Cuando son las plantas las que dan miedo
Boca de dragón, ojo de muñeca, mano del diablo… bien podría ser la receta de una bruja en una película de terror, que elabora una pócima para espantar a los malos espíritus. Pero no, ¡hablamos de plantas! Especies del mundo vegetal que podrían darte algún que otro susto mientras paseas tranquilamente por el bosque.
Más allá de la sanguinaria pero entrañable planta carnívora de la película La tienda de los horrores, de las invasivas trepadoras que lanzaban dardos venenosos a los protagonistas de Jumanji o las criaturas fantásticas que acompañan a la saga de Harry Potter de las que nos hablaba Eva Pastor hace unos meses en espores, las plantas apenas salen reflejadas como monstruos en las películas de terror. Además, seguro que si os pregunto por algo que os de miedo, esté vivo y no sea humano, las arañas, las ratas y las cucarachas, les quitarían el puesto sin duda a cualquier planta de nuestro planeta.
¿Pero refleja eso la realidad?, ¿las plantas pueden dar miedo? El mundo vegetal es realmente fascinante y os sorprenderíais de las cosas que pueden llegar a hacer las plantas con tal de sobrevivir. Así que, en el contexto terrorífico que acompaña a esta época del año, en la que se celebran fiestas relacionadas con la muerte y los espíritus, tales como Halloween, Samhain, víspera de todos los santos o el día de los muertos, quiero presentaros algunas de las especies vegetales más extrañas que podemos encontrar en nuestro planeta, que bien merecen ser catalogadas como plantas monstruosas. ¡Juzgad vosotros mismos!
Plantas asesinas
En algunos lugares de la tierra, como turberas, arenales o afloramientos rocosos, el sustrato es tan pobre en nutrientes que las pocas plantas que allí sobreviven han tenido que buscarse la vida e invertir ese rol de víctima atribuido normalmente al mundo vegetal, son las conocidas como plantas carnívoras. Y es que en este caso son ellas las que se alimentan de algunos animales y no al revés, ya que aunque realizan la fotosíntesis como cualquier otra planta, sacan de ellos los nitratos, fosfatos y sulfatos que no pueden conseguir del terreno en el que se encuentran.
Los insectos son sus principales presas, por eso Darwin fascinado llegó a bautizarlas como plantas insectívoras, pero también arañas, nematodos e incluso algún anfibio o roedor despistado se han convertido en todo un festín para estas rarezas del mundo vegetal. Se conocen 20 géneros de plantas carnívoras distribuidas a lo largo de 10 familias y capturan a sus presas de diferentes maneras, pero siempre atraídas por señales visuales o aromas atractivos que anuncian una rica recompensa.
Algunas como la venus atrapamoscas (Dionaea muscipula), que crecen de forma natural en ciertos pantanos y humedales de Carolina del norte y del sur, tienen las hojas modificadas a modo de cepo. Así, cuando una posible víctima se posa sobre éstas, se cierran bruscamente convirtiéndose en un auténtico estómago donde serán digeridas. Eso sí, para evitar gastos de energía innecesarios, las atrapamoscas cuentan con un sistema de doble seguridad en el que se han de tocar dos de sus seis pelos sensitivos en un intervalo de 20 segundos para que se active el sistema de cierre. Algo que les ayuda a distinguir, por ejemplo, entre un insecto en movimiento y la caída de una simple gota de agua.
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Superficies resbaladizas que llevan a un foso con enzimas digestivas del que es imposible salir, pelos con gotas que parecen agua de rocío y son en realidad sustancias pegajosas que atrapan sin piedad como el mejor pegamento del mundo o trampillas traicioneras que se abren y succionan por presión negativa, son algunos de los fascinantes mecanismos que han desarrollado estas plantas para atrapar a sus presas y que las convierten en auténticas asesinas.
Sin embargo, hay otras plantas a las que podríamos acusar más bien de homicidio involuntario. En este caso caso, no buscan alimentarse de sus víctimas sino más bien protegerse de ser ingeridas a través de la toxicidad. Algunas de las especies más conocidas en este sentido son la cicuta (Conium maculatum), el tejo (Taxus baccata), la belladona (Atropa belladonna), el ricino (Ricinus communis) o la adelfa (Nerium oleander), entre otras.
