Agricultura

14 Ago 2013

Ahorro de agua: innovación y necesidad

A pesar de autodenominarnos como el planeta azul la Tierra atraviesa uno de sus momentos más críticos en lo que salud hídrica se refiere. Si las cosas continúan así en menos de dos generaciones la escasez de agua dulce será una cruda realidad a la que tendremos que enfrentarnos hombres, animales, plantas y todos los seres vivos que poblamos el planeta.

No se trata de aquel mundo sucio descrito en la película Waterworl” en la que un desesperado pirata, al que daba vida Kevin Costner, surca mares y océanos buscando el agua dulce, descrita y valorada casi como un tesoro. Pero tampoco es un disparate ponernos en una situación cercana. Según un estudio publicado a finales de mayo, y suscrito por más de 500 científicos de la Global Water System Project (GWSP) en Bonn (Alemania), si no tomamos las medidas oportunas en dos generaciones tendremos un serio problema de agua. Un problema de agua dulce, de agua de consumo y de riego, de ese recurso natural indispensable para la vida y para el que no tenemos ningún sustituto.

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Según los expertos la situación podia haberse evitado, de hecho era totalmente evitable, según reza el informe. Sin embargo y a pesar de que las amenazas llevan tiempo gestándose, es ahora cuando las vemos como una realidad: la mala gestión de cuencas y ríos, el uso excesivo de agua y el cambio climático (que también es consecuencia más o menos directa de la acción indiscriminada del hombre sobre el medio) nos han conducido hasta esta situación límite en la que la falta de agua puede ponernos en peligro.

Ante tanto pesimismo, ¿podemos poner algún remedio a esta situación? Podemos abrir debates transversales en los que científicos, actores públicos y privados puedan establecer compromisos reales. También podemos remediar esta crisis del agua investigando y desarrollando nuevos sistemas de riego y aumentando el control de las redes de observación del medio ambiente para estimular la construcción de infraestructuras rentables, funcionales y sostenibles. Y por supuesto, podemos apostar por la innovación en nuestros regadíos, una innovación que, como casi siempre, es sinónimo de optimización.

 

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¿Por qué una gestión agrícola eficiente?

El riego agrícola es uno de los factores más importantes a tener en cuenta si queremos ahorrar agua ya que según datos de la WWF este sector consume un 80% de los recursos hídricos. En este contexto, un elevado porcentaje de cultivos se sigue regando todavía a manta, es decir, sin control del agua, y las pérdidas en los sistemas de riego pueden alcanzar el 35%. El cuándo, cuánto y cómo regar siguen sin tenerse en cuenta y los sistemas de riego obsoletos son una realidad, lo que acarrea pérdidas continuas de agua. Y esto, dirigiéndonos como lo estamos hacía una situación de sequía permanente, es intolerable.

 

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Los nuevos sistemas de riego empleados en agricultura deben apostar por la reutilización del agua para ahorrar en cantidad, una cantidad que, también hay que destacar, debería destinarse a mejorar el estado de ríos, humedales y acuíferos, además de garantizar en la medida de lo posible el suministro de agua a las poblaciones. También han de concebirse de forma global, es decir, tienen que estar pensados primero y diseñados después para beneficiar al conjunto de la sociedad, mejorar el medio ambiente y asegurar el agua potable.

 

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Pero para poder conseguir un estado de máximo aprovechamiento de los recursos hídricos en agricultura no basta con utilizar tecnología de última generación. Uno de los puntos fundamentales es controlar las distintas variables que pueden hacer que un sistema de riego sea sostenible o no. Variables como el tipo de cultivo, la capacidad del suelo y de la planta para almacenar y retener agua, y la adaptación de las especies a condiciones de sequía o de escasez de agua. Sabiendo y controlando todos estos parámetros podremos elegir y diseñar los sistemas de riego más adecuados para cada terreno, para cada espacio geográfico y para cada explotación, lo que nos permitirá calcular cuál es la superficie a regar, qué tipos de cultivos sembrar y cómo debemos realizar el riego.

 

Teniendo en cuenta todos estos factores desde la WWF se han puesto en marcha algunas iniciativas que ayudan a agricultores y regantes a decidir la dosis exacta de agua en sus cultivos, evitando malgastar los recursos. Pero el inicio de estos sistemas inteligentes de riego cobra una especial importancia en las zonas más secas, como es el caso de las cuencas de los ríos Guadiana y Guadalquivir. Para poder satisfacer las necesidades de estas zonas específicas la WWF desarrolló en 2002 el proyecto Life HAGAR puesto en marcha con éxito en el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel y en el Parque Natural de Las Lagunas de Ruidera, dos de los humedales de nuestro país más afectados por la sobreexplotación de los acuíferos.

