Marjal de Pego-Oliva, riqueza ambiental vs riqueza económica
Empezamos una nueva serie de artículos de la mano de nuestro blogger ambientalista Evarist Caselles, para hablar de la historia de los humedales más importantes de la Comunidad Valenciana. Unos espacios de gran riqueza ecológica que han sido despreciados y sobreexplotados durante años, pero que en los últimos años, y muchas veces gracias a la movilización ciudadana, han conseguido la conservación y el respeto que merecen. El Marjal de Pego-Oliva, a caballo entre Valencia y Alicante, será la primera en pasar esta radiografía histórica.
El Parque Natural de la Marjal de Pego-Oliva es una zona húmeda situada entre las comarcas de La Safor y La Marina Alta, en los municipios de Pego y Oliva, como indica su nombre. Las sierras de Mostalla, Migdia y Segaria rodean este espacio natural de gran biodiversidad que cuenta con 1.225 ha de extensión.
Para describir su génesis hay que remontarse unos 3.000 años atrás. Como en la mayoría de las zonas húmedas y marjales a lo largo de toda nuestra costa, el marjal de Pego-Oliva es el resultado de la formación de una restinga arenosa originada por las corrientes marinas, que hoy en día todavía podemos encontrar limitando la comunicación de la zona húmeda con el mar.
Desde el ámbito hidrográfico presenta dos ríos fundamentales en su dinámica natural, el Bullent, en la vertiente norte, y el Racons, en la sur, que junto con sus afluentes y ullals conforman unas aguas de gran calidad. Es por eso que reúne una de las mejores representaciones de macrófitos de los marjales valencianos, además de la gran cantidad de especies endémicas o en peligro de extinción que se encuentran representadas, tanto vegetales, como es el caso de los briófitos, como animales, sobre todo acuáticos, como el fartet, pero también grande cantidad de aves migratorias.
Por otro lado, otro rasgo característico del espacio en cuestión es el gran índice pluviométrico, uno de los mayores de nuestro territorio, con una alta irregularidad, al cual le tenemos que sumar la baja permeabilidad de los terrenos. Además, hay que destacar la química de las aguas del humedal, que presentan una salinidad baja en comparación con otras zonas húmedas de nuestro litoral.
Un marjal, por lo tanto, con un muy buen estado ecológico que está incluida en el Convenio de RAMSAR y la Red Natura 2000, y ha sido declarada zona ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves). A nivel estatal, la inclusión en la red de Espacios Naturales Protegidos y la consideración de Parque Natural hace que el Marjal Pego-Oliva esté obligado a la redacción de un PORN (Plan de Ordenación de los Recursos Naturales), para regular sus actividades y recursos, garantizando así la conservación. Hecho muy relevante en estas riquezas ambientales que se destacan.
Historia de una marjal y de un pueblo
El marjal de Pego-Oliva ha mantenido durante mucho de tiempo una gran relación productiva y de abastecimiento con los municipios que lo rodean. Es muy sabido que los asentamientos humanos siempre han sido vinculadas en las zonas accesibles de agua dulce, donde hay agua hay vida. Y es que el control de esta permite alcanzar las necesidades de las poblaciones asentadas y es un valor intrínseco para la productividad agrícola y ganadera. Una acción antrópica sobre los espacios húmedos que ha dejado sólidas improntas físicas que han perdurado en el tiempo y que en el caso del Marjal de Pego-Oliva se ha producido con el uso histórico de varias culturas, costumbres y conflictos.
Así, para entender la complejidad medioambiental de esta zona húmeda, habrá que reconstruir un poco la historia del espacio natural en relación a los seres humanos. Iniciaremos nuestro viaje histórico en la época islámica de la península, en el siglo VIII, que supuso grandes avances en la agricultura tanto en la organización como en el uso de las herramientas de cultivo. A pesar de la relación de los pobladores islámicos con los sistemas de canalización, en el Marjal de Pego-Oliva no se tiene ninguna constancia documentada de su intervención. Previsiblemente, la dificultad productiva provocada por su estructura geológica junto con el abundante espacio de cultivo muy regado del entorno evitaron su transformación. El marjal, por lo tanto, fue un espacio destinado exclusivamente a la ganadería, la caza y la pesca en esta época.
Con la llegada de los nuevos colonos cristianos, la presión demográfica aumentó y las huertas se mejoraron y ampliar, pero no fue suficiente. Al principio, las nuevas transformaciones agrarias se concentraron en otras llanuras del valle, retrasando la ocupación del humedal hasta finales del siglo XV, momento en el cual se inició el proceso de conquista agrícola de las zonas bajas del término, situadas en la parte más alta del marjal.
