Ocio verde

4 Feb 2014

Casarse de verde

Ya sea por la crisis, para buscar la originalidad o porque de verdad se tienen principios centrados en la sostenibilidad, lo cierto es que hace algunos años que el término “boda ecológica” circula por internet. ¿Es realmente una tendencia positiva para nuestro entorno y nuestro bolsillo? ¿Es posible casarse con una gran ceremonia y ser respetuoso con el medio ambiente?

Como estamos en una época completamente dual, en la cual consumimos más que nunca pero el término eco parece ganar adeptos cada día, cualquier cosa es susceptible de volverse verde o ecológica, a todo le llega el momento, y las bodas, cosa que podría exportarse a cualquier tipo de ceremonia o celebración en la que se reúnan un grupo considerable de personas, no han sido una excepción.

 

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Boda ecológica suena bien, suena a hacer una fiesta abocada al consumo y al exceso pero con algo de cabeza, siendo conscientes de lo que es y transformándola en un acontecimiento más responsable. Y yo me pregunté, ¿es realmente esto una contradicción? ¿Una mentira? ¿Una excusa para tranquilizar conciencias? En el caso de que algunas conciencias estén intranquilas, claro. Así que estuve revisando muchas páginas web y blogs tediosos sobre bodas, evidentemente monotemáticos, que en algún momento hablan de los enlaces ecológicos. Lo que encontré es que la mayoría de las veces tienen detrás la industria del casamiento, y al ser esto, una industria, su finalidad es que la gente se deje el dinero en este tipo de celebraciones, vendiéndolas de cualquier forma, tipo o temática. Así que se puede elegir entre bodas exóticas, bodas rústicas, bodas urbanas, bodas clásicas y bodas ecológicas, como una simple categoría más.

 

Parece ser que en España es una opción más reciente, pero que en los Estados Unidos, Inglaterra y Alemania hace más tiempo que empresas potentes explotan esta vertiente ecológica de las celebraciones. Aun así, aunque profundizan algo más en el término, aunque se trabajan la filosofía de tratar de llegar a una boda respetuosa con el medio ambiente, no dejan de ser empresas que organizan grandes acontecimientos y que por lo tanto defienden actos que en sí mismos es difícil que sean sostenibles.

 

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Entonces, ¿es misión imposible hacer una boda ecológica y sin dejarse la vida y los ahorros en el intento? Sobre todo es complicado, supone calentarse mucho la cabeza, aumentar el gasto en algunas partes del presupuesto, a pesar de que ahorraremos en otros, y acabar renunciando a ciertas cosas que parecen evidentes pero de las que se puede prescindir. Así pues, vamos a revisar algunos conceptos básicos con sentido, y otros no tanto, porque si de verdad pensamos casarnos “de verde”, y lo queremos hacer seriamente, sepamos realmente lo que comporta esta decisión.

 

Lo primero de todo es centrar bien lo que se quiere conseguir con una boda que se pueda denominar ecológica. Tenemos que huir de objetivos como ser originales, extravagantes, ahorrar dinero o estar a la moda. Me he sorprendido escarbando entre toda la información y encontrando la siguiente frase: “no creas que para hacer una boda ecológica los invitados tienen que sentarse en el suelo mientras comen con las manos” Creo que es una buena muestra de que a veces el concepto ecológico o bien no se entiende, o está desvirtuado. Si queremos que nuestra ceremonia sea algo más sostenible simplemente tenemos que pensar en aquellos excesos de residuos o energía que podemos evitar, o en supervisar el origen de aquellos productos que van a consumirse en grandes cantidades. Vamos a hacer aquello que esté en nuestras manos y no dejarlo en pequeñas anécdotas.

 

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Cuando nos queremos casar necesitamos invitados, y sobre todo nos plantearemos la sostenibilidad del acto cuando estos invitados sean considerables. Para avisarlos el primer gasto que se hace es en papel. Podemos rompernos la cabeza con el papel reciclado y la tinta ecológica, que siempre está bien, pero lo que más residuos nos ahorrará es no hacer invitaciones, ni cualquier material de papelería, o envoltorio que pueda acabar en la basura (o en el contenedor de papel en el mejor de los casos). Parece estar de moda montar un blog sobre la boda o invitar con vídeos que se envían por mail y por las redes, avance tecnológico y cero residuos. Sin embargo, si sois fetichistas y fans del objeto, vuestra opción es que las invitaciones estén hechas con materiales reutilizados, pero de verdad, con recibos del supermercado o publicidad, o incluso que tengan un uso después de la ceremonia, como que la invitación sea un abanico.

