Ecomáquinas, estructuras casi perfectas
Tal y como define su ideólogo, el biólogo John Todd, las ecomáquinas son engranajes mecánicos que funcionan como seres vivos. En pocas palabras, se trata de un ecosistema en miniatura que reproduce las habilidades intrínsecas de bacterias, plantas y animales. Encontraremos desde edificios a depuradoras de agua
La naturaleza es sabia, una frase muy repetida y que viene a decir que no hay nada mejor que observar nuestro mundo para darnos cuenta de que es un engranaje perfecto donde pocas cosas quedan al azar. Por lo tanto, crear tecnología que la imite es, cuanto menos, una opción que tenemos que tener en cuenta. Con este objetivo nacieron y se están desarrollando las ecomáquinas, y la persona que acuñó tan llamativo y atractivo término fue John Todd, biólogo y apasionado de la tecnología que en los años setenta fue uno de los artífices del New Alchemy Institute, un centro de investigación pionero en trabajos relacionados con la agricultura orgánica, la acuicultura y el diseño biotecnológico.
Años después de poner en marcha esta iniciativa, y pensando sobre todo en las posibles soluciones a problemas de sostenibilidad gracias a máquinas, Todd junto con otros colaboradores decidió poner en marcha otra organización, la Ocean Arks International. Institución investigadora y docente que retomaba las ideas de la anterior pero enfocadas de forma mucho más específica a la creación y difusión del pensamiento y de las nuevas tecnologías.
Arriba, John Todd en los años 70, cuando puso en marcha el New Alchemy Institute. Abajo, imagen actual de la institución
Desde entonces, el visionario ha volcado la mayoría de sus esfuerzos en conseguir máquinas que sirvan para aprovechar residuos, generar biocombustibles, producir alimentos o limpiar aguas contaminadas. Estos ecosistemas, que funcionan como una auténtica sinfonía con sus propios mecanismos autorreguladores, pueden ser replicados a todos los niveles, desde para la actividad económica hasta para funcionamiento de un edificio.
De hecho, una de las ecomáquinas más perfectas y laureadas es precisamente un edificio, el Centro Omega para la Vida Sostenible de Rhinebeck, situado a orillas del Hudson y a dos horas de Nueva York. Se trata en realidad de una planta de tratamiento de aguas residuales, con una ecomáquina a modo de gigantesco invernadero en el interior ideada por el arquitecto Jason McLennan. La eficiencia, la luz natural, la ventilación, la energía limpia (solar y geotérmica en este caso), la captación y reaprovechamiento del agua de lluvia, los materiales no tóxicos (locales o reciclados) y el emplazamiento (en el claro de un bosque de robles usado antes como aparcamiento) han sido vitales para que este proyecto haya logrado la categoría de living building, es decir, edificio vivo.
Centro Omega para la Vida Sostenible de Rhinebeck
Pero los planes de John Todd van más allá. Él busca que sus proyectos repercutan en cualquier tipo de terreno y población. Entre sus principales objetivos está conseguir mejoras en el campo de la agricultura inspirándose en métodos tradicionales para crear sistemas que utilicen recursos hídricos y de toda índole sin esquilmarlos.
Una de las claves, según el propio Todd, es que algunos sistemas agrícolas que todavía perviven en rincones recónditos del planeta fueron ideados para adaptar la creatividad humana a los recursos locales y no al contrario. Y es ahí donde está la clave, adaptarnos nosotros al medio y no al revés, ya que el resultado como ya hemos visto no es positivo. La sociedad contemporánea ha instalado sistemas productivos agrícolas intensivos que no garantizan ni medios ni recursos naturales a largo plazo.
Interior de una ecomáquina. Vietman memorial Project
Por eso, a lo largo de estos años John Todd ha buscado la forma de crear y perfeccionar ecomáquinas orientadas al ahorro y al reciclaje de aguas, uno de los recursos más necesarios y en estado crítico en nuestro planeta. De hecho, ha creado una gran ecomáquina que es, a grandes rasgos, una gran depuradora natural con plantas, algas, peces, hongos, bacterias, microorganismos, minerales y hasta caracoles, unidos con una meta común, reciclar hasta 200.000 litros diarios de agua.
Una de las ventajas de esta gran depuradora es que no hay olores. El agua sin tratar se contiene en tanques bajo la gravilla. De ahí pasa a los lagos y los estanques, y luego es bombeada hasta la ecomáquina del interior, donde empieza un viaje en ciclos, como si fuera un río. Cuando el agua llega a este extremo, pasa por gravedad hacia el filtro de arena, la última parte del proceso. El pueblo de Harwich, en Massachusetts, fue el primero en aplicar el invento de John Todd en el tratamiento de las aguas residuales. Desde entonces, las ecomáquinas se han propagado por California y Florida, y a lo largo del río Mississippi, demostrando su capacidad sin límites.
Pero los proyectos de Todd ya han pasado las fronteras del primer mundo. Uno de los proyectos realizados por su compañía, John Todd Ecological Design, es el canal restaurador realizado en Fuzhou en China. Una ciudad de 6 millones de personas, que vierte sus desechos comerciales y desagües en 80 Km. de canales que fluyen por toda la ciudad antes de ser vertidos en un río mayor. Los canales contaminados son un riesgo para la salud de los habitantes de la ciudad y amenaza la vida y los recursos de las comunidades de pescadores río abajo.
El sistema Restaurador logró las metas establecidas por la ciudad de Fuzhou. Redujo exitósamente los olores, eliminó los sólidos flotantes, mejoró drásticamente la estética de la vecindad y redujo los impactos negativos en los sistemas acuáticos río abajo. La claridad del agua en el canal aumentó de menos de 2 pulgadas a varios pies, además de lograr diversos standards sobre aguas residuales.
Más info:
John Todd Ecological Design: http://toddecological.com/
International Living Future institute: https://ilbi.org/lbc