Botánica inclusiva: El barranc dels horts
En esta ocasión la ambientóloga Mª José Aguilar, con su particular cuatro por cuatro, nos invita a visitar en otoño este paraje protegido en del Alt Maestrat para descubrir el valor ecológico y la belleza natural de un auténtico bosque relicto mediterráneo.
A principios de noviembre, tuve la oportunidad de visitar El Barranc dels Horts, en el Maestrat Castellonense. Un pulmón verde fijador de CO2, productor de O2 y como bosque que es, dinamizador climático. Este otoño está siendo especialmente cálido y seco, motivo por el cual la sociedad empieza a ser más consciente del cambio climático y la importancia de los bosques como reguladores climáticos e importantes para nuestra calidad de vida.
En la era de la información y del 2.0 hay que ponerle nombre a todo y desde Japón nos ha llegado una corriente, muy saludable por cierto, que es el uso público de los bosques terapéuticos. Yo me pregunto, ¿Cuándo un bosque, por el hecho de ser un bosque, no ha sido terapéutico? Dudas transcendentales a parte, este artículo está dedicado a un bosque con mayúsculas que no necesita de adjetivos cool y trending topic.
Un bosque de verdad
El Barranc dels Horts, es un espacio natural protegido, que gracias a una perfecta gestión cumple a la perfección con la definición de “Bosque”, sin entrar en un análisis de las características terapéuticas analizadas desde el ámbito de la medicina y sus beneficios para la salud humana, quería resaltar y me reitero con ello, en decir que es un bosque y este lugar podría ser considerado como uno de los primeros ejemplos en España de Custodia del Territorio, que esconde entre sus ramas una preciosa historia.
Barranc dels Horts. Imagen: Mª José Aguilar Carrasco
Barranc dels Horts. Imagen: Mª José Aguilar Carrasco
Al igual que la palabra naturaleza se escribe en femenino, la protagonista de esta historia, es una mujer, licenciada en Biología, especializada en Ciencias Ambientales, Isabel Queral Ruano, que se define como botánica dedicada a la gestión forestal. La finca ocupa un espacio de aproximadamente 700 hectáreas. La Fundación Caja Castellón en los 90 la adquirió para gestionarla.
A mediados de los 80 camiones cargados de troncos de gran diámetro descendían por la carretera y llamaron la atención de un agente forestal, que se preguntó; ¿dónde están extrayendo esos árboles de tan gran envergadura? ¡Y son robles! Este se puso en contacto con Isabel y con los componentes de la Colla ecologista de Castellò, para que estos indagaran sobre el tema. Lo que averiguaron fue que los propietarios de la finca dels Horts, habían vendido los árboles para leña. Gracias a aquella llamada, estas personas se pusieron a trabajar y consiguieron parar el “arboricidio” de aquellos ejemplares. Más tarde la fundación compraría la finca protegiendo así un bosque relicto mediterráneo, situado en el Maestrazgo Castellonense.
Muy importante este tocón como testigo de la tala de ejemplares de robles y encinas antes que la fundación se hiciera cargo. Imagen: Mª José Aguilar Carrasco
Este singular espacio natural ubicado entre los 700 y 1200m, donde las distintas orientaciones permiten la existencia de dos series de vegetación (meso y supramediterránea) y varios microclimas, se traduce en varios ambientes botánicos muy marcados según nos encontremos en umbría o solana. Existen más de 400 especies vegetales en un entorno bastante reducido, destacando además del roble valenciano (Quercus faginea) especies como arces (Acer granatense y A. monspessulanum), tejos (Taxus baccata), acebos (Ilex aquifolium) y diversos endemismos iberolevantinos, por ello se han declarado 3 microrreservas de flora.
Rodando entre robles y encinas
Mi compañera Paloma y yo accedemos al espacio con nuestro vehículo, previo aviso a la organización que gestiona y vela por el lugar. Dejamos el coche en la masía y empezamos a descender por la pista. Resultó imposible no emocionarse con lo que nos rodeaba, como niñas que van por primera vez a la feria, no éramos capaces de avanzar, cada milímetro de tierra nos atrapaba, el sotobosque, los arbustos, los árboles centenarios inmensos, los macizos geológicos que han conformado un sustrato perfecto para albergar todas las especies vegetales citadas y muchas otras.
