Ocio verde

18 Abr 2015

Árboles de la vida, ciervos y chamanes

Montserrat Hormigos nos acompaña por un recorido desde la pintura rupestre hasta el arte contemporáneo. ¡Ha conseguido que le quepa todo en un solo artículo! Acompáñanos a través del tiempo. 

El glifo del árbol es uno de los símbolos conocidos más antiguos que se remonta a la Edad de Piedra. Los motivos arboriformes, ramiformes y fitoformes destacan en el arte rupestre de diferentes partes del globo desde el Paleolítico final. Se trata de petroglifos, incisiones grabadas o pinturas sobre rocas al aire libre, paredes de cuevas y abrigos, piedras de monumentos megalíticos, plaquetas, colgantes pétreos, guijarros, recipientes de cerámica y objetos de hueso.

 

Según Fred Hageneder, el símbolo arbóreo es el eje alrededor del cual la rueda del tiempo gira, conectando luz y oscuridad, arriba y abajo, lo eternamente mudable y lo eternamente inmutable. Mientras para Ignacio Abella, el motivo arbóreo estaría relacionado con la construcción de una cultura que ligaba el origen y la identidad de la tribu y su territorio a los mitos primordiales del árbol; así se creaba una conciencia de pertenencia a la Tierra enraizada en el mundo natural. La relación del motivo arbóreo con el cérvido también aparece en los tiempos primevos, ya que por el parecido de su cornamenta con el ramaje se le ha comparado simbólicamente con el árbol de la vida, en el sentido de crecimiento y renovación. Ambos elementos podrían estar conectados con las prácticas chamánicas en el origen de las expresiones sagradas.

 
Existen ejemplos de la Prehistoria de la Península Ibérica en las que el árbol parece protagonizar escenas de carácter sacro. En el Abrigo de la Higuera del barranco Estercuel (Alcaine, Teruel), un estilizado árbol (tronco y ramajes laterales), al que se le ha superpuesto un ciervo, sostiene en su parte superior a un par de hombrecillos. Las figuras quedan coronadas por dos oquedades naturales ovaladas pintadas en el mismo color rojo violáceo, en el interior se advierten representaciones minúsculas, unas estilizadas y otras esquemáticas, de seres humanos.

 

Un árbol, infinitos significados

Sobre este receptáculo revolotean otras figuritas de tamaño ínfimo. Ninguna de las figuras humanas porta armas o utensilios de recolección, por lo que la escena ha sido interpretada por Antonio Beltrán (1998, p. 48) como un rito de fertilidad vegetal, animal y humana; ya que el autor identifica los accidentes naturales con vulvas femeninas, en conjunción con la proximidad de la mujer representada desnuda y en avanzado estado de gestación. Mientras para Jordán Montés (2008-2010, pp. 129-130) se trata de la representación de un ritual chamánico de ascenso al árbol cósmico para recuperar las almas que esperan su renacimiento, ya sea físico o simbólico-espiritual, en el saco de fecundidad.

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Pie de foto: Abrigo de la Higuera. Teruel. Neolítico. Calco de A. Beltrán Martínez y J. Royo

 

El motivo del Árbol del Mundo como eje que comunica las tres regiones cósmicas (superior, media e inferior), es el polo central de la escala chamánica. Tal como expresa Mircea Eliade y otros expertos en religiones comparadas y antropólogos, el árbol manifiesta un papel primordial en los ritos de iniciación chamánica. La instrucción de la machi, chamana mapuche (Chile), tiene lugar en un tronco sin corteza del canelo (Drimys winteri), que se corta en forma de escalera de siete peldaños y que es un medio simbólico de ascensión celeste. Al árbol trepa el neófito para ser consagrado, mientras el chamán se sirve de éste para realizar una serie de tareas: comunicarse con los espíritus del más allá y los antepasados, obtener información sobre meteorología, consecución de alimentos, recursos o remedios para sanar enfermedades.

 

El poder de un árbol

También puede rescatar las almas de los niños perdidos o de los adultos enfermos. Según la creencia de las tribus siberianas, las almas humanas que todavía no han nacido penden de las ramas del árbol cósmico, desde donde se introducen en el útero materno en forma de embriones, y los chamanes tienen el don de transportar el alma del nonato a la tierra; también representa el renacimiento simbólico a un nuevo estado de conciencia. Los mansi (Siberia occidental) acostumbraban a guardar las placentas de los recién nacidos en sacos especiales llamados kuzovok, que colgaban en un árbol considerado sagrado. Mientras los nanai adoraban a Maidia Mama, el Ama de la fertilidad y del árbol de la vida, que en ocasiones se representaba como un alce hembra.

