Ocio verde

24 Mar 2015

En las nubes

Un elefante, no, un castillo, no, un dragón… Tumbados boca arriba sobre la hierba, ¿quién no ha jugado con las nubes? Celebra el día Internacional de la Meteorología con nuestra nueva bloguera, que nos cuenta cómo algunos se han dedicado al juego con todo el rigor científico, para beneficio de aficionados y profesionales.

La observación de nubes es (o al menos lo era) un juego habitual de la infancia: subir la vista al cielo, descubrir las masas de gotas de agua que forman las nubes e imaginar lo que representaban –un perro, una guitarra, un signo de puntuación, un fantasma. Si se dispone de tiempo y se tiene una tendencia contemplativa, el entretenimiento se prolonga para apreciar cómo y a qué velocidad se desplazan las nubes y modifican sus formas hasta que finalmente pierden las principales características que permitían reconocerlas e identificarlas en la amplitud de un despejado cielo azul. 

 

Asperatus

Nubes Undulatus asperatus sobre Tallin, Estonia. Imagen: Ave Maria Möistlik

 

Quizá parezca un pasatiempo propio de las tardes de verano pero el estudio y clasificación de las nubes ha seguido las pautas de las disciplinas científicas que se fundamentan en la observación de las evidencias empíricas y su sistematización a través de clasificaciones o taxonomías.

 

¿Un químico fantasioso?

Se le debe a un químico inglés, Luke Howard (1722-1864), la propuesta de nomenclatura de las nubes que sigue vigente en la actualidad. En diciembre de 1802, en una conferencia dictada en la Askeasian Society, una especie de club de debate de científicos y experimentalistas de Londres, Howard presentó sus ideas. Poco después, en 1803, estas se plasmaron en la obra Essays on the modifications of clouds en las que se definen tres categorías principales para identificar las formas de las nubes (cúmulos, estratos y cirros) y otras dos situaciones intermedias para describir las transiciones entre las distintas formas (cirrostratos y estratocúmulos). 

 

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Tipos de nubes según la altitud a la que se forman. Imagen: Valentin de Bruyn / Coton.

 

Otro de los éxitos de la propuesta de Luke Howard fue el haber optado por denominaciones en latín, siguiendo el esquema empleado por Linneo en su Systema Naturae (1735). Su tercera gran contribución será además el énfasis que asigna al carácter cambiante de las nubes.

 

¡Lamarck también jugaba!

Anteriormente había habido otros intentos de sistematizar esos objetos efímeros. Jean-Baptiste Lamarck publicó en 1802 su propuesta de clasificación, Sur la forme des nuages, con once tipos de nubes. Sus nombres hacen referencia a su forma y empleó términos en francés. Su objetivo era
“una clasificación práctica de las nubes basada en el hecho de que la nubes poseen ciertas formas generales que no son casuales sino que dependen del estado atmosférico”
Aunque su clasificación no tuviera éxito, algunas de sus ideas sí se han mantenido y actualmente pervive su esquema de categorías por altitudes (nubes altas, medias y bajas).

 

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Diversos tipos de Cirros simultáneamente en el cielo. Imagen: PiccoloName

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Nubes nacaradas en la estación Mac Murdoc en la Antártida, formados por cirstales de hielo. Imagen: Alan Light.

 

El sistema que triunfó fue el propuesto por Luke Howard. Su clasificación empezó a ser empleada por los manuales de meteorología del siglo XIX y él mismo introdujo modificaciones y novedades. En 1817 asoció cada tipo particular de nube a su altura en el cielo, la idea que Lamarck ya había avanzado. Howard explicaba la formación de las nubes en términos de temperatura, humedad y presión del aire en el que el vapor de agua estaba presente. A estas explicaciones no le eran ajenas la moda de los globos aerostáticos y los conocimientos de primera mano que estos proporcionaron.

 

 

Novedades en las alturas

Durante el siglo XIX se sucedieron las propuestas de introducción de nuevas nubes: los estratocúmulos en sustitución de los cúmulostratos, los altocúmulos, los altoestratos, fractocúmulos, las variedades mammatus o los cumulonimbos. Finalmente en 1896 se publicó el Atlas internacional de las nubes en el que los autores H. Hildebrandsson, A. Riggenbach y L.Teisserenc de Bort, al amparo de la Conferencia Meteorológica Internacional, siguiendo el esquema de Luke Howard, sientan los cimientos del actual sistema de clasificación de nubes.

 

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Nubes Mammatus en el Cabo de Creus, Girona. Imagen: David Alesanco Jou.

 

Actualmente, todos los aficionados a la meteorología lo tienen bastante fácil. Es posible encontrar muy buenas guías de campo sobre el tiempo, en las que la identificación de las nubes suele ser la sección más enjundiosa. La Guía del observador de nubes, de Gavin Pretor-Pinney (Salamandra, 2007), es una excelente introducción al desatendido arte de la contemplación de los cielos. 

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Manifiesto de la británica Cloud Appreciation Society

 

De este mismo autor, el fundador de la Cloud Appreciation SocietyThe cloud collector’s handbook está concebido como una guía rápida de bolsillo para ir anotando las observaciones. Toda la página web es una delicia para los que amamos las nubes y el manifiesto de la sociedad no tiene desperdicio. Pero como no siempre tenemos el ordenador a mano, su versión para iPhone, CloudSpotter permite resolver las urgencias que torturan a los nefelibatas, capaces de encontrar nubes en cualquier lado.

 

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Dintel decorado con nubes en el templo Jokhang de Lhasa, Tibet. Ana Albertos

 

Nota: ‘nefelibata’ se dice de las personas soñadoras, literalmente que caminan por las nubes.

 

Más información:

Howard, Luke, Essays on the modifications of clouds (1865)

Olcina Cantos, Jorge, “Clasificación de las nubes: de Lamarck y Howard al atlas internacional de nubes”, en Clima, naturaleza y desastre: España e Hispanoamérica durante la Edad Moderna. Universitat de València, 2013.

Rodríguez Camino, Ernesto, “Luke Howard, el hombre que puso nombre a las nubes”, en las nubes, las maravillosas nubes. Instituto Nacional de Meteorología, 2007.

International cloud atlas 1896

 

Imagen de cabecera: TriviaKing (talk)

 

Directora de la Biblioteca de Educación de la Universidad Autónoma de Madrid Madrid (@Biblioteca_UAM).
Aficionada a las nubes y a las arenas.
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