Carmelo Maria Musarella: “Si haces educación ambiental en la primaria y la secundaria hay una percepción de la naturaleza que se te queda dentro, lo llevas para toda la vida”

Este verano compartimos unas semanas con un investigador de la Universidad de Reggio Calabria, en Italia, cuya historia está ligada a nuestro Jardín Botánico desde hace más de veinte años. A Carmelo Maria Musarella se le enciende la voz al hablar de su trabajo, que le lleva por la conservación, el estudio de la florística y la etnobotánica, entre otros campos relacionados siempre con las plantas. Disfruta con lo que hace y por eso, nada más terminar la carrera, se vino un año con una beca a Valencia y, en el Jardín, pasó por sus diferentes departamentos llevándose una experiencia laboral intensa, así como una idea global de todo lo que puede ser un Jardín Botánico. Ese fue el inicio de su carrera y ahora, cuando ha vuelto con un intercambio años después, aprovechamos para que nos cuente su historia, nos explique a dónde le ha llevado, y también de muchos otros temas más. Porque a Carmelo le gusta conversar y a nosotros escucharle.

Cuéntanos qué haces en Valencia

He venido con un intercambio dentro del proyecto Erasmus, un Erasmus staff para gente que trabaja en la universidad. Hay de dos tipos, el teaching, para dar clase, y el training, para mejorar las técnicas de trabajo. Estoy en esta última y he escogido julio porque no tengo clases.

Pero no es tu primera vez en nuestro Jardín. Hace veinte años ya de tu experiencia aquí. ¿Qué recuerdos guardas de aquello?

Decir bonito es poco. Me quedé un año trabajando, colaborando con mucha gente, prácticamente con todos los que estaban aquí, y con muchos de ellos conservo amistades. Por ejemplo, Olga Ibáñez y Maria José Carrau. Empecé mi trabajo con ellas en el gabinete de didáctica y esto fue muy importante porque me ayudaron desde el principio a encajar en el Jardí Botànic, conociendo cada día a más gente y su trabajo, y a aprender el idioma. Vine cuando acabé la carrera, a través del antiguo director, Manuel Costa, para aprender todo lo que se podía sobre biología vegetal, y la mejor manera era una inmersión en el Jardín. Aunque no era nuevo para mí porque yo crecí académicamente en el Jardín Botánico de Messina. Aquí seguí con actividades que ya había hecho, como en el herbario o con la didáctica, y trabajé cosas nuevas como el banco de semillas. La experiencia aquí me ayudó a la hora de empezar el doctorado, la perspectiva que yo tenía era más teórica y fue un año de experiencia práctica. Se convirtió en el primer paso en mi recorrido universitario.

Jardín Botánico de Messina

Dices que sigues vinculado a nuestro Jardín a través de las personas ¿Con quién sigues teniendo contacto?

Conservo muchos amigos, y de trabajo he tratado muchas veces con Jesús Riera, el conservador del herbario, cuando necesitaba consultar pliegos o intercambiarlos. También he venido de paso en persona al herbario alguna vez y hemos salido al campo.  Se quedó un espíritu de amistad y colaboración desde 2003, cuando me fui. Y aunque ha pasado mucho tiempo, 20 años son muchos, parece que fue el otro día, como si me hubiera ido solo de vacaciones.

Pero no has estado todo este tiempo de vacaciones, ni mucho menos. Explícanos tu campo de investigación

Mi campo principal es la flora y la vegetación, de hecho ya en Valencia hice inventarios de vegetación con Pilar Soriano. En Italia saqué una beca doctoral en Catània sobre fitogeografía y sigo manteniendo ese interés, porque gracias a estos conocimientos he realizado los estudios de los hábitats. Cada seis años tenemos el monitoreo de los hábitats de la red Natura 2000 como universidad Mediterranea de Regio Calabria y el conocimiento de la flora y vegetación son básicos para este tipo de estudios. En canto al estudio de la flora trabajamos en dos líneas, nativa y exótica, por ejemplo en la nativa intentamos evaluar el grado de conservación de algunas especies endémicas de nuestro territorio, al sur de Calabria, y cómo se están enfrentando al cambio climático.

¿Y sobre flora exótica?

Ponemos particular interés en la flora invasora, que es la que más preocupa tanto en la UE como en las administraciones locales, ya que presenta una amenaza no solo para flora autóctona, también para los animales porque afecta a los hábitats. De esto la gente no es consciente si no ven daños inmediatos. En este caso son efectos más a lo largo del tiempo y desde la ciencia se debe asesorar de manera correcta a la administración.

