Jardines

28 Sep 2013

Al Gore, una serie de incómodas verdades

Al Gore se ha convertido en una de las personalidades más influyentes del ecologismo del siglo XXI. Ganador del Nobel de la Paz en 2007, su figura es sinónimo de protesta y lucha contra el cambio climático. Sin embargo, no todos apoyan las políticas verdes de este defensor del planeta.

 

El nombre de Al Gore saltó a la palestra internacional a principios de los años noventa cuando se convirtió en uno de los hombres fuertes del partido demócrata de EEUU. En 1992 se erigió como compañero de candidatura presidencial de Bill Clinton y después de la inesperada victoria del segundo los dos pactaron un binomio político que duraría toda la presidencia de Clinton. El año 2001, y arrastrando un cargo de vicepresidente durante casi una década, Al Gore se presentó como candidato a convertirse en el 43º presidente de los Estados Unidos, unas aspiraciones que se truncaron con el triunfo en las urnas de George W. Bush.

Así, decidió aparcar su faceta política y emprender una nueva carrera pública marcada por su carácter filantrópico, social y ecologista. Una nueva vertiente que lo ha llevado a convertirse en héroe y villano de una misma causa, levantando críticas y aplausos al mismo tiempo.

Al Gore y el calentamiento global
Después de un tiempo desaparecido de la esfera pública en 2006, Gore realizó el reportaje documental titulado “Una verdad incómoda”, un documento periodístico (audiovisual y bibliográfico) en el cual analizaba el cambio climático, sus causas y sus consecuencias, y donde instaba a desarrollar energías limpias que evitaran la destrucción del planeta.

 

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Con aquel trabajo Al Gore no solamente ganó Óscar al mejor documental, sino que también limpió su imagen tras la derrota electoral abriéndose camino como político bajo un nuevo punto de vista, el del ecologismo. Un año después de su éxito hollywoodiense, que le reportó fama mundial, Gore fue galardonado con el premio Príncipe de Asturias a la Cooperación Internacional por su “decisiva contribución a la solución de los graves problemas causados por el cambio climático que amenaza el planeta”, y también al 2007 le fue concedido el premio Nobel de la Paz por su contribución a la reflexión y acción mundial sobre el cambio climático. 

Sin embargo, el éxito institucional y el reconocimiento de Al Gore no fue aceptado como tal dentro del movimiento ecologista, y muchas organizaciones y partidos verdes denunciaron que a aquel cambio de imagen “del político al ecológico” era una estrategia política oportunista. Son muchas las voces que aseguran que el discurso alarmista de Gore se debe de al hecho de que el que fuera vicepresidente de EE.UU. eligiera la ecología como bandera de un nuevo integrismo, un nuevo caballo de batalla político para combatir a ese nuevo enemigo global que era el cambio climático. Y todo para apartar la atención, dicen, sobre las acciones empresariales de Gore que precisamente poco tenían que ver con su discurso ecológico.

 

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Es cierto que Al Gore siempre sostuvo posiciones antiprogresistas y antitecnológicas, y que en cierto sentido esto le ha acercado siempre a las posturas ecologistas. Pero también es cierto que su discurso verde ha pecado de cierta radicalidad no argumentada en criterios técnicos sino en actitudes moralistas que podrían calificarse cómo de cierto fanatismo mesiánico. Esta visión y algunas sombras sobre la vida empresarial de Gore han hecho que haya pasado de hombre comprometido con el medio ambiente a hombre que se lucra del medio ambiente y que su documental más famoso haya sido tachado por algunos sectores como alarmista, tendencioso y politizado.

A veces héroe, a veces villano
A nadie pasa desapercibido que Al Gore trabaje codo a codo con un importante grupo de publicistas del partido demócrata a través de los cuales ha creado la Alianza para la Protección del Cambio Climático. Además, en su momento, consciente de la capacidad de los medios para difundir y crear opinión, fundó su propio canal de televisión, Current, que por cierto, finalmente vendió a Al Jazeera. Y tampoco somos ajenos al hecho que es asesor y accionista de Google y miembro del consejo de administración de Apple, dos de las empresas tecnológicas más importantes del mundo. 

 

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Pero el más contradictorio de Al Gore es que sus relaciones empresariales parecen ir en dirección opuesta a del discurso ecologista que pregona. Y es que parece ser que su compromiso con el medio ambiente no le ha impedido tener buenas relaciones con petroleros (cómo Armand Hummer, del Occidental Petroleum) o con las tabaqueras más importantes de Latinoamérica. Además, es propietario de una de las minas de zinc más contaminantes de Norteamérica situada en Cumberland River Valley, en Carthage (Tennessee).

Entre 1998 y 2003 en la cuenca de zinc de Al Gore se registraron 724.800 kg de sustancias tóxicas en el aire, el agua y la tierra, y que además, recientemente, Gore ha vendido los derechos de explotación de sus minas a la empresa canadiense Strategic Resource Acquistion, que apuesta por retomar la actividad en la zona con la intención de explotar los más de 25 millones de toneladas de zinc que todavía se encuentran bajo tierra. 

Reality Drop, la denuncia convertida en una app
A pesar de las críticas y de las denuncias de esa doble cara de Al Gore, bien es verdad que el político y empresario ha decidido hacer oídos sordos y seguir apostando por la unión de tecnología y divulgación para traer a un público más amplio su discurso ecologista. Si hace unos años se valió del cine, hoy son las aplicaciones de tipo social el nuevo canal que pretende utilizar para concienciar sobre el cambio climático.

 

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Prueba de esto es la aplicación Reality Drop, una nueva herramienta conectada con las redes sociales y diseñada para informar a los usuarios sobre pruebas científicas que confirmen el calentamiento global y sus consecuencias. Esta iniciativa, promovida por la Fundación Climate Reality Project, está centrada en localizar todo tipo de informaciones que circulen por Internet sobre el cambio climático evaluando si son ciertas o no a través de parámetros científicos e invita a los usuarios a compartir aquellas que sean falsas en sus perfiles de Facebook o Twitter. 

La aplicación funciona a través de un sistema de recompensas en función de los contenidos que se comparten y de la evaluación de la información mediante tres colores: rojo, verde y gris. Los artículos de etiqueta roja identifican informaciones que niegan el problema del cambio climático, los de color verde aportan argumentos reales y científicos que acreditan su existencia y por último los de color gris aportan informaciones que se consideran neutrales. En este último caso, los usuarios registrados de Reality Drop pueden votar si están a favor o en contra del artículo gris y así ganar más puntos. Los votos por artículos compartidos se van acumulando y el usuario que llegoue a 5.000 puntos formará parte del Equipo de Reality Drop evaluando las informaciones y artículos contrarios para compartirlos con los usuarios. 

 

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Según el propio Al Gore, desde que apareció su polémico documental son muchas las voces que se han levantado negando la existencia del calentamiento global. Por eso, y siguiendo su discurso ecologista, asegura que Reality Drop simplemente busca aportar verdad y transparencia sobre el tema, para llegar a soluciones reales y luchar contra las falsas informaciones de los medios de comunicación de masas que parecen estar pagados por las empresas que más contribuyen al calentamiento global. Así, en este contexto nos planteamos si serán ciertas todas las informaciones que circulan sobre su doble moral como simples estrategias políticas para desprestigiarlo o si realmente son una serie de verdades incómodas sobre Al Gore.

Revista de divulgación científica del Jardí Botànic de la Universitat de València.
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