Investigación

23 Ago 2014

Huellas en la Antártida I. De Tierra Australis Ignota al Tratado Antártico

Una nueva blogger de Espores inicia una pequeña serie de artículos refrescantes sobre su experiencia como investigadora antártica. En esta primera entrega nos esboza la breve pero intensa historia del continente helado.

La Antártida, el continente austral, la última frontera, el único trozo de tierra sin nacionalidad. En la actualidad la Antártida vive entre la ciencia, el turismo, la diplomacia y la presencia militar y la vida allí está bastante normalizada, a pesar de la profusión de protocolos de seguridad que condicionan cada paso. Con eso y con todo, el que va allí, incluso si es por turismo, siente el privilegio de pisar las huellas de los grandes expedicionarios. La Antártida no ha perdido aún sus tintes épicos.

 

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Anuncio que publicó Shackleton para reclutar la tripulació de la Expecidión Imperial Transatlántica, con el cual consiguió unos 5.000 candidatos para 28 plazas.

 

Australia fue nombrada así por Mathew Flinders, que propuso esta denominación en 1804, alentado por el botánico Sir Joseph Banks, patrono de la expedición. Flinders consideraba que no era posible que hubiera más tierra al sur y que era ese nuevo continente la Terra Australis Incognita, la masa de tierra largo tiempo buscada que compensaba el volumen de los continentes en el hemisferio norte. Así le fue robado a la Antártida su nombre legítimo, porque esta tierra, ignota pero sospechada desde la Grecia clásica, no fue avistada hasta 1820. Entonces comenzó la llamada Era Heroica de las exploraciones antárticas que permitieron conocer el último rincón de la tierra, hasta la pausa decretada por la Segunda Guerra Mundial. Pero éste es el relato del hombre occidental, claro está, porque hay indicios de que las tribus de Tierra del Fuego llegaban ocasionalmente hasta territorio antártico cazando focas.

 

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El equipo británico de Scott un diía después de encontrar que Amundsen había llegado al Polo Sur antes que ellos. Todos murieron en el camino de vuelta de extenuación, hambre y frío. Autor: Henry Bowers

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El explorador noruego Roald Amundsen, primer hombre en llegar al Polo Sur geográfico. Fuente: National Geografic

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El británico Ernest Shackleton, jefe de una de las expediciones más heroicas de todos los tiempos.

 

Volviendo al hombre blanco, en aquel tiempo la Antártida era un lugar reservado a héroes y locos. Hubo unas 20 expediciones y otras tantas bajas en el intento de medir y cruzar el continente. La expedición de Robert F. Scott, ha pasado tristemente a la historia por haber concentrado el mayor número de muertos, 5 incluido el propio Scott, después de haber llegado al Polo Sur geográfico, justo después de su competidor Roald Amundsen. Al contrario que el gran Ernest Shackleton, que logró fama imperecedera a pesar de no lograr el objetivo de su segunda expedición, cruzar el continente antártico, por las innumerables hazañas que realizó para devolver sana y salva a su tripulación.

 

Conflictos modernos: la ciencia al rescate de la Antártida

Nada más finalizar la Segunda Guerra Mundial, el interés por la Antártida resurgió de nuevo. Acabada ya la fase exploratoria, las naciones se esforzaban por hacer valer sus derechos de conquistadores unos y su proyección geográfica otros. Además, el nuevo escenario de la Guerra Fría hacía temer a EE.UU. un posible conflicto con la URSS en el Ártico, donde están más próximos geográficamente, y la Antártida parecía un lugar menos sensible para enviar tropas en misión de adiestramiento militar. Hasta finales de los años 50, se sucedieron varios conflictos diplomáticos y militares entre Argentina, Chile y Gran Bretaña, y entre EE.UU. y la URSS. Los americanos, candidatos a primera potencia mundial, pero sin reclamaciones territoriales legítimas sobre la Antártida, fueron los primeros en proponer la tutela internacional de la ONU para el continente, intentando mantener a la URSS fuera de este juego de poder. Obviamente, la URSS no estuvo de acuerdo con ninguna propuesta que no la incluyera en pie de igualdad con los americanos.

