Entrevistas

27 Nov 2020

Botánico del mes: Dani Montesinos

Dani Montesinos
Recolectando semillas para el Australian Tropical Herbarium (2019)./ Aurora Zuzuarregui

La figura de Félix Rodríguez de la Fuente y el amor por la naturaleza de su familia le hicieron interesarse por la biología aunque su verdadera vocación por las plantas surgió mientras estudiaba en la Universidad. Dani Montesinos, especialista en ecología evolutiva ha trabajado con el profesor Ray Calaway con plantas invasoras y actualmente es investigador en el Australian Tropical Herbarium de James Cook University, Dani es nuestro botánico del mes.

¿Qué te atrajo de la Botánica?

Como a mucha gente de mi generación los documentales y libros de Felix Rodriguez de la Fuente despertaron en mí mucho interés hacia la naturaleza, algo que en mi familia también se apreciaba y potenciaba mucho. Pero aquellos documentales estaban muy enfocados en animales, y otros organismos aparecían en un contexto bastante zoocéntrico. Aun así, siempre me llamó mucho la atención la ecología, y entender como unos organismos influenciaban a otros a través de una red de interacciones. Aunque debo agradecer a mi madre su amor por las plantas y sus lecciones sobre cómo cuidarlas, sólo descubrí mi verdadera vocación por ellas como estudiante de biología. Recuerdo muy bien mi primera clase de botánica con el Prof. Antonio Aguilella, al usar la lupa para diseccionar unas flores y pensar, que bonito, es increíble que estas flores tan modestas y discretas oculten tanta belleza, y a partir de ahí todo mi interés se enfocó en las plantas.

Iniciándome en la botánica con mi madre Elena (Finales de los 70)./ Francisco Montesinos

¿Nos podrías resumir tu trayectoria profesional?

Estudié biología en la UV y comencé a colaborar con la Prof. Isabel Mateu como alumno interno del Departamento de Botánica. Poco después surgió la oportunidad de realizar un pequeño proyecto de investigación sobre Silene diclinis, un clavelillo silvestre endémico de La Safor, en colaboración con Patricio García-Fayos, del Centro de Investigaciones de Desertificación (CSIC-UV-GV), y esa fue la base de mi DEA (Diploma de Estudios Avanzados, que es como se llamaba entonces a lo que se convirtieron en “Masters”). Ese contacto con Patricio me facilitó trabajar como técnico de investigación en un proyecto de restauración de taludes de carretera en el CIDE, y luego conseguir una beca de doctorado con Miguel Verdú y Patricio en el mismo centro, estudiando la ecología de la sabina albar (Juniperus thurifera). 

Trabajando en mi Tesis con Juniperus thurifera con el equipe de laboratorio del CIDE (2005)
Izda-Derecha, arriba abajo: Jaume Tormo, Gabriel Ballester, Patricio García-Fayos, Tono Bellido, Miguel Verdú, Gabriela Gleiser, Jorge Porrúa, Daniel Montesinos, y Esther Bochet

Tras mi doctorado trabajé algo más de un año en el Parc Natural de la Tinença de Benifassà, el lugar más bonito y agreste que se puede encontrar a dos horas de Valencia. Ahí conseguí una beca postdoctoral del Ministerio para ir a Montana, en EEUU, donde transicioné hacia el estudio de plantas invasoras con el Prof. Ragan Callaway un experto de nivel mundial. Después de Montana gané altra beca postdoctoral en la Universidad de Coimbra, en Portugal, donde enlacé con un contrato de investigador de cinco años. Al final de ese contrato conseguí una plaza de investigador en el Australian Tropical Herbarium (CNS) de la James Cook University, en los trópicos Australianos, donde sigo trabajando con plantas invasoras.

En la defensa de su tesis (2007)./ Pedro Villar, Pedro Jordano, José Ramón Obeso, Pedro Rey, Patricio García-Fayos, Daniel Montesinos 

¿En qué consiste tu trabajo?

