Conservación

23 Jul 2015

La oportunidad del periurbano

Font: https://www.flickr.com/photos/anvica/

Imaginar un cinturón verde en una ciudad puede parecer positivo, pero es un arma de doble filo. A pesar de su valor natural y agrícola, el crecimiento periurbano suele tener tratamiento de segunda clase y un desarrollo que tiende al caos. Pero se puede superar con éxito la frontera entre lo rural y lo urbano creando un entorno periférico que cubra necesidades recreativas y de ocio, y que acoja usos agrícolas de proximidad. ¿Te apuntas a la periurbanización de calidad?

La frontera que delimita la separación entre el mundo urbano y el rural cada día se muestra más borrosa. En nuestro entorno mediterráneo, la ruptura con el modelo tradicional de ciudad compacta y la apuesta por la desconcentración urbana han motivado la aparición de espacios marginales de borde, que asumen los usos que la ciudad expulsa por no tener cabida en su seno. Esta periurbanización se lleva a cabo de una manera muy precaria sobre una base territorial pobre en servicios municipales y actividades productivas pero que, en muchas ocasiones, presenta un alto valor natural y agrícola.

 

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Se trata de un fenómeno guiado por la inercia que imprime el proceso urbanizador del territorio, que no sólo afecta a la proliferación de usos típicamente urbanos en el entorno rural, sino que también conlleva la difusión de valores culturales de la urbe en este espacio. Como consecuencia de esta condición de marginalidad que asume el espacio periurbano, es frecuente que en él tenga lugar un conflicto de usos no ordenados que degradan ambiental y visualmente el territorio: vertido ilegal de residuos, “barraquismo” (ligado normalmente a huertos informales), movimiento de tierras, aparcamientos improvisados, etc. Estos usos, además, suelen ubicarse en zonas colindantes a grandes infraestructuras de transporte que plantean un riesgo para las propias personas que los llevan a cabo.

 

Desde un punto de vista ambiental y paisajístico, la generalización de este tipo de usos fomenta la aparición de territorios fronterizos sin discurso, donde impera una sensación de caos y desconcierto. Se produce una homogeneización y banalización del paisaje periurbano, que se convierte en común denominador a todas las ciudades de un determinado tamaño, y que rompe su relación con los asentamientos urbanos originales.

 

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El abandono de la actividad agrícola periurbana, con la puesta en marcha del “barbecho urbano”, suele derivar en la ruderalización de este tipo de espacios mediante la colonización por especies vegetales acomodaticias, que carecen de interés ecológico, productivo y paisajístico. Especialmente dramáticos resultan los casos en que se ha llevado a cabo una urbanización incompleta de un suelo periurbano urbanizable, que deja como resultado un espacio impermeabilizado y fragmentado, donde los problemas de drenaje de aguas y los fenómenos erosivos del suelo se convierten en una constante.

 

Posibles mejoras
Ante este escenario, y en un contexto global de pérdida de suelo agrícola fértil, solo queda repensar la ordenación y gestión de estos espacios en base a criterios de sostenibilidad y resiliencia del ecosistema urbano en todas sus dimensiones, para que supongan al mismo tiempo un activo social y económico para los habitantes de las ciudades. En este sentido, existen herramientas de planeamiento urbano y de concertación entre agentes públicos y privados a disposición de las administraciones locales para transformar esta carga social y económica en un motor de dinamización municipal de alcance territorial.

 

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Cinturón verde de Vitoria-Gasteiz

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Parc Agrari del Baix Llobregat

 

Algunas de estas herramientas con una cierta trayectoria histórica, como el cinturón verde de la ciudad de Vitoria o el Parc Agrari del Baix Llobregat, en el entorno del Área Metropolitana de Barcelona, han demostrado ser instrumentos constrictivos para el crecimiento urbano desordenado, al tiempo que constructivos en la generación de un tejido social y productivo, dando respuesta a necesidades ciudadanas recreativas y de ocio, pero también acogiendo usos agrícolas de proximidad, fomentado así la creación de un nuevo imaginario de la periferia urbana. Es precisamente la creación de este tejido, ajeno a las perversas dinámicas urbanizadoras, lo que afianza la consolidación y la defensa por parte de una mayoría de agentes sociales de una infraestructura verde que cumple además una función ecológica de regulación.

 

Se trata de sólo dos ejemplos entre el gran número de iniciativas que intentan mejorar de manera integral las relaciones de frontera entre el ámbito urbano y el rural y que, en cierto modo, recuperan las teorías del urbanismo utópico de finales del siglo XIX y principios del XX. El Parc Agrari de Sabadell, el Cinturón Verde de Zaragoza o Santiago de Compostela, la Anella Verda de Terrassa, el Banc de Terres de la Diputació de València o el futuro Plan de la Huerta de Villena, ponen además el acento en la promoción de un producto agrícola ecológico y de proximidad mediante la creación de una marca ligada de manera indisociable al territorio, con una repercusión evidente sobre la soberanía alimentaria local.

 

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Revertir la dinámica de artificialización del entorno rural, ganando terreno al asfalto y regulando la implantación de nuevas infraestructuras que fragmenten aún más el territorio, resulta fundamental en la creación de un ecosistema urbano complejo en términos ecológicos. La concatenación de zonas verdes interiores con una red de espacios agrícolas y naturales periurbanos, tendría consecuencias directas en la regulación del ciclo hídrico y de las temperaturas a una escala local, al tiempo que aumentaría la diversidad de fauna en el entorno urbano.

 

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 L’Horta de Valencia

 

Para terminar, resulta obligado recurrir a un caso paradigmático de espacio periurbano agrícola productivo, del que se ha hablado en profundidad en este y otros medios, como es el de la Huerta de Valencia. Un paisaje cultural irrigado de incalculable valor, ligado históricamente a una agricultura de tipo intensivo, que se ubica en la tercera área metropolitana del Estado español y que se encuentra sometido a presiones urbanísticas de gran magnitud. La importancia estratégica de este espacio como garante de una agricultura de proximidad, pero también como elemento de oposición al crecimiento urbano desordenado y especulativo, obliga a aprobar de manera urgente, de una vez por todas, medidas de protección y dinamización.

Licenciado en Ciencias Ambientales por la Universidad de Valencia.
Máster en Planificación Territorial por la Universitat de Barcelona (2015).  Especializado en el uso de herramientas cartográficas aplicadas a la ordenación del territorio, el paisaje y la visualización de datos. santihpuig.com
extern Colaborador Externo
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