Entrevistas

7 May 2020

Botánica del mes: Isabel Martínez-Nieto

Isabel Martínez-Nieto

Es una persona con una curiosidad insaciable y eso se nota cuando habla de todas las facetas que desarrolla, tanto en el campo de la Botánica como en otros ámbitos. Afirma que el hecho de provenir de una familia dedicada a la agricultura seguramente influyó en su vocación. Le gusta la oportunidad que la ciencia le ofrece de estar aprendiendo constantemente. Considera necesaria la divulgación y la comunicación permanente con la sociedad y en Espores damos fe de ello. Isabel Martínez-Nieto es nuestra Botánica del mes.

¿Qué te atrajo de la Botànica?

Supongo que desde pequeña he estado en contacto con la naturaleza y, especialmente, con el mundo de las plantas, puesto que procedo de una familia que se dedica a la agricultura y esto ha podido influir en mis intereses. Durante la carrera, aunque no existían itinerarios específicos, siempre me interesaron más las asignaturas que me hablaban de botánica, de vegetación y de varios aspectos de las plantas en general. Al fin y al cabo, son los organismos que estructuran los ecosistemas terrestres y los que los definen, y están en la base de las cadenas tróficas.

Isabel Martínez-Nieto
Isabel Martínez-Nieto durante la recolección de muestras para el desarrollo de su tesis doctoral sobre plantas de yesos ibéricas en el desierto de Monegros (Zaragoza). Junto a ella, dos de sus compañeros del grupo de Juan Mota: Paco Pérez García (de rojo) y Juan Antonio Garrido. / Juan Mota

¿Cómo ha sido hasta ahora tu trayectoria profesional?

Empece colaborando, de manera semiprofesional, en el laboratorio de Isabel Mateu –que había sido mi profesora en T.A.C.O. (Técnicas Automatizadas de Clasificación y Organización) y acababa de conseguir un proyecto en temas de filogeografía de plantas mediterráneas–, y encontré el campo de investigación que más me apasiona. Posteriormente realicé mi doctorado en la Universidad almeriense con el magnífico equipo de Juan Mota, también en filogeografía y otros temas relacionados con la conservación de plantas, pero en este caso de aquellas que crecen en suelos ricos en yesos. Allí pude seguir trabajando durante un tiempo en estos temas. Después volví a la Universitat de València, de nuevo de la mano de Isabel Mateu y junto a la botánica e investigadora Eva Barreno, en un proyecto relacionado con el madroño en el que aprendí muchísimo sobre técnicas que no dominaba. Los últimos años sigo en el grupo de Eva Barreno y he empezado mi andadura en el Jardín Botánico, inicialmente en el Banco de Germoplasma, aunque ahora no solo realizo tareas para esta unidad. Me encantaría poder seguir aquí durante un largo período. Por otro lado, la precariedad propia que caracteriza la carrera científica me ha llevado a hacer todo tipo de cosas entre contratos, siempre en ámbito de la educación, también a reinventarme y convertirme en la botánica versátil que creo que soy hoy en día.

Isabel Martínez-Nieto
Isabel Martínez-Nieto junto al póster que presentó en su primer congreso, en Menorca, mientras hacía la tesis doctoral. / Esteban Salmerón

Entonces, ¿en qué consiste tu trabajo actual?

Como comentaba, actualmente colaboro con dos grupos de investigación con los que realizo actividades de lo más diversas; desde trabajos puramente microbiológicos relacionados con los simbiontes de los sistemas liquénicos, hasta actualización de bases datos de datos de biodiversidad vegetal, pasando por trabajos relacionados con la filogeografía y otras técnicas moleculares dedicadas al estudio de las plantas.

Tu especialidad es la filogeografía. ¿Qué te interesó de este campo de estudio?

