Cinco príncipes vegetales del Botànic

Si te gusta la idea de pasear entre palmeras y sentirte cómo si estuviste en un oasis tropical, te invitamos a adentrarte en la colección de palmeras del Botánic. En el Jardín atesoramos más de 120 especies que lo enriquecen con sus elegantes siluetas y esta semana, de la mano de Isabel Sanjuan, te descubriremos cinco de las más espectaculares y que destacan por su singularidad y belleza. Desde el modesto palmito hasta la imponente Phoenix dactylifera, cada una de ellas tiene una historia y unos usos sorprendentes.

La colección de palmeras del Jardí Botànic está compuesta por cuarenta y un géneros, se distribuye por todo el Jardín y cuenta, además, con un invernadero propio, el de la balsa, construido en 1888. Este importante repertorio de ejemplares majestuosos es una buena muestra del patrimonio natural que atesora el Botànic, y en este artículo, además de adentraros en el oasis que conforman las palmeras del Jardín, profundizaremos también en cinco de sus especies más singulares. Pasad al oasis.

En los meses veraniegos, con el calor asfixiante que los caracteriza, lo único que apetece durante el día es refugiarse del suelo en la sombra más próxima. Hay quién tiene un poco de suerte y puede disfrutar de la sombra de una palmera en un país tropical, pero la mayoría de mortales tenemos que conformarnos con el espacio verde de nuestra ciudad. Aun así, en la Cuenca Mediterráneo, y concretamente en València, podemos encontrar centenares de palmeras que nos harán transportarnos a un destino paradisíaco.

Entramos en materia botánica

Pertenecientes a la familia Arecaceae, las palmeras son un grupo de casi 3000 especies de plantas monocotiledóneas distribuidas en 180 géneros. Su estructura hace que sean fácilmente identificables: porte arbóreo (en la mayoría de casos) y hojas anchas agrupadas en forma de corona en la parte superior de la planta. En resumen, todos y todas sabemos identificar una palmera. Además, todas tienen un sistema vascular muy desarrollado en sus órganos vegetativos. En su tallo, también denominado estípite, es frecuente apreciar las cicatrices originadas por la caída de las hojas. Y precisamente hablando de estas, las palmeras presentan frecuentemente hojas palmadas (en forma de abanico) o pinnadas (en forma de pluma).

A la izquierda hoja palmada. Ch. humilis y a la derecha hoja pinnada. Ravenea rivularis./José Plumed

Siguiendo con su descripción biológica, las palmeras pueden ser monoicas o dioicas y pueden presentar flores tanto unisexuales como bisexuales, que vienen agrupadas en inflorescencias en forma de ramos, cremosas y de tonalidades blancas, amarillentas o anaranjadas. Por otro lado, su polinización es generalmente entomófila, es decir, por insectos; a pesar de que el viento también puede ser un actor polinizador, lo que se denomina polinización anemófila. Por otra parte, sus frutos se definen por su naturaleza carnosa, representada normalmente en forma de baya monospèrmica o drupa.

De lo contrario, las raíces de las palmeras son muy numerosas, de tipología fibrosa, carnosa y rígida. Estas se extienden radialmente y por la superficie, de forma que alcanzan grandes extensiones de tierra para encontrar agua, nutrientes y oxígeno. Como que el sistema radicular se caracteriza por su densidad, abundancia y rápida regeneración, se puede decir que las palmeras son muy resistentes a la climatología adversa, como por ejemplo los vientos huracanados.

Curiosidad botánica: el estípite y la copa

Uno de los rasgos más característicos de las palmeras es su tronco, también denominado estípite. El estípite de las palmeras es sólido, dado que está constituido por elementos lignificantes, y desarrolla una serie de funciones: elevar y sostener la copa, unir la conducción entre la parte aérea de la planta y sus raíces, y servir de almacén de numerosas sustancias como agua y almidón, entre otros. Su forma, superficie y textura puede variar mucho entre especies; pueden ser rectos y lisos o anillados, tener la base hinchada, forma de campana o estrechar-se en los extremos. También pueden curvarse, reptar por tierra o incluso trepar sobre otras plantas.

