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10 Nov 2013

Margaret Mead y los nuevos emprendedores del medio ambiente

Si buscamos un listado de las mujeres más influyentes en la conservación del medio ambiente el primer nombre que nos encontramos es el de la antropóloga Margaret Mead, quién, centrada en la investigación de otras culturas, llegó a la conclusión de que una pequeña acción puede cambiar el mundo. Es así como nace uno de los principios del movimiento ecologista.


El 22 de abril del año 1970 la comunidad internacional celebró, por primera vez, el Día de la Tierra. En aquella pionera convocatoria que tenía como objetivo conseguir la creación de una agencia medioambiental en EEUU participaron cientos de miles de personas y una parte muy importante de la comunidad educativa norteamericana, representada por más de dos mil universidades y diez mil escuelas primarias y secundarias. La celebración de aquella fecha estuvo promovida por el senador y activista ambiental Gaylord Nelson quien, durante la década de los sesenta, había realizado una gira por todo el país llevando en su agenda un programa centrado en la conciencia medioambiental. Nelson buscó personajes conocidos y de fama internacional para que dieran voz a su petición. Entre estas personas estaban el astronauta Buzz Aldrin, la antropóloga Margaret Mead, y el inventor y científico Fuller Buckminister.

 

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Fue la segunda quién más atrajo la atención durante aquel primer Día de la Tierra. Margaret Mead era por entonces un personaje bastante controvertido. Algunos compañeros renegaban de sus trabajos de campo y de sus experiencias en primera persona con tribus de todo el mundo, y que consideraban que su experiencia personal y empatía hacia otros pueblos y comunidades podía “contaminar” sus estudios. Además, en sus trabajo, Mead no dudaba en hablar de temas poco cómodos para la conservadora sociedad americana como el sexo, el papel del género sexual, las drogas o la educación. A pesar de ello, gran parte de la comunidad intelectual y social estaban de su parte. Algunas de sus obras eran ya un referente de la antropología moderna y su libro “Coming of Age in Samoa” se había convertido en un best seller traducido a varios idiomas. En aquellos agitados años de cambios sociales Margaret Mead era la mujer más influyente del mundo de la antropología y una de las personalidades más sensibles hacia el estudio de otras culturas, algo que consideraba fundamental para el entendimiento de la forma de vida en occidente. Mead también había indagado en el papel que los roles de género juegan en cada sociedad, lo que le valió convertirse en uno de los ejes teóricos de referencia para el creciente movimiento feminista.

 

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Sin embargo, el hecho de que Margaret Mead fuera una de las abanderadas de aquel primer día de la tierra no era debido a su faceta antropológica más pura. Lo que la hacía ser un referente es que era una de las representantes más activas de un ecologismo que prácticamente estaba en pañales. A lo largo de sus años en Samoa y en Guinea Mead llegó a la conclusión de que la cultura era algo muy amplio y que interconectaba todos los aspectos de al vida humana. Por ejemplo, la obtención de alimentos no podía entenderse sin los rituales y creencias ancestrales, al igual que la política no podía separarse de la educación o del arte. Sin embargo, había un aspecto en el que el hombre no tenía una justificación antropológica: la destrucción del medio ambiente.

 

Fue a raíz de la II Guerra Mundial y viendo sus consecuencias sociales cuando Margaret Mead se decidió a indagar en este aspecto de la condición humana. Son los hombres y las mujeres, son los seres humanos, quienes pueden activar el cambio en el mundo. El pesimismo generalizado no tiene sentido. Algunos patrones del hombre como el racismo, el belicismo y la explotación del medio ambiente son costumbres adquiridas, no naturales, y la propia sociedad es capaz de cambiarlos construyendo nuevos esquemas y principios sociales completamente distintos. Es esta forma de pensar y de expresarse, que inspiró a los movimientos marginales de los años 60, la que sirvió para definir el pensamiento de Mead y que se resume en esta famosa frase: “No dudemos jamás de la capacidad de tan sólo un grupo de ciudadanos insistentes y comprometidos para cambiar el mundo“.

 

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El discurso de Margaret Mead en aquel primer Día de al Tierra se ha convertido en un referente para el ecologismo (“Tenemos que aprender a atesorar esta Tierra como algo frágil, sólo hay una, es todo lo que tenemos. Debemos usar nuestro conocimiento científico para corregir los peligros que surgieron de la ciencia y la tecnología”) y su pensamiento en una forma de entender que la sostenibilidad y la conservación del medio ambiente nace de las acciones que cada persona realiza de forma individual.

