Una vacuna para la biodiversidad acuática
La acuicultura, el cultiu de peixos, moluscos, algas u otros organismos acuáticos, se ha convertido en una práctica vital para la pesca. Pero también para otros usos como la producción de medicinas y biocombustibles, y como una técnica más para la recuperación de especies en peligro de extinción.
A día de hoy, la acuicultura es el sector productivo alimentario con el mayor crecimiento en todo el mundo, con unas cifras que alcanzan el 10% como media anual. En el caso de nuestro país es el principal productor pesquero, y se estima que gracias a estas técnicas de cultivo se obtiene más de una cuarta parte de la pesca de España según el Observatorio Español de Acuicultura (OEA), un organismo del Ministerio de Medio Ambiente.
Pero también es el sector que más se ha diversificado en los últimos años: se crían especies tanto de río como de mar en países de todo el planeta, y aunque en la actualidad la actividad acuícola se centra en satisfacer las demandas alimentarias, es cada vez más común su uso para otras actividades. Por ejemplo, la elaboración de complementos vitamínicos, el combate contra enfermedades como el cáncer, la producción de cosméticos, la elaboración de biocombustibles de segunda generación (como las microalgas) o para la recuperación de espacios naturales degradados.
China ha desarrollado la acuicultura desde hace miles de años. En la actualidad, Asia se ha convertido, con diferencia, en el primer productor a gran escala de alimentos procedentes de este sector. Sin embargo la comunidad internacional ya ha alertado sobre los peligros que puede conllevar la sobreexplotación de recursos de acuicultura, ya que las medidas medioambientales en este sentido son mínimas en países como China, Indonesia, Filipinas o Vietnam
El avance de la acuicultura es tan fuerte que desde la ONU se asegura que en los próximos años el control de ésta en países como China, Filipinas o Indonesia, donde los requerimientos medioambientales sobre este tema son mínimos, será determinante dentro de una gestión sostenible y respetuosa con el entorno acuático.
Las microalgas son microorganismos fotosintéticos que pueden crecer de manera autotrófica o heterotróficos. En general son altamente eficientes en la fijación de CO2 y utilización de la energía solar para producir biomasa. Gracias a la acuicultura, su cultivo se está doblando, lo que aumenta sus posibilidades de uso. La espirulina es una de las variedades más demandadas y utilizadas.
¿Cuándo empezó la acuicultura?
No es una práctica reciente, lleva desarrollándose cientos de años y las primeras referencias históricas se remontan a China en torno al año 3.800 a. C. Es en este país donde se promulgarían las primeras leyes contra los ladrones de pescado que se recogieron en el libro de Fau Lai, el primer tratado sobre el cultivo de la carpa. Al igual que la china, otras muchas culturas milenarias como Egipto, Babilonia o Grecia dejaron algún tipo de constancia sobre el cultivo de especies acuáticas, y diversas civilizaciones precolombinas también practicaron este tipo de técnicas, centradas sobre todo en la producción de especies ornamentales.
Las técnicas de producción acuícola fueron cambiando con el tiempo adaptándose a las distintas actividades humanas y a los avances científicos de cada época. Se sabe, por ejemplo, que durante el dominio del Imperio Romano, Andalucía (entonces denominada Baetica), era una de las principales provincias productoras de salazones de Roma y que se practicaba la ostricultura. Este hallazgo se produjo en el año 2010 cuando un grupo de investigadores compuesto por antropólogos, arqueozoólogos y biólogos especializados en pesca se desplazaron hasta la antigua Iulia Traducta (actual Algeciras) para realizar un estudio biométrico de las valvas (cada una de las partes del esqueleto exterior) de estos ostreidos encontradas en la zona, y constatar que algunas de esas ostras habían crecido sobre fragmentos cerámicos romanos, documentando así la existencia de un vivero que funcionó al menos hasta el siglo V d.C.
Ostras encontradas en les fábricas de salazones de la antigua Iulia Traducta (actual Algesciras).
Las técnicas de ostricultura fueron descritas por autores clásicos como Columela e ilustradas iconográficamente en multitud de soportes, como las conocidas series de botellas de vidrio de Baia y Puteoli en el Golfo de Nápoles (Italia)
Tras la época dorada del Imperio Romano habrá que esperar hasta que los monasterios y abadías recuperen estas prácticas en el siglo XII, aprovechando estanques alimentados por cauces fluviales en los que el cultivo consistía en el engorde de carpas y truchas para consumo propio. Después, ya en el siglo XVIII, Stephen Ludving Jacobi descubrirá la fecundación artificial en huevos de salmones y truchas y, casi un siglo después, los franceses Remy y Gehin obtuvieron respuestas viables a estas prácticas logrando alevines de trucha que desarrollaron con éxito en un estanque.
