Paisaje de mosaico contra los incendios
Una nueva cita con la Botánica desde el sofá, ciclo organizado por el Jardí Botànic de la Universitat de València, abordaba el pasado mes de mayo los incendios forestales, bajo el planteamiento: comunes, pero, evitables? El diálogo estuvo dirigido por el investigador del CSIC, Patricio García Fayos, también director del Centro de Investigaciones sobre Desertificación, CIDE (CSIC-UV). Como expertos en la materia, intervinieron la profesora del Departamento de Biología de la Universidad de Cádiz Susana Gómez y el investigador del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo (CEAM) Alejandro Valdecantos.
¿Qué ha cambiado para que los incendios estén en el centro de la preocupación de la ciudadanía? El investigador Patricio García Fayos, director del Centro de Investigaciones sobre Desertificación, CIDE (CSIC-UV) abría con este interrogante la sesión de Botánica desde el sofá celebrada el pasado 26 de mayo en formato en línea. “El cambio, tal vez, venga por la percepción de los efectos del calentamiento global, que está provocando incendios cada vez más grandes, intensos y frecuentes”, argumentó la profesora del Departamento de Biología de la Universidad de Cádiz Susana Gómez, experta en el estudio del fuego como fuerza evolutiva de los seres vivos.
Los incendios no son nada nuevo en los ecosistemas mediterráneos, aun así, “sí se han producido diversos cambios, entre ellos, los usos del suelo, el cambio global, nuevas demandas en la utilización del bosque, un medio natural más enfocado al ocio o a actividades recreativas y más sensibilización ambiental”, advertía el investigador sénior del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo (CEAM) Alejandro Valdecantos.
De este modo, ¿tiene sentido la tolerancia cero a los incendios?, planteaba García Fayos. “No se pueden evitar, se producirán de forma natural o accidental, teniendo en cuenta el impacto de las condiciones 30/30/30 (baja humedad, altas temperaturas y viento), aun así, en palabras del experto del CEAM, “se tienen que evitar daños en la población y los ecosistemas previniendo los megaincendios y, para ello, hace falta una redistribución de los recursos económicos en relación al mantenimiento del bosque”.
Consecuencias del fuego sobre los ecosistemas
Los expertos consideran que no hay dos incendios iguales, pero se encuentran aspectos comunes, aunque con matices: “la cubierta vegetal desaparece, el suelo queda desprovisto de protección vegetal, hay una pérdida de nutrientes y materia orgánica –después las cenizas aportan-, hay sellado del suelo, mientras que se dan componentes muy particulares a cada uno de los ecosistemas dañados por el fuego”, explicaba Valdecantos.
La vegetación está adaptada a este tipo de perturbación, tiene su propia historia evolutiva alrededor del fuego. La profesora Susana Gómez apuntaba que la flora tiene más capacidad de regeneración, las semillas resisten las llamas, hay rebrotes en adultos, con lo que “el efecto de los incendios es menor, de hecho, estos renuevan los ecosistemas, como es el caso del mediterráneo, y la biodiversidad puede incrementar”. El efecto es más negativo cuando las especies no están adaptadas, en consecuencia, la regeneración es menor y, a la vez, “es más propensa a invasiones biológicas”, añadía.
Cambios en el régimen de los incendios
García Fayos preguntaba, a continuación, si el cambio de régimen de los incendios, el cual implica que estos sean más grandes e intensos, puede afectar a la respuesta evolutiva de las plantas. Si los fuegos son más recurrentes, con más frecuencia, “aumenta la vulnerabilidad y se reduce la resiliencia de la vegetación porque, por ejemplo, se pierde capacidad de rebrote porque no se ha llegado a la madurez reproductiva”, subrayaba el investigador del CEAM. Los fuegos antropogénicos, es decir, favorecidos por la actividad humana, “están alterando el desarrollo evolutivo de algunas especies”, en opinión de Susana Gómez.
