Árboles que cuentan historias II
Desde que empezó Plantes contades que buscamos sin fin libros ilustrados, libros bonitos, que tengan que ver con la naturaleza, con las plantas, con nuestro entorno verde. ¿Y qué nos encontramos muchas veces? Que los árboles aparecen frecuentemente en los títulos y en las portadas, por eso no podíamos dejar de preparar una segunda entrega de los árboles que cuentan historias. ¿Alguien imagina un cuentacuentos mejor?
Pero, ¿qué puede hacer un árbol a un cuento? Puede embellecer una página con su majestuosidad o delicadeza, puede ser protagonista involuntario de una leyenda o una fábula, puede mostrarnos el camino hacia aquello que no sabemos ver, puede enseñarnos una lección. Igual que aquella higuera de nuestra niñez, que puede ser rincón, refugio, símbolo, o sueño, cada uno de los árboles de estos libros tiene un papel concreto en cada una de las historias que os presentamos. Acompañadnos y descubrid porqué todo el mundo, cuando encuentra un árbol en un cuento, enseguida, incluso aunque sea en contra de su voluntad, se pone de su parte.
El hombre árbol
En este cuento plagado de rimas tiernas, encontramos el antropomorfismo arbóreo por excelencia ya desde el título. El hombre árbol esconde una corona, pero no parece que le importe, aquello no altera sus días tranquilos ni sus pensamientos sosegados. Hasta que, un día, un ratón encuentra aquel símbolo de poder y, como podemos imaginar, hace uso. ¿Continuáis imaginando? Efectivamente, el ansia de dominio crece imparable y parece no tener límite.
Esta historia, narrada con unas imágenes potentes, por lo que tienen de terrible al mostrarnos la sumisión tranquila del árbol protagonista, nos habla del paso del tiempo, del ciclo de la historia, de la codicia, inagotable, de la paciencia, de la guerra y de la paz.
Como adultos asentiremos en cada página, con tristeza. Hemos visto un argumento así tantas veces. Los hechos desplegándose ante nosotros, la tragedia que avanza lenta pero imparable, y nuestra incapacidad de reaccionar. ¿Y el árbol? ¿Lo vive todo con resignación? ¿O espera paciente porque sabe que solo el tiempo pone las cosas a su lugar? Como niños, podremos reflexionar mucho en cada hoja, y sobre todo imaginar los pensamientos del protagonista, víctima y a la vez triunfador indiscutible. Y un consejo, tened calma, como nuestro cuentacuentos de madera, porque estad seguros de que, en historias así, a pesar del sufrimiento, la última página siempre nos regala un final feliz.
El libro de los árboles
Como muy bien dice su título, está lleno este cuaderno de árboles, y mira por dónde que como, además de por todo el libro, también están por todas partes, con ellos podemos hacer un recorrido por fragmentos de nuestra historia, y también por los mitos y las leyendas que hemos leído o que nos han contado. Como la obra está dividida en capítulos, os propongo que la disfrutéis despacio, uno por día, porque así asentaréis mejor aquello que se cuenta, y lo guardaréis con celo en el archivo de anécdotas que regalar en una conversación, y también podréis perderse en las coloridas ilustraciones que acompañen cada texto.
Veintidós días os durará en las manos, porque sus capítulos están dedicados a dieciséis especies concretas, como el manzano, el tejo, el eucalipto, o el olivo, y a cinco lugares donde sentirnos acompañados por una masa arbórea. Ah, sí, habéis calculado bien, falta uno, el primero, el origen de todo, el árbol de la vida, dado que de él nacen todas las historias, mitos y culturas, y es el que abre la lectura.
Después ya damos paso al olivo y la diosa Atenea, el bosque de Sherwood donde se escondía Robin Hood y transcurrían sus aventuras, el hanami y las tradiciones japonesas bajo el cerezo, la misteriosa Selva Negra de los hermanos Grimm, el castaño de indias que acompañó el sufrimiento de Ana Frank, la avenida de los baobabs, en Madagascar, tan presumidos, Newton y su manzana, la madera de fresno y el origen del Lacrosse. Podría seguir hasta llegar a completar los veintidós pero os dejo que descubráis vosotros mismos el resto de historias.
A nivel botánico, aunque un poco escondidos, también encontraremos dibujos útiles, dado que al final del libro hay una ilustración en doble página de todos los árboles juntos, para hacernos una idea de su altura, su porte y la forma de su copa, formando un bosque imposible ad hoc para nosotros. Además, bajo la numeración encontraremos el detalle de la hoja del árbol sobre el que trata el texto que estamos leyendo. Sumergíos en esta compilación de historias a través de la visión sencilla pero imponente de los árboles que las vivieron, las protagonizaron, o simplemente las adornaron, como hacen en nuestras calles y jardines.
Un árbol
Y ahora toca sentarse con los más pequeños y prepararnos para la hora del cuento. No importa si es antes de dormir o después de comer, siempre tenemos que buscar ese momento, y ahora yo os invito a que lo hagáis a través de los árboles. Alina es una niña con dos coletas y un firme propósito, plantar un árbol. ¡Ah! Parece una acción sencilla, quizá heroica para una niña, pero simple, con un resultado previsible. O al menos eso es lo que nosotros creemos, porque una semilla que crece es siempre, irremediablemente, el inicio de una sucesión de hechos.