Este descubrimiento llevó a la Academia de Ciencias de París a profundizar en el hallazgo, y con ello la creación del Instituto de Huninge, el primer centro de investigación en acuicultura. Por otra parte, en España la acuicultura moderna surgió en 1866, en la histórica primera piscifactoría de los Jardines del Palacio de La Granja (Segovia), gracias al apoyo real. Un año más tarde, la familia Muntadas construyó el primer centro privado de acuicultura en el Monasterio de Piedra, cuna de la piscicultura española.
El entorno natural del Monasterio de Piedra (provincia de Zaragoza) se convirtió en escenario ideal para poner en práctica la primera piscifactoría de nuestro país
Cultivos acuapónicos: presente y futuro de la acuicultura
La acuicultura, además de colaborar en el aumento de las poblaciones que viven en las aguas, tiene la posibilidad de ayudar a conservar las especies que, por haber estado expuestas a una excesiva explotación, se hallan en peligro de extinción. Como es el caso de algunos crustáceos como la langosta; el abulón entre los moluscos; la totoaba en los peces; los cocodrilos y las tortugas entre los reptiles; y las focas entre los mamíferos.
Los sistemas de producción acuícola son variados y van desde sistemas integrados en el propio medio acuático hasta otros que recrean y controlan en una instalación las condiciones óptimas. Cada especie tiene sus propias características, hasta el punto de que algunos cultivos reciben nombres propios: salmonicultura (salmones), carpicultura (carpas), truticultura (truchas), camaronicultura (camarones) o alguicultura (algas).
El cultivo de mejillones, almejas u ostras se realiza de forma directa en el mar, sobre fondos arenosos, en estructuras apoyadas en el fondo o flotantes, como las famosas bateas de las rías gallegas. A veces se utilizan balsas de agua a las cuales se añaden nutrientes minerales, como la espirulina, una especie de alga utilizada en alimentación y cosmética.
Últimamente las investigaciones se centran en crear mayores formas de los denominados cultivos acuapónicos, palabra que surge de la fusión de acuático e hidroponía, que consiste en la producción de vegetales y animales acuáticos de forma conjunta. Al aprovechar esa simbiosis, el coste y el impacto ambiental es menor que por separado. En Estados Unidos algunas personas han puesto de moda este sistema como una variedad más de huerto urbano, y diversas universidades y centros de investigación trabajan en su desarrollo, considerado como una de las vertientes más ecológicas de la acuicultura.
Cultivos acuapónicos
La acuicultura como impulsora de la biodiversidad
Aunque tradicionalmente la acuicultura se ha usado como método de explotación pesquera, el cultivo de nuevas especies como la merluza, el pulpo o el atún rojo, así como la repoblación, actúan como motor en la preservación de la biodiversidad convirtiendo a la acuicultura en un medio para conservar ecosistemas, proteger especies amenazadas o aliviar las provisiones pesqueras.
Uno de los puntos en los que más trabajan los investigadores es en el potencial de las microalgas para distintos usos. Una de las líneas más importantes en este sentido se basa en la sustitución en un futuro de los piensos que se elaboran con harinas y aceite de pescado, por productos derivados de biomasa de microalgas. También se estudia la obtención de biodiésel a través de este cultivo, así como su aplicación en cosmética y usos terapéuticos.
La repoblación también juega un papel importante de la conservación de la biodiversidad gracias a la acuicultura, rescatando especies en algunos ecosistemas destruidos. Por ejemplo, el cultivo de especies como la trucha podría contribuir a preservar la población autóctona de algunas zonas.
Alevines de rodaballo
Ejemplos del uso de la acuicultura para impulsar la biodiversidad tenemos muchos. En Huelva se liberaron lenguados, acedías y parrachos después de la cría en cautividad y marcaje de las especies. Para la recaptura se solicitó la colaboración de los pescadores de la zona y se obtuvo un 2,4% de los ejemplares. En el caso de Galicia, tras la catástrofe ecológica del Prestige, se liberaron crías en cautividad de rodaballo en la Costa da Morte para contribuir a la recuperación del ecosistema. Años después, los expertos han destacado una repoblación casi total gracias a la colaboración de los marineros. Además del rodaballo, también se escogió el bogavante para repoblar la zona de la reserva marina de Lira en Carnota, afectada por la sobreexplotación pesquera.
Patella ferruginea
En este mismo sentido, en el año 2011 el CSIC va desenvolupar el “Pla d’acció per a les propostes de viabilitat de la llepassa en perill d’extinció, Patella ferruginea”, liderat per Annie Marchordom, del Museu de Ciències Naturals (CSIC). El seu objectiu era tractar d’aprofundir en la reproducció d’aquesta espècie de llepassa en la natura i en captivitat per a aconseguir individus juvenils mitjançant tècniques d’aqüicultura, pensant a restaurar poblacions que pogueren patir els efectes d’algun desastre natural.
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