Ikebana moderno: el estilo nageire
Victoria Encinas nos trae un nuevo artículo sobre ikebana, una creación estética, originaría del Japón, que consigue transmitir la esencia de aquello vivo a quién la contempla. La autora, con una larga trayectoria en la práctica de esta disciplina artística, nos describe las singularidades del estilo nageire, una forma de ikebana realizado en vasijas cilíndricas, simples y de cerámica, que recogen bellas texturas, acabados y colores matizados y que evoca la naturaleza, su pasado, presente y futuro.
Nageire es un estilo de ikebana bastante popular, no solo en Japón, pues lo practican aficionados en todo el mundo. Aunque su origen sea antiguo, la forma actualizada de nageire es una de las primeras lecciones que aprenden habitualmente los estudiantes en las escuelas internacionales de ikebana, por su relativa sencillez.
El término nageireru, alude a la idea de «disponer libremente» y podría traducirse de este modo. El estilo nageire actualiza el clásico orden asimétrico, cuyo canon es shoka, interpretándolo de un modo menos estricto, más flexible y relajado. Sin embargo, aunque su espíritu sea más bien naturalista… ¡tiene sus reglas! Aún en las composiciones más fluidas e informales, el ikebana nunca renuncia al esquema morfológico subyacente, a intentar comprender y expresar el orden natural. Ese interés estético, en la emotividad de la cultura tradicional japonesa, es la unión de conceptos filosóficos y preceptos artísticos.
(Antes de seguir, quisiera decir, entre paréntesis, que la pronunciación en español y valenciano es “nagueire”, con el sonido de la “g” suave, no el sonido “j”).
La singularidad del estilo nageire
Esta forma de ikebana se realiza en vasijas verticales, generalmente cilíndricas, simples y de cerámica. En ellas, a menudo hay trabajos muy bellos de textura, acabados y color muy matizados, pero no suelen tener figuración, ni formas curvilíneas.
Al igual que moribana, —estilo del que hablamos en el capítulo “Ikebana: el canon natural”— se basa en la estructura de tres ramas principales, o yakueda: shin, soe, tai que dibujan un triángulo escaleno. Esta asimetría sugiere la evolución del crecimiento de la planta y evoca la vida en su dinámica. Las dos ramas directrices más fuertes (shin y soe) provienen generalmente de arbustos o árboles y la tercera (tai), es más corta pero llamativa, habitualmente una o varias flores. Algunas ramitas menores, o flores pequeñas constituyen el ashirai, un complemento que a veces se utiliza para añadir matices, restando sequedad a la estructura, aportando un contraste de color o de forma; haciendo el arreglo más ameno.
Una peculiaridad de los arreglos de estilo nageire es que los vegetales parecen surgir de un lateral del labio de la vasija, como desde la superficie del agua. No se yerguen enérgicamente desde el centro del recipiente, como en los estilos formales, (shoka, rikka) sino que se dejan sostener, con cierta “negligencia”, más suavemente. Los vasos altos de cerámica en los que se compone suelen tener unos ocho o diez centímetros de diámetro por unos veinticinco o treinta centímetros de altura, y el arreglo nace a pocos centímetros dentro de la boca del recipiente, siempre en un cuadrante del mismo, dejando libres los otros tres.
Un arreglo nageire no se parece a “un jarrón de flores” occidental, aunque ambos sean el deseo de la presencia de las flores en la vida humana… En el aspecto formal, las flores y las ramas de un bouquet occidental se introducen ocupando más o menos homogéneamente toda la abertura y en general llegando a tocar el fondo del recipiente, en el cual se apoyan; o bien recogidas por las paredes internas del mismo y creando una masa en la que las flores proliferan en todas direcciones compactándose en áreas densas de color. Pero en un ikebana de estilo nageire el arreglo es casi vacío; queda suspendido, como un móvil de Alexander Calder, en cierto modo flotante; muy aéreo. Las ramas dibujan ese vacío, como líneas, definiendo el espacio que habita en ese triángulo asimétrico: pocos materiales y mucho espacio para un dibujo sencillo.