Roure gros. Imagen: Mª José Aguilar Carrasco
Una de las cosas a destacar, además de la propia belleza del lugar, es la gestión que se está llevando a cabo, que da prioridad a los procesos naturales de un bosque, es decir la vida, el desarrollo, la senescencia y la muerte. En un bosque para que se dé la vida, es necesario que la muerte esté presente, por ello en el barranco se procura no retirar los árboles muertos, a no ser que supongan un riesgo, porque en esos troncos caídos se desarrolla nueva vida. Animales, insectos y hongos se alimentan de ellos, además los árboles viejos, como la estrella del barranco, El Roure Gros, tienen un papel fundamental en un ecosistema boscoso. Y es que las cavidades de esos viejos troncos se convierten en el refugio perfecto para aves y mamíferos, como los búhos o la gineta por ejemplo. Esto es algo que tienen muy claro desde la dirección del espacio natural, favorecer la biodiversidad y respetar los procesos naturales.
Como he comentado llegamos en coche hasta la parte alta del barranc, la pista forestal es de tierra batida, salvo en los tramos de máxima pendiente que se ha cimentado, para favorecer la circulación de vehículos, en época invernal, ya que siguiendo la pista hay más masías que están habitadas y el camino no era muy adecuado para circular y estas personas tenían impedimentos para ello. Así que, para facilitar el acceso a los vecinos, se tomó la decisión de pavimentar las zonas de más pendiente. Pese a esta medida la pendiente supera el 8% y se hace muy complicado subirla en silla de ruedas. Una posibilidad que los usuarios de silla disponemos es pedir permiso a la dirección para llegar en coche hasta la parte alta y descender el recorrido disfrutando de la riqueza natural y paisajística.
Pavimento de la pista forestal. Imagen: Mª José Aguilar Carrasco
El roble valenciano o quejigo (Quercus faginea) es un árbol marcescente, este término se utiliza en botánica para describir las hojas de algunos árboles y arbustos que tras finalizar el periodo vegetativo cambian el color del follaje, pero sus hojas permanecen en el árbol mayoritariamente durante toda la estación fría (otoño e invierno) hasta la salida de nuevas hojas en primavera. Esta característica nos permitirá diferenciar el roble de la encina (Quercus rotundifolia), el primero en otoño colorea sus hojas en tonos ocres o marrones y el segundo mantiene el color verde en sus hojas, además que el lobulado de las hojas no es exactamente igual. Otra característica del roble son las agallas, pequeñas protuberancias en las hojas producidas por insectos, artrópodos o nematodos, dependiendo de la época del año o la especie.
Marcescencia del roble. Imagen: Mª José Aguilar Carrasco
Encina. Imagen: Mª José Aguilar Carrasco
Quejigo. Imagen: Mª José Aguilar Carrasco
Detalle de agallas en hoja de roble. Imagen: Mª José Aguilar Carrasco
Otro ejemplo de la riqueza botánica son los arces como el Acer granatense y el A. monspessulanum, que en otoño se tintan de tonalidades rojas. Además de ver alguno de cerca durante el descenso, en la vertiente izquierda del barranco destaca una mancha roja en la cumbre que corresponde a una pequeña arboleda de arces.
Arce. Imagen: Mª José Aguilar Carrasco
Entre el sotobosque destacan especies como el espino albar (Crataegus monogyna), el guillomo (Amelanchier ovalis) y la cornicabra (Pistacea terebinthus) que en otoño se llenan de bayas o drupas de tonalidades rojizas o violáceas, que servirán de alimento para la fauna.
Espino albar. Imagen: Mª José Aguilar Carrasco
Sin duda un mágico y terapéutico paseo a la sombra de sus majestuosos ejemplares, en este bosque donde reina la paz y la naturaleza. Volveré en primavera para observar y sentir el renacer de la naturaleza en este singular bosque relicto mediterráneo.