No obstante, el estípite es peculiar porque a diferencia de los árboles que conocemos, no tiene crecimiento secundario en grosor, es decir, durante los suyas primeros años de vida crece en grosor y altura, pero cuando llega a la medida característica de la especie, el crecimiento en grosor se para y únicamente crece en altura, por eso cuando vemos un tronco de palmera cortado no encontramos los característicos anillos de crecimiento.

De igual forma, la copa es otro elemento muy singular de las palmeras. Su forma puede ser globosa, subglobosa, hemisférica o obcónica. Además, cada especie tiene un número de hojas determinado que se mantiene constando a lo largo de la vida del ejemplar. Las hojas nuevas crecen en la parte interior y superior de la copa, en posición vertical. Con el paso del tiempo, estas nuevas hojas desplazan a las más viejas hacia la base y ocupan su posición. En la parte inferior de la copa se localizan las hojas más maduras y las hojas muertas, que pueden ser marcescentes, es decir, quedarse mucho tiempo adheridas a la copa sin caer.

Ejemplares con hojas marcescentes

Están por todas partes pero, ¿de dónde provienen?

Respecto de su distribución originaria, las palmeras habitaban zonas de climas tropicales y subtropicales, tanto selvas húmedas como sabanas. No obstante, la región mediterránea disfruta de las condiciones climáticas para acoger el cultivo de muchas especies de este grupo vegetal, e incluso alberga especies endémicas. Estas palmeras mediterráneas son Phoenix teophrastii, conocida como palmera de Creta y distribuida por la región oriental de la cuenca mediterránea, concretamente en Creta (Grecia) y Turquía; y Chamaerops humilis, el palmito, la única palmera endémica de la Península Ibérica, que puede encontrarse en las vertientes norte y sur oeste de la región mediterránea. Por otro lado, en el Estado español también se cuenta con el endemismo de la palma canaria (Phoenix canariensis), originaria de las islas homónimas.

A la izquierda Phoenix teophrastii y a la derecha Phoenix canariensis./ José Plumed

Palmeras monumentales del Botànic

El clima de nuestra ciudad es perfecto para las palmeras y el Jardín saca partido de esta ventaja, con una colección impresionante con 363 ejemplares de 121 especies o 41 géneros diferentes. Distribuidos por la práctica totalidad de Botánico, algunos de sus individuos son muy valiosos por su antigüedad, en algunos casos tienen más de 180 años, o sus dimensiones, dado que algunos sobrepasan los imponentes árboles monumentales. Así, en este artículo os contamos un poquito más de cinco de las palmeras monumentales del Jardín Botánico: Chamaerops humilis, Phoenix dactylifera L., Sabal domingensis Becc., Brahea armata y Syagrus romanzoffiana.

Chamaerops humilis. Género Chamaerops L

El palmito es una especie protegida, característica por ser relicta del piso termomediterráneo occidental, especialmente de las regiones mediterráneas de la Península Ibérica. Su rasgo más distintivo es su naturaleza arbustiva, contrastando brutalmente con las imponentes dimensiones del resto de palmeras. De forma general, no soporta temperaturas gélidas y ocupa hábitats de chaparrales, maquis y arbustos xerofíticos, a pesar de que puede ser encontrada en altitudes de 2.400 metros en el Gran Atlas del Marruecos.

Su estípite puede ser variable, normalmente delgado y recto, aunque puede presentar morfologías inclinadas o reptantes. Las hojas son palmadas, coriáceas y cerosas, con tonalidades verdosas oscuras o grisáceas y con el pecíolo recubierto de espinas. Generalmente, Chamaerops humilis es una especie dioica, con pequeñas flores bisexuales de tonalidades amarillentas y frutos denominados comúnmente dátiles de zorro que tienen forma de baya ovalada o elipsoidal de color amarillento-rojizo, y que cambia hasta el marrón cuando maduran.

