El Diario del Jardín de Marcelo Fuentes
PASEO EN EL BOTÀNIC CON…MARCELO FUENTES
« He tratado de dibujar con la cámara fragmentos abstractos del Botànic »
Las salas Hort de Tramoieres y Estufa Freda acogen la exposición Diario del Jardín. Marcelo Fuentes, dibujos y fotografías 2006-2012 hasta el 24 de enero de 2021. La propuesta del artista Marcelo Fuentes, comisariada por Salvador Albiñana, supone su retorno al Jardí Botànic de la Universitat de València veintisiete años después de su muestra de esculturas de grandes dimensiones, que inauguró las exposiciones de artes plásticas en la Estufa Freda.
Marcelo, recorremos juntos estas salas, llenas de imágenes y dibujos que comprenden un periodo de catorce años. ¿Suponen un fragmento concreto en tu carrera?
Estos dibujos fueron la manera de encontrar sosiego en un momento difícil. Mi estudio y el Jardín están separados por dos calles y aquí venía todos los días. Con el tiempo llegué a tener una colección de dibujos que son mi particular retrato del Jardín y pensé que podría tener algún interés mostrarla.
En la novela El jardín de medianoche, de Philippa Pearce, un niño descubre un jardín mágico donde disfrutar jugando entre los árboles, mientras en el mundo real no pasan las horas. ¿Percibes en los jardines esa sensación de lugar alejado de la realidad?
Todo depende de lo que entiendas por realidad. El problema es la dificultad que entraña alejarse de eso que llamas realidad, porque vive dentro de nosotros. Por propia experiencia, cuesta, a veces mucho, lograrlo. Pero en todo caso sabemos que un entorno natural, por simpatía, por contagio, como quieras llamarlo, ayuda.
Tienes una historia larga con el Botànic. ¿Cuántos años lleváis de relación?
En la conversación has nombrado El jardín de medianoche y ese título refleja la sensación que experimenté cuando lo conocí. En aquel momento era un lugar muy poco conocido, algo inexplicable. Hay lugares que contribuyen decisivamente a querer a tu ciudad. En mi adolescencia descubrí por casualidad lo que era el museo Paleontológico en el edificio del Almudín. Era entrar en una ensoñación. Sólo faltaban las telas de araña, no recuerdo si las había. Una sensación parecida al descubrimiento de la tumba no profanada de un faraón. Quien lo conoció sabe de qué hablo. Hoy no queda nada de lo que fue.
¿Por qué en Diarios del Jardín no dibujas aquello que fotografías y al revés?
Las sensaciones de dibujar y de fotografiar son muy distintas. Pero tengo la impresión de haber alternado entre las dos indistintamente, excepto cuando se trataba de fragmentos abstractos. En ese caso trataba de dibujar con la cámara.
Dibujar con la cámara es un concepto precioso. ¿Qué hay tras una foto tuya?
Es algo natural que el Jardín muestre sus secretos poco a poco, y no solo porque la mirada tenga que acostumbrarse. Cambia constantemente y nosotros, como observadores, también, lo que produce infinitas apariencias. Estar a la altura es otra cosa. Hay fotos que me parecían aceptables y con el tiempo las he descartado. Así que lo de “toma afortunada” no es de fiar. Creo que no he fotografiado mucho, pero han sido muchos los paseos en estos años. El Jardín es infinito, puede uno tomárselo con calma y además es generoso.
El Jardín muestra sus secretos poco a poco, cambia constantemente y produce infinitas apariencias
Salgamos del Jardín. Has retratado mucho nuestra ciudad. Escoge un rincón que destacarías entre el resto por haberte seducido especialmente.
El puerto, las playas del Cabañal y la Malvarrosa eran los sitios cercanos de mi juventud. No me gustaría dar la impresión, al recordar todo esto, de contar batallas. Toda esa zona mantenía su personalidad gracias a que Valencia vivía de espaldas al mar, o eso se decía. En cuanto volvió la cabeza lo hizo con avidez especulativa y mediocridad. No podemos sustraernos al cambio, pero hay ciudades que construyen sin destruir y se enriquecen. No es el caso de Valencia. Ha sido tema de mi pintura durante muchos años y he sido testigo de esa destrucción. Cuando expuse en el IVAM a propósito de la Valencia racionalista, no había terminado la muestra y se demolió uno de los edificios catalogados.