También estás trabajando en un proyecto de arbolado

Sí, hemos colaborado con la ciudad metropolitana de Regio de Calabria. El departamento AGRARIA donde trabajo y el grupo que se ocupa de ciencias forestales y ambientales está asesorando en los planes de forestación urbana, primero los financiaba el gobierno italiano y ahora ya hay financiación de la UE para plantar árboles en las ciudades metropolitanas italianas. Cada ayuntamiento nos dice cuáles son las áreas que se pueden arborizar y nosotros aconsejamos, planeamos, dibujamos algunas veces los modelos que se pueden aplicar, dependiendo de las condiciones locales de climatología, del suelo, la exposición y otros. 

¿Y cómo se ve después el resultado de esa arborización? ¿No resulta artificial?

No es un bosque en el sentido clásico, son plantas autóctonas, entre árboles y arbustos, evitando filas seguidas de la misma especie y edad, que a largo plazo tengan una forma natural, para que cuando yo vea el resultado dentro de diez o veinte años pueda decir: ¿esto es natural o plantado? Nosotros usamos la palabra “naturaliforme”, que significa que el resultado final debe dar la impresión a la gente que lo ve de que es espontáneo. En el equipo somos un botánico, un ingeniero hidráulico, un ingeniero forestal y un silvicultor, cada uno con sus competencias, asesorando a los que diseñan el proyecto final.

También me has comentado que trabajáis la parte etnobotánica, rescatando la nomenclatura de las plantas en lenguas minoritarias

Hablamos del uso de las plantas en las comunidades locales y de su valor en los diferentes pueblos. La gente ya no va al campo para obtener medicinas o comer, por diferentes razones, porque no conoce las plantas y porque no tiene tiempo. Todo este conocimiento se va perdiendo. Concretamente investigamos un área de especial interés en nuestra región, el área Grecánica, donde se sigue hablando un idioma raro, en el sentido que se habla solo allí, mezcla entre el griego antiguo y una lengua local. Muy poca gente sigue hablándolo, y muy poca gente sabe llamar a las plantas con el nombre grecánico, ni siquiera en italiano.

¿Y en qué consiste el proyecto?

Intentamos que no se pierdan estos conocimientos, y los recolectamos por medio de entrevistas a la gente. Y aquí entra también la biología de la conservación, porque hemos descubierto que algunas de estas plantas son endémicas. Por tanto, nos estamos planteando si la gente las sigue aprovechando como recurso. Si la respuesta es no, tratamos de conservar lo que se sabe, y si la respuesta es sí, algunas plantas tienen amenaza de extinción, por lo que valoramos una propuesta que apoye el desarrollo de la economía local. Investigamos qué planta se utiliza, cuánto y para qué. 

Así el proyecto acaba teniendo una aplicación práctica directa

Claro, la misma empresa que ahora nos está ayudando de forma voluntaria podría ser la empresa piloto que la cultive y la distribuya, consiguiendo recursos para ella y para la gente que trabaja en la empresa, que es de la zona.

Trabajas con mucha gente diferente, ¿qué importancia tienen los grupos interdisciplinares en lo que haces?

Son imprescindibles. No solo porque la ley italiana apoya y financia estos proyectos, también porque sería imposible para mí, por ejemplo, que soy “simplemente” botánico y puedo saber las relaciones que tienen las plantas en los diferentes hábitats, no sé cómo hay que plantarlas, no me ocupo de esto. Sé cómo están en la naturaleza y cómo se relacionan entre ellas, pero no cómo cuidarlas, plantarlas o gestionar el suelo.  Por eso cada uno, desde su competencia, tiene que hacer su contribución.

Así que ya no concibes un equipo sin estas aportaciones

Nunca he estado de acuerdo, cuando otros profesionales que lo hacían todo ellos me parecía que no se podía hacer así, lo siento. Si por ejemplo eres un director de obra, no puedes decirme qué plantas hay que poner, puedes saber lo que te diga alguien de un vivero, pero esto no tiene nada que ver con un proyecto de reforestación urbana. Incluso puedes llegar a hacer daño en proyectos como hacer una plaza, porque imagínate que pones gramíneas exóticas, del hemisferio sur, que cuando las traemos aquí florecen dos veces al año y multiplican su efecto alérgeno. Entonces la gente que antes solo tenía alergia en primavera ahora la tiene también en otoño.

¿Ves muy difícil que la gente de la calle entienda la aplicación de la botánica fuera del ámbito, por ejemplo, agrícola o medicinal?

Cuando la gente es mayor es muy difícil, debería explicarse desde pequeños, es fundamental y lo tengo muy claro porque he trabajado siempre en educación también y sé que es la única manera de que la gente pueda enterarse de la importancia que tienen las plantas. Cuando estuve en el Jardín Botánico de Messina era monitor de didáctica y los niños lo tenían muy claro. Cuando eres adulto no aprendes porque que te lo digo yo, puedes ver las cosas de una manera que quizá no encaja con la mía, y no es que la mía sea la verdadera, pero desde el punto de vista ambiental creo que tengo algo que decir. Si haces educación ambiental en la primaria y la secundaria hay una percepción de la naturaleza que se te queda dentro, lo llevas para toda la vida. No vamos a ser todos botánicos, pero debemos tener los principios para decir: sí, entiendo lo que dices.

