El pino de Wollemi salvado del fuego australiano
El gran incendio que ha sufrido Australia en los últimos meses ha afectado al 1,3% de su superficie y a todo tipo de hábitats con las plantas y animales que vivían en ellos. Pero, una acción excepcional de bomberos, forestales, biólogos y pilotos ha permitido salvar los últimos ejemplares de una de las coníferas más amenazadas del mundo: el pino de Wollemi (Wollemia nobilis).
En los últimos años, hemos oído hablar con frecuencia de la existencia de grandes incendios. Son aquellos que afectan a una superficie forestal mayor de 500 hectáreas y superan la capacidad de extinción de los medios contraincendios. Últimamente, la extensión y duración de los fuegos, en su alianza letal con el cambio climático, ha cambiado de dimensión y también su nomenclatura, que parece adaptarse a los tiempos que corren: hemos visto aparece a los incendios de sexta generación (6G). Son aquellos capaces de retroalimentarse al modificar de forma drástica las condiciones meteorológicas, crear grandes turbulencias y provocar columnas de aire ascendente a temperaturas abrasadoras que generan nuevos fuegos dispersos al volver de nuevo a la superficie terrestre.
Durante 10 días del pasado mes de agosto vimos, con preocupación, cómo ardían diez mil hectáreas en el centro de la isla de Gran Canaria, haciendo desaparecer algunos de los hábitats y especies vegetales más singulares de esa isla.
En 2012 en la Comunidad Valenciana se calcinaron más de 48.000 hectáreas. En la imagen, efectivos del Consorcio de Bomberos de Castellón durante una actuación de extinción. / Consorcio de Bomberos de Castellón
En la Comunidad Valenciana tuvimos un 2019 relativamente tranquilo, pero no podemos olvidar los incendios de 2012, cuando se calcinaron 48.944 hectáreas enen los últimos días del mes de junio. El 2% de la superficie total de nuestro territorio quedó reducida a cenizas. Siete años después, el paisaje vuelve a estar verde, las plantas aprovechan rápidamente el espacio libre, pero para recuperar la superficie arbolada que se perdió, el volumen desaparecido de las copas de los árboles y su capacidad de fijar carbono atmosférico y de oxigenar el aire, aún deberán pasar algunas décadas, siempre que un nuevo incendio no venga a poner el cronómetro del paisaje, de nuevo, a cero.
El “Gigaincendio” australiano
Si estos incendios nos parecieron gigantescos, ¿cómo hemos de denominar al fuego continuado que ha sufrido Australia entre los meses de noviembre y enero -al inicio del verano austral-? Han ardido, más de diez millones de hectáreas. Una superficie 1000 veces mayor que la del incendio de Canarias. Similar a la extensión de los territorios de la Comunidad Valenciana y Castilla-La Mancha juntos. ¿Alguien se imagina viajando desde Valencia a Madrid, o desde Torrevieja al Ebro, travesando sierras, valles, montañas, páramos o llanuras; y viendo todo lo que fueron cultivos, huertas, jardines, bosques, praderas, matorrales o sotos completamente quemados?
El fuego se ha extendido sobre el 1,3% de la superficie australiana y ha afectado a todo tipo de hábitats, y a las plantas y animales que formaban parte de ellos. Es el resultado del año más cálido y seco registrado nunca en Australia, con temperaturas superiores a 41°C, y se ha concentrado en la zona de clima mediterráneo de esta isla-continente.
Imagen de satélite de la zona este de Australia en diciembre de 2019. / ESA
La comunidad científica ha hecho un balance provisional. Lo han recogido los medios de comunicación “miles de millones de animales muertos”. Sin duda animales, como koalas o canguros, con los que estamos familiarizados y a los que mostramos un afecto casi innato, habrán visto muy afectadas sus poblaciones y reducidas de forma drástica sus áreas de distribución. También otras especies de marsupiales o de mamíferos, aves, reptiles, anfibios, insectos, arácnidos, anélidos, nematodos, hongos o bacterias, exclusivas de pequeñas áreas aisladas, menos conocidas para el gran público y, quizás, hasta desconocidas para la comunidad científica, habrán desaparecido completamente, se habrán extinguido. Esto nos cuentan de la cacatúa lustrosa negra y del ratón marsupial de la isla Canguro, seguramente, solo dos ejemplos.
Pero ¿quién se ha acordado en estas largas semanas de las plantas? Las que literalmente estaban ardiendo, sin posibilidad de escapar. Si el trágico balance del efecto del fuego sobre los animales es cierto, y seguramente lo será, resulta previsible que en un orden de magnitud 10 o 100 veces superior la destrucción del incendio haya afectado a las especies vegetales. Quizás hayan desaparecido decenas o centenares de miles millones de plantas, sin que haya aparecido ninguna referencia en la prensa a este desastre ambiental que marcará la vida futura de todos los organismos del ecosistema, también la del ser humano. Las plantas pasan desapercibidas con demasiada frecuencia. Una vez más, los animales no nos han dejado ver el bosque.
