Jardinería

25 Ene 2013

El jardín de Lluís Guarner, una joya en el Camp de Morverdre

Un Jardín es un punto de encuentro entre el patrimonio cultural y natural, y el jardín valenciano es un elemento singular que muestra nuestras costumbres y estilos de vida tradicionales. Recorremos un ejemplo que pone en evidencia la importancia de los espacios verdes pequeños y desconocidos, y que muchas veces tenemos más cerca de lo que parece.

 


 

El Jardín de Lluís Guarner se enmarca dentro de la tipología jardinera del jardín tradicional valenciano, y se tiene conocimiento de su existencia desde 1831. Se trata de un jardín de estilo latino, estilo desarrollado a lo largo de más de veinte siglos en la cuenca mediterránea y que tuvo su embrión en el jardín árabe, gestándose con las culturas musulmana y cristiana, incluso después de la Reconquista. Así, el jardín valenciano pervivió en nuestro territorio hasta el siglo XVII, cuando empezó a decaer debido a la entrada de nuevas modas de origen francés. 


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Según documentos históricos e historiográficos, la existencia de la técnica jardinera en tierras valencianas es ya muy conocida desde la época romana. La fertilidad de las tierras constituyó un elemento clave para el desarrollo de las técnicas agrícolas y jardineras. La cultura hispano-árabe mejoró los sistemas de regadío romanos, e introdujo mejoras en las técnicas de cultivo, de aplicación directa en jardinería. Una jardinería que unía el aspecto práctico y productivo, una dualidad que se puede observar en el Jardín de Lluís Guarner, que lleva el nombre de su último propietario. Plasmando su carácter en el diseño del jardín, introdujo especies exóticas, cosa que se demuestra porque la edad de los ejemplares coincide con el tiempo que el intelectual valenciano utilizó la casa y el jardín como lugar de esparcimiento.

La vivienda y el jardín poseen un gran valor a muchos niveles: estético, ambiental, productivo, histórico, etnológico, artístico, arquitectónico, cultural, científico, identitario y emocional. Se trata de una típica construcción rural valenciana que se encuentra en un estado excepcional de conservación, y que posee como característica principal la limitación espacial de un muro que bordea toda la propiedad, estructurada en tres partes diferenciadas: la residencia, el jardín y el huerto. 

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Fotografía de Ángel Villalba


La primera constituía el espacio habitado por los antiguos residentes, el jardín podría definirse como la zona de esparcimiento, mientras que el huerto representa la zona de aprovechamiento hortofrutícola. Su valor botánico y paisajístico recae en el patrimonio arbóreo que actualmente se encuentra en estado de madurez. El valor artístico y cultural se hace visible en los azulejos cerámicos que se encuentran repartidos a lo largo del jardín, ornamentando todo tipo de elementos que datan desde el siglo XVIII hasta el XX. Posee también restos arqueológicos con finalidad decorativa, y estatuas de carácter pagano y religioso. Aún así, muchos espacios de la casa y del huerto-jardín han perdido su carácter, como el antiguo huerto de hortalizas, transformado en campo de naranjos, mientras que otros espacios han visto mezclados sus usos.

Esta maravillosa conjunción de patrimonio botánico y cultural la encontramos en la calle Sánchez Coello, al término municipal de Benifairó de les Valls. Pertenece a la Fundación Bancaja y es sólo visitable mediante cita previa con la Fundación Bancaja de Sagunto. 

El espacio dedicado al jardín
El jardín ocupa un total de 3.400 m2 y es un espacio ornamental donde encontramos los ejemplares botánicos de mayor edad, como el magnolio, la glicina o la araucaria. Aun así, encontramos la mayor cantidad de elementos arquitectónicos, artísticos y decorativos, como son bancos, fuentes o cenadores. El primer bancal, más cercano en la casa, se encuentra dividido en dos partes, la zona que queda más al norte muestra un estilo renacentista, mientras que la zona sur posee elementos exóticos y románticos. En cambio, en la zona del jardín que se encuentra en el segundo bancal se encuentra una mezcla de ambos estilos. 

 

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Fotografia d’Àngel Villalba


La zona renacentista constituye el jardín primigenio y original de la casa, con elementos como la topiaria, esculturas, fuentes, restos arqueológicos y azulejos tradicionales valencianos decorando bancos, pilares y muros. El espacio más cercano en la casa constituye el patio, donde el suelo está pavimentado con piedras rodadas y baldosas de barro y rodeno. 

En la pérgola adosada en la casa se encuentra una glicina de más de 150 años que sin duda constituye uno del ejemplares más valiosos del jardín. Uno de los espacios más característicos de esta zona es la balsa de agua, junto a la cual crece un magnolio de grandes dimensiones y de unos 160 años de edad, que constituye un icono del paisaje del jardín.