A pesar de la dificultad de la transformación y los peligros que comportaba el trabajo en las zonas húmedas, durante las dos últimas centurias el marjal fue clave para el sistema productivo de los municipios vecinos. En este primer momento, su uso todavía estaba más vinculado a la ganadería y elaboración de forrajes y vegetación textil, sin ninguna vinculación documentada con el cultivo del arroz. Pero ya a finales del siglo XVIII, se han documentado evidencias sobre el incremento del movimiento colonizador de las tierras del humedal, tal y como lo constata Cavanilles. El conocido botánico demostraba constantemente su poca simpatía por marjales y espacio húmedos, los consideraba insalubres y productores de las peores enfermedades, todavía así hizo referencia a los usos del marjal y dejó constancia de su actividad agraria.
En aquel tiempo se inician dos tipos de explotación. Por un lado, las realizadas por los oligarcas agrarios de la zona que usaron importantes inversiones para conseguir explotaciones de cultivos lavables. Por otra, se produjo una ocupación de pequeños lotes de tierras marginales creadas para jornaleros y labradores con un escaso poder económico.
Este proceso de transformación, especialmente intenso en la segunda mitad del siglo XIX, produjo una modificación de la tipología agraria, que pasó de ser meramente de subsistencia, con explotaciones ganaderas y de poca calidad, a generar una agricultura basada en la comercialización de los excedentes de la producción agrícola. Entendiendo este momento como el inicio de la explotación intensa del medio natural, llevado con ella un proceso de transformación del espacio físico.
Un proceso que se complementa con la desecación de las zonas más altas del marjal, que se dedican al cultivo de cítricos, en los cuales se haría uso de pozos y motores de riego. A este hecho le tenemos que sumar que la producción de arroz se encontraba al alza y cada vez eran más los propietarios que lo cultivaban, hasta llegar en su punto álgido de estas producciones al 1925. No fue hasta cinco años después de que, junto con la gran crisis que sufrió toda la península, empezó un periodo de estancamiento y descenso de la producción, perdiendo gran parte de la rentabilidad del espacio.
No es hasta finales del siglo XIX, y más encara en la segunda mitad del siglo XX, cuando se introduce el cultivo del arroz. Este proceso se pudo realizar gracias a concesiones de algunas de las aguas de los ríos próximos y a la transformación para el saneamiento del espacio. En comparación en otros humedales del litoral València, podemos afirmar que esta introducción agrícola del arroz se produjo más tarde. La orografía que incrementa la dificultad de la evacuación y circulación de las aguas, las cuales tendían al estancamiento, ha sido un problema constante.
Por otro lado, hay que destacar la agricultura intensiva que se ha llevado a cabo en el marjal desde el siglo XVIII, donde se producían hortalizas y algunos cítricos, y en mayor mesura arroz, especializados en las variedades bomba, bombón i el Pegolí.
Durante todos estos periodos hay una tradición ganadera, principalmente ovina y vacuna, que permanece hoy en día paciendo en el término del humedal y pasando la noche en vallas dentro del propio espacio. En los años próximos, se sumarán otras explotaciones agropecuarias, e incluso turísticas, para aumentar la capacidad extractiva del humedal, dejando a banda los cultivos y la conservación del marjal hasta llegar al 1995, donde se declaró el Marjal de Pego-Oliva como Parque Natural.
Como en otros paisajes rurales, la historia social del humedal la construyeron los habitantes de las cercanías con el propósito de sacarle un provecho agrícola y ganadero. Desde esta perspectiva, esta actividad es la causante de algunos de los errores cometidos en la gestión de este territorio. Errores que hoy se intentan recuperar o cuando menos menguar su repercusión, gracias a las figuras de protección y a la conciencia ambiental que tiene la sociedad actual.
La especulación contra un marjal
Con el paso del tiempo, los espacios litorales han sido un gran reclamo para especulaciones inmobiliarias en las que había grandes intereses económicos, por un lado de ciertos propietarios y por otra de los gran ‘caciques’ del pueblo. A mitad del siglo pasado, el marjal no presentaba ningún tipo de protección legal que impedirá la construcción y la alteración de sus servicios ecosistémicos naturales. Es por eso que se llevaron a cabo ciertas especulaciones inmobiliarias que más tarde comentaremos.
Afortunadamente no todas llegaron a desarrollarse pero, igual que en muchos espacios del litoral, muchas de las acciones fueron desmesuradas, como en el caso del Safari Park o las urbanizaciones del sur como Monte Pego y Bellavista, que llegaron a plantear la creación de un aeropuerto deportivo o un campo de golf.
La diversidad y complejidad de la explotación del humedal ha hecho que en la última parte del siglo XX se hayan generado muchos problemas de carácter social, la gran mayoría relacionados con el uso de las aguas. Y es que no podíamos hacer una reflexión sobre este espacio natural sin denominar la famosa guerra del agua. Un hecho que levantó en todo un pueblo y dónde entrarían el malogrado cultivo agrario, basado en una explotación poco rentable del arroz, unas expectativas institucionales mal gestionadas y, sobre todo, la gestión del agua que enfrentó al uso terciario turístico frente al uso agrario.
