Ocio verde

23 Mar 2013

La naturaleza es el mejor cuadro

El ciclo de actividades del Botánico La Herencia de los Árboles explora nuestra relación con el árbol, si os hablábamos hace unas semanas de él como fuente de alimento, medicinas y espiritualidad, hoy tratamos la inspiración. La poesía, la pintura, el cine y el land art son algunas vertientes que han explorado, y exprimido, el vínculo con la naturaleza.

Los árboles en concreto y la naturaleza en general siempre han sido Musa del arte. Según la mitología celta, el árbol del conocimiento destila un licor que concede la inspiración a bardos y poetas. En el ámbito de las letras hispanas, grandes maestros de la lírica han consagrado algunos de sus poemas al ente arbóreo, tal es el caso de Luís Cernuda, Miguel Hernández, Gerardo Diego o Benedetti. Rubén Darío en La canción de los pinos llama hermanos a los árboles y les otorga la capacidad de pensar y sentir. Juan Ramón Jiménez en Álamo blanco compone un elogio de la naturaleza idealizada que refleja lo que siente por su amada, a la que asimila con el árbol de columna de plata que hace temblar su alma. García Lorca en su poema Árboles compara a estos con flechas caídas del cielo y se pregunta si han sido lanzadas por gigantes o por las estrellas. Mientras Dámaso Alonso en Voz del árbol, establece una semejanza entre este y un niño “cuajado de ternura que le brota en la entraña y que no sabe expresar”, porque su voz es “la hondura del tiempo” y “el silencio de Dios”.

 

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Pero si hay alguien que destaca en esta relación es Antonio Machado, conocido como el “poeta de los árboles”, a quien la naturaleza le sirve como metáfora para manifestar sus sentimientos y anhelos. En Campos de Castilla mantiene un diálogo silencioso con la arboleda, los árboles son los testigos de la memoria humana, y equipara la esperanza con las hojas verdes que rebrotan. En A un olmo seco el árbol equivale al yo poético, Machado, tras la muerte de Leonor, espera “otro milagro de la primavera”, que su corazón herido pueda reverdecer. También dedica unos versos a las encinas, a las que considera la sombra tutelar de los campesinos, y de las que declara: “Brotas derecha o torcida/ con esa humildad que cede/ sólo a la ley de la vida,/que es vivir como se puede”.

 

En el ámbito de la expresión artística hay que subrayar tres elementos claves: la plasmación iconográfica de las transmutaciones vegetales clásicas en la obra de grandes artistas de diferentes épocas, la importancia del ente arbóreo en el movimiento impresionista y las conexiones entre arte y naturaleza en el land art, el earthwork, y el arte ecologista y medioambiental. Las metamorfosis de deidades, ninfas, héroes y mortales que recogen autores como Ovidio han sido plasmadas por grandes maestros de la pintura como Boticelli, Tiziano, Tintoretto, el Veronés y Nicolas Poussin, así como por escultores como Bernini.

 

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A la izquierda Apolo y Dafne de John William Waterhouse y a la derecha El beso de Gustav Klimt


También podríamos destacar a Giuseppe Arcimboldo (1527-1593), quien en su serie Estaciones compone representaciones manieristas del rostro humano a partir de vegetales, hojas, flores y frutos, que recuerdan al Green Man y al hombre florido de la mitología. Los movimientos estéticos finiseculares (del siglo XIX al XX) encuentran campo abonado para que sus mujeres-plantas florezcan, tal es el caso de los obras de prerrafaelitas como Burne-Jones y Waterhouse, que se basan en la leyenda de Filis. También los simbolistas personifican, mediante figuras femeninas de carácter alegórico, aspectos del mundo natural relativos a fuerzas vitales como la fertilidad y a los ciclos estacionales. Un claro ejemplo es El beso (1908) de Gustav Klimt, que para Julio Vives Chillida retrata la escena de Apolo y Dafne en el momento en que ésta se transforma en laurel.