Repoblación, restauración, regeneración. El reto de proteger el suelo
Las propuestas de repoblación después de los incendios generan un enorme debate ciudadano y político. Antes de cualquier actuación en un territorio quemado “hay que hacer una diagnosis de los impactos, también de las actividades del entorno, como es el caso del efecto de la ganadería o el riesgo de las especies invasoras”, según la profesora de la Universidad de Cádiz.
“Se tienen que conocer los efectos sobre el paisaje y la vegetación además de tener claro que el objetivo primordial es defender el suelo fértil, evitar la erosión, porque sin él, perdemos toda la capacidad de regeneración. Además, la restauración implica llevar a cabo varias evaluaciones en diferentes tiempos para hacer un monitoreo de la evolución de los riesgos erosivos, determinar si hay áreas de protección urgente y un seguimiento de la dinámica natural de recuperación de la vegetación”, detallaba Alejandro Valdecantos.
Herramientas inteligentes para la prevención de los siniestros forestales
Al dicho habitual “los incendios se apagan en invierno”, el investigador del CEAM agregaba: “Y muchos más años antes, con una gestión forestal a largo plazo, adecuada para conseguir paisajes más resilientes y menos vulnerables, a la vez que fomentar unas políticas donde administración y ciudadanía vayan de la mano, por ejemplo, con la puesta en marcha de tablas de concertación”.
Patricio García Fayos estima que el mosaico tiene la misión de “mejorar la capacidad de respuesta ante el fuego, no tanto de evitarlo. Es muy preocupante la transmisión de las llamas y comprender procesos como, por ejemplo, que con más temperatura hay menos agua y más plagas, mientras que a menudo nos encontremos en territorios afectados por la despoblación”. “Los incendios son la manera que tiene la desertificación de operar en sistemas tensionados por el cambio climático”, aseveraba el director del CIDE. Y, en este punto, Alejandro Valdecantos, recordaba la importancia de la adaptación al calentamiento global, no solo a su mitigación, como también que las políticas del medio natural “no pueden obviar escenarios futuros como es el caso de los cambios en los ciclos hídricos”.
La investigadora Susana Gómez afirmaba que la ciencia tiene las herramientas “para diseñar paisajes inteligentes con la finalidad de hacer frente al fuego, pero estas no llegan a las administraciones. Estamos comprobando como Portugal, Chile y zonas españolas – el caso de Galicia- se queman grandes repoblaciones de especies altamente inflamables, hechas sin una estrategia de biodiversidad”. El mosaico es “fundamental porque diversifica el paisaje y tiene muchas implicaciones en la economía”, para la profesora de la Universidad de Cádiz. Por su parte, Valdecantos incorporaba la reflexión sobre la sanidad forestal: “Son más efectivos paisajes heterogéneos tanto horizontal como verticalmente”.
Implicación ciudadana, comunicación científica y educación ambiental
La sesión de Botánica desde el sofá de esta primavera abordó otras temáticas de interés, como la responsabilidad de los gestores en las diversas administraciones, la importancia de la implicación de la comunidad científica –transfiriendo resultados de la investigación- como también la comunicación ambiental para incrementar tanto la sensibilización como la educación en sostenibilidad en materia de gestión forestal. “Quizás sufrimos un desacople entre ecologismo y ecología, tenemos que educarnos en cómo funcionan los ecosistemas y la biodiversidad”, sostenía Susana Gómez.
Bajo la perspectiva de Alejandro Valdecantos, “se tiene que escuchar a los diversos grupos sociales y dar oportunidades para potenciar los servicios ecosistémicos”. Efectivamente, “como naturalistas y amantes de la naturaleza, nos gustan los bosques interminables y continuos, desde el punto de vista estético y espiritual, aun así, es necesario que abordemos el riesgo de incendio que pueden ocasionar”, concluyó García Fayos.
En este enlace encontraréis el vídeo del diálogo Incendios, comunes, pero, evitables?