Pero de todas ellas hay una que se lleva la palma y que la ha llevado a ganar un récord mundial, el del árbol más peligroso del mundo. El manzanillo de la muerte (Hippomane mancinella), que crece en suelos arenosos de algunas regiones costeras de Centroamérica, América del sur y las islas bañadas por el mar Caribe. Es tan tóxico que ni si quiera se recomienda tumbarse tranquilamente bajo sus ramas a echar un cabezadita en un día soleado y mucho menos para resguardarse de la lluvia, ya que en ambos casos puedes acabar con la piel irritada y llena de ampollas, e incluso con ceguera en caso de contacto con su savia.
Pero aunque tocar o ingerir cualquier parte de este árbol es peligroso, lo verdaderamente mortífero son sus jugosos y apetecibles frutos, parecidos a una manzana, y en apariencia puestos a disposición de los animales para que dispersen sus semillas. Nada más lejos de la realidad, ya que es donde contiene mayor concentración de el alcohol tóxico conocido como forbol, que obstruye la garganta y causa vómitos y diarreas, pudiendo llegar a ser letal dependiendo de la dosis y de la rapidez con la que acudan los servicios sanitarios, y no de un príncipe encantador como en el caso de Blancanieves.
Plantas fantasmagóricas
Cuando imaginamos un fantasma, ya sea por la palidez de una figura casi transparente o incluso de otra cubierta por una sábana y aullando, el blanco siempre forma parte de nuestro imaginario en historias y cuentos sobre espíritus. Pues bien, la naturaleza cuenta también con algunos seres vegetales de aire espectral, plantas inusuales que tienen un secreto, ¡que no realizan la fotosíntesis!. Así que el habitual color verde debido a la clorofila (pigmento fotosintético), en ellas brilla por su ausencia.
Hablamos de casos como el de la Monotropa uniflora, conocida precisamente como planta fantasma o planta cadáver. Una especie micoheterótrofa, que consigue su alimento parasitando a un hongo. Sus raíces se conectan con el micelio del hongo en cuestión, a modo de micorrizas, sólo que en este caso únicamente hay flujo de nutrientes hacia la planta. De esta maneras consiguen sobrevivir en esos bosques sombríos y húmedos de donde son originarias, en Norteamérica y zonas templadas de Asia, y donde su color blanco destaca espectralmente entre tanta oscuridad.
Este modo de vida también caracteriza a las curiosas especies del género Thismia. Pequeñas plantas conocidas coloquialmente como linternas de hadas, y que se encuentran en las selvas tropicales primarias prácticamente de todo el mundo, siendo la isla de Borneo la que mayor diversidad presenta. Viven bajo tierra, no tienen hojas y su flor, bastante efímera, es lo único que sale a la superficie aunque apenas se levanta unos cuantos centímetro del suelo. Eso sí destacan por sus formas y bonitos colores semitraslúcidos que les da ese aire de diminutos farolillos.
Un caso similar es el de las especies del género Rhizanthella o la Epipogium aphyllum, que son conocidas como orquídeas fantasma. Pero no únicamente por su apariencia, sino porque pasan prácticamente toda su existencia bajo tierra y son difíciles de ver. Cuentan con unos rizomas cortos y engrosados, que actúan como almacén de nutrientes para las orquídeas, y donde establecen el contacto con los hongos ya que no tienen raíces.
Aunque la conocida oficialmente como orquídea fantasma es la Polyrrhiza lindenii, que aunque si que es capaz de realizar la fotosíntesis, carece también de hojas, así que lo hace directamente a través de sus raíces. Se trata de una planta epífita así que dichas raíces se extienden planas sobre la corteza de los árboles. Pero son sus flores, que se elevan blancas y etéreas sobre un fino tallo floral, las que le dan ese nombre, ya que parece que estén flotando en el aire.
Pero quizás la más sorprendente de las plantas fantasmagóricas sea la Diphylleia grayi, una especie aparentemente normal, con sus hojas verdes y que realiza la fotsíntesis, pero con flores que presentan una peculiaridad. Normalmente, no se aprecia nada, sin embargo, cuando los pétalos de la flor son alcanzados por la lluvia… ¡se vuelven transparentes! Parece magia pero en realidad se trata de un proceso físico, en concreto, de una cuestión de reflectancia.
