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4 Jul 2013

Chico Mendes, el defensor del Amazonas

Su transición de humilde recolector de caucho a líder ecologista y fundador de la Alianza de los Pueblos de la Selva han hecho que la figura de Chico Mendes sea reconocida como la del máximo protector de la Amazonia, el gran pulmón americano.

Algunos dirán que Chico Mendes fue, simplemente, uno más. Uno más de los chivos expiatorios del poder capitalista, una más de las víctimas de los altos cargos brasileños en pro de un desarrollo ciego que se lleva por delante todo lo que encuentra, y en definitiva, uno más entre las decenas de militantes de izquierdas, sindicalistas, abogados, sacerdotes, ecologistas e indígenas asesinados durante décadas por defender la selva del Amazonas.

 

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Pero en realidad Mendes fue mucho más. Este brasileño de familia humilde consiguió lo que muy pocos han podido hacer hasta ahora, unir a sectores tan dispares como los partidos políticos, los campesinos, los trabajadores, la iglesia, los bancos y los ecologistas en torno a un proyecto común centrado en la defensa de la selva amazónica y de sus habitantes. Esta hazaña le dio la voz necesaria para que la comunidad internacional entendiera una situación silenciada hasta el momento y que necesitaba todo el apoyo y la visibilidad posible. Un arma de doble filo que lo hundió por siempre jamás en el silencio cuando fue asesinado por dos latifundistas brasileños.

 

Los soldados del caucho

Como en el caso de otros muchos brasileños, la vida de Chico Mendes estuvo ligada a la selva. Su padre, presionado por la fuerte crisis que vivía el país en los años 20, emigró de la parte más desértica de Brasil en la Amazonia en busca de materias primeras que le sirvieron para sacar a su familia adelante. Así, el padre se convirtió en seringueiros, una profesión muy extendida en aquella época, que consistía al recolectar de manera artesanal el látex del árbol conocido como siringa (Hevea brasilinesis), para fabricar el caucho. Una manera sostenible de explotar los bosques que respetaba el medio natural.

 

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Pero la demanda exponencial de caucho multiplicó el número de seringueiros que, amparados por grandes grupos económicos brasileños y norteamericanos, invadieron los territorios vírgenes enfrentándose de forma violenta a las tribus aborígenes que vivían en la zona. La población indígena menguó considerablemente, de hecho puede ser que entonces fue cuando empezó el declive real de la selva de la Amazonas. Pero cómo suele pasar en estos casos, pronto los colonizadores se convirtieron en los nuevos indígenas y se vieron obligados a convivir con las tribus y a adoptar algunas de las costumbres que los habían permitido sobrevivir durante siglos en la selva.

 

En poco más de veinte años el pequeño boom económico producido por la explotación de la selva a media escalera cayó en picado. Finalizada la II Guerra Mundial, el sudeste asiático se convirtió en el nuevo proveedor de caucho a nivel mundial y las empresas norteamericanas abandonaron los puertos y mojados brasileños. Los campesinos se vieron obligados a malvender su producción a mercaderes ambulantes, arriesgándose así a violar la ley que los indicaba que sólo tenían que vender caucho a los propietarios de los seringales. Los enfrentamientos con los caciques, el abandono estatal de la zona y la falta de servicios médicos, además de las duras condiciones de vida propias de la zona, produjeron la muerte de más de la mitad de los conocidos como “soldados del caucho”.

 

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Fue en este ambiente de miseria donde creció Chico Mendes (1944), pero él ya no era un colonizador, había nacido en la selva y se había criado allí, era un indígena más. Así, se vio siempre en la necesidad de defender su tierra, que era también su patria. Además, gracias a Euclides Fernández, un refugiado político que vivía en su poblado, Mendes aprendió a leer y a escribir, y sobre todo a comprender el mundo en el cual se había criado. Quería cambiar la situación en la cual vivía y así empezaron los primeros pasos del héroe.

 

La década de la destrucción y el nacimiento del ángel Mendes

“No quiero flores en mi tumba porque sé que irán a arrancarlas a la selva. Sólo quiero que mi muerte contribuya a terminar con la impunidad de los matones, los cuales cuentan con la protección de la policía de Acre, y que ya han matado a más de 50 personas como yo, líderes seringueiros, dispuestos a salvar la selva amazónica y a demostrar que el progreso sin destrucción es posible” Chico Mendes, 1988.

