El ciprés y la secuoya
En un pequeño pueblo del norte de España, dos magníficos ejemplares de árboles singulares compiten por la atención de turistas y poetas. ¿Quién ganará? El mediterráneo ciprés que parece estirarse cada vez más para tocar el cielo con su característico porte columnar o la secuoya gigante, una especie amenazada que lleva el título de organismo vegetal más grande del mundo.
En la provincia de Burgos, en la comarca de la Demanda, se encuentra Santo Domingo de Silos, un pueblo conocido por el monasterio que lleva su nombre el “Monasterio de Santo Domingo de Silos”, ya que está catalogado como Bien de Interés Cultural y Patrimonio histórico de España. Esta abadía benedictina data del s. VII y destaca por su aclamado claustro, los cantos gregorianos, la biblioteca y su botica. Pero además de todo ésto también es famosa por tener un impresionante ciprés en un ángulo de su claustro de doble planta. Y no queda todo ahí, ya que en el exterior, en la puerta de entrada a la hospedería del monasterio, hay otro ejemplar arbóreo y aún de mayor porte que también es todo un acontecimiento. Y es que se trata de una secuoya gigante, una especie que sólo crece en los bosques de California (EEUU) y que sin embargo podemos disfrutar en este pequeño pueblo de Castilla y León.
Localización del ciprés y la secuoya en Silos. Imagen: Google maps
El ciprés histórico
El Monasterio de Silos recibió en el s. XI al prior de la de Monasterio de San Millán de la Cogolla, Domingo de Silos, siendo entonces cuando volvió el esplendor al monasterio con la construcción del claustro, la iglesia románica con tres naves y otras dependencias. El claustro del Monasterio de Santo Domingo de Silos es de planta cuadrada pero de lados desiguales: norte y sur con 16 arcos, este y oeste con 14 arcos. Fue construido entre los siglos XI y XII, y muestra claramente el estilo de dos maestros distintos. Las diferencias se pueden apreciar tanto en los arcos como en los fustes de la columnas, capiteles y tallas. En el ángulo sudoeste se encuentra el famoso ciprés del Monasterio, que fue plantado en 1882 y actualmente tiene 134 años.
El ciprés dentro del claustro. Imagen: Carmen López Valiente
Originariamente en el claustro del monasterio había tres cipreses más, uno por ángulo, pero solo ha sobrevivido uno debido a su situación que le permite tener más horas de sol. Este ciprés, del cual a principios del s. XX ya hay testimonios de su majestuoso porte, ha sobrevivido a diferentes hechos que han marcado su existencia. En los años 50 se propuso su tala, ya que un arquitecto del Ministerio de Cultura pensaba que el árbol “restaba perspectiva al claustro y sus raíces podían perjudicarlo”.
Pero quizá el problema más grave al que se enfrentó este magnífico ejemplar fue a una micosis que empezó a manifestarse en sus ramas. Los monjes benedictinos acudieron en 1990 al Dr. Ingeniero agrónomo Juan José Tuset, del departamento de Protección Vegetal del IVIA (Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias), quien dio con la solución: el exceso de riego debido al césped que rodeaba al ciprés. Las células de las raíces, al igual que el resto de células de la planta, respiran día y noche y necesitan capturar el oxígeno. Por tanto, las células de la raíz, al no poder capturar oxígeno del suelo debido al encharcamiento y la acumulación de carbonato cálcico en la zona de raíces finas (el agua de riego es dura) estaban muriendo. Este problema se traducía en infecciones por parásitos y hongos y debilidad del ejemplar.
D. Juan José Tuset. Imagen: IVIA
Actualmente, el riego se hace con agua de lluvia y el césped no existe. Alrededor del ciprés hay gravas (permiten el drenaje) y un seto de boj. El ciprés también cuenta con una estructura férrea alrededor de su tronco. Este ejemplar ganó en 2007 en la categoría “árbol histórico”, dentro del concurso “Árbol y Bosque del año”, convocado por Bosques sin fronteras. La dotación económica, cuyo importe debe ir destinado íntegramente a las labores de conservación del ejemplar, permitió una limpieza de las ramas internas secas y de los daños que ocasionaban los cientos de pájaros e insectos que utilizan su copa como refugio y lugar de anidación. El IVIA le pronostica un buen crecimiento, lo cual le permitirá sobrepasar los 30 metros de altura.
