Los libros de plantas son para el verano
Y también las bicicletas, los helados y las siestas, pero todo nos lleva a estar cerca de la naturaleza, y con ella, de las plantas. En nuestros paisajes de vacaciones, en el verde de nuestras fotos de recuerdo, encontraremos muchísima vegetación y, para completarlo, en Plantes contades os seguimos recomendando los mejores libros ilustrados con las plantas como protagonistas. Este verano coged vuestra mejor hamaca que os traemos las mejores vistas, eso sí, sobre el papel.
Las mil y una formas de la naturaleza
Las matemáticas han firmado un pacto con la naturaleza. Los lunares, las rayas, las espirales, los óvalos, ese poliedro visible sobre una piña o la complicada estructura del corazón de un girasol no están ahí por casualidad.
Las mil y una formas de la naturaleza de Emmanuelle Grundman. Ilustraciones de Florence Guiraud
De eso va este libro, de la geometría que esconden animales y plantas si aprendemos a mirarlas con ojos artísticos. Como cuando nos tumbamos relajados a buscar formas en las nubes, si nos fijamos bien, descubriremos el óvalo que comparten la sámara de arce y la anémona, las rayas del calabacín y el pez ángel real, y las manchas salerosas del rebeco y el tritón alpino. ¿Dispuestos a viajar a través de puntos, líneas y ángulos? Los encontraremos en especies que ni nos suenan, y en otras que conocemos desde que somos pequeños, solo hay que empezar a fijarse y ya no dejaremos de verlos.
Las ilustraciones están divididas en diferentes formas escogidas: la esfera, los lunares, las púas o espinas, el óvalo, las líneas infinitas, las rayas, la espiral y la estrella. Para cada una nos toparemos con varios poemas dedicados a alguna especie que luzca la forma en cuestión, y en ella, además de divertidos juegos de palabras, hay referencias al porqué de cada aspecto y silueta. La nariz estrellada del topo, las rayas de las cebras, los huevos, las espinas, los lunares de las mariquitas. El jaguar se camufla con sus manchas, los zarcillos que sirven de soporte para la passiflora, la protección del erizo que se repliega sobre sí mismo.
Las mil y una formas de la naturaleza de Emmanuelle Grundman. Ilustraciones de Florence Guiraud
Las mil y una formas de la naturaleza de Emmanuelle Grundman. Ilustraciones de Florence Guiraud
Después, ilustraciones a doble página recorren más de treinta especies de seres vivos para cada estructura y diseño, y así, viéndolas todas juntas, adviertes un orden mágico y maravilloso que aúna a quienes comparten silueta, inventando familias que no existen pero que están definidas por una fisonomía común: las mil y una formas de la naturaleza.
Cada animal es distinto en su apariencia. Y no es cuestión de gusto, sino de ciencia.
Il·luminatura
Y ahora la entrega más divertida, hecha para jugar con ella, para pasar el rato inmersos en ilustraciones que golpean la vista con una explosión de color y después esconden mucho más de lo que parece. Il·luminatura nos dejará con la boca abierta y nos dará algún que otro susto. Nada más abrir la portada ya nos topamos con una especie de marcapáginas con tres ventanas de papel transparente de colores: rojo, verde y azul; y una gran ilustración llena de dibujos que se mezclan entre sí, una especie de horror vacui en el que no logras distinguir prácticamente nada: empieza el juego.
Il·luminatura de Rachel Williams. Ilustraciones de Carnovsky
El libro distingue a los animales en función de si son diurnos o nocturnos, de si salen a buscar alimento con el alba, o si han evolucionado para ver en la oscuridad. En cualquier caso, cada criatura elige salir a una hora concreta por una razón clave: la supervivencia. Comenzamos entonces un viaje por destinos lejanos y exóticos en los que los distintos visores nos revelaran las criaturas que pasean durante el día (visor rojo), las nocturnas y crepusculares (azul) y la vida vegetal de cada hábitat (verde).
¿Y qué ponemos en la maleta para estas travesías? Mucho y de lo más variado, pues vamos a llegar hasta la selva del Congo, el desierto de Simpson, y el lago Lomong, pasando por los Andes, la Antártida, y los bosques de secuoyas, y haciendo paradas en la taiga de la Siberia oriental o el Serengueti. En cada destino habrá dos grandes dibujos de lo más psicodélico que además nos localizarán al máximo dónde nos encontramos en cuanto al continente, país, hábitat, extensión y su biodiversidad más destacada. Nada más ponernos los visores empezará la fiesta e irán apareciendo ante nuestros ojos sorprendentes animales y plantas que permanecían escondidos entre la amalgama de colores. Querrás ser el primero en señalar al resto la cara de un lince gigante, o jugarás a ver que no ves nada para que el siguiente se encuentre con una araña enorme a un palmo de la nariz. Nada de tres dimensiones ni de ponerse bizco, una simple discriminación de tonos hacen de las imágenes una fuente inagotable de entretenimiento.
