Botánica inclusiva: El Jardí Botànic de la Universitat de València
Estrenamos sección en Revista Esporas gracias a Mª José Aguilar, una ambientóloga que, a partir de ahora, recorrerá senderos, caminos y jardines con una nueva perspectiva, la accesibilidad y la inclusividad. En esta primera entrega, recorre nuestro Botánico para hacernos ver las ventajas e inconvenientes que cualquier persona con diversidad funcional, o no, puede encontrarse. ¡Pasa con nosotros!
El Jardí Botànic es un oasis en medio de una ciudad. Esta ha sido la mejor definición que he encontrado, Antoni Aguilella al 2010. No importa cómo te desplaces, qué medio o ayuda técnica usas, qué capacidades tienen, el Jardí Botànic es un espacio patrimonio donde cabemos todos y todas para empapar-nos de su magia e incalculable energía.
Proponemos el paseo que Antoni Aguilella sugiere a la publicación “Un oasis en la ciudad, el Jardín Botánico de la Universidad de Valencia”; editado en 2010 por Vicente Olmos
Se accede por el edificio administrativo, construido a merced y capricho del monumental almez (Celtis australis), desde la Calle de Quart. Es un espacio natural accesible; en el cruce de la Calle de Turia con la calle Quart hay dos plazas de PMR, aunque es zona azul, según la ordenanza municipal, las dos plazas están exentas de pago con distintivo PMR, al resto de zona azul sí hay que pagar, pero con distintivo se dispone del doble del tiempo abonado.
Iniciamos el recorrido botánico en la entrada misma donde el majestuoso almez recibe al visitante. Os propongo el paseo que Antoni Aguilella sugiere a la publicación “Un oasis en la ciudad, el Jardín Botánico de la Universidad de Valencia“; editado en 2010 por Vicente Olmos. “La visita al jardín en un santiamén”, paseo que permite al visitante disfrutar de los diferentes ambientes de una forma ordena y lógica, que ayuda a entender la evolución de la botánica, sin perderse ninguna de las joyas o monumentos arbóreos o arbustivos.
También hay flores de otoño. Imagen de Mª José Aguilar
La primera ubicación del Jardín fecha de 1567, pero no es hasta 1802 cuando se establece en el antiguo huerto de Tramoyeres, ubicación definitiva y lugar que estamos visitando. En el siglo XX se consolidan las colecciones que hoy conocemos y finales del mismo siglo, se inician las obras de restauración que se culminan en el año 2000, con la construcción del edificio de acogida. Las personas con diversidad funcional tenemos asignada la tarifa reducida y los acompañantes de las personas dependientes están exentos de pago, toda la información está disponible en la web oficial del Jardín que todavía no se ha actualizado según los criterios de accesibilidad para webs oficiales, que propone el Real Patronato de la Discapacidad. Estos criterios facilitarían que todas las personas pudieran hacer uso de ella con total garantías de comprensión y uso además de disfrutar, por ejemplo, de los paseos virtuales, gadget muy útil para aquellos que les es imposible acudir en persona.
Después del inciso informativo, continuamos con el paseo botánico. Atravesamos el edificio de acogida para adentrarnos en el espacio abierto del Jardín. Hay un camino central que divide en dos los parterres, el pavimento es tierra batida mayoritariamente aunque hay zonas pavimentadas con cerámica, es transitable para usuarios de silla de ruedas, a pesar de que el terreno ejerce de resistencia aunque la pendiente es nula. Sin embargo, no influye en el deleite del visitante. Desde nuestra posición localizamos los wc, con baño accesible.
El itinerario propuesto nos dirige hacia la izquierda para adentrarnos en los parterres. Estos incluyen diferentes tipos de vegetales, según la concepción didáctica de sus inicios. La primera parada o punto 2 es para prestar atención al Ginkgo biloba que ya le engroguixen las hojas tiñendo de dorado el techo arbóreo del parterre.
