Plantas

16 Mar 2014

Carlina angélica, el Sol de la tierra

Su forma redonda, sus colores y las historias que se han forjado a su alrededor hacen de Carlina acaulis una planta mágica que simboliza la luz en la noche y la protección del astro rey frente a los espíritus de la oscuridad. 

Carlina acaulis es muy popular en las zonas soleadas y en los prados de Europa Central y los Pirineos, por eso es conocida con múltiples nombres como camaleón, carasol, cardo de Santo Peregrino, cardo dorado, carlina angélica o sol de tierra. En vasco, esta planta, que parece dibujar un Sol en el suelo seco, se conoce como eguzkilore, astalarr o basalar y en Cataluña su nombre más popular es cardiguera.

 

Independientemente de su nombre, esta planta tiene una forma peculiar que se asemeja a los rayos del Sol que brotan desde las profundidades del suelo. Quizás, hablar de Carlina acaulis es hacer referencia a la batalla entre el día y la noche. 

 

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Pertenece a la familia de las Asteraceae, palabra que viene del griego aster, es decir, estrella. Este grupo de plantas vasculares es de los más grandes que se conocen, con distribución cosmopolita y con 1500 géneros y unas treinta mil especies. Concretamente, de Carlina acaulis se conocen dos subespecies: Carlina acaulis subsp. Acaulis de inflorescencias sésiles (es decir, que sus hojas se extienden directamente en el suelo, sin un tallo u órgano que le sirva de apoyo) y Carlina acaulis subsp. Simplex, de inflorescencias con tallo muy corto, prácticamente imperceptible y de pocos centímetros de altura.

 

Es una planta bienal y perenne las hojas de la cual no se marchitan, se muestra siempre verde, fresca y bella. Su tallo es pequeño y rígido, reducido a unos veinte centímetros de altura. Normalmente crece pegada al suelo en forma de roseta de hojas espinosas y brácteas muy fuertes y carnosas. Es muy parecida al cardo y su cabeza floral se encuentra en el centro, rodeada por un aro blanquecino que se abre con el brillo del Sol.

 

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Un regalo protector de la Madre Tierra

Según cuenta la leyenda, cuando los seres humanos se instalaron en la Tierra todo era sombra y oscuridad. El hombre luchaba a oscuras contra los peligros que le acechaban. Como cada vez había más seres de la oscuridad y más genios y espíritus malignos asediando a los hombres, estos decidieron implorar a la Madre Tierra para que les protegiera de la adversidad. La Tierra decidió crear un astro luminoso que les diera luz, la Luna. Al principio, el hombre permaneció en sus cuevas temeroso de aquel elemento lejano lleno de luz que les miraba desde el cielo, pero finalmente, se acostumbró.

 

Con el tiempo, los brujos y seres que asediaban los hombres se acostumbraron a la Luna y dejaron de temerla y los hombres volvieron a implorar a la Tierra que creó un nuevo ser luminoso mucho más potente que el anterior, el Sol, y con él, el día y la noche.

 

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Aunque el Sol fue capaz de asustar a los espíritus del Averno durante el día, por la noche, seguían asediando al hombre que volvió a pedir protección a la Tierra. La Tierra decidió hacer brotar plantas de gran belleza, lo más parecidas posible al Sol, para que los genios y brujos las confundieron con el astro y así, los hombres decidieron usarlas como protección.

 

En algunos países del mediterráneo, como Italia o Francia, el corazón del sol de tierra se utiliza como condimento pero el uso más habitual es en forma de aceite esencial, extraído de su raíz y usado como agente antibiótico debido a su composición química rica en insulina, taninos, resinas y esencia de carlina.

 

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El sol de tierra puede usarse como diurético, remedio estomacal, ante problemas dérmicos y su aceite esencial sirve para tratar gripes y dolencias renales como la infección de orina y la cistitis. Para preparar la infusión de carlina angélica se necesitan aproximadamente veinte gramos de raíz de la planta que tenemos que hervir en un litro de agua durante quince minutos. Si queremos elaborar un vino necesitaremos una base de vino blanco (cien gramos por cada litro de vino), la mezcla tiene que macerar durante cinco semanas. Después, se toma como aperitivo antes de la comida o cenar.

Revista de divulgación científica del Jardí Botànic de la Universitat de València.
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