Verbena, la planta que dio nombre a la fiesta de San Juan
Segunda entrega de las plantas mágicas de San Juan, con la Verbena officinalis como protagonista. A esta hierba se le atribuyen muchísimas propiedades, pero además, esconde un secreto que la hace todavía más especial. Plantas, amor y leyendas, nos lo cuenta Daniel Climent.
La noche del solsticio de verano, la noche de santo Juan, conserva “la magia de la Gran Naturaleza”, como diría el admirado escritor Josep Pla. Y si las plantas recogidas esa noche tienen propiedades especiales, una destaca sobre el resto: la verbena o berbena (Verbena officinalis), una hierba que se ha usado tanto como afrodisíaca como para los encantamientos. O por las dos cosas a la vez.
Pero lo que voy a contaros es un secreto. Un secreto que no podréis revelar. Y menos aún decir que os lo he dicho yo; lo negaré a quien me lo pregunte. Porque a pesar de que hay muchos que hablan del éxito que ha seguido a su uso, también es cierto que no siempre se triunfa. Quizás porque no se han dicho bien las palabras apropiadas, claro; pero, ¡ay!, esto no es culpa mía.
En primer lugar, y para que la planta tenga poderes amatorios hace falta que durante los tres viernes anteriores a la noche de San Juan se visite una, a la salida del sol, y se den a su alrededor tres vueltas marcha atrás. Hecho esto, al llegar la noche de San Juan hay que ir donde estaba la planta, cortarla y reducirla a polvo mientras se recita: “Yo te conjuro en nombre de Venus y de Cupido, y del Sol y de la Luna, que aquella que yo tocaré no podrá amar a nadie más y que me amará más que a sí misma”.
Después, hay que ir a buscar la joven que se pretende y se le esparcen por encima las pólvoras de verbena a la vez que se pronuncian las siguientes palabras, eso sí, en latín:
Audi, filia… (y el nombre de la joven), te inclina aurem tuam
te obliviscere populum tuam te domun patris te sequere me
Que poco más o menos viene a decir: escucha chica… acércame tu oreja y olvida tu pueblo, la casa de tus padres, y sígueme. Bueno, si algún joven lee esto ya sabe qué tiene que hacer: aprender latín, claro. Ignoro si el conjuro también funciona en el sentido chica-chico, pero nunca es tarde para probarlo. Animaos, chicas! Que también tenéis derecho.
La planta, sin más
Ya hemos hablado de la planta, sí, y del conjuro mágico para enamorar a la pareja, pero, ¿cómo es y dónde podemos encontrarla? Os daré algunas pistas. Se trata de una hierba que podemos localizar al lado de los caminos y de los bosques, de hasta un metro de altura, de tallo anguloso, áspera y peluda, y ramificada en la parte superior. Las hojas inferiores son pecioladas (con rabito) y dentadas; las superiores son más pequeñas que las de la base, y de borde más liso y enfrentadas por parejas. Las flores son diminutas, de color entre rosa pálido y violáceo y se agrupan en espigas en lo alto de los tallos y ramas. En cualquier caso, y para facilitar la investigación, adjunto un mapa de las cuadrículas donde los más reputados botánicos la han encontrado.
Verbena officinalis, en el Benicadell. / Daniel Climent
La receta del médico Laguna
A la verbena no tan sólo se le atribuyen propiedades mágicas para conseguir el amor deseado, sino que se asegura que si se cuelga una ramita al cuello se alivia el dolor; y que un puñado de hojas puestas en la cabeza hacen desaparecer la migraña y el dolor de cabeza; o que llevada en el cuello de los niños los hace más listos, más atentos y agradables.
Como vemos, el catálogo de supuestos poderes orna la verbena tanto como las flores que embellecen sus tallos. Ahora bien, todo esto queda eclipsado por las virtudes medicinales que se le atribuyen, muchas de las cuales son muy ciertas. De hecho, si hay alguna hierba curandera por antonomasia, una hierba con fama de sanadora de múltiples enfermedades, esa es la verbena: antiséptica, antinflamatoria, antiespasmódica, antitusígena, digestiva, sedante, tónica, etc.
