombre. Sus raíces penetran en el submundo, el tronco se yergue mayestático en la superficie como símbolo de perpetuidad, y sus ramas se elevan al cielo en forma de plegaria. Pero también es el Árbol del Conocimiento, en su corteza se inscriben las grafías de los primeros alfabetos y es respetado como oráculo donde se consulta el porvenir.
La representación de árboles y de otros motivos vegetales (ramiformes y fitoformes) aparece ya en la Edad de Piedra, tal como demuestran determinados conjuntos de arte rupestre y piezas de arte mueble de
Pinturas rupestres de La Calderita. La Zarza, Badajoz (Extremadura)
Pero todavía pervive en las primeras grandes civilizaciones la tendencia animista a ver el espíritu en todos los seres vivos. Cada civilización representa a su árbol o árboles sagrados a través de diferentes especies en función de las peculiaridades de su hábitat, y dicho carácter sacro es índice de forma directa en la ecología, pues el árbol en cuestión pasa a estar protegido. Civilizaciones como la mesopotámica, la egipcia, la minoica o la griega hablan de un Jardín paradisíaco, presidido por una Diosa Madre, donde señorea el árbol de todos los frutos y la inmortalidad y cuyo guardián es un enorme reptil, símbolo del poder de regeneración de
Pero el culto al árbol sigue manteniéndose en la actualidad en diferentes tribus y comunidades, un ejemplo son los Lakota, indios nativos norteamericanos, para quienes el motivo central de dos de sus más destacas ceremonias, la Búsqueda de Visión y la Danza del Sol, es el Árbol de
Otro elemento a tener en cuenta es el árbol como símbolo territorial y de soberanía. El árbol se instaura como seña de identidad y pertenencia, emblema de linajes (las tribus celtas se denominaban con nombres de diferentes especies arbóreas), grupos étnicos y comunidades, regiones enteras y nacionalidades. Los ejemplos aparecen diseminados por todo el planeta: el baobab en África, lugar de reunión, símbolo de vida comunitaria y tolerancia, que preside el escudo del Senegal; la ceiba que desde época precolombina se considera el árbol sagrado en México, Centroamérica y el norte de Sudamérica, y que es el árbol fundador de la ciudad de la Habana; el árbol de la paz de
Respecto a las particularidades de
La Morruda, olivo milenario de Segorbe (Castellón)
Árbol de la plaza que ampara bajo su sombra los encuentros de vecinos, punto de referencia para los jóvenes y lugar de la fiesta, en ocasiones como el Nou d’Octubre bajo la Lloca se bailan típicas danzas valencianas. Estos ancianos son insustituibles y forman parte de un patrimonio que hay que proteger y respetar. En este momento recuperar la memoria que guardan los árboles es una cuestión de supervivencia. Hay que plantar árboles en la tierra y en el imaginario colectivo y desenterrar una cultura de valores arraigados que nos permitan vivir en armonía en esta, la única casa que conocemos.