 

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El Chamán Fiodor Poligús con las imágenes de sus espíritus-ayudantes colgados en el árbol chamánico. Siberia oriental, los Evenki. Colector: A.A. Makárenko. 1907-1908.

 

En Nuestra Señora del Castillo (Almadén, Ciudad Real) –uno de cuyos paneles Esteban Miller ha interpretado como la secuencia del crecimiento de un árbol-, destacan los ciervos o centauros arboriformes esquemáticos, que para Jordán son seres híbridos dispensadores de fertilidad de prados y campos. En la Tinada del Ciervo I (Nerpio, Albacete) también señorea un ciervo con cuernas arborescentes, alegoría del árbol primordial del paraíso, ya que su cornamenta se renueva anualmente como las ramas y hojas del árbol de la vida. Existen ejemplos en otras covachas de la península: Murcia, Ciudad Real, Cuenca, Teruel, Huesca, Cádiz y Levante. Dicho abrigo se relaciona con Castillejo I, donde se practicó un repintado de los ramiformes con una intención revitalizadora, lo que estaría vinculado a ritos de regeneración del mundo vegetal y humano. Hay que destacar el valioso protagonismo del ciervo como psicopompo o guía de los chamanes y los héroes civilizadores primordiales.

 

Algunos pueblos paleolíticos situaban en los enterramientos cuernas de ciervo junto a la cabeza de los fallecidos. El disfraz sagrado de hombre-ciervo se aprecia en las paredes de las cuevas rupestres, tal como se muestra en Val Camonica (Italia, S. IV a. C.), se ha mantenido invariable en el chamanismo siberiano hasta hace poco –claro ejemplo es el dibujo de un chamán tocado con una cornamenta realizado por el explorador holandés Witsen en el siglo XVII-, pero también destaca en las danzas rituales del lamaísmo tibetano. La corona metálica denominada maykhabshí, que imita a los cuernos de ciervo, era parte de la indumentaria ritual sólo de aquellos cahamanes y chamanas de rango superior.

 

Otro hallazgo a tener en cuenta sería el de la momia denominada “la Dama de hielo”, encontrada en la meseta de Ukok (Rusia siberiana) e inhumada hace 2500 años, que presenta numerosos y elaborados tatuajes zoomorfos entre los que destaca un ciervo. Se cree que la joven pudo formar parte de los Pazyryk, pueblo nómada de la familia samoyedo, de los escitas de Irán y del Cáucaso. Cuando la encontraron estaba coronada por la representación de un árbol de la vida realizado sobre un tronco de madera y con hojas de oro. Todo lo cual ha llevado a la arqueóloga Irina Salnikova ha afirmar que se trataba de una mujer poderosa encargada del culto.

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Abrigo de Nuestra Señora del Castillo. Ciudad Real. Calcolítico-Bronce I. Calcos de A. Caballero Klink

4. Chaman siberiano dibujado a finales del siglo XVII por el explorador holandes Nicolaes Witsen. 1
Chamán siberiano dibujado a finales del siglo XVII por el explorador holandés Nicolaes Witsen.

Todos estos elementos juegan un papel simbólico destacado en la exposición de Miguel Ángel Blanco –uno de los exponentes más sólidos de la relación entre arte y naturaleza de nuestro país- titulada El aura de los ciervos y orquestada para el Museo del Romanticismo de Madrid (del 30 de octubre de 2014 al 1 de marzo de 2015). En dicha exhibición se establece un diálogo contemporáneo con la pintura paisajística y cinegética del Romanticismo que tiene como protagonista al ciervo, encarnación del espíritu de la naturaleza incontaminada.

 

La exposición se basa en su principal vehículo de expresión artística, sus libros-caja de su Biblioteca del Bosque, donde utiliza materiales de la naturaleza y en una instalación que escenifica la liberación del aura de los ciervos, utilizando metopas vacías de los triunfos de caza y una montaña de cuernas, con una intervención sonora que reproduce el entrechocar de cornamentas y la berrea. Su Libro-caja nº 1139 lleva el título Cernunnos, dios celta de la sabiduría que porta astas de ciervo como atributo que alude al poder de regeneración de la naturaleza. Junto a una pezuña de ciervo, el artista introduce una rama de encina del Valle de Alcudia, donde se encontró un estela celta que representaba al dios celta (similar al del famoso Caldero de Gundestrup) sobre resina roja (evocando los sacrificios paganos).