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Los dispositivos de control de los cultivos fueron instalados primero en parcelas piloto registrando datos sobre suelo (humedad a diferentes profundidades), el clima (temperatura, humedad relativa, precipitación, insolación, viento) y las distintas variedades de plantas (midiendo las variaciones de diámetro del tronco de la planta, por ejemplo). Así, cruzados los datos mediante un sistema matemático, HAGAR permite a los agricultores conocer las necesidades de riego de cada una de sus parcelas evaluando rápidamente si la estrategia de riegos es apta para mantener el cultivo con una productividad aceptable. Según los primeros resultados con sistemas como HAGAR, que actúan de forma global aunando tecnología y conocimientos específicos de especies y terrenos, podemos ahorrar hasta un 14% del caudal de los acuíferos sobreexplotados.

Aviones no tripulados: una posibilidad de ahorrro de hasta el 40%

A mediados del año 2009 el CSIC desarrolló un sistema de riego basado en aviones no tripulados que estimaban las necesidades hídricas de cada zona. Estos aviones estaban equipados con cámaras térmicas y mutiespectrales que proporcionaban información muy concreta como el momento idóneo para el riego, cuándo la planta podía absorber el agua más rápidamente y cuándo el suelo podía retenerla más. Esta técnica consiguió un ahorro de entre el 25% y el 40% de agua sin mermar en ningún momento la producción. Además este sistema permitía detectar fugas en los antiguos sistemas de riego y situaciones de derroche.

 

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Los aviones sobrevolaron más de 600 campos en España y en EEUU, analizando parcelas de trigo, maíz, melocotonero, olivar, naranjo y vid. Funcionan con un GPS y tienen una autonomía de entre 50 minutos y dos horas, y sobrevuelan los cultivos a una altura de entre 150 y 1.000 metros. Además van equipados con una cámara térmica que mide la temperatura de la superficie de la vegetación, elaborando una serie de cálculos basados en modelos de transpiración de cultivos y de una cámara espectral, que permite calcular mediante una serie de algoritmos el contenido clorofílico de la vegetación, la cantidad de pigmentos fotosintéticos (como las xantofilas), índices relacionados con el crecimiento y desarrollo de la vegetación. La combinación de todos estos datos permite estimar el estrés hídrico de los cultivos y decidir el momento idóneo para el riego.

Texto completo del CSIC: http://digital.csic.es/handle/10261/10730

Pequeños grandes pasos: al alcance de todos

Más allá de los avances técnicos como HAGAR, o los aviones no tripulados del CSIC, existen otras formas de contribuir al desarrollo de sistemas de riego eficientes. En esta caso la tecnología pasa a un segundo plano, siendo el diálogo, el sentido común y la búsqueda de soluciones de forma conjunta la clave para conseguir que estos pequeños pasos se conviertan en grandes avances:

–      Huir de las costumbres. No regar cuando sea típico sino cuando nuestros cultivos lo pidan realmente. El uso de tensiómetros en nuestros campos nos ayudará a saber cuándo y cuánto regar. También contribuirá tener un conocimiento claro los datos agro-climáticos de nuestra zona, algo que nos permitirá programar el riego.

–      Lo más eficiente para ahorrar agua y modernizar sistemas de riego es agruparse en Comunidades de Usuarios o Regantes. Este tipo de asociaciones tienen más acceso a instituciones y pueden promover de forma más activa el desarrollo de redes que distribuyan el agua de forma más eficiente.

–      Modernizar las técnicas de regadío sustituyendo los riegos por inundación por riegos localizados por aspersión o goteo, que nos permiten ahorrar hasta un 50% del agua y lograr una eficiencia de aplicación del 95%, con lo que el agua que puede perderse es mínima.

–      Reciclar agua también es posible. Podemos intentar utilizar restos vegetales de cosecha propia para crear en el suelo una capa de mulching, un especie de colchón que nos ayudará a mantener el suelo húmedo para que se almacene mejor el agua y las plantas puedan absorberla a su ritmo.

–      Intentar mantener un control sobre las redes de riego existentes eliminando las mermas y dando prioridad a sistemas de presión y pequeños embalses de contención de agua.

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