Conservación

13 Oct 2013

Madagascar, tesoro de especies

La Gran Isla Roja es todo un paraíso en cuanto a biodiversidad se refiere, debido sobre todo a su largo periodo de aislamiento. Paisajes y especies únicas en el mundo que también sufren los estragos de la deforestación, que se ha convertido en un grave problema medioambiental

¿Sabías que Madagascar es la cuarta isla más grande del mundo y que alberga el 3.2% de la biodiversidad total del planeta? Una islaafricana situada en el océano Índico, frente a Mozambique, con 1.600 km de largo y 580 km de ancho que presenta una extensión total de 587.000 km2, superando incluso a España que tiene 505.992 km2.

 

Hace unos 180 millones de años, Madagascar, que estaba encajada entre India y África formando el supercontinente Gondwana, empezó a fragmentarse. Sin embargo, continuó unida a África 20 millones de años más y no alcanzó su situación actual hasta hace unos 88 millones de años. Un largo período de aislamiento que junto con su particular topografía y su gran variedad de climas, desembocaron en un tipo de paisaje, flora y fauna únicos en el mundo.

 

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Topográficamente es una isla muy compleja, con una meseta central elevada que desciende gradualmente hacia la costa oeste, sur y norte, pero separada de las tierras bajas del este por pendientes escarpadas. El pico más elevado es el macizo Tsaratanana, un volcán extinguido que alcanza casi los 3.000 m de altura y donde ya no se registra actividad alguna aunque sí la hubo en el pasado.

 

Esta variación topográfica, combinada con el efecto de los vientos y de las corrientes oceánicas, son los causantes de la gran variación de climas. Las regiones del este son muy lluviosas, sin prácticamente estación seca y con temperaturas medias que oscilan los 20-25 ºC; Mientras que en el oeste las lluvias son moderadas, con unos ocho meses secos al año y temperaturas medias más altas, y en el sur y sureste predomina un clima semiárido, con pocas lluvias, una estación seca muy prolongada y temperaturas suaves. En cambio, en la meseta central, las temperaturas pueden llegar a ser muy bajas, con heladas e incluso nieves ocasionales. Esta gran variación climática condiciona fuertes diferencias en la vegetación, dando lugar a un bosque tropical lluvioso en el este, uno caducifolio en el oeste y otro particularmente espinoso en el sur.

 

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Bosque tropical

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Bosque caducifolio

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Bosque seco y espinoso

 

Y es que Madagascar alberga una flora y fauna rica en especies endémicas, que la convierte en uno de los lugares más emblemáticos del mundo en cuanto a diversidad e interés por su conservación. Sin ir más lejos, el 100% de mamíferos terrestres nativos, el 92% de los reptiles, el 44% de las aves y el 74% de las mariposas son exclusivas de la isla.

 

Y si nos centramos solo en su flora, hay que decir que esta isla alberga unas 12.000 especies de plantas, algo a destacar si tenemos en cuenta que la superficie del continente africano es 35 veces mayor y solo tiene el triple de especies vegetales aproximadamente. Además, de ese gran número de especies vegetales que encontramos en la isla un 90% son endémicas, es decir, que no se encuentran de forma natural en ninguna otra parte del mundo.

 

Pero también hay otros muchos datos sorprendentes que ponen de relieve la magnitud que alcanza la diversidad vegetal de Madagascar: 260 géneros endémicos, 170 especies de palmeras sólo crecen en esta isla, casi 1.000 especies de orquídeas, con aproximadamente el 85% exclusivas, y también único refugio de seis especies de baobabs, de las ocho especies conocidas en el género.

 

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El consenso actual es que muchos de los linajes endémicos de la isla han evolucionado a partir de eventos de colonización a través del océano y desde el continente africano desde hace 65.5 millones de años hasta el presente, o que son relictos anteriores a la separación de la isla del continente. La gran riqueza de especies de plantas y animales de esta gran isla africana, todavía está muy lejos de ser conocida, aunque sólo durante la última década se han descubierto cerca de 615 taxones nuevos.

 

La biota de Madagascar, única, y diversa, ha evolucionado aislada del contacto con los humanos hasta que llegaron hace aproximadamente 2.300 años. Tras su llegada, se produjo una pérdida rápida de los grandes mamíferos nativos, de la que parece que los humanos fueron probablemente los principales responsables. También en los últimos años se ha constatado una pérdida notable de la cobertura vegetal. Es difícil estimar cuál era la dimensión de la cobertura original boscosa de la isla, y de hecho, hay un amplio debate sobre cuánta superficie estuvo cubierta por bosques. Pero de lo que sí hay constancia es de datos concretos que confirman un acelerado proceso de deforestación. La cobertura vegetal en 1953 era de 160.000 km2 (el 27% de la isla) y se vio reducida a 99.000 km2 en 2000 (el 17% de la isla).

 

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La deforestación de Madagascar no puede entenderse si se desliga del contexto socioeconómico en el que está inmerso el país. Y es que esta isla, con aproximadamente unos 20 millones de habitantes que viven en su mayoría bajo el umbral de la pobreza, se sitúa entre los 15 países más pobres del mundo. El 61% de la población vive fuera del área urbana e interacciona directamente con el ecosistema natural, mediante prácticas habituales que tienen un impacto severo en el entorno, como la caza, el aclareo para proporcionar tierras de cultivo para la agricultura, o la extracción de madera y carbón vegetal.

 

La crisis económica mundial unida a la inestabilidad del actual gobierno, ha paralizado la inyección de capital exterior y ha empobrecido todavía más algunos sectores de la población. Ante esta situación, poner freno a los problemas medioambientales se ha convertido en un asunto totalmente secundario. Así, probablemente el gran reto que tiene que abordar ahora Madagascar es el de conseguir ese difícil equilibrio que potencie la mejora del bienestar social y vele a su vez por la preservación del entorno.

Dra. en Ciencias Biológicas. Investigadora del departamento de Biosistemática del Jardín Botánico de la Universidad de Valencia y Vicepresidenta de la Fundación Yelcho
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