¿Podemos restaurar el medio natural?
En un mundo en el cada acción humana repercute directamente en el medio ambiente tenemos que buscar fórmulas para que cada ecosistema vuelva a su estado natural de forma sencilla y eficiente. Este intento de volver al punto cero se conoce como restauración ecológica. las dunas de la Devesa del Saler pueden ser un buen ejemplo.
En contra de lo que pueda parecer la restauración ecológica no tiene nada que ver con la cocina, la gastronomía o la alimentación. Por decirlo de una forma muy sencilla, la restauración ecológica consiste en ayudar al medio ambiente a crear procesos que le devuelvan a su estado original. La acción del hombre sobre el medio tienen consecuencias y cada una de nuestras acciones, cada uno de los pasos que el mundo humano ha dado hacia la conquista de los territorios naturales, tiene un precio. La degradación de los recursos naturales es una realidad a la que muy poco son ajenos y sus resultados, devastadores. Las modificaciones del hombre por la explotación del medio durante siglos han producido la pérdida de vegetación y de suelos, aguas y atmósfera contaminadas, recursos energéticos perdidos, destrucción de hábitats, erosión genética y baja reproducción de especies que llegan a extinguirse, y toda una serie de cambios climáticos, geológicos y evolutivos que afectan al ser humano y a todo lo que nos rodea.
En este sentido, y aunque no lo veamos de forma tan evidente, conocemos formas de restauración ecológica que están al alcance de nuestra mano como por ejemplo, la reforestación. Pero está claro que no todo es plantar árboles y que volver al estado primigenio o lo más similar es un proceso mucho más amplio y complejo, que a veces parece imposible. En este sentido, la restauración ecológica da un pequeño empujón a la naturaleza para devolverle algunos de sus componentes, y que sea sostenible y estable persiguiendo tres grandes objetivos: recuperar el área dañada, rehabilitarla con especies autóctonas y extranjeras, y devolverla a su estado original vegetal y animal.
¿Cómo es el proceso de restauración ecológica?
McHanon & Jordan definen la restauración ecológica como “llevar un ecosistema a su estado original previo”. Otros autores como Laura María Jackson se refieren a ella como “el proceso de alterar intencionalmente un sitio para establecer un ecosistema” con el objetivo de imitar la estructura, la función, la diversidad y la dinámica del ecosistema a restaurar. El concepto es muy amplio y relativamente nuevo, pues comenzó a tenerse en cuenta a partir de la década de los ochenta del siglo pasado.
Aunque en España la puesta en práctica de proyectos de restauración ambiental no está muy desarrollada sus orígenes experimentales se remontan a la década de los años 30. La persona que puso en marcha este proceso fue el silvicultor Aldo Leopold, considerado como uno de los pioneros de la ética ambiental. Hoy en día empresas como Biohabitats, dirigida por el arquitecto norteamericano Keith Bowers, venden con éxito proyectos de restauración ecológica en todo el mundo, especialmente en África y en América Central. Según Bowers el trabajo de restaurador medioambiental es una profesión de futuro debido a la situación de nuestro planeta y por eso es necesario que los profesionales se formen en materias específicas para ser capaces de integrar conceptos de índole ecológica, económica y social, y saber proponer soluciones viables en los espacios degradados.
Ayer y hoy de la restauración ecológica: Aldo Leopold i Keith Bowers
El proceso de restauración ecológica es largo. La persona encargada de hacer el trabajo de campo ha de saber observar y conocer el terreno y la dinámica de los sistemas temporales y espaciales que en él influyen. El proceso comienza con el estudio del desarrollo del ecosistema y de los distintos factores que conforman todos los cambios, incluidos los humanos. Esta es la única forma de conocer la situación y las posibilidades de recuperación de cada zona. Procesos artificiales como la estabilización física del terreno, los procesos químicos o la introducción de individuos de una especie son una parte mínima del global del proceso.
Dentro de la restauración ecológica se apuesta por mejorar y restablecer las relaciones entre los componentes naturales de un ecosistema tales como agua, suelo, plantas, animales y bacterias. Simultáneamente estas relaciones se estimulan con el fin de que sea el propio ecosistema el que las autorregule. El resultado final es un espacio físico recuperado, que tiene herramientas para ser autosuficiente y que, por lo tanto, es totalmente sostenible.