Son tantas las propiedades sanadoras que algunos autores la han considerado el remedio universal, la auténtica panacea —del griego pan akós, “todo lo cura”— hasta el punto de que entre los nombres populares en castellano figuran los de curasana y curalotodo.
Y no tan sólo las flores y las hojas, sino que incluso los tallos, que se han usado como hemostáticos (para parar las hemorragias), se afirmaba que fue esta hierba la que cerró las heridas de Jesús al bajarlo de la cruz, origen del fitónimo inglés holy herb (“hierba santa”).
Stefan.lefnaer (Wikimedia)
Ahora bien, el que sean muchas las propiedades no quiere decir que todas sean ciertas. Y no es fácil discernir “el grano de la paja”, ni en las tradiciones orales ni en los escritos heredados. Pongamos un ejemplo. El de un texto antiguo donde se recomienda el uso de la verbena. Situémonos.
En el siglo I dC el médico grecoromano Dioscórides escribió cinco libros donde hacía la mejor recopilación de los conocimientos relativos a las plantas medicinales. El conjunto recibió el nombre latino de De materia medica (Los materiales de la medicina); y fue el manual de referencia para médicos de gran parte del mundo, desde Persia hasta Europa y el norte de África. Traducido a numerosas lenguas, también lo fue al castellano mil quinientos años después, en el siglo XVI; traducido y también comentado por el eminente médico y humanista Andrés Laguna.
Al llegar al capítulo dedicado a la verbena, Laguna recomendaba el siguiente:
“Dase a beber en ayunas, contra la ictericia, una dracma de las hojas, cono tres óbolos de encienso y cono una hemina de vino añejo y caliente miedo el término de cuarenta días”.
Pues bien, ¿alguien de nosotros, por muy buena voluntad que tenga, se atrevería a interpretar qué significan —qué significaban, en el siglo XVI— “ictericia”, “dracma”, “óbolos”, “encienso” o “hemina”?
Así que por mucha tendencia que tengamos a confundir deseos, creencias y remedios, las listas de propiedades de las plantas fruto de la transmisión oral y memorística o de textos antiguos, están sujetas a múltiples errores o interpretaciones. No digo que a priori no sean ciertas algunas de las propiedades sanadoras que nos han llegado asociadas a determinada planta, sino que siempre hay que adoptar una posición de distancia crítica. Y digo esto porque algunas de las recomendaciones de la herboristería “popular” se basan en particulares interpretaciones de recetas el valor fundamental de las cuales es que son “antiguas”, “tradicionales” o “naturales”. Y hay que ir con mucho cuidado con todo aquello que afecta a la salud y evitar la sustitución ingenua de tratamientos médicamente solventes por pretendidas panaceas, por muy milagrosas que se nos presenten.
Imagen del libro de Dioscórides traducido por A. Laguna.
Las virtudes medicinales de la verbena
Ahora bien, en muchos casos sí que se ha podido demostrar la fiabilidad de las características atribuidas a determinadas plantas medicinales. Y con todos los resultados, comprobados y evaluados por expertos, se han elaborado listados de plantas, prescripciones y usos denominados Farmacopeas, como la Farmacopea Europea (Ph. Eur.) del Consejo de Europa.
En las Farmacopeas se recogen datos que, en cuanto a la verbena, aseguran que sí que se han encontrado en la planta sustancias responsables de muchos de los efectos beneficiosos que tradicionalmente se le han atribuido. Hablemos. Pero, antes, y cómo diría Jack “el destripador”, vamos por partes.
La verbena contiene aceites esenciales como el limoné, el citral o el geraniol, responsables en conjunto del aroma de la planta. Y flavonoides como la luteolina, reputado como antioxidante y restaurador del sistema inmune. También se han encontrado monoterpenos como el verbenalósido, que en determinadas condiciones se transforma en verbenalina, que actúa como promotora del sueño, lo cual serviría para explicar el por qué la verbena ayuda a combatir el insomnio. Y además, pequeñas transformaciones bioquímicas de la verbenalina ofrecen otras propiedades farmacológicas muy interesantes: antinflamatorias, antimicrobianas, amebicidas, antitusivas, etc.