 

Las metamorfosis femeninas vegetales siguen prodigándose en el Art Nouveau (Mucha, Beardsley) y en el surrealismo, tal como demuestra la obra de Paul Delvaux. Respecto a la plasmación del ente arbóreo, a finales del siglo XVIII se extiende en Italia la costumbre de ejecutar estudios del natural de los ejemplares más singulares y hermosos de árboles, lo que alcanza su máxima expresión en la Francia de comienzos del XIX. A principios de la década de 1860 los impresionistas como Monet, Sisley o Pissarro –el gran cronista de la vida rural del norte de Francia- otorgan a los árboles un papel principal en sus composiciones; pero frente al interés de los románticos por los sentimientos que desprenden grandes robles y hayas –David Friedrich ve en el árbol una proyección del ser humano-, el impresionismo está más interesado en las sensaciones visuales que desvelan la liberación de la luz y el color.

 

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Two slices cedars, David Nash 


Respecto al land art -que surge en la década de los 60 en paralelo con el despertar de la conciencia ecológica- y al arte medioambiental, hay que tener en cuenta tres grandes momentos de desarrollo: a los conocidos como grandes removedores de tierra que intentan mediatizar la relación sensorial del receptor con el paisaje, le suceden los artistas que pretenden cambiar el vínculo emocional y espiritual con el entorno, y estos últimos dan pie a un tercer enfoque, el artista literalmente ecologista, cuya actividad sobre el terreno está pensada para remediar daños medioambientales. Este tipo de obras destacan por su carácter efímero y procesual, por la importancia que adquiere el concepto del tiempo cíclico, la ubicación en el paisaje y la utilización de elementos naturales.

 

Desde los artistas conocidos como megalómanos como Heizer y Smithson, pasando por aquellos más intimistas como Ana Mendieta, los que se dedican al trabajo de la siembra como Beuys, Alan Sonfist o los Harrison y que convierten el hecho de plantar árboles en un acto artístico, y por escultores de la madera como David Nash o las acciones de Goldsworthy; las expresiones artísticas que pretenden expresar las relaciones del hombre con la naturaleza siguen gozando de buena salud. Desde este punto de partida, el Ciclo de Actividades La herencia de los árboles proyectará una exposición donde el ente arbóreo sea trascendido como mera materia orgánica, elemento mimético o referencial, y permita al espectador establecer un diálogo con el entorno y experimentar su propia naturaleza.

 

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Serie Árbol de la vida, Ana Mendieta


Por otra parte el Ciclo de Cine que proponemos bajo el título Visiones arbóreas pretende establecer un recorrido por una serie de filmes de distintas geografías que tienen al árbol como eje central, ya sea narrativo, iconográfico o metafórico. La fuente de la Vida (Darren Aronofsky, 2006), película de ciencia ficción que conecta con la extendida tradición acerca del árbol que otorga la inmortalidad, se basa en la cosmogonía maya y en la sagrada ceiba, cuna del Xibalbá (inframundo de los mayas), que ha sido ampliamente utilizada para fines medicinales. En El árbol (Julie Bertuccelli, 2011) la naturaleza es el espejo donde se reflejan los sentimientos humanos, el paisaje inhóspito y aislado de Australia enfatiza el exilio forzado del luto tras la muerte del padre. La enorme higuera que se alza en la casa familiar se convierte para la pequeña Simone en árbol efigie, donde ha encarnado el espíritu de su progenitor, cuya voz cree escuchar entre el crujir de las ramas y el rumor de las hojas al viento. El árbol representa así el poder imparable de la vida imponiéndose a la tristeza.

 

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Escena de la película El árbol, Julie Bertuccelli

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Escena de la película Los limoneros, Eren Riklis


El árbol también es metáfora de la existencia humana en Flipped (Rob Reiner, 2010), donde un sicomoro es el pilar de un rito de paso de la adolescencia y emblema del amor y la amistad. En Los limoneros (Eran Riklis, 2008) los frutales se yerguen como símbolo vivo del conflicto Palestino-Israelí y del peligro de desarraigo, que no sólo conlleva la pobreza de los campesinos sino el menoscabo de su acervo y la pérdida de sus recuerdos familiares. Mientras Séraphine (Martin Provost, 2008) se centra en la vida de la pintora de estilo naïf Séraphine Louis, quien colmaba sus cuadros de motivos vegetales, árboles y flores; evocando las relaciones sinestésicas entre el arte y la naturaleza. Ésta y otras propuestas formaran un ciclo donde el cine y la figura del árbol se fusionan.

Autora y comisaria del proyecto "La herencia de los árboles". Doctora en Teoría del Discurso y Comunicación Audiovisual, miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte y guardiana de Orko Waranka, trabajo espiritual de los Quero (Perú) para el cuidado de la Madre Tierra
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