El pino de Wollemi
Hago estas reflexiones, para traer a estas páginas digitales una acción excepcional, desarrollada a mediados de enero y coordinada por biólogos, forestales, bomberos y pilotos, para salvar los últimos individuos de la única población conocida del pino de Wollemi (Wollemia nobilis W.G. Jones, K.D. Hill & J.M. Allen), una de las Gimnospermas más raras y más amenazadas del planeta, descubierta en 1994.
El pino de Wollemi habita en una garganta protegida en el Parque Nacional Wollemi (Nueva Gales del Sur, Australia). Su bosque ha sido salvado por los bomberos en medio del incendio./ NWS NPWS
Esta especie vive en una profunda y recóndita garganta en las Montañas Azules, en el Parque Nacional Wollemi, en Nueva Gales del Sur (Australia). Su población ocupa una extensión de apenas unos metros cuadrados, en un espacio natural de 5.017 km². Fue encontrada por David Noble, un guarda forestal del parque y un intrépido explorador de todos sus rincones. Fue un descubrimiento muy notable, casual, durante un día de escalada y que tuvo cierta trascendencia mediática. No todos los días se encuentra un fósil viviente, una especie de la que se tenía registro fósil antes de ser descubierta viva en la naturaleza. Además, se trata de un árbol de gran porte, que puede alcanzar 40 m de altura, esbelto, con ramificación verticilada, bonito, muy raro, que convivió con los dinosaurios y que pudo ocupar amplias extensiones cuando Australia estaba aún unida a la Antártida, hace 165 millones de años.
Detall del ejemplar de pino de Wollemi que puede visitarse en el Jardí Botànic de la Universitat de València. / Elisa Caballer
En 1994 se contabilizaron apenas 20 individuos maduros y otros tantos juveniles. La localización de la población se mantuvo en secreto para evitar la visita de curiosos y coleccionistas. Poco después, las autoridades australianas iniciaron la producción y distribución de plantas entre los jardines botánicos de todo el mundo de modo que, en la actualidad, más de un centenar de individuos viven en diferentes jardines de Asia, América y Europa. También en el Jardín Botánico de la Universidad de Valencia. La especie ya no corre peligro de extinción, pero sí su población silvestre, que se vio gravemente amenazada por las llamas del fuego australiano, y con ella los procesos evolutivos naturales que la han traído hasta nuestros días.
Acciones excepcionales para salvar a una especie extraordinaria
Para evitar su desaparición, los Servicios de Parques Nacionales y Vida Silvestre, y de Incendios Rurales de Nueva Gales del Sur diseñaron una acción conjunta para frenar las llamas antes de que entraran en la garganta y convirtieran en cenizas una historia viva de 250 millones de años.
Cuando el fuego empezó a rodear la población, los bomberos lanzaron desde el aire agua con retardante. Luego descendieron al bosque de pinos de Wollemi rapelando desde helicópteros e instalaron un sistema de irrigación que fue abastecido por grandes camiones cisterna desde las pistas forestales más próximas. Allí permanecieron refrescando la tierra y los grandes árboles hasta que pasó el peligro.
Los bomberos pusieron en marcha una operación especial para proteger de las llamas a la población de pino de Wollemi. / NWS NPWS
Matt Kean, ministro de Medio Ambiente del Estado de Nueva Gales del Sur, describió la operación como una “misión de protección medioambiental sin precedentes” y seguramente es así. Todos los años tenemos noticias de la lucha de los bomberos forestales en todo el mundo para evitar que el fuego calcine los bosques del planeta, pero no conocemos una actuación de salvamento de una especie vegetal similar a la desarrollada en Australia.
Esta acción es excepcional y de gran mérito, pero no podemos llevar una brigada de bomberos a proteger cada población única de animales o plantas en riesgo de desaparición por la acción del fuego aliado con el cambio climático. ¿Qué especies se han perdido para siempre en Gran Canaria, en el Amazonas, en Indonesia, en California, en Chile, en Australia? Si el incendio en las Montañas Azules hubiera ocurrido antes de 1994, el pino de Wollemi habría desaparecido sin habernos enterado; no sabíamos de su existencia. ¿Cuántas especies hemos perdido del mismo modo?
La Catedral de Notre-Dame de París también fue víctima del fuego en 2019. El mundo entero sufrió con aquel incendio. Seis meses después ya se habían recaudado mil millones de euros para su restauración. En 2021 empezarán las obras y en pocos años la catedral estará de nuevo abierta al culto y a los turistas.
Pero eso no es posible tras la pérdida de una especie. No tiene esa repercusión mediática, tampoco esa filantropía asociada. Pero, aunque tuviéramos diez mil millones de euros para recuperarla, después de su extinción, simplemente no podríamos.
Solo nos queda evitar los incendios, mitigar el cambio climático, cambiar de hábitos y trabajar conjuntamente para que el clima no propicie nuevos fuegos como los que hemos visto durante 2019 en todos los continentes.