 

Por otro lado he leído mucho sobre cómo hacer que la novia lleve un vestido ecológico. Personalmente veo una exageración que una persona que en su día a día compra ropa de las grandes cadenas después se preocupe o bien de encontrar una diseñadora fantástica que se especialice en tejidos provenientes de agricultura ecológica o con tintes naturales, o bien de ir directamente con telas de las cuales hemos comprobado todas estas garantías en persona a un taller de costura. Ahora bien, sí que he encontrado una propuesta que me ha hecho especial gracia, un traje de papel biodegradable y con semillas para plantarlo después del acto! Anécdotas aparte, podemos hacer un vestido por piezas que después nos podamos poner por separado, alquilarlo o reutilizar el de nuestra madre o abuela aprovechando que lo vintage está más de moda que nunca, pero ésta siempre será una decisión basada en la economía y en la estética y que no creo que tenga ningún valor ecológico por mucho que nos lo quieran vender.

 

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Y una vez llega el día nos tenemos que reunir todos en un lugar, ¿cuál? Parece evidente pero, aun así, lo recomiendan, si nos casamos de día ahorraremos tener un gran salón iluminado durante horas y horas, o si lo hacemos en una época de entretiempo ahorraremos en calefacción o refrigeración, cosa de verdad sensata. Otros protagonistas, las flores, en una ceremonia al aire libre sobran completamente porque podemos disfrutar de un buen paisaje que no necesita de nada más para ser bonito. Ahora bien, que si tiene que haber que sean autóctonas (y no hayan atravesado media Europa) y que no se hayan cultivado con productos contaminantes, más cosas sensatas. Aunque a pesar de todo, lo que a mí verdaderamente me preocupa es hacer desplazar 400 personas a un lugar. Hay quién propone la genial idea de que los novios lleguen a la ceremonia en bicicleta. ¿A alguien le preocupan dos personas frente al alud de invitados que van desde mil lugares diferentes, y no precisamente en bicicleta? Por no hablar de que si se hace todo en un lugar apartado no sólo hay que llevar a la gente, también la comida, los organizadores, y todo lo que supone montar un acto, sin haber ninguna opción de transporte público. La solución a este tema la veo más complicada y sólo se me ocurre hacer una boda de 4 invitados, pero si fuera así este artículo no tendría sentido. Seguimos.

 

Por fin estamos ya en el momento del banquete, la fiesta y el disfrute. En la mesa no nos podemos dejar seducir por chefs o prestigiosas cocinas que nos prometan delicatessen de lo más ecológicas con la excusa de subir el precio en un 100%. De nuevo, la sensatez. En muchos casos la propuesta de eliminar toda la carne y el pescado en un gran convite es muy válida, dado que al ser menús muy elaborados puede servirse cualquier cosa que, al estar muy trabajada, puede resultar igualmente saciante y deliciosa. Por otro lado, vayamos a la tierra. Sirvamos todo aquello que es típico, autóctono, yendo directamente a los productores y asegurando la mejor calidad, y aprovechándonos de las ventajas de los productos de temporada. Una decisión que, por otro lado, tampoco estaría mal que diéramos a conocer entre los invitados para que adquirieran esta costumbre en su día a día. Y a pesar de que al principio decía que lo mejor es reducir al mínimo los residuos, si finalmente no nos podemos resistir a hacer algún regalo a los invitados, hay que decantarse por productos solidarios, de comercio justo, o directamente dar en nombre de cada uno el dinero que invertiríamos en un detalle feo o inservible a una asociación, una ONG, o cualquier entidad que realmente pueda invertir ese dinero. No porque regalemos un jabón ecológico seremos más eco o nos lavaremos más la conciencia.

 

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Así pues, al final mi conclusión es que una boda grande supone una gran reunión de gente, y como consecuencia, poco podemos huir de los excesos, a pesar de que por sentido común es mejor que esa celebración no suponga un gasto económico indecente o produzca una grandísima cantidad de residuos. Como datos sólo puedo dejar dos, parece que de media cada boda genera unas 62 toneladas de C02, pero que fueron 6.765 toneladas las que se supone que generaron la ceremonia y los preparativos de la última boda real inglesa.

 

Por eso lo que se me ocurre es ir a un lugar como compensatuhuellaecologica.org o creaunbosque.es, calcular la huella de CO2 que ha generado el enlace y después compensarla plantando árboles. Aunque me da que el número será elevado y habrá que trabajar mucho. No sé yo si habría que proponer a los invitados, con mensaje de móvil, que se acercaran a la boda en bicicleta y vaqueros, para ponerlos a repoblar durante la fiesta y después, agotados, ofrecerles cantidades ingentes de agua fresca en un botijo y un buen bocadillo, que es lo que más apetece en estos casos. Yo creo que más ecológico imposible.

Responsable de Cultura y Comunicación del Jardí Botànic UV
Me gusta la música, los libros, viajar, escribir, la divulgación científica e ir al cine con todas las consecuencias; hacer cola, comer palomitas... Me divierte ordenar con mis hijos la colección de coches de Cars. Nunca he comprendido las reglas del tenis y me da dentera cortar la pizza con tenedor y cuchillo.
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