Detalle del ciprés. Imagen: Carmen López Valiente
Los monjes benedictinos que viven en el monasterio se encargan de su cuidado. De hecho, venden plantones siendo el más famoso es el que en 1997 fue plantado en el monasterio francés de Solesmes, situado a 253 km de París dirección SW. Un moje de esta abadía, Dom Idelfonso Guépin, junto con unos monjes benedictinos de la Abadía de Ligugé, salvaron de la ruina al Monasterio de Silos y lo restauraron hace más de cien años, en 1880. Plantaron en su claustro al famoso ciprés.
El ciprés, Cupressus sempervirens L., “Cupressus” viene de “Cyprus” y “sempervirens” significa “siempre vigoroso, siempre verde”. Es una especie de la familia de las cupresáceas originaria del mediterráneo. Destaca por ser una especie perenne, siempre verde y de madera incorruptible por sus resinas. Es un árbol con mucho simbolismo y se relaciona con la eternidad debido a su longevidad: representa la imagen del duelo, de la inmortalidad y la resurrección. Por estas razones es una especie que se ha plantado en monasterios, colegiatas, … y otros lugares religiosos como cementerios. Su verticalidad simboliza el camino que deben llevar las almas de los fallecidos enterrados en los cementerios. Esta asociación del ciprés con la muerte está documentada desde muy antiguo, de hecho el filósofo griego Teofrasto (371-287 a.C.) ya lo relacionaba con Hades, dios de los muertos. También Horacio, Plinio y el poeta Ovidio citan al ciprés y su relación con los difuntos.
Detalle de rama de Cupressus sempervirens
Celestino Barallat, abogado y escritor catalán, publicó en 1885 “Principios de Botánica Funeraria” (Facsímil Editorial Altafulla). En este tratado de jardinería tan particular, el autor hace referencia a los cipreses como árboles que representan perfectamente la inmortalidad, la eternidad, el descanso, la paz y el consuelo de los visitantes a sus difuntos.
La secuoya gigante
Además del ciprés, en la puerta de entrada a la hospedería del Monasterio de Silos se encuentra una secuoya de gran porte. La tradición oral dice que el ejemplar llegó al monasterio en 1890 desde Canadá dentro de una patata, a fin de preservar así la humedad en sus raíces. También se cuenta que un monje encargado de su cuidado a finales del s. XIX, llegó a plantar a su alrededor aliagas a fin de que las cabras no se comiesen al ejemplar joven. Actualmente tiene una altura de 32 m, un perímetro del tronco de 6,98m, una anchura de copa de 13,70m y una edad estimada en 130 años.
Secuoya, panorámica desde fuera del monasterio
Secuoya, panorámica desde dentro del monasterio
Esta especie, Sequoiadendron giganteum (Lindl.) J. T. Buchholz, pertenece a la familia de las cupresáceas. Es originaria de California (USA). Actualmente se encuentra en estado natural en las montañas de Sierra Nevada a unos 1100-1500m de altitud, en bosques mixtos de coníferas. Está considerada vulnerable dentro de la lista roja de la IUCN. Puede llegar a medir 95 m de alto y tener un diámetro de 12 metros, por esta razón está considerada como el mayor organismo del mundo a nivel volumétrico. También es muy longeva y se estima que puede vivir unos 3200 años.
Detalle de rama de Sequoiadendron giganteum
No es una especie que se utilice mucho en jardinería, aunque si se pueden contemplar ejemplares en lugares de climas templados. Pueden verse en algunos grandes parques. A los ejemplares de este género se les llama comúnmente secuoyas, gran secuoya o secuoya gigante. Una especie emparentada con Sequoiadendron giganteum es la Sequoia sempervirens Endl., llamada secuoya roja o de California.
Arboles que inspiran
Tanto el ciprés como la secuoya han sido alabados por grandes poetas, siendo el poema de Gerardo Diego uno de los más conocidos y comentados de la literatura española. El poeta escribió el soneto el libro de visitas el 4 julio de 1924, cuando aún convivían los cuatro cipreses del claustro
Pero la secuoya también ha recibido palabras como este artículo que se publicó en el Diario de Burgos:
¡Oh Ciprés¡ que enarbolas tanta fama,
al socaire del claustro del convento,
¿No es acaso el Secuoya, quien proclama
su forestal faz sobre el Firmamento.
Artículo editado en el Diario de Burgos en abril de 1987
O los versos de Juan José Rojo, General Farmacéutico del Ejercito del Aire, el “Gracilaso de la Huerta”:
O también los versos de Joaquín Luis Ortega, sacerdote de la diócesis de Burgos: