Conservación

3 May 2013

Fábricas de árboles

Si durante muchos años el punto de mira de las asociaciones ecologistas estuvo en la selva amazónica, en la actualidad los focos se han vuelto hacia el sudeste asiático. En los últimos meses parece que han comenzado a darse los primeros pasos para que la deforestación implacable amaine. ¿Realidad o simple operación de “eco-maquillaje”?

Indonesia es en la actualidad el tercer mayor contaminador climático debido a la incesante deforestación que sufre desde hace décadas. Desde la última mitad de siglo pasado, se han talado, quemado o degradado cerca de 74 millones de hectáreas de bosque en Indonesia, superficie equivalente a dos veces el tamaño de Alemania. Posee la tercera mayor superficie de bosque tropical después de Brasil y la República Democrática del Congo. Y Aunque constituye solamente el 1,3% de la superficie total del mundo, sus bosques albergan el 10% de las especies de flora, 12% de los mamíferos, 17% de los reptiles y anfibios y 17% de las aves del planeta.

 

La diversidad de bosques tropicales de Indonesia y los archipiélagos cercanos son lo que denominamos los Bosques del Paraíso. Los Bosques del Paraíso albergan áreas de gran biodiversidad, incluyendo muchas plantas y animales que no se encuentran en ninguna otra parte. Los ya mermados Bosques Primarios de Indonesia son refugio para las últimas poblaciones de orangutanes, y de otras especies amenazadas como el rinoceronte de Sumatra y Java, tigres y elefantes asiáticos. En resumidas cuentas, un auténtico tesoro en términos de riqueza de vida silvestre.

 

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Considerado como el segundo pulmón de la tierra y ante la seria amenaza que sufre su valiosísimo ecosistema no es de extrañar que las ONG ecologistas, con Greenpeace a la cabeza, estén vigilando con lupa las intervenciones de la industria papelera que siempre ha parecido actuar con la connivencia del gobierno indonesio. Uno de los factores principales de esta vertiginosa deforestación es la expansión progresiva de las talas para la extracción de papel que viene efectuando Asia Pulp & Paper (APP) una de las principales papeleras a nivel mundial, y que ha pasado a ser a ojos de la opinión pública el nuevo “supervillano medioambiental”.

 

El problema es complejo y global, y no es cuestión de cargar con toda la responsabilidad al gobierno del país: Asia necesita cada vez más terreno de cultivo, más aceite de palma, más papel, más madera, más caucho, más café, más cartón… el mercado crece a velocidad de vértigo y demanda ni más ni menos lo que en el mundo occidental se da por supuesto. No conviene pues perder la perspectiva y analizar el “caso Indonesia-APP” mirando de reojo mientras nos lavamos las manos.

 

Ahora bien, se imponía ya desde hace tiempo la necesidad de implantar los mecanismos de control establecidos en otras zonas conflictivas. Y es lo que al parecer esta sucediendo.

 

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Por una parte, APP comienza a seguir lo que podríamos denominar una política de transparencia. Sus posesiones en Sumatra eran hasta hace nada prácticamente inaccesibles para reporteros y curiosos . Ahora, sin embargo, se organizan viajes para que periodistas de todo el mundo comprueben “in situ” los procesos de trabajo de la multinacional asiática. A vista de pájaro, eso sí, desde un helicóptero, los “escogidos” pueden divisar vastas extensiones de selva virgen y enormes plantaciones de eucalipto. Incluso se les permite ver los miles de troncos apilados a orillas de los ríos y la actividad de las inquietantes chimeneas de las fábricas de celulosa.

 

El “tour” concluye con una visita a escuelas construidas para los obreros (sería interesante saber la sincera opinión de este colectivo), y a los laboratorios donde los árboles se producen en probeta. En general, se aprecia el esfuerzo por parecer honestos, por encajar en las Políticas de Responsabilidad Social Corporativa a las que cualquier gran compañía esta obligada a someterse si quiere garantizarse un próspero futuro. Otra cuestión, digna de otro artículo, es si estas políticas son algo más que una medalla autoimpuesta para lucir brillantemente en la Memorias Anuales que imprimen -¿es necesario?- invariablemente los departamentos de marketing de estas multinacionales.

 

Otra cuestión, digna de otro artículo, es si estas políticas son un poco más que una medalla autoimpuesta para lucir brillantemente en las memorias anuales que imprimen -¿es necesario?- invariablemente los departamentos de marketing de estas multinacionales.

 

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Dejando a un lado estas consideraciones y desde un punto de vista estrictamente botánico (no nos salgamos del camino) es interesante conocer el proceso de desarrollo de la reforestación: APP ha construido en plena selva una “fábrica de árboles” donde los retoños brotan en tubos de cristal y son clonados con esmero por los abnegados trabajadores. Posteriormente, una vez han crecido unos centímetros en invernadero, son transplantados a la selva. Como no, los ingenieros de APP aseguran que se trata de plantaciones “altamente eficaces”.

 

Asumiendo que no es una panacea, el hecho de que las propias empresas que se han dedicado a esquilmar durante años los bosques con talas indiscriminadas -y en muchos casos ilegales-, sean las encargadas de emprender la reforestación en las zonas que ellas mismas han devastado no deja de ser una buena noticia. Pero el hecho más relevante en esta nueva realidad del pulmón indonesio sucedió el pasado mes de febrero cuando APP, presionada en diversos frentes por la comunidad internacional, anunció a bombo y platillo la suspensión inmediata de la tala de árboles nativos y la consecuente deforestación, en una rueda de prensa en la capital, Yakarta.

 

El presidente de la compañía explicó que su nueva apuesta va mucho más lejos que los compromisos anteriores, e informó que de ahora en adelante solo usará leña de sus plantaciones y no de los bosques nativos. Del mismo modo, también aseguró que se encuentran trabajando con varias compañías consultoras para resolver lo antes posible la deforestación de estas selvas tropicales, en lo que bautizó como “Política de Conservación de los Bosques”.

 

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¿Y que piensa Greenpeace de todo esto? ¿Qué hay de verdad bajo ese lema tan estridente y contradictorio?. Aunque tradicionalmente su postura ha sido bastante escéptica, al parecer en esta ocasión darán inicialmente un voto de confianza a la papelera y se ofrecerán a monitorizar la iniciativa para garantizar su cumplimiento. Según la organización ecologista, si APP alcanza el objetivo propuesto, sería un reto muy importante para las demás firmas del sector, con las que ya se han puesto en contacto para se comprometan a llevar a cabo proyectos en la misma línea.

 

Pero como su (mala) fama le precede la ONG Rainforest Action Network no se ha mostrado tan confiada con el anuncio, ya que no olvidan el largo historial de triquiñuelas legales, falsas promesas y destrucción de bosques de la papelera. Al parecer la multinacional asiática había declarado que del 80 al 90% del papel provenía de sus plantaciones, lo que fue desmentido por esta organización.

 

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Estamos pues ante un nuevo escenario en el sudeste asiático, por un lado son esperanzadores los proyectos de reforestación que comienzan a cobrar vida y los compromisos adquiridos por las grandes empresas. Pero no podemos olvidar que este no es un problema exclusivo de la industria maderera y que otras compañías ejercen mucha presión para potenciar la explotación agrícola, en la que después de la tala, la selva tropical es drenada y quemada para instalar plantaciones de palma aceitera para satisfacer la demanda creciente de aceite de palma para su uso en alimentación, cosmética y agrocombustibles.

 

Concluyendo, como habíamos dicho antes, un problema complejo y global que requiere de un firme compromiso tanto de los gobiernos, como de las grandes corporaciones, como de nosotros mismos como consumidores. Sin pulmones no hay paraíso.

Creativo publicitario y redactor en "La Red de Comunicación". Licenciado en Publicidad y RR.PP por la Universidad CEU San Pablo de Valencia
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