 

Entre julio de 1957 y diciembre de 1958, un periodo de intensa actividad solar y por lo tanto propicio para el estudio de fenómenos ionosféricos, se desarrolló el Año Geofísico Internacional, centrado en investigaciones llevadas a cabo en la Antártida. El objetivo era utilizar tecnología militar desarrollada durante la guerra con fines pacíficos y profundizar en el conocimiento del continente austral, para lo cual se creó un comité científico especial (Scientific Cometee on Antarctic Research, SCAR) con los 12 países que desarrollaban en ese momento investigaciones antárticas. Otras naciones fueron invitadas a participar, asumiendo que su participación no conferiría derechos de soberanía y con el compromiso de retirar las instalaciones científicas al acabar el Año Geofísico Internacional. Llegado el momento, la URSS se negó, aduciendo que las investigaciones estaban todavía en marcha. La ciencia había entrado de lleno en la Antártida, y también su uso como coartada para mantener la presencia militar de los gobiernos en litigio.

 

Eisenhower convocó en 1958 la Conferencia Antártica con los integrantes de la SCAR en un intento de desbloquear el conflicto y el titánico esfuerzo culminó en 1959 en la firma del Tratado Antártico, que supuso, en plena Guerra Fría, el primer acuerdo internacional de control de armas al prohibir expresamente las pruebas nucleares. La Antártida quedó consagrada al uso con fines pacíficos y a la libre investigación científica para el desarrollo de la humanidad. El intento de internacionalización de la Antártida fue bloqueado por los países reclamantes de soberanía y solo se alcanzó una suspensión de las reclamaciones, es decir, el tratado no establece que la Antártida sea territorio de todos, sino que no es territorio de nadie.

 

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Situación de las bases antárticas permanentes. Autor: Teetaweepo.

 

Los países firmantes fueron los 12 que hasta ese momento habían registrado reclamaciones territoriales o mantenían presencia en la Antártida, a saber: Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Estados Unidos, Francia, Japón, Noruega, Nueva Zelanda, el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, Sudáfrica y la Unión Soviética. El tratado quedó abierto a la firma de otros países, hasta completar los 50 actualmente firmantes. De ellos, 28 países, incluida España, son miembros consultivos de pleno derecho y los restantes son miembros adheridos, con voz pero sin voto en las reuniones del tratado. Una vez más, la ciencia es pieza clave en esta distinción, pues para llegar a ser miembro consultivo es necesario contar con una base antártica nacional o tener una importante actividad científica, mientras que los signatarios originales no pierden su condición, aún en ausencia de actividad investigadora. En la actualidad, el número de bases que dan apoyo logístico a la investigación antártica, con todas las ventajas que ello aporta y también con su coste ambiental, es discutiblemente elevado, cerca de 70 bases, la mayoría concentradas en las Islas Shetland del Sur y la Península Antártica.

 

El Protocolo de Madrid

A la vista de la creciente presencia humana en la Antártida, se firma en Madrid en 1991 el Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección de Medio Ambiente, donde se consagra la Antártida como una “reserva natural dedicada a la paz y a la ciencia”. Se zanjan las disputas sobre la posible explotación de las riquezas minerales ya que se prohíbe explícitamente toda actividad relacionada con los recursos minerales si no es por motivos científicos. Igualmente, se establecen códigos de conducta ambiental, la necesidad de estudios de impacto para todas las actividades humanas, incluidas las científicas y el turismo, cada día más pujante, y se establecen protocolos para la gestión de residuos.

 

¿La Antártida desmilitarizada?

La presencia militar por sí misma no está permitida en la Antártida, sin embargo, las partes del tratado acordaron que las labores logísticas y de seguridad las realizara personal militar de los distintos países miembros para mejorar la seguridad del personal científico civil en un medio tan hostil como la Antártida. En la actualidad, el personal militar se ha hecho esencial para el desarrollo de muchos proyectos antárticos llevados a cabo, tanto a bordo de los buques oceanográficos, como en tierra firme, o sobre una lancha neumática. Sin embargo, además de las tareas directamente relacionadas con el trasiego de personal científico, apoyo a la investigación y mantenimiento de las bases, también hay países que realizan regularmente patrullas de vigilancia.

 

Esta es la Antártida de hoy, amparada por la ciencia y abierta al ciudadano, pero también expuesta a la degradación y todavía acosada por los intereses de los gobiernos. Es la Antártida que pude ver en la campaña del 2012-13, ahora que ya no hace falta ser héroe ni loco para seguir las huellas de Shackleton.

 

Imagen de cabecera: Frank Hurley, Imperial Transatlàntic Expedition. The Ralls Collection.

Profesora de Botánica en la Universitat de València
Las plantas me dan de comer, literal y figuradamente ¡cómo no voy a quererlas! Hago calceta y, si valoras tu vida, no me preguntes nada cuando estoy contando puntos. En los viajes siempre llevo mis acuarelas, lectura, punto y música antigua.
extern Colaborador Externo
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