 

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Después de más de 20 años de crisis, a finales de la década de los 60, el gobierno de Brasil ideó un plan de activación económica de la selva vendiendo estos terrenos que legalmente no eran de nadie. No eran de nadie a pesar de que los indígenas habían vivido allí de forma pacífica durando miles de años y a pesar de que los seringueiros traían en la zona más de 30 años. Fue así como los fazendeiros (una palabra que podríamos traducir como hacendados o terratenientes) llegaron a la Amazonas. De acuerdo con una legalidad reescrita, estos grandes terratenientes adquirieron más de 6 millones de hectáreas de selva. La apropiación de los terrenos estuvo llena de una brutalidad totalmente amparada por el gobierno brasileño: se implantó una política del terror, las casas de indígenas y seringueiros fueron quemadas, sus esposas #secuestrar y violadas, y sus plantaciones ganaderas exterminadas.

 

La destrucción se instaló pronto en la selva amazónica. Los grandes terratenientes no dudaban a arrasar grandes extensiones de selva virgen utilizando métodos muy abrasivos como el napalm o la gasolina. Los suelos erosionados se convertían en estériles, y debido al humo y de la ausencia de árboles aparecían grandes nubes de mosquitos que transmitían enfermedades letales para la población de la zona como la malaria. Los terratenientes construían en las zonas arrasadas fincas y explotaciones de dudosa rentabilidad puesto que los suelos estaban destrozados y la expansión agrícola allí era inviable. Como las haciendas no eran rentables, en pocos años las mansiones y los terrenos eran abandonados en unas condiciones de aridez similares a las de un desierto. Por otro lado, los seringueiros, desnudados de casas y recursos, se instalaban en barrios de barracas amontonados y sin trabajo, en condiciones infrahumanas.

 

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En 1984 Adrian Cowell grabó La década de la destrucción (The Decade of Destruction) una serie documental de cinco capítulos producida por la televisión británica que lanzaba luz sobre la colonización destructiva del interior de Brasil, la crema de bosques a gran escala y el exterminio de nativos. Chico Mendes aprovechó ese momento para poner cara y dar voz a los indígenas. La comunidad internacional estaba conmocionada por el trabajo de Cowell, así que Mendes se levantó como una voz fresca que hablaba de desarrollo sin destrucción. Fundó la Central Única dos Trabalhadores, que le garantizaba apoyo dentro de su propia comunidad y va propulsar desde los sindicatos del seringueiros la creación de reservas extractivas, zonas protegidas para la explotación sostenible del caucho pero también para la recolección de plantas medicinales. Reservas que sólo garantizaban la conservación de los bosques sino también el cultivo de frutos silvestres y el mantenimiento de la forma de vida de las poblaciones tradicionales.

 

Pronto sus acciones tuvieron repercusión, los ecologistas norteamericanos querían conocer más sobre Mendes, sobre su vida y también sobre su ideario, que recibieron con sorpresa. Después, otros actores sociales como el gobierno de EE.UU., la iglesia o los sindicatos aprobaron la puesta en marcha de esas reservas extractivas que apostaba por la conservación antes de que por la destrucción. En 1987 Chico Mendes recibió el premio Global 500 por la ONU y la Medalla por el medio ambiente concedida por la Better World Society, un premio creado por el magnate de la comunicación norteamericano Ted Turner. El éxito de Mendes enfureció a los terratenientes y en diciembre de 1988 Chico Mendes fue asesinado por Darly Alves de Silva y su hijo Darcy, miembros de la Unión Democrática Ruralista. Finalmente, y gracias a la repercusión que tuvo el asesinato en toda Brasil, ambos fueron condenados a 20 años de prisión.

 

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El héroe, la figura de Chico Mendes, nació como tantos otros con su propia muerte. Se convirtió en un referente, en un modelo, en un ángel de la guarda para muchos que, igual que él, vivían y estimaban la selva. La cultura popular le ha rendido muchos homenajes con canciones (Paul McCartney, Maná), poemas y documentales, además diferentes premios dedicados al medio ambiente y la defensa de los derechos humanos por todo el mundo recuerdan su figura. Incluso ha sido creado O Instituto Chico Mendes de Conservação da Biodiversidade, que está vinculado al Ministerio de Medio ambiente de Brasil que nos mujer una idea de la importancia del personaje.

 

Sin embargo, la situación de la Amazonas no ha mejorado mucho. Según los últimos estudios, en 2020 es posible que sólo el 5% de la selva conservo su estado salvaje, y dentro de 20 años prácticamente el 90% de la selva perderá su carácter impoluto. El sueño de las reservas extractivas apenas pudo ponerse en marcha. Si queréis saber más sobre esta problemática y sobre este serengueiro que se convirtió en ecologista, os recomendamos el documental Chico Mendes. Defensor de la Amazonas (2008) o el más reciente, Chico Mendes. El precio del bosque (2010).

 

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Revista de divulgación científica del Jardí Botànic de la Universitat de València.
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