Siguiendo el hilo de la educación, tú trabajas en una universidad y nuestro jardín es universitario, ¿crees que las universidades, al menos en tu país, tienden suficientes puentes con la ciudadanía? ¿Te parece que están conectadas con la realidad de su entorno?

En mi campo, por ser muy aplicado, tengo más facilidad para relacionarme con la gente, de la ciudad y de los pueblos, no es lo mismo que un científico que está todo el día en el laboratorio sacando ADN. Por mi experiencia, tengo que decir que mi universidad está muy atenta en este sentido, y tenemos una ventaja, que somos una universidad pequeña dentro de la ciudad, y es más fácil para nosotros estar cerca de la ciudad misma. Pero también tenemos muchas relaciones con las escuelas. Creo que las universidades tienen que seguir por este camino, nosotros lo llamamos “tercera misión”. Las misiones son: la investigación, la enseñanza y, la tercera, la divulgación de los conocimientos que producimos, al exterior. Es un pilar para nosotros: nuestro Rector, el Profesor Giuseppe Zimbalatti nos pide siempre que pongamos atención a la ciudad y al entorno.

En cuanto a las ciudades, hemos hablado de vuestro proyecto de arbolado y sabes que Valencia este año es Capital Verde Europea. ¿Qué pasos están dando las ciudades para mitigar los efectos de la emergencia climática, y en qué puntos te parece que siguen más estancadas? 

Justo por el proyecto de forestación urbana, lo que veo es que en las ciudades, en general, se preocupan más de reformar los pisos para que sean energéticamente eficientes o en poner placas solares. Me parece muy bien, pero solo eso no debería bastar. Creo que el tema de los árboles es importante, y es una de las razones por las que la UE se ha planteado esta urgencia de plantarlos en las ciudades. Las ciudades metropolitanas en Italia lo están haciendo.

Por otro lado, me da miedo ver algunas acciones voluntarias que, aunque se hacen con buena intención, pueden ser peligrosas. Por ejemplo, no puedes plantar árboles por donde sea o los árboles que tú quieras. O la gente que quiere tirar bombas de semillas porque, aunque son plantas con flores y bonitas, ajustas una cosa… 

Y desajustas otra

Claro, eso lleva mucho gasto de dinero, y no ayuda. Hace falta gente que les aconseje. ¿Queréis tirar bombas de semillas? Bien, os dejamos tirar bombas, pero os decimos las semillas y os decimos dónde. Hay una frase que decimos en mi grupo de trabajo: el árbol correcto en el sitio correcto; y yo siempre añado una tercera parte, en el momento correcto. Así que yo me alegro con estas acciones por el sentido que tienen de cariño para el medio ambiente, la sensibilidad, pero eso no siempre quiere decir que va a ayudar. 

Háblame de la palabra “decrecimiento”, que ya ocupa un lugar importante en el debate ambiental. ¿Qué piensas sobre este concepto? Antes se consideraba algo negativo, pero está adoptando otros matices, para que no se le tenga miedo y podamos revertir procesos establecidos

No he oído mucho hablar del término, no en Italia, pero la palabra lo dice todo. Mientras hablabas me imaginaba a un niño creciendo solo en altura, ¿eso es un crecimiento? Creo que la manera de crecer tiene que ser equilibrada. Hay un refrán en latín, in medio stat virtus, lo interpreto en este caso como que hay un momento para ser más progresistas y otro más conservadores. Dependiendo de la época, de la gente, del sitio, de las razones sociales, hay que hacer elecciones diferentes.

Vivimos en una época en la que nadie tiene tiempo, y menos para la filosofía ambiental, y cuando tenemos que hablar de un tema como este, que es muy serio y muy preocupante, hay que hablar mucho y hablarlo bien. Y la gente que nos puede ayudar es la que tiene más conocimientos. Un decrecimiento debe ser equilibrado. ¿Cómo hacerlo? Eso sería otra entrevista y no sé si soy la persona más adecuada para hablarlo.

¡Ya me has reflexionado mucho!

Si tuviese que sacar un pensamiento mío rápido, es que si cada uno cumple con su deber, y lo hace bien, no aprovecha más de lo que necesita, ya no tendríamos que preocuparnos de este tema, seguro. Equilibrio y honestidad.

Eres padre de dos hijos, ¿cómo les explicas lo que está pasando a nivel ambiental? ¿Cómo lo planteáis en casa? 