Respecto a los usos del palmito, de él se aprovechan muchas partes. De las raíces se produce una bebida parecida a la zarzaparrilla, sus fibras foliares sirven para la fabricación de escobas, cestas, capazos o cuerdas, así como para la construcción del techo de edificios. Igualmente, sus frutos, por sus propiedades astringentes, se destinan a usos medicinales. En el Jardí Botànic hay varios ejemplares de palmito dignos de visitar, y te sorprenderán sus dimensiones.

Chamaerops humilis en el Jardí Botànic./José Plumed

Phoenix dactylifera L. Género Phoenix, L

La conocida palmera datilera tiene un origen difícil de determinar, dado que se planta desde hace miles de años y su cultivo se ha extendido enormemente: norte de África, Oriente Próximo, Oriente medio y zonas de la India, Afganistán y Pakistán. Habita especialmente zonas semiáridas y es una de las especies más altas, con ejemplares que pueden llegar a los 30 metros. Su copa suele tener forma semicircular o de globo, y sus hojas, marcescentes, presentan forma pinnada. Su estípite es recto y suele ser múltiple, pero si se eliminan los ahijados de la base repetidamente cuando es joven con solo queda un estípite, y esto se suele hacer para facilitar el cultivo y recolección del dátil. Esta es una especie dioica, con flores unisexuales y frutos, los conocidos y deliciosos dátiles, de tonalidades marrones-negruzcas al madurar.

El producto principal que se extrae de la palmera datilera son obviamente los dátiles, frutos de gran relevancia en la gastronomía árabe y africana. No obstante, esta especie de palmera ofrece una lista de aprovechamientos más extensa. De la savia elaborada se extrae azúcar, miel de palma e incluso alcohol si se realiza una destilación. Además, sus hojas también pueden emplearse en la construcción o en la fabricación de cuerdas, tejidos y alfombras.

Por otro lado, el disparo más característico de esta especie es su facilidad para crecer en agrupaciones llamadas palmerales, como por ejemplo el de Elche, que tenemos tan cerca y que es lo más extenso de Europa. Ahora bien, su comportamiento edafohigròfilo indica la existencia de agua subterránea, por lo tanto vive y se cultiva en los oasis, barrancos, lechos de agua estacionales y márgenes del río. Hay que tener en cuenta que el palmeral de Elche fue creado por el hombre. En nuestro Jardín, el ejemplar más destacado es “La carcasa”, un singular ejemplar multicaule que recibe su nombre por la numerosa cantidad de estípites o brazos, más de 20.

P. dactylifera (la Carcasa) del Jardí Botànic./José Plumed

Sabal domingensis Becc. Género Sabal Adans

Comúnmente llamada palma cana, Sabal domingensis es una palmera originaria de la zona central de América, concretamente de las islas del Caribe (Cuba, Haití y República Dominicana). Esta especie se distribuye en zonas de baja altitud, desde el nivel del mar hasta los 1000 metros, a pesar de que normalmente se encuentra entre los 100 y 200 metros sobre el nivel del mar, en hábitats como sabanas secas o dunas. Su copa tiene forma globular y está constituida por hojas costapalmadas. Respecto de las flores, las de la palma cana son bisexuales y de tonalidades blancas o verdosas, mientras que sus frutos, unas pequeñas bayas globulares, se caracterizan por sus tonalidades negras. En cuanto al estípite, es recto, cilíndrico y liso, con tonalidades grisáceas.

Y en cuanto a sus usos, de la palma cana se extraen fibras para la cobertura de techos y la fabricación de escobas, alfombras, cestas o sombreros. Además, esta especie de palmera suele emplearse por su función ornamental. Si visitas el Jardí Botànic encontrará 5 ejemplares muy valioso por sus imponentes dimensiones.

Sabal domingensis del Jardí Botànic./José Plumed

Brahea armata. Género Brahea Marte. Ex Endl

La Brahea armata, comúnmente llamada palmera azul o palmera gris, es una especie endémica de la Baja California, en México. Esta especie crece preferiblemente en ambientes desérticos y montañosos, como por ejemplo las vertientes pedregosas, los barrancos o los cañones, es por eso que está adaptada a la sequía y los suelos pobres. En cuanto a su distribución, puede encontrarse desde el nivel del mar hasta los 2.000 metros de altitud.