Ginkgo biloba
Ginkgo biloba. Imagen de Mª José Aguilar
Avanzamos dejando al Ginkgo biloba a la derecha, no sólo él captará nuestra atención, también lo harán el resto de árboles igual de bellos y excepcionales, creando un dosel arbóreo de tonos dorados, ocres y rojos otoñales, mejorando si cabe, cualquier pintura impresionista de otoño y es que la contemplación de la naturaleza es la mejor manera de contemplar el arte. Dos parterres más y el itinerario nos desvía a la derecha para encontrarnos con la Plaza de los Magnolios. Desde la plaza, si observamos de frenteveremos la encina (Quercus ilex), majestuosa, imponente, dueña del camino, imposible no detenerse a contemplarla desde aquí nos podemos hacer una idea de su magnitud, no puedo ocultar mi debilidad por esta especie, que llevo por apellido materno.
Esta plaza es el corazón de la Escuela Botánica, que se creó hace 200 años para poder impartir las clases prácticas de botánica, que a fecha de hoy se siguen realizando. Recorrido que permite observar la evolución de los vegetales desde las monocotiledóneas a las gimnospermas para finalizar con las dicotiledóneas.
Seguiremos rodando por el carril central hasta llegar hasta los pequeños invernaderos que contienen 4 colecciones monográficas. A estos no podremos acceder los usuarios de silla de ruedas, aunque desde fuera se puede observar la riqueza que guardan en su interior, a mí personalmente lo que más me atrae es el de orquídeas, que no están en flor en esta época excepto esta coqueta, que se dejaba ver desde la ventana y pude fotografiarla.
Para la construcción de los invernaderos se tuvo que excavar en el suelo, al estar semienterrado hay escaleras para acceder, son estrechas y de difícil solución para ubicar un salvaescaleras. Este sistema fue necesario para albergar las colecciones, ya que requieren unas condiciones ambientales específicas. Las dimensiones son pequeñas el paso por el interior estrecho, inviable para silla de ruedas. En estos invernaderos hay que conformarse ver desde fuera, al menos de momento, tal vez en un futuro…
En la misma zona observaremos el invernadero de plantas tropicales, construido entre 1860 y 1862 en hierro y vidrio. Es accesible tanto en el acceso como el interior, con un recorrido de pavimento con pequeño desnivel que nos permite pasear entre plantas epifitas, orquídeas o bromelias, una delicia salvaje que transporta a las selvas amazónicas.
Salimos del trópico y volvemos al clima mediterráneo o mejor dicho, a la atmósfera valenciana, para cruzar la plaza de Carles Pau, donde se celebran ferias los fines de semana y el visitante puede adquirir plantas. Recientemente se dedicó a los cactus y crasas y a finales de octubre, las orquídeas serán las protagonistas, ¡yo no me lo pierdo! Desde la Plaza accederemos a la rocalla los endemismos, punto 5 del itinerario. En esta zona podemos observar y sobre todo oler, porque algunas plantas son muy aromáticas. El camino es tortuoso y un poco estrecho simulando una senda de montaña, es probable que sillas anchas no puedan acceder a la zona y que se requiera de ayuda para superar el puente.
Tras la rocalla volvemos al camino para continuar hasta la zona de crasas y suculentas, plantas que se han adaptado a soportar carencias de agua para ser originarias de zonas áridas o semiáridas, resulta muy curioso observar estas adaptaciones y disfrutar de las sus estructuras caprichosas y floraciones. En los accesos a las colecciones encontraremos dos pequeños obstáculos que son superables pero hay que prestar atención para no caer de la silla o tropezar si el bastón no reconoce el pequeño desnivel.
Acceso al cuadro de crasas y suculentas. Imágenes de Mª José Aguilar
Dejamos esta colección para descubrir nuevas especies botánicas, prestar atención a la palmera datilera (Phoenix dactylifera) de unos cuantos pies que hace que sea de gran dimensión, sólo se puede observar un parecido en el Palmeral de Elche. Este ejemplar es la puerta de entrada a la Huerta del jardín, debe ser defecto profesional, pero es una de mis zonas preferidas, si es que se puede elegir una en este magnífico lugar.