Así que el libro nos va describiendo cómo, donde solo había un árbol, van apareciendo, digamos, más elementos. El inventario que había empezado con un árbol, va creciendo, y se llena de ramas, frutos, abejas, gorriones, semillas, e incluso… ¡hormigas! El listado se hace tan difícil, tan complejo, tan complicado de llevar, que Alina se cansa y te insta a ti a continuar las cuentas. Y no creas que es fácil, porque ni te imaginas con lo que te vas a encontrar. Y todo esto solo porque Alina decide plantar un árbol. Después de ver lo que pasa, ¿te atreves tú?
Atrapat
Sí, a pesar de la angustia del título, esta también es una opción para acurrucarse bajo las sábanas y dejar que otro árbol, este un poco especial, nos cuente una historia digna de un sueño. Además, los dibujos de Jeffers tienen algo mágico, un punto tierno pero inquietante que los vuelve interesantes ya cuando tienes el cuento en las manos y observas la portada. Por eso este álbum ilustrado te deja, casi desde el principio, como anuncia el título.
Una cometa roja, aventurera y loca, queda enganchada a un árbol de apariencia inocente. Floyd, el amo de la cometa, pretende (pobre inocente) recuperarla. No está fácil la cosa, así que para conseguirlo lanza con fuerza hacia ella su zapato. Una acción que no sirve de nada, bueno, sirve para que Floyd se quede sin zapato, porque queda atrapado también… y la cosa sigue, sigue hasta límites insospechados.
Unos límites que incluyen un orangután, un repartidor de leche, la pila de la cocina, un rinoceronte y un tráiler, entre otras cosas. Y así, de la cosa más ligera y pequeña, como puede ser una cometa juguetona atrapada en las ramas de un árbol, pasamos a la consistencia y surrealismo de una ballena! ¿Pensáis que esta es una historia imposible? Estamos contando cuentos, si no nos tomamos licencias locas el momento pierde toda la gracia, y el tema tiene solución, no creáis, porque al final es una cuestión de espacio y de una sutil amenaza. Ahora bien, ¿recuperará Floyd la cometa? Y lo que es más importante, ¿será infinita la capacidad “atrapadora” del árbol? No os perdáis este cuento si queréis averiguarlo. Y confiad en que todo acabará bien… ¿o no?
L’arbre Vermell
“A veces esperas, y esperas, y esperas, y esperas, y esperas, y esperas, y esperas, pero no pasa nada”
Este siempre ha sido un libro especial en mi estantería. No solo porque fue un regalo así, especial, sino porque su historia me dejó un regusto primero amargo, después dulce, y me removió por dentro. Y tardé en ser consciente de que un árbol, a pesar del nombre del cuento, era el centro de todo. Había tanta intensidad en cada página que el concepto de protagonista arbóreo, simplemente, se me escapó.
Un día, revolviendo para sacar todos aquellos álbumes susceptibles de aparecer en estas recomendaciones de lectura cayó en mis manos, y no me podía creer que la palabra árbol estuviera en el título. Este personaje rojo, el que da sentido a la historia, fuera de un jardín, de un contexto de naturaleza, iba tan cargado de simbolismo que se me había olvidado que finalmente era eso, un árbol.
¿Se puede dibujar la angustia? ¿La desesperanza? ¿El sufrimiento? Si sois devoradores de cuentos que se cuentan más por las ilustraciones que por el texto, sabréis que sí, que a veces una imagen tiene más fuerza que la palabra que la acompaña, porque muestra mucho y sugiere todavía más. La protagonista anónima que dibuja Shaun Tan comienza un día difícil. Podemos mirarla a los ojos o imaginar que somos nosotros. Sea como sea, iremos con ella haciendo un paseo donde hay tiempo para perderse en el silencio, en los significados, en los deseos frustrados, en la carencia de sueños, en la ausencia de objetivos o ilusiones.
¿Ella está triste? ¿Está deprimida? ¿Está perdida? ¿Desesperanzada? Estará lo que nosotros queramos, porque viviremos la historia desde nuestra propia experiencia e interpretaremos cada sentimiento como nuestro. Sabemos aquello que siente porque también lo hemos sentido, cambia la circunstancia, cambia el momento, cambia el lugar, pero la sensación es la misma. No es un camino fácil pero, al acabar el día, con tanto vivido a las espaldas, volveremos a casa con ella, y estará allí, el final, tal y como nos lo imaginábamos.
Bibliografia
1. Massimiliano Frezzatto (2019). El hombre árbol. Picarona. 24 pág.
2. Iris Volant (2018). El libro de los árboles. Cynthia Alonso (il.) Sm. 53 pág.
3. Rodrigo Mattioli (2019). Un árbol. Apila. 28 pág.
4. Oliver Jeffers (2011). Atrapat. Andana. 30 pág.
5. Shaun Tan (2001). L’arbre vermell. Barba Fiore. 29 pág.