La isla del dragón
Cuenta la leyenda que hace miles de años la princesa tuvo dos hijos, un dulce niño llamado Gerong y una pequeña con rasgos de dragón a la que bautizaron como Orah. La niña fue abandonada en el bosque y, pocos años después, los dragones comenzaron a habitar la isla. La historia que envuelve al Parque Natural de la isla de Komodo no es más fascinante que todo lo que en ella podemos encontrar.
Putri Naga (también conocida como Princesa Dragón) jamás contó a su hijo la existencia de su hermana. Sin embargo, siendo Gerong mayor, se encontró por casualidad durante una jornada de caza con un dragón en el bosque y quiso darle muerte. Fue entonces cuando su madre apareció y le dijo: “No mates a tu hermana Orah, yo os traje al mundo juntos. Considérala igual a ti ya que vuestras almas son gemelas“. Así es como los lugareños de Komodo explican la llegada de los dragones a su isla y porqué han convivido siempre en paz con ellos, respetándolos como hermanos y convirtiéndolos en el habitante más famoso del lugar.
Durante muchos años se creyó el dragón de Komodo era una criatura de leyenda, casi mitológica. Sin embargo, en 1911, poco antes de la I Guerra Mundial, un piloto se estrelló en aguas de Indonesia y aseguró haber visto lagartos del tamaño de un hombre paseando en las costas de una isla. Al año siguiente un grupo de científicos se desplazó al lugar para confirmar la existencia de este gran saurio al que los nativos llamaban Orah o “buaja darat” y al que pusieron el nombre científico de Varanus komodensis. Desde entonces, los dragones de Komodo se han convertido en uno de los tesoros de esta isla.
Más allá de las leyendas, se cree que el dragón de Komodo evolucionó a partir de los grandes reptiles de género Varanus que caminaron sobre la Tierra hace más de 200 millones de años y que son descendientes directos de los dinosaurios. Hoy en día están considerados como los lagartos más grandes del mundo, pudiendo alcanzar los diez pies de envergadura (alrededor de tres metros) y los cien kilos de peso. Son muchos los que no entienden entienden la convivencia durante tanto tiempo en la isla del hombre y este reptil de color grisáceo y marrón que puede camuflarse entre volcanes y con la arena del desierto, puesto que se trata de uno de los animales más agresivos del mundo por su tamaño, su rapidez y destreza y por su fuerza innata. De hecho, en 1974 el barón Rudolph von Reding, que se encontraba realizando una expedición en la isla, desapareció sin dejar rastro. Dicen que de él sólo encontraron las gafas, un sombrero y una cámara de fotos. Hoy, una cruz recuerda aquel desgraciado incidente y alerta a los más osados del peligro que puede suponer jugar con estos animales.
Según los científicos, los dragones de Komodo son a día de hoy, y seguirán siendo durante mucho tiempo, uno de los grandes misterios de la ciencia. Nadie sabe exactamente qué edad pueden alcanzar estos saurios y tampoco se encuentra una explicación lógica a porqué la población de machos triplica a la de hembras contrariamente a lo que suele suceder con la mayoría de las especies animales. Tampoco se sabe cuál es su población exacta y aunque sus hábitats naturales sean las pequeñas islas de Komodo y Rinca, así como el norte de la cercana isla de Flores, lo cierto es que también pueden aparecer ejemplares en otras islas recónditas.
Mucho más que dragones: ¿unas nuevas Galápagos?
Por supuesto el dragón de Komodo es el principal tesoro de esta isla situada en pleno Cinturón de Fuego del Pacífico, al sur de Asia, en el archipiélago conocido como las Islas menores de Sonda. Pero no es el único. Indonesia es la única región ecuatorial del mundo con intercambio de fauna y flora marinas debido al choque de las placas tectónicas euroasiática e indoaustraliana bajo sus mares. A este escenario volcánico donde los colores pardos y amarillentos son siempre protagonistas, su particular geomoforlogía le ha dado unas cualidades únicas y por eso la zona fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1991.
La biodiversidad marina nacida de la fusión de dos de los principales océanos del mundo se ha convertido en uno de los grandes atractivos de la isla, con más de mil especies diferentes de las cuales alrededor de 400 son autóctonas. Es esto lo que hace que hoy en día muchos vean este pequeño rincón del planeta como unas segundas Islas Galápagos, abiertas a la aparición de nuevas especies que, quizá, nos alumbren sobre algunos enigmas de la evolución.
El lugar que sirve como centro de tales teorías es el Parque Nacional Isla de Komodo, creado en 1980 para proteger a los dragones de isla y cuyos objetivos se han ido ampliando con el tiempo. De hecho, en la actualidad, el Parque Nacional Isla de Komodo ocupa unos mil ochocientos metros cuadrados (aunque tiene aspiraciones a ampliar esta extensión hasta casi dos mil quinientos) e incluye tres islas: Komodo, Rinca y Padar.
De todas las riquezas del parque es el mar la que nos ofrece las más exóticas y curiosas. En él encontramos hasta 350 variedades diferentes de coral que forman algunos de los jardines coralinos más bellos del planeta. Por eso, Komodo está considerada como uno de los puntos calientes del Triángulo de Coral, la zona del planeta con diversidad marina más importante y que alberga en sus seis millones de kilómetros cuadrados prácticamente todas las especies marinas conocidas (y probablemente, las no conocidas también). Por eso, en Komodo se dan cita de forma continua algunos de los buceadores y fotógrafos marinos más importantes y reconocidos del mundo.
Además de los corales en las aguas del Parque Nacional Isla de Komodo podemos encontrar alrededor de setenta especies distintas de esponjas y más de mil tipos de peces que conviven entre manglares y algas. Pero Komodo también cobija otras rarezas de los mares. Las tortugas verdes, los pulpos mimo, los cangrejo porcelana, las gambas de coral, los peces sapo o el peligroso pulpo de anillos azules son algunas de las especies que se cobijan entre sus aguas, un hecho viene a confirmar que, además de los dragones más llamativos del mundo, el Parque Nacional Isla de Komodo posee uno de los fondos marinos más ricos del planeta con unas profundidades que oscilan entre los treinta y los doscientos metros.
Fuera del agua lo que vemos en Komodo es un paisaje poblado de pardas sabanas y agrestes picachos volcánicos entre los que crecen pequeñas manchas verdes, a modo de bosque en el que duermen y se esconden los dragones. La temperatura oscila entre los 17 y los 34 grados, y durante cuatro meses al año sucumbe a los aguaceros de los monzones. Entre la flora exótica de la isla destaca un árbol llamado sepang y el Sterculia bulbo, cuya madera se usa en construcción y que tiene unas semillas que sirven para realizar medicamentos y colorantes.
El 11 de noviembre de 2011 Komodo fue reconocida como una de las Siete Maravillas de la Naturaleza junto con la Montaña de la Mesa, las Cataratas de Iguazú, la Amazonia, la Bahía de Ha-Long, la Isla de Jeju y el Río Subterráneo de Puerto Princesa.