EL SICOMORO, EL ÁRBOL DE LAS MOMIAS
Aunque es común encontrar el sicomoro en muchas partes del mundo, el origen de este peculiar espécimen de ancha corona y cuerpo grisáceo está en Egipto, donde era considerado el árbol sagrado que proporcionaba cobijo y alimento a los muertos.
No se sabe si es por su forma, coronada por una bruma verde de gran tamaño, o por la espesura de sus hojas, que daba sombra y cobijo ante el cegador e implacable Ra. O quizá por la resistencia de su madera, que hizo que el sicomoro se convirtiera en el material perfecto para elaborar sarcófagos y elementos decorativos funerarios como esculturas o colgantes. Sea como fuere, este árbol está muy presente en la cultura egipcia y está especialmente relacionado con la cultura de la muerte. Es por eso que el Nehet, como era llamado en la tierra de los primeros faraones, es uno de los árboles sagrados más importantes de la antigüedad.
Las referencias al sicomoro están presentes en algunos de los documentos más antiguos de Egipto, como es el Libro de los Muertos, su texto sagrado, según el cual, hay dos sicomoros en la entrada del Cielo, que dan cobijo y frutos a los muertos (“He abrazado al sicomoro y el sicomoro me ha protegido; las puertas de la Duat me han sido abiertas”. Libro de los Muertos, Capítulo 64). También algunas deidades, especialmente femeninas, se han asociado a este árbol. El caso más destacado es el la diosa Hathor considerada la “Señora del sicomoro del Sur”.
Cuando un difunto invocaba a la diosa, que vivía en un sicomoro, ésta le proporcionaba agua, alimento y cobijo, y lo acogía en su seno como hijo. Por eso, en las paredes de las tumbas se representaba una escena en la que el sicomoro aparece humanizado y mostrando virtudes maternales, como grandes pechos con los que amamanta al recién nacido en su nueva vida. Según la tradición, del sicomoro se extraía también el alimento para los dioses, el Nut (similar a la ambrosía de los dioses del Olimpo) y era tal la devoción que se le profesaba que, en algunos monumentos, se representa a campesinos rodeando el árbol fervorosamente y dejando en sus pies ofrendas de alimentos y bebidas.
Más allá de la tradición religiosa, el sicomoro, perteneciente a la familia de las Moráceas y natural de Siria, Egipto, Sudán y parte de África Tropical, fue cultivado en Egipto por dos motivos puramente económicos: el primero, por sus frutos, una especie de higos de poca calidad pero sí de gran producción; el segundo, por su madera, muy resistente y utilizada inicialmente en la construcción. La calidad de la madera, unida a la longevidad del árbol, puede vivir hasta 500 años, hizo que los hombres más poderosos del Antiguo Egipto quisieran que su sarcófago se realizara con dicha madera, pues creían que así tendría más durabilidad.
Esta práctica se convirtió en algo generalizado y con el tiempo el sicomoro se granjeó, todavía más, la fama de árbol sagrado, pues dentro albergaba a las momias. Gracias a la durabilidad de su madera, el sicomoro también fue empleado para realizar todo tipo de muebles, esculturas y amuletos, generalmente de tipo funerario y que servían como ajuar en los enterramientos. Un ejemplo de este tipo de escultura es la famosa talla de de Skeikh el- Balad encontrada en Saqqara.
En términos botánicos, el sicomoro (Ficus sycomorus) es un árbol perteneciente a la misma familia de la higuera, con la que está muy emparentado. De hecho, el sicomoro también se conoce como “higuera africana”. Lo más característico del árbol es su tronco, de raíces gruesas y superficiales, revestido por una corteza gris y fisurada, formada en placas rectangulares que, al despegarse y caer al suelo, dejan a la luz retazos de un tronco anaranjado. También llama la atención de su fisionomía su ramaje, muy denso y nudoso, que se tiñe en amarillo durante una época del año y que brota desde muy abajo, a pesar de que el sicomoro puede alcanzar los 20 metros de altura y los 6 de diámetro en en su tronco.
El sicomoro es una especie que se adapta prácticamente a cualquier zona y que es capaz de colonizarla, haciéndole sombra a las especies autóctonas. Además, su reproducción mediante esquejes es muy rápida. Por eso fue introducido con éxito en toda Europa, especialmente en el norte y en las Islas Británicas. El antaño árbol sagrado se ha convertido ahora en un habitual de parques y paisajes urbanos, en donde se ha convertido a menudo en la única fuente de alimento para insectos y aves.
En el compendio De Materia Medica, Dioscórides alude en estos términos al sicomoro y a sus propiedades medicinales:
“Algunos lo llaman también sykáminon. Se llama asimismo sicomoro su fruto por ser desabrido al gusto. Es un árbol alto, semejante a una higuera muy provisto de zumo y parecido a moral por sus hojas. produce fruto tres o cuatro veces al año, no de los ramos, como en el caso de la higuera silvestre, sino del tronco; su fruto es semejante al de la higuera silvestre, más dulce que el higo silvestre y no tiene grana dentro. Se da muchísimo en Caria y en Rodas y en otros lugares que no son ricos en grano. Presta ayuda en las carencias de cereal por ser su fruto continuo. Este es conveniente para el vientre, no tiene valor nutritivo y es malo para el estómago. Se extrae zumo del árbol antes de producir el fruto, en primavera, a base de machacar superficialmente la corteza con una piedra, pues si se machaca más a fondo no sirve para nada. Se recoge la lágrima con una esponja o un trozo de lana y una vez seco y moldeado en pastillas, se almacena en un recipiente de barro cocido. El zumo tiene virtud molificativa, cicatrizante de heridas, sudorífico de cosas de digestión difícil. Se bebe y se aplica como ungüento contra la mordedura de serpientes, el endurecimiento del bazo, los dolores de estómago y los escalofríos; el zumo se carcome rápidamente. Se produce también en Chipre un sicomoro de diferente especie, pues sus hojas se parecen a las del olmo y no las del sicomoro. Produce un fruto del tamaño de las ciruelas, aunque más dulce. En todo lo demás, es semejante a lo que se ha dicho”.