 

La exposición tiene aires de travesía chamánica, de migración arcaica y rupestre, donde el artista actúa en calidad de botánico, arqueólogo y antropólogo y la obra conecta con el registro fósil. Blanco acostumbra a apoderarse de elementos naturales en sus caminatas por el bosque, como los primitivos en sus labores de recolección, que convierte en artefactos culturales, aunque no pierden su tinte de talismanes de poder cargados del espíritu animista el arte originario.

 

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Miguel Ángel Blanco, Libro-caja nº 1139, Cernunnos. Imagen cedida por el artista.

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Cernunnos celta, detalle de la Cáfila de Gundestrup. Lámina de plata repujada, Siglo III-I a. C. Copenhague, Museo Nacional.

 

Otro artista a destacar serie el belga Maarten Vanden Eynde, quien en su colección permanente titulada Taxonomy Trophies (Trofeos taxonómicos) utiliza ramas con forma de cornamenta de cérvido, diferentes especies de árboles en peligro de extinción o extintas. Se trata de auténticos “trofeos” colocados en metopas cinéticas procedentes de enclaves naturales de diferentes partes del globo, en un intento por establecer una crítica sobre el problema de la deforestación y el mercantilismo de lo natural.

7. Maarten Vanden Eynde Taxonomic Trophies. Dubai-Cameroon 2010
Maarten Vanden Eynde, Taxonomy Trophies. Dubai, Emiratos Árabes (2010)-Bonendala, Camerún (2010)

La añoranza de dicha simbología originaria nos habla del anhelo de un paraíso perdido donde los humanos vivían en simbiosis con el mundo natural cuyo eje era el ente arbóreo y el ciervo el señor de los bosques. De una mente primitiva y su esfuerzo por recolectar y simbolizar a través del arte y la magia simpatética los elementos de la naturaleza. Pero también del esfuerzo actual de alguno/as artistas que pretenden a través de sus obras recuperar una poética de la preservación como claro y necesario posicionamiento de anclaje y respeto por el territorio y el medio ambiente.

 

Bibliografía
Abella, Ignacio: El gran árbol de la humanidad. Leyendas y arte primitivo sobre los árboles en la creación del mundo. Barcelona: RBA, 2012.
Beltrán Martínez, Antonio: “Sacralización de lugares y figuras en el arte rupestre del río Martín (Albalate del Arzobispo y Alcaine, Teruel)”, en QUAD.PREH. ARQ. CAST. 19, 1998, pp. 43-52.
El aura de los ciervos. Miguel Ángel Blanco. Catálogo de la Exposición (octubre de 20014-marzo de 2015). Madrid: Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Subdirección General de Promoción de las Bellas Artes y Museo del Romanticismo, 2014.
Eliade, Mircea: El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis. México: Fondo de cultura económica, 1982.
Entre los mundos: el chamanismo en los pueblos de Siberia, Catálago de la Exposición en el MUVIM (11 de julio-29 de septiembre de 2013). Diputación de Valencia y Museu Valencià de la Il•lustració i la Modernitat, 2013.
Grossato, A. (2000). El libro de los símbolos. Metamorfosis de lo humano entre oriente y occidente. Barcelona: Grijalbo.
Hageneder, Fred: The heritage of trees. History, culture and symbolism. Great Britain: Floris Books, 2001.
Jordán Montés, Juan Francisco: “El ciervo en la pintura rupestre esquemática: escenas de carácter simbólico”, en Cuadernos de Arte Rupestre Numero 5, Año 2008-2010, pp. 108-141.
Jordán Montés, Francisco y Molina Gómez, José Antonio: “Parejas primordiales, gemelos sin articulaciones y árboles sagrados en el arte rupestre del Levante español –sureste de la Península Ibérica-“, AnMurcia. 13-14. 1997-1998, pp. 47-63.
Vitebsky, Piers: Los chamanes. El viaje del alma, fuerzas y poderes mágicos, éxtasis y curación. Köln: Taschen, 2001.

Autora y comisaria del proyecto "La herencia de los árboles". Doctora en Teoría del Discurso y Comunicación Audiovisual, miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte y guardiana de Orko Waranka, trabajo espiritual de los Quero (Perú) para el cuidado de la Madre Tierra
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