¿Quién nos huele?
Árboles que parecen bailar el limbo en las pendientes montañosas, flores huidizas que crecen retorcidas en los alféizares de las ventanas y plantas que se comunican gracias al olfato. Sí, esto pasa en nuestro planeta, por marciano que suene.
Agua, minerales, luz, materia orgánica y a veces conversación. Sabemos qué necesitan las plantas pero, ¿cómo lo obtienen? La botánica explica que las comunidades vegetales no son tan pacifistas como parecen. La lucha por la luz, la colonización de nuevos ambientes y el parasitismo son practicados por los vegetales sin moverse del lugar, ¿o sí?
Los mordiscos de las carnívoras o los movimientos de los girasoles no son los únicos que los vegetales pueden hacer, es bien sabido que las plantas de interior crecen buscando la luz y para hacerlo a veces se tienen que retorcer. Otro ejemplo similar lo encontramos en los árboles que viven en las pendientes montañosas que elevan los troncos de forma paralela a la dirección de la gravedad. En ambos casos, el crecimiento presenta una tendencia, es decir, una dirección, basada en un estímulo concreto, la luz o la fuerza de la gravedad y es esta tendencia lo que denominamos tropismo.
El fototropismo es un ejemplo de tropismo en el cual el estímulo es la luz
Plantas que no lo parecen
¿Qué diríamos de una planta que ni es verde ni tiene hojas? Cuscuta pentagona es el nombre de esta aberración rampante y es además, protagonista de una investigación universitaria en Pensilvania que pretende descubrir el funcionamiento del olfato de las plantas. La cuscuta germina como una planta cualquiera, pero además de no tener clorofila y no puede sintetizar su propia materia orgánica como el resto de vegetales, tiene que precipitarse para encontrar una planta cercana. Cuando la encuentra, la rodea y fusiona el sistema circulatorio con el de la planta huésped de donde tomará la materia orgánica para mantenerse viva.
En el laboratorio de Consuelo de Moraes, jefa de la investigación, los científicos cultivaban cuscuta entre tomateras y trigo, y mira por donde, ¡la planta parásita prefería las tomateras! Esto despertó la curiosidad de los botánicos que decidieron fabricar eau de tomate donde mojaban algodón que colocarían en macetas cercanas a la cuscuta. No fue ninguna sorpresa que la cuscuta creciera en la dirección del aroma de la falsa tomatera.
Cuscuta pentagona intentando llegar a la tomatera para parasitarla. Brian McClatchy/De Moraes and Mescher Labs
Comunicación vegetal
Abejas que comen néctar, murciélagos que sincronizan sus migraciones con la floración de los cactus de los desiertos mejicanos o flores apestosas irresistibles para las moscas. La comunicación entre organismos tan diferentes no nos extraña, ¿por qué tendría que hacerlo entre los propios vegetales?
Flor cadáver
En Méjico se estudió un fenómeno curioso, las hojas del garrofón (Phaseolus lunatus) sufren el ataque indiscriminado de unos escarabajos que, al mordisquear las hojas estimulan la producción foliar de unas sustancias que repelen el ataque de los coleópteros. Pero no sólo la planta que es comida reacciona de esta forma sino que las plantas vecinas también lo hacen. Quizás nunca lo habíamos pensado pero, ¿y si las plantas huelen el aroma que desprenden?
La originalidad publicitaria nos presentó hace una meses un helecho twittero que vive en un museo de Barcelona. Conocido como Mister Melville Green, esta planta tiene un dispositivo que detecta los niveles de humedad y de temperatura y responde a preguntas como ¿Tienes sed? a través de las redes sociales. Ahora ya no parece tan disparatado que las plantas se comuniquen entre ellas.
Dispositivo electrónico que permite a la planta chatear por las redes sociales. Imagen propiedad de Botalicalls, creador del dispositivo
El sentido olvidado
El olfato es el sentido menos valorado fuera del mundo de la perfumería o de la cata. Cuando acercamos la nariz para oler, entran a través de nuestras fosas nasales pequeñas partículas que acompañan el aire que respiramos. Al adherirse a los receptores correspondientes, el bulbo olfativo funciona como un transformador y envía señales nerviosas al cerebro que se encargará de decirnos si nos gusta o no ese aroma.
Por supuesto, las plantas no tienen cerebro ni nariz, pero sí responden a estímulos químicos volátiles. La cuscuta, la planta parásita, responde fisiológicamente a las sustancias volátiles que el huésped emite y crece a vida o muerte hacia la tomatera mientras que el garrofón advierte a sus vecinos del ataque del escarabajo.
Garrofón
Una compañía inmejorable
Miles de años de evolución conjunta han hecho que el hombre mantenga una estrecha relación con las plantas y sus aromas. El ajo y la cebolla, tan presentes en nuestra cocina, tienen propiedades antisépticas, las aromáticas ahuyentan a los mosquitos o, ¿quién no ha puesto nunca un ramillete de jazmín en la mesilla de noche?
Maduramos siguiendo la dirección de los estímulos circundantes del mismo modo que un árbol crece retorcido en una ladera montañosa. Recibir los estímulos correctos representa un gran porcentaje del desarrollo personal pero al otro lado de la balanza tenemos que colocar las respuestas, los tropismos. Sólo nosotros somos capaces de gestionarlos con optimismo y bondad. Más nos vale puesto que no sabemos nunca quién nos huele.