Son muchas las ramas de la biología de las plantas con las que estoy relacionada. Sin embargo, es la filogeografía el campo que conozco de una manera más profunda y, sin duda, el que más me entusiasma. Es un campo relativamente nuevo, que surge partir del desarrollo de las técnicas moleculares a finales de siglo XX. Los estudios filogeográficos tratan de desentrañar los procesos históricos que podrían ser los responsables de la distribución actual de los distintos organismos, basándose en distintas evidencias, pero principalmente en el estudio de las genealogías de marcadores moleculares. Me resulta muy divertido, se podría comparar con un trabajo detectivesco en el que usamos las mismas técnicas moleculares que los forenses, pero además salimos al campo a conocer de primera mano la distribución de la especie y usamos otros datos de tipo climáticos o relacionados con los fósiles. Finalmente realizamos un exhaustivo trabajo bionformático que posibilita la resolución del caso. Me encanta el hecho de romper la tricotomía de pertenecer al sector de biólogos de “bota”, de “bata” o de “tecla”… lo hacemos todo y esa diversidad se hace muy entretenida.

Isabel Martínez-Nieto
Imagen del día de su defensa de la tesis doctoral. En el tribunal, Francisco Gómez, Gabriel Blanca i Pedro Sánchez. De espaldas, aparecen sus directores, Juan Mota y Encarna Merlo. / Melchor Juan

Explícanos en qué proyecto trabajas ahora mismo.

Actualmente estoy implicada en diversos proyectos. Por un lado, llevo trabajando un par de años en el Jardín Botánico en el que colaboro con distintos aspectos del mantenimiento del Banco de Germoplasma e implemento análisis moleculares, tipo filogeográfico o filogenético, en algunos de los proyectos que se están desarrollando. Por otro lado, también colaboro con el grupo de investigación Symbioliquen, dirigido por Eva Barreno, en el que actualmente estoy implicada en el aislamiento de microorganismos asociados en los complejos liquénicos.

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Grupo de investigación liderado por Eva Barreno (con chaqueta azul en la primera fila) en 2016, el día en que se doctoró Fernando Martínez Alberola (primero a la izquierda de la tercera fila desde bajo), compañero de carrera y de grupo de investigación de Isabel Martínez (primera a la derecha de la primera fila).

¿Estás orgullosa de haber participado en algún proyecto en especial?

Me hace mucha ilusión formar parte de un proyecto relacionado con la Jara de Cartagena, que se considera la especie vegetal más amenazada en el territorio nacional, hasta el punto de que existe un grupo de trabajo a nivel nacional como para el lince o el quebrantahuesos.

¿Cuál es tu relación con el Jardí Botànic de la Universitat de València?

Actualmente gran parte de mi carrera profesional la desarrollo en el entorno del Jardí. Sin embargo, es un espacio que siempre me ha fascinado y más desde que comencé a colaborar en el departamento de Botánica de la Universitat de València, por eso me siento orgullosísima de pertenecer ahora a la familia de Botànic.

Isabel Martínez-Nieto
Grupo de investigación del que Isabel Martínez-Nieto forma parte en el Jardí Botànic. Empezando por la izquierda aparece ella junto a Elena Estrelles, conservadora del Banco de Germoplasma; Amel Bensouna, estudiando de doctorado argelina que cursa una estancia actualmente al Jardín; Luis Martínez, estudiante que ha realizado las practicas del grado en el Banco recientemente; Pilar Soriano, profesora titular del departamento de Botánica de la Universitat de València y Josefa Prieto, técnica del Banco de Germoplasma.

¿Ha cambiado tu trabajo con los años?

Mi carrera todavía no es demasiado larga, pero he vivido en persona el exponencial desarrollo de las técnicas moleculares. Cuando comencé, realizar la secuenciación de un fragmento era relativamente caro y trabajábamos sobre todo con otro tipo de marcadores moleculares. Actualmente, con la implementación de las técnicas de secuenciación masiva, se pueden secuenciar organismos completos en apenas unas horas por un precio muy competitivo.

¿Cómo animarías a los actuales estudiantes de Biología a que se dedicasen a lo mismo que tú?