Cuando el día es soleado la interfaz aire-líquido de los pétalos causa reflectancia difusa, proporcionándoles ese color blanco, mientras que en los días lluviosos el agua entra en los pétalos, produciendo una interfaz agua-agua que aumenta la transmisión de luz y hace que luzcan transparentes. ¿Impresionante, no?
Plantas monstruosas
Como buenos amantes de las plantas seguro que conocéis las plantas mediterráneas conocidas como conejitos o boca de dragón, por la curiosa forma de sus flores que tiene una importante misión en la polinización. Estamos hablando de las especies del género Antirrhinum, siendo el más conocido en nuestro territorio el A. majus. Sin embargo, no todo el mundo sabe que el fruto que dejan tras de sí están bonitas flores al ser polinizadas es una cápsula todavía más curiosa, ya que si la ponemos del revés podremos ver claramente unas pequeñas y macabras calaveras que nos miran fijamente.
Sin embargo, la mirada más terrorífica del mundo vegetal es sin duda la de Actaea pachypoda. Y es que aunque las plantas no cuentan con sentido de la vista, las numerosas bayas de esta especie que emergen sobre un largo tallo floral rojizo, producen el efecto contrario. Blancos y con una marca negra en el centro, formada por el estigma de la flor, estos frutos globosos hacen que la planta sea conocida como ojos de muñeca. Su apariencia es tan curiosa que seguro que sois vosotros lo que no le quitáis ojo si tenéis la suerte de encontrarla paseando por algunos bosques de EEUU y Canadá, pero cuidado con tocarla, la planta entera es tóxica y los frutos en particular.
Cambiamos de sentido y ahora nos vamos al tacto. Está claro que las plantas tampoco tienen manos propiamente dichas pero las flores rojas de Chiranthodendron pentadactylon, conocidas como manos del diablo, consiguen que queramos acercar las nuestras para emular que le estamos chocando los cinco a un demonio. Una singular especie originaria de México que era venerada por los aztecas.
La flores, sin embargo, del género Dracula, no dan ninguna ganas de tocarla… Y es que el nombre de este tipo de orquídeas no es casualidad y hace referencia al vampiro más famoso de todos los tiempos. Les gustan los lugares frescos y sombríos sí pero no es que vaya a mordernos, recordad los monstruos no existen o eso creo. Quién lo diría con la apariencia agresiva de esas largas espuelas que salen de los sépalos y las curiosas caras de mono que aparecen en sus extraños patrones de colores.
¿Y en que se convierte un vampiro cuando tiene ocasión? ¡en murciélago! Pues también tenemos una versión vegetal de este mamífero alado que crece bosques tropicales del sudeste asiático. Tacca chantrieri, la planta murciélago, presenta unas insólitas flores tanto por su color, negro o violeta oscuro, como por su forma, con unas grandes brácteas oscuras también que se extienden como alas de murciélago acompañadas de numerosas bractéolas filiformes, que pueden alcanzar los 25 cm. Todo un monstruo de la naturaleza.
Pero para monstruosa la Rafflesia arnoldii, una planta parásita también asiática que ha perdido la capacidad de hacer la fotosíntesis y carecen de hojas, como las que os presentaba al principio. Sin embargo, a diferencia de éstas, produce la flor más grande del planeta que puede alcanzar el metro de diámetro y los 11 kg de peso, y que emerge sólo una vez cada varios años.
¿Cómo lo consigue? Pues parasitando a las raíces de otras plantas a través de unos tallos subterráneos modificados conocidos como haustorios y que clavan en los tejidos vasculares de sus víctimas, consiguiendo todo lo que necesitan para desarrollarse. Además, desprenden un desagradable olor a carne podrida que potencian con calor, para atraer a sus polinizadores, las moscas carroñeras.
Y para despedirme un beso, pero no mío sino de los labios rojos y carnosos que parecen tener las flores de Psychotria elata cuando comienzan a abrirse. ¿No os encanta?