Como investigador enfoco mi trabajo en desarrollar experimentos que nos permitan entender que características dan ventajas a las plantas invasoras cuando son introducidas en nuevos hábitats. Las plantas invasoras son muy interesantes porque de alguna manera son “experimentos no planeados” que nos permiten entender que ocurre cuando una planta es expuesta a un ambiente diferente. Las plantas introducidas que consiguen sobrevivir y adaptarse a su nuevo ambiente a menudo desarrollan adaptaciones evolutivas en periodos de tiempo muy “cortos” (cien o doscientos años), y es así precisamente como consiguen dominar los hábitats que colonizan. Esto es muy importante porque muchas plantas nativas también tienen que adaptarse a ambientes cambiantes, por ejemplo, ahora mismo, como consecuencia del cambio climático. Estudiar la ecología de las plantas invasoras es importante por dos motivos, primero, nos permite entender como tienen tanto éxito y, por tanto, cuales son los “puntos débiles” que podemos atacar para controlarlas; por otro lado, entender como consiguen adaptarse y tener éxito en diferentes condiciones también nos da pistas sobre como las plantas nativas, o cultivos importantes para la alimentación humana, podrían también adaptarse a un clima que está cambiando a una velocidad nunca vista en la historia de la Tierra.

Trabajando como técnico en el Parque Natural de la Tinença de Benifassà (2008)./Laura Belliure, Maite Pastor, Daniel Montesinos

Tu especialidad es la ecología evolutiva de plantas. ¿Qué te interesó de este campo de estudio?

Me encantan las plantas, y me apasiona entender como funcionan los sistemas naturales, con esa combinación, sólo podía acabar trabajando en ecología de plantas. Me hubiera encantado ser un botánico “de verdad” pero muy pronto descubrí que no tenía las habilidades adecuadas para seguir esa carrera, ¡sobre todo porque tengo una memoria terrible! Así que, aunque mis inicios fueron en el Departamento de Botánica, de alguna forma por selección natural, dirigí mi atención hacia el estudio de las interacciones entre unas pocas especies y su ambiente, en lugar de estudiar muchas especies de plantas diferentes.

¿Qué impacto o repercusión tienen los resultados de tus estudios?

Aunque trabajo con plantas invasoras mi investigación no es muy aplicada. Estudio plantas invasoras para entender como funcionan las plantas, y como colonizan nuevos ambientes y como reaccionan a nuevas interacciones con organismos diferentes, y eso es muy informativo sobre como funcionan los ecosistemas, y como dejan de funcionar cuando son invadidos. El conocimiento que produzco tiene aplicaciones, claro, pero normalmente son otros investigadores y gestores los que “toman el testigo” y utilizan lo que yo he descrito para desarrollar intervenciones de gestión aplicadas. Me parece otro buen ejemplo de la importancia de la investigación básica para poder tener el conocimiento que permita desarrollar aplicaciones. Pocos investigadores tienen la capacidad de hacer ambos tipos de investigación: básica y aplicada, y la idea de que sólo la ciencia aplicada tiene interés no tiene trayectoria a largo plazo. Por eso, creo que mi investigación tiene un impacto importante a largo plazo, a través de otros investigadores y profesionales, en áreas desde la conservación de hábitats, la gestión de plantas invasoras, la gestión de hábitats en respuesta al cambio climático, e incluso la adaptación de cultivos a condiciones de sequía.

Recolección de semillas Centaurea. California (2009)./ Margarita Zorrilla

Cuéntanos en que proyecto trabajas ahora mismo.