La teoría es fácil. La práctica a veces no te sale tan bien. A mí me gusta un verbo español, enseñar, porque en italiano tiene dos traducciones: insegnare y también es de mostrar, ti faccio vedere. Es un verbo muy bonito porque yo para explicártelo te lo tengo que mostrar, me gustan esos dos significados o sentidos. Con los residuos, por ejemplo, cuando eran pequeños no estaba seguro de si teníamos que explicárselo, por si no lo entendían. Y al final nunca se lo he explicado, ellos veían como yo lo hacía.  Te digo eso porque a veces, o creo que casi siempre, con los hijos, con los jóvenes sobre todo, no hay que hacerse demasiado los profesores, hay que enseñar en el doble sentido que te decía, sin preocuparse de que aprendan rápido o no aprendan, porque cada niño tiene su tiempo de aprendizaje. 

Eso aquí se llama “predicar con el ejemplo”

Creo que la palabra útil sería coherencia. Si tú eres coherente con lo poco que vas a decir, no les dices mejor esto o lo otro, que lo vean, que lo escuchen, y si tú eres coherente, no tienes que hacer nada más.

¿Qué consejo le darías a quien se quiera dedicar ahora a la botánica? Según tu experiencia, ¿crees que vale la pena enfocar hacia eso tu futuro?

Le contaría mi historia, no porque tenga que seguirla, pero podría servir de consejo. A mí me gustaba la biología en secundaria, sobre todo la parte de zoología, pero también era una época en la que se hablaba mucho del tema ambiental, que había crisis, que todo iba mal, por lo que me planteé cuál era la carrera para ayudar al medio ambiente, además de disfrutarlo. Elegí biología. Empecé al principio con todo muy general, y luego en Italia antes se elegía en el cuarto año la dirección que querías escoger, y yo ahí ya me había enamorado de la botánica.

Lo que le preguntaría a un joven es si le gusta de verdad. Es un poco como la novia. (sonríe) ¿A ti te gusta porque es guapa o porque estás comiendo y piensas en ella? Si estás comiendo y piensas en que te quieres ir al campo a dar una vuelta, eso ya es una señal de que te gusta la naturaleza lo suficiente, así que tienes que hacer lo que te gusta, incluso aunque te digan que de eso no hay mucho trabajo. A mí me decían que qué iba a hacer siendo biólogo, ¿análisis clínicos? Que me pusiera de ingeniero. No conozco a ningún ingeniero que no trabaje.

¡Eso es cierto!

Pero es que a mí no me gusta, y si tengo que hacer un trabajo que no me gusta no creo que vaya a hacerlo bien. No sé si me equivoqué. A lo mejor siendo ingeniero, a los 25 ya habría acabado la carrera, estaría trabajando y ya tendría nosecuanto tiempo de plaza fija. Pero yo he hecho lo que me gustaba y creo que lo estoy haciendo bien. La gente por lo menos no me dice que lo estoy haciendo mal, y eso ya es algo. Si eliges lo que quieres hacer lo harás bien seguro. Y aunque habrá momentos de crisis, como en cualquier campo de tu vida, seguirás en ello porque te gusta y eso te hará crecer paso a paso.

Total, que no te hiciste ingeniero

Al final no.

¡Tu Jardín Botánico favorito? No vale decir el nuestro

¿Sin contar este?

Este no me vale

Tengo mucha afición a los jardines, he crecido en ellos. El primero es el Jardín Botánico de Messina, allí hice la carrera y trabajé después como monitor. Sigo teniendo relación con el jefe de jardineros, y los trabajadores de allí que antes eran mis profesores ahora son mis colegas. Es mi primera casa botánica. Y el segundo Jardín en el que yo he trabajado, bueno, el tercero después del de Valencia, es el de Catania, que era mi base de estudio y trabajo para mi doctorado sobre flora y vegetación de Grecia. 

Jardín Botánico de Catània

Acabemos con un espacio natural en el que no has estado y al que te gustaría ir

Un sitio a donde casi voy con un proyecto internacional fue el Amazonas. Es un sitio que, aunque sea real, es mítico, y creo que cualquiera que trabaje en naturaleza quiere ver ese paraíso tan intenso de biodiversidad. Ni te lo puedes imaginar. Midiendo la densidad de seres vivos que hay en un metro cuadrado tendría que quedarme a estudiarlo o a entenderlo. Ese sería el sitio.

Pues nada, ¡ya tengo 52 minutos de entrevista!

Es que hablo mucho, ¿verdad? ¡Hablo demasiado!

¡Qué va! Ha sido un placer

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Responsable de Cultura y Comunicación del Jardí Botànic UV
Me gusta la música, los libros, viajar, escribir, la divulgación científica e ir al cine con todas las consecuencias; hacer cola, comer palomitas... Me divierte ordenar con mis hijos la colección de coches de Cars. Nunca he comprendido las reglas del tenis y me da dentera cortar la pizza con tenedor y cuchillo.
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