Il·luminatura de Rachel Williams. Ilustraciones de Carnovsky
Il·luminatura de Rachel Williams. Ilustraciones de Carnovsky
Al final de cada lugar también han preparado una doble página con más información de las especies diurnas y nocturnas que han aparecido en las figuras anteriores. Y sí, digo doble página, porque echo en falta la tercera, la página dedicada a las plantas, pues con el visor verde aparecen paisajes con grandes árboles y flores y no hay ni una sola referencia a ellos. Entiendo que el libro está dedicado a los diferentes animales que escogen día o noche para aparecer pero, ¿qué serían ellos sin las plantas que les acogen? Nuevas ediciones de este precioso ejemplar deberían llevar añadida sin duda una referencia a la vegetación, igual de sorprendente e interesante que los propios animales.
Un gran jardín
Calendario ilustrado dedicado al protagonista absoluto del Jardín, el jardinero, quien planta la semilla, la riega, vigila que todos los factores le sean favorables, y espera paciente verla despuntar a través de la tierra. Cada mes describe algún aspecto importante de los jardines o del trabajo que conllevan para quienes los atienden, una mezcla entre relato corto y poesía acompañado de una ilustración con mil detalles en la que perderse un buen rato, trazar caminos, imaginar historias, o iniciar búsquedas de los famosos libros de “Dónde está Wally”. En este caso Wally cambia su camiseta a rayas rojas y blancas por un arado y unas tijeras de podar.
Un gran jardín de Gilles Clément. Ilustraciones de Vincent Grave
El cuento empieza en mayo y está dedicado a los primeros jardines de los humanos, los jardines de frutas y verduras que nos convirtieron en nómadas, y a cómo ahora el jardinero en vez de dejar que todo crezca al azar, como en la naturaleza, sigue un orden, agrupa las plantas, escoge las semillas, se fija en el clima y atiente a un calendario, similar al que tenemos en este momento entre las manos. El jardinero, siempre con las manos en la tierra y mirando al cielo. Le sigue junio, sobre los frutos, y sobre cómo el jardinero siembra y recolecta y, entre tanto, interpreta lo que pasa y no se había previsto. Los frutos, esperados como un regalo.
Y así pasan los meses. Julio para el suelo, su interior, lo que esconde: formas, animales, larvas, bacterias…; agosto como un jardín de flores, y todo el universo que contiene con los perfumes, los insectos, incluso ese lenguaje secreto con el que se comunican las plantas y que intenta entender el jardinero; octubre para los hongos. Ni animales ni plantas, los hongos son hongos; y noviembre para el invierno, cuando el jardinero coge vacaciones en los lugares donde cae la nieve.
Un gran jardín de Gilles Clément. Ilustraciones de Vincent Grave
Un gran jardín de Gilles Clément. Ilustraciones de Vincent Grave
Pero el jardinero tiene tareas el resto del año, aunque también juega, y diciembre habla de los juegos de invierno, con hielo o siguiendo rastros, mientras espera la sorpresa de las plantas que crecerán cuando se fundan las nieves. Enero y el cambio climático, febrero y los insectos, marzo y los huevos de pascua escondidos en el jardín, y abril y la figura bella y enigmática de la flor. Vamos pasando las páginas, el jardinero va trabajando, y mientras tanto se nos cuela su vocabulario: esporocarpos, cáliz, néctar, tallo, raíz, crisálida, toxina, micelios, germinación, coleóptero, artrópodos, ranúnculos, crucífera, papilionácea… Cuando acaba, embebidos de las frases y los dibujos, somos algo menos lectores y algo más jardineros.
Un gran jardín de Gilles Clément. Ilustraciones de Vincent Grave
Sí, lo sé, me he dejado septiembre, pero es que es el mes más bonito de todo el libro, o al menos a mí me lo parece. No dice nada, y lo dice todo. En una lista, todas las cosas que el jardinero puede hacer igual que los demás: encender fuego, secar la ropa, tocar la trompeta, llamar por teléfono, enamorarse, bailar. ¡Pero es el único que puede trabajar el jardín! Queda claro, ¿no? Pues eso.
El bosque
Y cerramos con este libro para mirar despacio, disfrutar de cada página, y no solo de mirarla, también de tocarla. Los colores se combinan con las texturas, con el troquelado, y se va conformando una historia. El bosque, un lugar en el que adentrarse y en el que nos van pasando cosas. Al principio el bosque es una arboleda de pinos jóvenes. Encontramos a alguien en el camino, nos llevamos una sorpresa, tropezamos, nos disgustamos, seguimos una travesía, un viaje.
El bosque de Ricardo Bozzi. Ilustraciones de Violeta Lópiz
El bosque de Ricardo Bozzi. Ilustraciones de Violeta Lópiz
El bosque de Ricardo Bozzi. Ilustraciones de Violeta Lópiz
Este cuento, de palabras sencillas pero deliciosas, nos acompañará a lo largo de cada hoja, diseñada para que incluso supere en contenido a las frases que se te graban en la cabeza. Al final, llegamos a donde acaban los árboles y somos diferentes, nos sentimos diferentes. Porque hemos disfrutado de una excursión por el bosque, ¿o era algo más?
Bibliografia
Emmanuelle Grundmann (2018). Las mil y una formas de la naturaleza. Florence Guiraud (il.) Libros del Zorro Rojo. 48 pág.
Carnovsky, Rachel Williams (2017). Il·luminatura. Cruïlla. 63 pág.
Gilles Clément (2018). Un gran jardín. Vincent Gravé (il.) Lumen. 28 pág.
Ricardo Bozzi (2018). El bosque. Violeta Lópiz, Valerio Vidali (il.). Milrazones. 58 pág.