Mi trabajo es muy biogeográfico. Consigo semillas de una especie de varias regiones del mundo, incluyendo del rango nativo y varios rangos no-nativos. Con esas semillas desarrollo experimentos en invernadero, en el que estudio las diferencias entre plantas de la misma especie, pero provenientes de diferentes partes del mundo. Es fascinante comprobar como la misma especie puede ser mucho más grande, o producir muchas más flores en una parte del mundo que en otra, incluso cuando todas las semillas están creciendo en exactamente las mismas condiciones de invernadero. Estas diferencias entre regiones, sobre todo cuando se mantienen tras varias generaciones, nos indican que las plantas están evolucionando de forma diferente en las diferentes regiones que colonizan, para adaptarse a las pequeñas diferencias climáticas y ecológicas de cada región. Lo más interesante es que como sabemos de forma aproximada cuando fueron introducidas en cada región, podemos estimar la velocidad a la que la evolución puede funcionar. Las plantas invasoras nos han enseñado que la evolución por selección natural puede ocurrir en periodos inferiores a 100 años, y mi trabajo con el abrepuños amarillo (Centaurea solstitialis) ha mostrado que algunas especies invasoras están empezando a presentar barreras reproductivas entre poblaciones del rango nativo en España y el rango no-nativo en América. Esto es increíble porque antes pensábamos que la evolución, y mucho más la especiación, sólo podría ser evidente tras miles de años de selección natural, y gracias al estudio de plantas invasoras ahora sabemos que algunas barreras reproductivas pueden aparecer en poco más de 100 años.

¿Qué relación tienes con el Jardí Botànic de la UV?

El Jardí Botànic de la UV es muy especial para mí, he visto muchos jardines botánicos en el mundo y el de Valencia sigue siendo mi preferido. Por el tamaño asequible, que al mismo tiempo es suficientemente grande para albergar una colección muy representativa de plantas e incluso hábitats que en una sola mañana se puede ver todo de forma relativamente completa. También me parece excelente el mantenimiento que tiene, está siempre muy bien conservado, con plantas muy bien etiquetadas y colecciones muy bien cuidadas. Se nota que la Universitat se ha comprometido en mantener un servicio de extrema importancia para muchos otros científicos más allá de la botánica. Desgraciadamente no todas las universidades tienen una visión tan clara y coherente de la importancia de dotar de unas condiciones mínimas a los herbarios y jardines botánicos.

¿Has conocido personas interesantes gracias a tu trabajo?

Bueno el mundo de la ciencia es un refugio para gente peculiar, y lo digo en el buen sentido. Hay muchas inteligencias y alguien muy inteligente en un aspecto (inteligencia analítica, matemática, espacial) puede no ser tan inteligente en otros. Aquí entra claro el estereotipo del científico con poca inteligencia emocional, que creo que es cierto a menudo, pero no tanto. Algunas de las personas con más inteligencia emocional que he conocido eran también extremadamente inteligentes en muchos otros ámbitos. Te llena de humildad darte cuenta de lo inteligentes que llegan a ser algunas personas con las que te encuentras y con las que trabajas, pero lo considero un privilegio, poder convivir en un espacio en el que la diversidad, también la diversidad intelectual, es aceptada con cierta normalidad.

En Montana (EUA) con su hijo Lucas (2011)./ Margarita Zorrilla

¿Qué importancia tiene la divulgación? En el caso de la briología, por ejemplo, ¿se le da suficiente cobertura?

La divulgación está muy bien, pero es una profesión. Creo que se pone mucho énfasis en que los investigadores divulguen, pero la realidad es que los investigadores raramente tienen los conocimientos y las habilidades necesarias para divulgar de forma efectiva. Hay un número creciente de divulgadores que trabajan muy bien comunicando el resultado de los trabajos de investigación, y ese es un camino que hay que seguir. Pero no tiene sentido pedirle a un investigador que invierta una cantidad significativa de tiempo en producir materiales que no está preparado para producir o distribuir, creo que estamos en el punto en el que la petición de invertir tiempo en divulgar tiene que ir acompañada de la petición de que se haga siempre bajo la supervisión, y en colaboración, con una persona capacitada para comunicar ciencia.

¿Qué futuro le espera a la botánica? ¿Cómo valoras la situación laboral del sector?