Ya más tarde visitaba con frecuencia la zona del camino de las Moreras donde estaban las naves de La Cross y muchas otras, un paisaje industrial que pronto desaparecería y que inspiró mis primeros grabados. Sitios mágicos para mi eran también la dársena, las golondrinas, el varadero con multitud de barquitos de pescadores, el paseo hasta el faro. Eran lugares populares que fueron barridos de un plumazo para instalar amarres de yates y poner a Valencia en el mapa de las ciudades sin alma. Aunque también hay que reconocer el esfuerzo de mucha gente para conservar parte de nuestro patrimonio del Cabañal, el barrio del Carmen, Ruzafa…
Al final has hecho una hermosa lista. Te leía en una entrevista de hemeroteca que “no te interesaban los detalles”, pero sí “una referencia esencial a las cosas”. Viendo ahora, en una fotografía de la exposición, una corteza bajo la lluvia sobre la que luce un vestido de agua me hace pensar que matizarías esa afirmación.
Esos detalles que comentas no nos servirían para identificar una planta en este caso. A veces un fragmento es visto como una abstracción, algo informal. Vuelvo siempre al tema de la sensación porque me parece que es, en principio, nuestro acercamiento más directo a las cosas.
Esos fragmentos abstractos de los que hablabas antes.
En general, no me interesan los detalles si estos convierten el tema en algo circunstancial. Las asociaciones que me interesan tienen que ver con algo indefinido, intemporal, que se expresa en el silencio.
En los paisajes urbanos pinto edificios que sobresalen en la ciudad y miran a un sol poniente como esfinges que no atienden por un momento a los asuntos humanos. Se elevan más allá como prestando atención a una dimensión olvidada. Pero estamos en el Jardín, donde todo permanece casi inmóvil y silencioso. No necesito buscar una metáfora.
Volviendo a la naturaleza. ¿Cómo te aproximas a la luz en tu obra?
La luz lo es todo. La luz es a la pintura lo que la palabra a la poesía. Puede hacer reconocibles los lugares; sin embargo, no he tenido una intención descriptiva. Me interesan las sensaciones y las emociones que suscita independientemente del lugar. Todo parte de lo vivido, no tengo imaginación. Puedo interpretar, simplificar, buscar lo esencial, pero no inventar. Así que no la pongo a mi servicio, más bien al contrario.
En este camino de regreso que estamos siguiendo, paremos en tu pintura cuando llega hasta las flores. Delicadeza de pétalo frente a rotundidad de cemento. ¿Cómo es esa elección?
Lo que ha ocurrido estos últimos años es que junto a Rosa Artero le hemos dedicado más tiempo. Pero como ocurre a muchos pintores, no es algo excepcional. A lo largo de los años he pintado flores de vez en cuando. Hay temas que a primera vista parecen opuestos, pero algo que pueden conciliarlos es el modo. Cómo se usa la pintura y su complejidad, cómo se modela ese fragmento de vida, qué se quiere decir.
Viendo tus imágenes, no puedo evitar sentir curiosidad por saber qué te transmite una hoja que no lo haga otro objeto.
Desde un punto de vista plástico, pictórico, las cosas contienen aspectos similares. Hablamos del mundo de la forma. Al plasmar tanto unas como otras las sometemos a coordenadas que creemos pueden producir en nosotros alguna emoción o suscitar las asociaciones que queremos. Desde mi punto de vista, son fragmentos de vida que pueden reflejar algo del misterio, la presencia, el ser, el desconocimiento, la belleza…
Extracto del diálogo publicado en el catálogo de la exposición:
Diario del Jardín. Marcelo Fuentes. Dibuixos i fotografies 2006-2012
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