No estoy muy segura si les animaría a que se dedicaran a lo mismo que yo, es un ámbito duro que implica muchos periodos de precariedad laboral. Sin embargo, es un trabajo plenamente vocacional, que se vive y se disfruta. Así que solo animaría a los estudiantes que lo vivan así, que sientan que la Biología es su gran afición, de otra forma es imposible seguir esta carrera por mucho tiempo.

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Recolectando Ramalina farinacea en El Toro (Teruel) para el proyecto en el que se aíslan los microorganismos asociados al complejo liquénico, en el grupo de Eva Barreno. / Salvador Chiva

¿Has conocido a personas interesantes gracias a tu trabajo?

Sí, a muchísimas. Empezando por toda una red de botánicos españoles con los que he tenido la suerte de colaborar en alguna ocasión o coincidir con ellos de alguna manera. Me encantó conocer a Jesús Izco, autor del libro principal en el que estudiábamos Botánica en la carrera, en un congreso que organizamos cuando estaba en la Universidad de Almería; o a Gabriel Blanca, que fue el presidente de mi tribunal de tesis. Ambos encuentros creo que fueron muy enriquecedores, por destacar un par de grandes figuras de la botánica nacional. Pero internacionalmente, casi siempre gracias a la asistencia a jornadas y congresos científicos, he coincidido con científicos de la talla del matrimonio Grant, Rosemary y Peter Grant, herederos de los trabajos de Darwin; o biólogos importantísimos en mi campo como Frederic Medail en filogeografía o Michael Moore en el estudio de las plantas de yesos del desierto de Coahuila (México). Es fascinante poder conversar con las personas los trabajos de las cuales guían el día a día de tus investigaciones.

Isabel Martínez-Nieto
Encuentro con Peter y Rosemary Grant, biólogos evolutivos de la Universidad de Princeton. / Esteban Salmerón

Tu trabajo ¿te permite aprender sobre temas no relacionados con la Botánica?

En mi caso, aprendo sobre una amplia gama de conocimientos científicos debido a la diversidad de trabajo que llevo a cabo. Pero dedicarte a la ciencia creo que sobre todo te ayuda a ver la vida desde una perspectiva analítica y sosegada.

¿Qué importancia piensas que tiene la divulgación científica?

De nada sirve hacer ciencia en una cueva, dirigida solamente a expertos. Nuestro trabajo depende de cómo de útiles seamos para la sociedad y debemos hacerles llegar este mensaje. Por otro lado, vivimos en la era de las comunicaciones, rodeados de información de todo tipo, de posverdades que no dejan de ser falsedades. Creo que aquí, los científicos tenemos un papel importante, al menos con la información que atañe a nuestros campos de conocimiento. Todos no podemos ser expertos en todo, pero un poco de didáctica de parte de los entendidos en cada área nos puede ayudar a ganar criterio ante tanta interferencia informativa.

Isabel Martínez-Nieto
Foto grupal de botánicos europeos en la “Segunda Semana de Conservación de Plantas Mediterráneas” a la cual Isabel Martínez-Nieto acudió como representante del Jardí Botànic de la Universitat de València.

Has hablado de la dificultad de hacer carrera en la ciencia. ¿Cómo valoras la situación laboral del sector?

En general, la carrera investigadora siempre ha sido muy complicada y, concretamente en España, conlleva muchos periodos de precariedad laboral. Sin embargo, creo que en este momento la formación en algunas ramas de la biología, como biotecnología, biología molecular o bioinformática, ofrece una salida laboral bastante prometedora en la empresa privada. Un buen ejemplo es la gran cantidad de personal con formación biológica que está siendo necesaria para la gestión de la pandemia que estamos viviendo debido al SARS-COV-2: investigaciones básicas sobre el virus, sobre su evolución, trabajos aplicados a la consecución de tratamientos y vacunas, incluso para la ejecución de las distintas técnicas que permiten detectar el quienes están o han estado contagiados.