Sten Porse (Wikimedia)
El problema, ay! es que la verbenalina se degrada durante la desecación; así que, por ejemplo, para combatir el insomnio habría que usar la planta en fresco, porque guardada al aire y desecada ya no serviría. Y este tipo de transformaciones no son raras: según qué parte de la planta se coja, si se toma de inmediato o después de secarla, etc, pueden variar las propiedades, para bien o para mal. Y como la verbena se suele utilizar en infusión, recogerla, fragmentarla y desecarla en condiciones es todo un arte que no todos saben hacer y que asegura o no la validez y perdurabilidad de los principios activos que contiene.
Sea como fuere, continúan investigándose tanto los efectos como las propiedades, los componentes, la actividad fisiológica, las contraindicaciones, los efectos secundarios y un largo etcétera. Como vemos, al estudiar las tradiciones, los escritos antiguos e incluso las leyendas se nos pueden abrir todo un abanico de retos para la investigación. Así que junto a la cautela podemos albergar mucha esperanza de que la investigación bioquímica y farmacológica coordinada con los conocimientos etnobotánicos puedan ayudar a mejorar la vida de cada vez más y más personas.
Volvemos, pero, a la verbena. Sin pretensiones de exhaustividad, nos atrevemos a destacar algunas de las propiedades medicinales que continúan asociándose a la Verbena officinalis y que se pueden consultar con más detalle en http://medicinalplants.us/vervain:
- Constituye un tónico ideal para los que se recuperan de enfermedades crónicas; la Farmacopea Británica recomienda infusiones de 2 g. de hierba seca tres veces al día.
- Actúa como neuroprotectora y sedante, puesto que calma la tensión nerviosa y combate el insomnio y las migrañas, además de que ayuda a tratar determinados tipos de depresión, ansiedad y fatiga crónica.
- Tiene un carácter astringente debido a los taninos, que frenan las diarreas y son hemostáticos locales (favorecen la coagulación de las heridas).
- Antiséptica, evita las infecciones asociadas a muchas heridas.
- El glucósido verbenalol explicaría los efectos antitérmico, uterotónico y vasodilatador renal, y el carácter antiespasmódico que se atribuye a la planta.
- Favorece la digestión, al evitar la dispepsia o indigestión; en animales de laboratorio se ha comprobado que aumenta la producción de zumos gástricos.
- Antitusígena gracias a los mucílagos que contiene, que calman la irritación de la mucosa respiratoria e inhiben el reflejo de la tos.
- Mengua el dolor menstrual y estimula las contracciones del parto, así como la producción de leche materna (es galactógena).
- Ayuda a reducir los efectos del reumatismo, la artritis y la gota.
- Estimula la producción de orina.
Denis Barthel (Wikimedia)
La gran fiesta de la recogida de la verbena
Y para cerrar volvemos a la relación entre la verbena y a la fiesta de San Juan. Desde muy antiguo, al acercarse la noche del solsticio estival los preparativos para recoger la verbena eran tan agradables y esperanzadores que la propia fiesta acabó recibiendo el nombre de la planta, verbena.
Y como dice el insigne farmacéutico y etnobotànic catalán Pius Font Quer en el magnífico Plantas medicinales. El Dioscórides renovado (1961): “Ir de verbena pudo significar prepararse con gran regocijo para esta ceremonia, pero aunque hoy subsisten las verbenas, casi nadie se acuerda de la humilde planta que trae la felicidad y el amor al que se hace con ella la víspera del indicado día”.
Y así es, con el paso del tiempo se perdió el sentido original, el de ir al campo a recoger Verbena officinalis; y predominaron los aspectos lúdicos hasta el punto de que hoy en día denominamos verbena a cualquier noche de baile y otras diversiones al aire libre durante las noches de verano. Como las que disfrutaremos las noches que rodean una de nuestras fiestas mayores, las Hogueras de San Juan.