Composiciones y ángulos
Al componer un arreglo del tipo nageire se acota un vector en el que concentrar la composición para que ésta adquiera fuerza expresiva y no se disperse en la indefinición. De modo abstracto, los esquemas que proponen a los estudiantes las diferentes escuelas, son de tres tipos:
a) Tipología vertical, cuyas ramas, vistas frontalmente, no se separan apenas del eje perpendicular respecto a la superficie del agua; el arreglo completo se desarrolla entonces en un vector aproximado de 0° a 30°. Es denominado por algunas escuelas como Choku-tai o Sugu-tai.
b) Tipología oblicua, cuando las ramas se concentran aproximadamente entre 60° y 90°. El arreglo se acomoda a una composición inclinada, bien hacia un solo lado, o bien abriéndose hacia ambos. Recibe, también por parte algunas escuelas, el nombre de Sha-tai.
c) Tipología descendente, o «en forma de cascada», es el arreglo que se alza un poco en su base para rebasar la horizontal y caer después hacia abajo desde la boca de la vasija. Las ramas toman una disposición curvada descolgándose desde su nacimiento, en ángulos muy abiertos. Algunas escuelas lo llaman Sui-tai.
En el ejemplo de los tres arreglos con camelia (arriba, fotografías) ha sido posible realizar los tres esquemas con una misma planta, pues la adaptabilidad de los tallos de la camelia es muy grande, lo que la convierte en una especie muy valorada por la versatilidad de sus ramas, además de por las flores tempranas espléndidas y la resistencia de sus hojas.
Las denominaciones pueden variar y diversificarse en subgéneros, aunque las escuelas de ikebana coinciden en lo esencial. Y lo esencial, por cierto, no es tanto la técnica, sino aprender a mirar la naturaleza desde un punto de vista estético y respetuoso. En las asociaciones de ikebana occidentales, maestras y maestros de diferentes escuelas no encuentran ninguna dificultad en compaginar sus conocimientos y técnicas.
La composición de las ramas ha de sostenerse del modo en que éstas se encontrarían en la naturaleza, ofreciendo a la luz solar el haz de sus hojas, emergiendo y desplegándose como lo harían por su crecimiento natural. El arreglo puede orientarse hacia la derecha o hacia la izquierda (hongatte y gyakugatte), dirigiéndose siempre hacia la fuente de luz del lugar donde vaya a situarse, y también hacia el punto de vista del observador. Aunque nageire se realice y disponga actualmente en espacios contemporáneos, mantiene la pervivencia de su origen.
El lugar original en el que se situaban los arreglos en la casa tradicional japonesa, así como en la sukiya (casa de té) era el tokonoma, un espacio muy vacío, con plataforma-base de madera e iluminación lateral. Dependiendo del lado del tokonoma por donde entrase la luz, el arreglo debía “mirar” hacia esa zona.
La técnica de nageire
Para la formación de los estudiantes, se utilizan esquemas abstractos; y por supuesto, la presencia insustituible de la maestra o maestro que frecuentemente realiza en directo el arreglo propuesto en cada clase.
Los dibujos simplificados, que varían poco según las diferentes escuelas, muestran, generalmente, tres dimensiones: 1) las líneas en el espacio a vista de pájaro o planta 2) el alzado frontal del arreglo y 3) la vista lateral, representando los ángulos en que ha de disponerse. Se trata de un recorrido espacial en las tres direcciones de espacio: alto, ancho y profundo.
Estos esquemas son orientativos y sirven para guiar la composición. Dependiendo del carácter de las ramas, se tiene en cuenta la inclinación más adecuada del arreglo. Finalmente, es la propia forma de la rama quien dibuja en el espacio.