Entre las ventajas de un ecosistema restaurando está el mantenimiento de beneficios asociados con la producción de alimentos, el buen estado de salud de la tierra y la mejora de la calidad del agua. En contra está el factor económico puesto que la restauración ecológica es más cara que otros métodos. Según un artículo publicado por la BBC en julio de este año restaurar una hectárea de bosque puede costar hasta 19.000 euros. Sin embargo, esta cifra no debe llevarnos a engaño: una vez realizada la restauración el ecosistema no necesita mantenimiento, así que ésta debe entenderse más como una inversión a medio o largo plazo, además de la mejor solución para recuperar de forma eficiente los ecosistemas dañados.
Existen varios procesos de restauración. El restablecimiento de la producción de las tierras degradadas es uno de los más demandados, especialmente en las zonas más pobres y con una población más densa, por ser las más castigadas. A este proceso se le conoce como “de sucesiones secundarias” y suele desarrollarse en suelos favorables para la colonización de especies secundarias y bancos de semillas. Su éxito depende del grado de degradación del sitio, y este a su vez de la fertilidad del suelo y del tiempo que haya sido explotado, y el proceso suele durar entre diez y veinte años. En las labores de restauración del suelo también cobra mucha importancia la reforestación de plantas arboráceas y sistemas agroforestales. Está claro que estas nuevas plantas no sustituyen a los bosques pero son muy eficaces para mantener funciones ambientales y conservar la diversidad biológica, además de proporcionar un sistema de ingresos estable.
Otros tipo de acciones de restauración ecológica son las introducciones, consistentes en la liberación deliberada de individuos de una especie dentro de un área de la que no son nativos para establecer una población autosostenida, pero tienen el peligro de que las nuevas especies acaben convirtiéndose en una plaga agresiva que acabe con la población autóctona. También las las reintroducciones, cuando el restaurador busca devolver a un área su estado original de biodiversidad animal o vegetal, o las traslocaciones, relacionadas con el manejo de poblaciones silvestres de animales que se mueven de una zona a otra para aumentar el tamaño de las poblaciones pequeñas o para conservar especies endémicas amenazadas de extinción al ser reubicadas en otros sistemas. Incluso los llamados corredores biológicos, que permiten a las especies cambiar sus distribuciones geográficas y mejorar los flujos genéticos.
¿Cómo sabemos si una restauración está bien hecha? La Devesa de El Saler
Según los expertos los criterios para comprobar si una restauración se ha completado con éxito son su coste, si hemos conseguido sostenibilidad real y los seres vivos pueden vivir y reproducirse sin ayuda del hombre, si el ecosistema es capaz de protegerse frente a especies invasoras, si la productividad del ecosistema es similar a la original, y si lo es el nivel de biodiversidad.
La labor de restauración requiere el trabajo conjunto de un equipo formado por economistas, sociólogos, ecólogos, edafólogos (expertos en suelos) e ingenieros. Son muchos los que critican que muchas prácticas de restauración ecológica pueden llegar a deteriorar más el medio ambiente por realizarse como obras corrientes y por lo tanto se rigen por una legislación que no es la adecuada. En España, la Constitución incluye la restauración ecológica a título de mandato de reparación de daños causados en el medio ambiente, aunque sólo se aplica en la práctica en la minería.
Una de las excepciones en España fue la restauración de una zona de dunas en la Devesa de El Saler, en la albufera valenciana, una zona especialmente castigada por un importante plan urbanístico que afectaba a costas y playa. El paso de la maquinaria pesada en la época de construcción arrasó el cordón dunar paralelo a la playa. La destrucción de las dunas modificó la dinámica natural de las playas favoreciendo la erosión de las mismas, a la vez que aumentaba la vulnerabilidad de las construcciones aledañas frente a los temporales.
Para regenerar el sistema de dunas se diseñó un plan de restauración que afectaba a un total de siete kilómetros de costa. La restauración de la Devesa de El Saler se llevó a cabo en tres partes: primero, se hizo una restauración geomórfica del suelo; después se llevó a cabo una reforestación de especies vegetales en las dunas para fijar la arena en la que se pensó en las especies que mejor contribuirían a la formación de la duna; y por último se realizó un acondicionamiento de la zona teniendo en cuenta que se trata de una zona de uso público. Las campañas informativas y de educación ambiental contribuyeron a entender y respetar la restauración de este ecosistema. Gracias a esta acción de restauración las dunas de El Saler han recuperado su funcionalidad biológica como barrera física frente a catástrofes naturales y han vuelto a un punto de biodiversidad similar al original.
Algunos enlaces relacionados:
http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2013/07/130628_ciencia_restauracion_ecologica_ig.shtml