¿De quién te consideras discípula?

Quizás no discípula exactamente, pero hay algunos botánicos a los que tengo mucho que agradecer. Creo que la principal es Isabel Mateu, a quien considero mi mayor mentora, ya que me abrió las puertas del departamento de Botánica y me dio a conocer el campo de la filogeografía. Es una persona que siempre ha estado ahí. Pero también está Juan Mota, mi director de tesis y una de las personas más integras que conozco. Igualmente, debo citar a la multidisciplinar Eva Barreno con la se aprende cada día. Y en estos últimos años no puedo estar más agradecida al equipo del botánico con Elena Estrelles, Pilar Soriano, Jaime Güemes… equipo en el que creo que me he integrado estupendamente y con el que me gustaría seguir trabajando por mucho tiempo.

¿Qué época de la Botánica te hubiese gustado vivir y por qué?

Desde un punto de vista un tanto romántico me hubiera encantado vivir la época de los grandes viajes con Humboldt, Darwin… seguramente se vivían muchas penurias, pero ante ellos se iba abriendo todo un apasionante mundo por descubrir.

¿A qué botánico o botánica te hubiese gustado conocer en persona?

La científica que más me hubiera gustado conocer no es botánica, sino más bien una bióloga evolutiva que revolucionó en el siglo pasado las teorías de la evolución en sus aspectos más profundos, por tanto, que su trabajo influyó, ha influido e influye en todas las ramas de la Biología. Esta científica es Lynn Margulis, a quien tuve oportunidad de escuchar en directo en la que fuera su última conferencia en Valencia. Sin lugar a duda, me hubiera gustado conversar con ella y conocerla personalmente, ya no solo por sus hallazgos sino también por su carácter combativo, rebelde y entusiasta.

Isabel Martínez-Nieto
Encuentro por el cambio climático, celebrado en el Botànic, en el que participaron gran parte de los miembros de la AIMJB (Asociación Íbero-macaronésica de Jardines Botánicos) y el Climate-Kic, y en el que se abordaron temas relacionados con los servicios que pueden ofrecer los jardines botánicos en la búsqueda de soluciones frente a los problemas del cambio climático. / Elisa Caballer

En todos estos años como botánica, ¿cuál es la situación más curiosa, que se pueda contar, con la que te has encontrado?

Sobre todo, en las salidas de campo es cuando más anécdotas suceden. Siempre recuerdo que, tras estar recogiendo muestras para mi tesis, una tarde de julio en el desierto de Monegros, al volver al coche con cierto mareo y beber agua, descubrí lo fácil y peligroso que puede llegar a una situación de deshidratación. Otro momento memorable fue cuando, también con el grupo de Almería, teníamos que pasar todo el día en lo alto de Gúdar, donde no había cobertura, y la mujer de un compañero estaba a punto de dar a luz. Muestreando sola también me encontré en una ocasión un impresentable que me hizo pasar un rato un tanto incómodo. Y recogiendo semillas para el banco, recuerdo un momento en el que había una nube de moscas similares a las de la fruta que pretendían meterse en los ojos, no sé si porque es la zona más húmeda expuesta, pero fue realmente desagradable.

¿Trabajas sola o en equipo?

Trabajo en equipo, lo que me resulta muy enriquecedor y me encanta. Pienso que hoy día, para desarrollar un proyecto competitivo, son imprescindibles los equipos multidisciplinares, puesto que existen tantos flancos por los que abordar la botánica que es imposible ser experto en todos ellos.

¿Cuál es la peor parte de tu trabajo? ¿Y la más gratificante?

Dicen que la paciencia es la madre de la ciencia, y así es, se necesita mucha constancia para conseguir resultados, además la precariedad que te hace saltar de contrato a contrato muchas veces trunca una línea a la que habías puesto muchas ilusiones. No obstante, cuando estás en un proyecto, comienzas a tener resultados y análisis tras análisis las piezas van empezando a encajar, es una sensación realmente gratificante.

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