Para realizar, técnicamente, estos arreglos, se utiliza un curioso y eficaz sistema de sujeción que consiste en la inserción de dos trocitos de rama leñosa entrecruzados y dispuestos horizontalmente, a presión, formando una cruz entre las paredes interiores de la vasija a pocos centímetros de la boca de la misma ¡han de estar firmemente sujetos! y lo hacen gracias a su propia tensión y fuerza. Se comprueba la solidez del soporte levantando la vasija llena de agua, sujetándola solamente por esta cruz griega de ramitas, asiéndola con los dedos. Cualquier flor o tallo que se coloque posteriormente —siendo acumulados en una sola de las cuatro secciones—, quedarán firmemente sostenidos y su posición no oscilará.
Así, el nacimiento de cada rama o flor parece surgir de la superficie del agua y esto da ligereza al arreglo. Es importante insistir en que el nacimiento de todo el conjunto se inserta en uno solo de los cuadrantes, consiguiendo así una sensación de autonomía de los vegetales, que parecen nacer o brotar como por su propia fuerza vital emergiendo desde una zona-origen. Este concepto es clave en la estética del ikebana: las flores, las ramas están vivas. Los arreglos deben conseguir transmitir esa fuerza vigorosa de la naturaleza.
La base o el nacimiento de los vegetales es una parte muy importante del arreglo. Define el modo en que las ramas se desarrollan en el espacio, su evolución expansiva. A ese pie del arreglo se le llama mizugiwa.
Así como el mizugiwa de shoka y rikka es muy firme, vertical y meticulosamente alineado, el mizugiwa de nagueire y de moribana es relajado y orgánico. En el nacimiento de los arreglos nageire y moribana las ramas pueden cruzarse, apoyarse entre sí, acumularse sin un orden estricto, incluso quedar ocultas con hojas menores, espontáneamente… algo que no sucede en los arreglos formalistas, shoka y rikka, cuya limpieza y nitidez es perfecta.
Expresión y creación
Volviendo al inicio de este artículo, el término Negeireru alude, como hemos apuntado ya, a la idea de «disponer libremente». Los vegetales surgen de la vasija sin implementos o accesorios que corrijan o fijen su forma. A pesar de todo… ¡cuántas indicaciones! ¿verdad? Es así; el ejercicio de adentrarse en cualquier estilo o escuela de ikebana, aún la más desenvuelta y moderna, conlleva estudiar y practicar denodados intentos por decodificar y recodificar, desde los valores plásticos, el orden orgánico implícito en la forma de las plantas.
Es frecuente que las artes consigan una apariencia natural y sensible por medios bastante mentales o artificiosos. Esta tendencia a la reglamentación en ikebana, que disuade a algunos estudiantes occidentales, ha de interpretarse como una guía, una apertura a la observación. Como sucede en el aprendizaje de la danza o del canto, etc., la disciplina en el ensayo es el soporte necesario para el momento de inspiración, el momento en que, en ikebana, encontramos esa rama particularmente expresiva y conmovedora con la que realizamos un arreglo. Con el tiempo y la práctica, lo aprendido como orden abstracto acaba siendo un hábito de la mirada, casi un instinto incorporado e interiorizado que orienta el acierto en la valoración de las proporciones naturales, y que hará de los arreglos algo “naturalmente” bello. Y de nuestros paseos por la naturaleza algo aún más lleno de sentido.
Bibliografia
«Ikebana. A new Illustrated Guide to Mastery» Wafu Teshigahara. Kodansha International, Tokyo, New York, 1988
«Ikebana. A practical & philosophical guide to japanese flower arrangement» Estella Coe. Edited by Mary L. Stewart. Octopus, 1984
La bibliografía más didáctica sobre ikebana en idiomas occidentales se editó entre los años 60 y 80 del siglo XX. Actualmente, las escuelas editan sus propios manuales; las editoriales de divulgación están más enfocadas a la imagen visual llamativa que a la enseñanza.