Espantapájaros de la Huerta del Botánico. Imágenes de Mª José Aguilar
De la Huerta podemos adentrarnos en el bosque por un sinuoso camino que hará que tengamos la sensación de estar en la Sierra Calderona, Espadán o cualquier espacio natural de la montaña valenciana, con ejemplares de árboles mediterráneos.
Después del paseo montañoso la farmacopea del jardín o Huerto de Simples, donde cada planta cultivada es un remedio natural para las enfermedades. Siguiendo el estilo de los conventos medievales con un pozo en el centro que divide en 4 zonas de cultivo. Entre las colecciones se encuentran plantas aromáticas del mediterráneo como distintas variedades de tomillo (Tymus sp), romero (Rosmarinus officinalis), etc… y también una muestra de plantas tóxicas. En esta zona los aromas son muy intensas, vale la pena quedarse un rato disfrutando de la quietud en alguno de sus bancos y para simplemente dejarnos embriagar por el lugar.
Acceso y pozo al Huerto de Simples
Tras la pausa en la botica, retomamos nuestro paseo por el camino principal hacia el Umbracle, otra de las joyas arquitectónicas del jardín de hierro sobre pilares de rajolla, fecha de 1900. La sombra que proyecta protege a las especies, en el interior de las cuales se cultivan, los rayos directos del sol, permitiendo el desarrollo de plantas esciófilas, especies que provienen de bosques subtropicales. Atravesamos el edificio donde se puede observar la escultura de Arturo Mélida en el centro, para volver al exterior por la rampa de tarima de suave pendiente. A la derecha se puede ver una cepa de palmera con una explicación sobre la especie y el tipo de crecimiento que no tiene nada que ver con las plantas leñosas.
Ahora nos dirigiremos hacia la estufa fría, punto 13 del recorrido, edificación que actualmente se utiliza como sala de exposiciones, salón de cursos, congresos y demás actividades organizadas por el Jardín, un lugar de encuentro para todos, donde se debería plantear la rampa de acceso de otra forma, la existente excede la pendiente recomendado, lo que convierte el edificio en inaccesible para usuarios de silla de ruedas.
Acceso a la Estufa Fría
Sobrepasamos el edificio y volvemos a adentrarnos en los parterres de la Escuela Botánica, esta vez abordaremos la otra parte que no se ha visitado a la entrada. Los jardines es el primer lugar que captará nuestra atención. El particular de un jardín botánico es que cada especie es afín a su fenología, que proporciona al visitante diferentes periodos florales, como en los jardines que ahora deslumbran por las vistosas flores de algunas de sus plantas, impregnando el ambiente de dulce aroma como el Abelia floribunda, fragancia de frasco pequeño.
Cuando logras avanzar y escapar de tan bello cuadro floral, continuando por el camino central de los parterres, toparás con la Chorisia speciosa he aquí una barrera de las que no molestan, es arbórea y simplemente te invita que tomes una desviación y descubras otros tesoros del Jardín . Su majestuosidad ha apoderado de parte del camino y no hay suficiente espacio y con la silla de ruedas no se puede pasar, tras la vuelta volvemos al eje central y enfrentaremos la salida del Jardín. Un éxtasis botánico para todos en el centro de la ciudad de Valencia, que crea adicción y no hay ninguna solución más que volver, para volver a perderte por sus ramas.
Faltaría a la verdad si no dijera que a pesar de que se han tomado medidas para mejorar la accesibilidad del Jardín, buscando crear un entorno inclusivo, se deberían de hacer algunas mejoras, que lo harían mucho más agradable, con permiso de la riqueza botánica, que alberga en su interior, que por sí sola ya consiguen que sea un lugar maravilloso. Sólo me queda decir que el visite, que el sienta y saborea la energía de sus riquezas. ¡Hasta el próximo paseo sobre ruedas por la botánica!