 

Empresarios polémicos, ideas excéntricas y nuevos emprendedores del medio ambiente

Lo pequeño a veces se convierte en grande. Una pequeña idea, algo simple y a priori elemental, puede servir como base de un gran avance. Es por eso, que en el mantenimiento del medio ambiente los emprendedores juegan un papel muy importante, ya que el “negocio” y la responsabilidad social no están reñidos. El ejemplo más claro documentado en los últimos años es el controvertido político Blairo Maggi, quien ha acuñado, tras mucho años la siguiente frase: “Los bosques deberían valer más de pie que derribados”. Esa es la conclusión a la que ha llegado el que fuera uno de los magnates de la soja brasileña. Y eso que su trayectoria no es precisamente verde: en el año 2005 ganó el premio Sierra Mecánica de Oro de Greenpeace por su destrucción del medio ambiente durante sus años como uno de los mayores exportadores de carne vacuna del país. Sin embargo, en la actualidad, el discurso de Maggi gira alrededor del desarrollo sostenible, los créditos de carbono y carne ecológica. Tras ocupar durante dos años el cargo de gobernador de Mato Grosso, uno de los estados amazónicos de Brasil, y ver cómo los bosque estaban siendo literalmente arrasados, Maggi firmó en 2006 una moratoria a la venta de carne bovina en el Amazonas y ha emprendido una campaña para que los rancheros y empacadores de la zona depuren sus actividades. Lo último: usar satélites para monitorear la deforestación y perseguir de forma más eficaz la habitual quema ilegal de bosques.

 

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Una situación parecida a la de Maggi es la del empresario indio Vinod Khosla, co-fundador de la empresa de capital riesgo tecnológico Sun Microsystems una de las más aclamadas de Silicon Valley. También una de las beneficiosas, sobre todo teniendo en cuenta la gran cantidad de dinero que generó este tipo de industria en la década de los noventa del siglo pasado. Sin embargo, en 2004 Khosla decidió fundar su propia empresa. Volvió a apostar por el capital de riesgo pero apostando por otro tipo de startup (empresa emergente), centrándose en el sector de las energías limpias. En la actualidad Khosla Ventures es una de las empresas de capital riesgo que apuesta por las tecnologías ecológicas. Su propietario es un firme defensor de las tecnologías limpias y asegura que el objetivo es conseguir energías más allá del biodiésel, el etanol, la energía solar o la geotermia, que, a la larga, son irrelevantes para solucionar el problema de sostenibilidad de nuestro planeta. Por eso él apuesta por energías poco probables, prácticamente imposibles de salir adelante como Solum, que intenta desarrolla una herramienta de medición que permitiría a los granjeros usar menos fertilizante reduciendo el consumo de nitrógeno. El mismo Khosla asegura que se trata de ideas “desmedidas e incluso excéntricas”. Pero también sabe que son tremendamente eficaces si salen adelante a largo plazo.

 

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También parece sacada de una historia de ciencia ficción la idea de Brent Costantz de convertir el carbono en cemento. Para ello ha tomado como referente un fenómeno natural: sabemos que los corales son los “maestros constructores” del reino animal. Desarrollado en el plancton y en sus algas simbióticas, los corales duros extraen el carbono disuelto en el agua del mar convirtiéndolo en sus esqueletos de carbonato de calcio.

 

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Aunque parezca un material neutro, el cemento es una enorme fuente de emisiones de carbono. La industria cementera es la responsable del 5% de las emisiones mundiales de carbono y se estima que con cada tonelada de cemento la producción CO2 es también de una tonelada. El experto en biomineralización Brent Constantz asegura que la producción sana de cemento puede realizarse mediante la captura de los gases de combustión de las fábricas, cogiéndolo directamente de las chimeneas y mezclándolos con una solución salina para después usar electricidad que convierta los gases en sólidos. Según Constantz si en 542 millones de años, corales han sido capaces de capturar casi todo el carbono disuelto en el agua, se podría desarrollar una tecnología similar que hiciera el proceso más rápido. La idea de su empresa es reducir el CO2 desde dos visiones: primero, disminuyendo las emisiones de las plantas de energía y, después, eliminando a las fábricas fabricantes de cemento.

Revista de divulgación científica del Jardí Botànic de la Universitat de València.
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