En agosto del 1984 la Consellería de Obras Publicas decidió realizar un trasvase de agua desde los pozos del Marjal hacia el litoral turístico. Un enfrentamiento que territorialmente se identifica con Pego, como representante agrario, frente a Dènia, como símbolo del turismo. Este hecho generó grandes revueltas en el pueblo, en las cuales salieron más de 5.000 personas desde los municipios de Oliva y Pego para concentrarse en medio de las obras de perforación y cortar la N332 en forma de protesta. Esta acción consiguió la paralización de las obras.
Además del bloqueo a la nacional, se produjeron varias manifestaciones a las puertas de la empresa concesionaria, subiendo la intensidad y la violencia de las protestas, hasta llegar quemar una nave y varios automóviles situados en la explotación.
El hecho es que los pobladores de Pego tenían muy claro que aquellas perforaciones y trasvases no solo significaban el peligro de hundimiento de la malograda producción agrícola y ganadera, si no que se ponía también en riesgo el valor del marjal como identidad colectiva.
Este es el origen más palas por el que los municipios de Oliva y Pego presentaron reticencias a formar parte de un consorcio regulador de la explotación de aguas. Este hecho, que marcó la valoración del paraje, estuvo continuado por una serie de circunstancias que agraviaron el malestar de los habitantes del marjal.
De una guerra de aigua a un castillo de princesas
Una vez bajó toda la intensidad de la batalla producida por las aguas, el marjal recibió otro golpe duro, que ponía en peligro toda la integridad del espacio natural que conozcamos hoy en día. El año 1983, el ministro de Transporte, Turismo y Comunicaciones, Enrique Barón, envió una carta a los responsables de Walt Disney Productions, para mostrar su interés para acoger el proyecto del parque de atracciones Disneyland en España. Desde el gobierno nacional se propusieron tres zonas de la costa valenciana, entre las cuales se encontraba nuestro querido humedal.
Dos años más tarde, los técnicos del proyecto visitaron el marjal descartando las otras alternativas posibles de la costa del levante. Finalmente mostraron interés por la zona húmeda del municipios de Pego y Oliva, considerando este lugar como un espacio idóneo para su instalación.
Nuevamente se exaltaron los nervios que abrieron el conflicto, además, los medios de comunicación mediatizaron el conflicto. Por un lado se posicionaba una parte de la población a favor del parque de las princesas de los cuentos, argumentando que aumentaría la ocupación laboral casi en un 50%. Y por otro lado, estaban ciertos ciudadanos del pueblo y los colectivos ecologistas, los cuales defendían la actuación como una barbarie ambiental.
Al final de ese mismo aquest año, Disneyland anunciaba que era Marne la Vallée la región escogida para instalar el parque de atracciones. Y fou ese el motivo de que, finalmente, no llegara la sangre al río.
Después de los cuentos, las cuentas que no están claras
Después de tanta agitación y malestar, el marjal quedó como un tema intocable durante una temporada. Desde las actuaciones de la *IRYDA en 70, que habían iniciado un proceso de concentración parcelaría para iniciar la transformación agraria y que nunca se produjo, hasta la guerra del agua y la llegada de Disney, nadie se atrevía a actuar sobre el humedal. Desde el 1985 varios colectivos, surgidos de los anteriores enfrentamientos, consiguieron arrimar posturas con las instituciones y finalmente se decretó al 1995 el Parque Natural del Marjal Pego-Oliva.
Este hecho, era considerado por una parte de la población como una derrota, be por unas expectativas no cumplidas o be por la incomprensión de una figura conservadora. En este sentido, el equipo de gobierno del ayuntamiento, ha sido posteriormente juzgado y condenado penalmente por el Tribunal Superior de Justicia para impulsar, entre 1996 y 1998, ciertas acciones en contra de la conservación ambiental del marjal, después de que la Generalitat declarara esta zona como espacio protegido.
Con una voluntad populista, se iniciaron procesos de transformación para cultivar arroz y con la intención de valorizar las parcelas particulares que se encontraban en el entorno. La concentración parcelaría de los años 70 impedía la actuación individual de los propietarios, por lo cual, cualquier acción tenía que estar consensuada por la mayoría de ellos.
El gobierno municipal de entonces obvió cualquier proceso de propiedad y se adjudicó un espacio dentro del marjal para iniciar una explotación agraria con criterios opacos e interesados. Por lo cual, la institución municipal, instaló bombas de agua, abrir caminos para vehículos, y quemar y desbrozar vegetación del humedal, entre otras cosas. Pero las agresiones continuadas no solo estuvieron dirigidas al medio natural, sino también a cualquier responsable de la calificación e inspección ambiental.
Todo ello fue en el año 2007, cuando el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana condenó a pagar todos los daños que se produjeron en el espacio natural del Marjal de Pego-Oliva. Ingresando durante 7 años en la prisión al mayor responsable de los actos, al alcalde de Pego.
De todo este proceso hay una buena referencia bibliográfica en la obra que el escritor Rafael Chirbes creó con una narrativa verídica, incisiva y atractiva, que está inspirada en personajes y espacios de este lugar.