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La última subunidad en que podemos dividir el jardín se trata de la zona más alejada de la casa, donde se encuentran los ejemplares arbóreos más jóvenes con un exotismo aportado por especies a alóctona, como son el magnolio, la chirimoya y el aguacate.

Por otro lado, la subunidad del huerto es el resultado de sucesivas ampliaciones y transformaciones del espacio, que ocupa un total de 6.550 m2 a lo largo del segundo y tercer bancal. Es un terreno parcelado en campos de cultivo, puesto que se concibió desde un punto de vista productivo, pero ha perdido su carácter original y ya no se utiliza para la producción hortofrutícula, sino que se reconvirtió en campos de naranjos.

El jardín histórico, parte del paisaje y patrimonio
En la actualidad existe una carencia en cuanto a la valoración social del paisaje como categoría patrimonial, y más concretamente respecto a la jardinería histórica, fruto del desconocimiento. Por eso resulta imprescindible conocer y difundir el papel de la jardinería en nuestra sociedad desde la Antigüedad hasta la actualidad. 

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L’hort de Ribera, Carcaixent (1900). Col·lecció Teresa Ribera. Els horts de tarongers i les palmeres, tan habituals al nostre paisatge, formen part de la jardineria tradicional valenciana

 

Existe también un vacío en cuanto al estudio del jardín tradicional valenciano, considerado como elemento patrimonial a nuestro entorno social y cultural. Únicamente existen un par de obras dedicadas exclusivamente a su análisis, donde se recopila gran cantidad de información botánica, agronómica, etnológica y cultural. Pero es necesario reivindicar las calidades estéticas del estilo valenciano perdido, un estilo prácticamente olvidado dentro del jardín hispánico, víctima de las tendencias foráneas. El jardín valenciano se puede interpretar como un elemento singular dentro de nuestro patrimonio cultural, necesario para explicar la relación existente a lo largo de los siglos entre el hombre y el territorio, así como nuestras costumbres y formas de vida tradicionales. Constituye por lo tanto un elemento cultural característico de nuestro territorio, capaz de transmitir nuestros valores e idiosincrasia. 

Y para transmitir estos valores hace falta una metodología innovadora, a través de la cual se capte la atención de la ciudadanía. Parte de esta innovación se obtienen considerando el jardín como elemento singular dentro del Patrimonio Cultural valenciano. La singularidad viene otorgada por las características intrínsecas del elemento patrimonial: su valor botánico, cultural, etnológico, histórico e inmaterial, que en contadas ocasiones encontramos juntos en un mismo lugar. En el ejemplo que hemos mostrar el valor botánico es más que evidente con la presencia de más de 86 especies vegetales. 

Jardines anónimos con mucho que decir
La jardinería tradicional e histórica es una tipología patrimonial que sirve de unión entre el patrimonio cultural y natural. Esta dualidad permite interpretar el jardín como elemento que forma parte de un paisaje que ha evolucionado culturalmente, donde el hombre ha mantenido a lo largo de los siglos el contacto con la naturaleza de forma sostenible. 

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Uno de los principales retos es trabajar contra el desconocimiento sobre la relación entre el jardín, el paisaje y el patrimonio cultural. Tal vez, ese desconocimiento sea fruto de la forma de pensar en el mundo occidental, donde el jardín muchas veces se concibe como un simple espacio para el esparcimiento, el paisaje se ve como una fotografía de postal y el patrimonio cultural queda reducido a un icono turístico. 

Así pues, tenemos que girar estos estereotipos y aprender a otorgar valor a los elemento singulares que forman parte de nuestro patrimonio. Elementos que aunque sean desconocidos, no dejan de tener una gran importancia a la hora de explicar nuestra historia y la relación de nuestros antepasados con el entorno y el paisaje. Ejemplos de jardines pequeños pero no por eso menos importantes los encontramos repartidos a lo largo de nuestra geografía, entre ellos, muchos jardines que han quedado incluidos a los cascos urbanos y que nos ayudan a interpretar y entender nuestro pasado.

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Es fundamental dar a conocer estos espacios, puesto que sólo es posible valorar aquello que se conoce, y en el caso de la jardinería queda por delante una gran tarea de difusión. Una tarea que constituye una oportunidad para enseñar a valorar nuestro patrimonio más desconocido, a través de una visión donde no sólo se de importancia a las grandes obras artísticas y monumentales, sino también a todas las pequeñas obras y elementos de nuestro paisaje y territorio que nos ayudan a entender cómo somos y como nos relacionamos con nuestro entorno.

 

Visita virtual al Jardín de Lluís Guarner

www.flickr.com/photos/jardinguarner

 

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Licenciado en Biología. Máster en Patrimonio Cultural: Identificación, análisis y gestión.
Especialidad en Análisis y Ordenación del Patrimonio Paisajístico por la Universidad de Valencia. Especializándose en Biodeterioro del Patrimonio Cultural en el Instituto del Patrimonio Cultural de España.
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