La botánica es una ciencia inevitable en este planeta. No podemos tener una sociedad sin personas dedicadas a la botánica, es inimaginable. Desgraciadamente las disciplinas de historia natural se encuentran en una situación delicada. El sistema científico actual promociona ciencias experimentales como la ecología o la genética, pero estas ciencias experimentales no se podrían desarrollar sin apoyarse en las colecciones de historia natural de los herbarios, jardines botánicos, o museos zoológicos. Alguien que desarrolle una carrera en el campo de la taxonomía tiene muy difícil competir en un sistema diseñado para promocionar ciencias experimentales. La solución que veo es que las instituciones entiendan que la historia natural es la base de todas las demás ciencias naturales, y que provean de recursos que garanticen que suficientes profesionales sean formados para proveer de este servicio básico. Debería haber líneas de financiamiento específicas para taxonomía e historia natural, quizá como convocatorias específicas para doctorandos y proyectos, gestionadas a través de los propios jardines botánicos y museos.

¿Cuál es la habilidad imprescindible para tu trabajo?

Hay una frase que encontré en Twitter que me resulta muy inspiradora: “No tengo ningún talento especial, simplemente soy muy perseverante”. La ciencia normalmente es una carrera de fondo. Hay personas extremadamente brillantes, pero incluso esas tienen que hacer un trabajo que ofrece pocas satisfacciones en el corto plazo. Muchas habilidades pueden ayudarte, pero la principal es ser perseverante, y creativo, innovador, etc., pero siempre perseverante.

¿Te consideras discípulo de algún botánico o botánica en especial?

Me considero muy afortunado de haber tenido todos y cada uno de los supervisores que he tenido, desde Isabel Mateu y Patricio García-Fayos hasta Miguel Verdú y Ray Callaway. Cada una de estas personas me ha enseñado un aspecto complementario de lo que es ser un científico sin el cual no consigo imaginar poder llegar a ser un profesional competente.

¿A qué botánico o botánica te hubiera gustado conocer en persona?

Me hubiera encantado conocer a Alexander von Humboldt. Siempre me atrajo su trabajo y las referencias esporádicas que tenía de su vida, pero recientemente leí “La invención de la naturaleza” de Andrea Wulf y su vida y trabajo me cautivó de forma irreversible. Es un libro muy ameno e interesante en el que repasa su vida de una forma casi novelística, y que además nos hace entender el importante momento histórico en el que la naturaleza pasó de ser vista como algo negativo y peligroso a ser apreciada por sostener condiciones adecuadas para nuestra vida. De alguna forma Humboldt fue el primer ecólogo y también el primer ecologista, en un momento histórico en el que comenzaron a ser evidentes los efectos negativos de la revolución industrial en el medio ambiente.

¿Cuál es la peor parte de tu trabajo y la más gratificante?

La peor parte de la investigación científica es, como leí en una entrevista a otra investigadora “que estaba cansada de sentirse estúpida cada día”. Investigar significa ir donde nadie ha ido nunca. La mayoría de las veces sólo un poco más lejos, pero siempre donde no ha ido nadie, al fin y al cabo por eso es investigación. Esto es muy interesante y motivante, pero también puede ser muy desgastante a largo plazo, porque constantemente nos encontramos con sentimientos de inseguridad. Debemos interpretar esos sentimientos como una señal de que estamos en el camino correcto, en lugar de seguir el camino complaciente de repetir lo que ya sabemos hacer, pero es más fácil decirlo que realmente integrarlo, claro. Para mi la mejor parte es supervisar a estudiantes. Como investigador no doy clases, o sólo de forma muy esporádica como profesor invitado, pero dirijo estudiantes de Master, Doctorado, y en ocasiones pequeños proyectos de investigación. Ver a una estudiante progresar y crecer profesionalmente, y entender que he puesto mi granito de arena para que esa persona llegue quizá más lejos que donde yo he llegado, es de lo más gratificante que he experimentado. No me considero una persona especialmente brillante, pero creo que soy un buen científico, y que soy bueno enseñando a otras personas más brillantes que yo como serlo.

 

 



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