La palmera azul se caracteriza por su estípite solitario, rugoso y ligeramente anillado o estriado, de crecimiento lento y muy robusto, que puede llegar hasta los 15 metros de altura. Por otra parte, y como su nombre científico indica, los pecíolos de las suyos hojas están armados y sus hojas son palmadas, marcescentes y de tonalidades gris blavenques. Por otro lado, su floración es muy llamativa, con inflorescencias tan o incluso más largas que las propias hojas y flores pequeñas, sésiles y de tonalidades blancas-amarillentas, y muy fragantes y perfumadas. Además, los frutos de la palmera azul son bayas ovoides de color marrón oscuro.

En cuanto a los aprovechamientos de Brahea armata, las hojas se emplean en la construcción de techos y en la fabricación de sombreros, alfombras abrochas o incluso juguetes. Los estípites se utilizan también en la construcción, como pilares, apoyos o vigas. En el Jardín podemos encontrar un ejemplar de esta especie de palmera ubicando frente en el invernadero de plantas carnívoras.

Brahea armata del Jardí Botànic./José Plumed

Syagrus romanzoffiana. Género Syagrus Mart

También llamada palmera pindó, Syagrus romanzoffiana es una palmera distribuida en la zona Neotropical, nativa del sur de Brasil, Paraguay, Uruguay y el litoral de Argentina. Esta palmera crece de forma aislada o formando parte de la vegetación de bosques pluviestacionales secos, acompaña a los caudales de agua, o vive en lugares pantanosos o en zonas arenosas próximas al mar.

En cuanto a sus rasgos característicos, la palmera pindó tiene un único estípite desnudo y anillado, a causa de las cicatrices foliares ocasionadas por la caída de las hojas, de tonalidades grisáceas, y que puede llegar hasta los 20 metros de altura. Las hojas de esta palmera son de forma pinnada, de grandes dimensiones, hasta 3 metros). Las pinas, hasta 250 pares, se distribuyen a lo largo del raquis formando grupos de 2-7; están dispuestas en diferentes planos y con diferentes ángulos, proporcionándole a la hoja un aspecto plomoso; son lineares-lanceoladas, reduplicadas, coriáceas pero flexibles, y algunas péndulas, con el ápice agudo. Y hablando de las flores, las de esta palmera se agrupan en inflorescencias y son de tipos unisexuales, sésiles y fragantes, con colores blancos-amarillentos. Por otra parte, sus frutos son drupas de forma globosa, de tonalidad verde antes de madurar y de color amarillo anaranjado cuando maduran, y se agrupan en densos ramos.

Respecto de sus usos, Syagrus romanzoffiana puede ser aprovechada de muchas formas. La médula de esta especie es comestible; los estípites se utilizan en la construcción en forma de cercados, pilares o postas; Sus hojas sirven para cubrir techos y de ellas también se extrae un tipo de cera útil por la elaboración de jabones o incluso combustibles; además, sus frutos son comestibles y pueden servir para extraer aceite, miel, o para la alimentación de la manada. En el Jardí Botànic, la elegancia de uno de los ejemplares más grandes no te dejará indiferente.

Syagrus romanzoffiana al Jardí Botànic. José Plumed

Y ahora que ya tienes una propuesta verde para sobrevivir a los veranos valencianos, ¿te animas a ponerla en práctica y a visitar nuestros príncipes? En el Botànic siempre hay una sombra para ti.

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Estudiante de Ciencias Ambientales en la Universitat de València
Me gusta hacer senderismo, bucear y pasar tiempo con mis amigas. Aunque lo intento, no soy capaz de recordar los nombres de la mayoría de animales y plantas que veo cuando hago excursiones. Estoy obsesionada con hacer listas de todo aquello que quiero hacer y me encanta fotografiar las cosas absurdas o ingeniosas que me encuentro por la calle.
extern Colaborador Externo
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