Monasterio de Piedra, donde el agua se hace arte
En el año 1194 trece monjes cistercienses llegados desde el Monasterio de Poblet decidieron instalarse entre la belleza y tranquilidad de la orilla del río Piedra y fundaron un monasterio. Hoy, los alrededores de aquella recóndita abadía son uno de los parajes naturales más visitados de Europa.
Nombres como “Cola de Caballo”, “Trinidad”, “Caprichosa” o “Lago del Espejo” son cascadas y también son parte del día a día de los habitantes de Nuévalos, un pequeño pueblo de la provincia de Zaragoza. En en este lugar, a medio camino entre las localidades de Calatayud y Alhama de Aragón (ciudad que alberga uno de los lagos de aguas termales más importantes de Europa), se encuentra el epicentro de la llamada Ruta del Agua en Aragón: el Monasterio de Piedra, uno de los parajes naturales más insólitos de nuestro país. Aquí, el agua es indiscutible protagonista, es la que hace y la que deshace.
Ya a finales del siglo XIX la revista londinense Fraser’s Magazine hablaba de un lugar mágico en el norte de España, un vergel insólito en el que el agua había dibujado de forma natural lagos, grutas y cascadas. El lugar al que se refería era el Monasterio de Piedra, un destino al que la publicación definía como “una excursión a una de las curiosidades naturales más extraordinarias de Europa” y un lugar de visita obligatoria para los amantes de la naturaleza. En aquella fecha este lugar era ya un espacio público perteneciente a la familia Muntadas, quien lo había comprado al Ayuntamiento de Nuévalos tras las Desamortizaciones de Mendizábal, firmadas en 1835. Hasta entonces, todo lo que hoy conocemos como Monasterio de Piedra pertenecía a la Orden del Císter, instalada allí casi siete siglos antes a instancias del rey de Aragón Alfonso II, quien había cedido una de sus antiguas fortalezas de resistencia contra los musulmanes al Monasterio de Poblet de Tarragona. El edificio principal del monasterio se terminó en 1218, siendo inaugurado por el rey aragonés Jaime I El Conquistador.
Durante los años que el Monasterio de Piedra perteneció a los monjes cistercienses éstos desarrollaron allí una importante labor económica y naturalista. Como curiosidad, decir que fue en este monasterio zaragozano donde el chocolate, recién traído de América, comenzó a fabricarse tal y como lo conocemos hoy en día. Los habitantes de la abadía también se dedicaron a la fabricación de quesos, dulces y otros productos aragoneses, entre ellos la mejora en la producción de vinícola en la zona gracias a unas bodegas que aún pueden visitarse en la actualidad.
Rests de la antigua abadía
Museo del Vino
En los más de 650 años que allí vivieron los monjes también dedicaron parte de su tiempo a explorar el paraje natural que albergaba su monasterio, y excavaron túneles y formaron grutas. De todas ellas la más conocida es la Gruta Iris, una de las más recorridas y que sirve como unión entre el Río Piedra y la Cascada de la Cola de Caballo, que con más de 50 metros de altura es uno de los mayores atractivos del Monasterio de Piedra.
Juan Federico Muntadas Jornet, el arquitecto del Monasterio de Piedra
El Monasterio de Piedra es un lugar mágico. En él, el agua tiene un caprichoso fluir y es imposible que alguien pudiera planear tan inmenso circuito de agua. Sin embargo, sí existe una figura a la que de debe la notoriedad adquirida por el parque a finales del siglo XIX. Poco después de que los terrenos del Monasterio fueran expropiados a los monjes éstos fueron adquiridos por el empresario catalán Pablo Muntadas Campeny en 1840, pero será su hijo quien descubra la belleza del Parque y quien promueva en ella el turismo.
Juan Federico Muntadas Jornet nació en Barcelona en 1826, donde pasó su infancia y juventud hasta que se trasladó a Madrid para estudiar Literatura, Filosofía y Jurisprudencia. Cuando tenía cuarenta años y centrado ya en su actividad literaria, se retiró a vivir a su finca del Monasterio de Piedra, un lugar que le había fascinado desde pequeño. Amante de la ecología y consciente de la belleza del lugar, Federico Muntadas reestructuró el parque, añadió caminos e hizo algunas plantaciones y facilitó el acceso al público construyendo las escaleras y túneles que aún hoy dan acceso a la misteriosa y sugerente cueva Iris, la misma de la que el escritor Paulo Coelho dirá en su libro “A orillas del Río Piedra me senté y lloré” dirá que “no parece de este mundo”.
Gruta Iris
La familia Muntadas, además de convertir el espacio en un gran vergel abierto al público, creó dentro de este recinto natural la primera piscifactoría española inaugurada en 1867 y que sirvió para naturalizar en estas aguas especies como la trucha común o el cangrejo. Poco poco Federico Muntadas fue formando, habilitando y manteniendo el paraíso natural que hoy todo el mundo puede visitar actuando siempre bajo una firme premisa: mantener la belleza natural del parque con la mínima intervención humana.
Riqueza del paisaje
Una de las curiosidades de la zona, además del entramado de caídas, saltos y cascadas, es cómo encontramos aquí esta especie de amazonía poblada y densa, más propia de latitudes tropicales que de una zona como es el sureste de Aragón, tradicionalmente seco. En el Monasterio Piedra el río que le da nombre surge entre arboledas de olmos, castaños, saucos, higueras y nogales, todos ellos invadidos desde hace siglos por hiedras y enredaderas. Esto hace que el recorrido del río, saltando piedras y rocas y salvando caprichosos desniveles, se nos antoje verde y fresco, plagado de pequeñas y curiosas formas decorativas que la naturaleza ha creado a su antojo.
Cascada Cola de Caballo
Lago del espejo
Es el río precisamente el que vertebra y organiza todo el ecosistema de la zona. En los márgenes de río Piedra y en los arroyos y zonas más húmedas crecen especies como el aliso, el chopo o el olmo. Otras especies arbóreas rodean las riberas, como los nogales y los arces. El fresno ocupa suelos de vega ricos en nutrientes, siendo frecuente en zonas de media altitud. y la vegetación acuática, la zarza, los juncos y los arbustos de la serranía completan un paisaje ibérico de inusitada belleza gracias a las grandes cascadas y las lagunas cristalinas.
Respecto a la fauna de la zona, destaca una nutrida población de aves silvestres típicas de la comarca como el buitre leonado o la lechuza. Los jilgueros, abutardas, martines pescadores y mirlos acuáticos ponen el sonido al río en el que conviven truchas, trencas, barbos, madrillas y cangrejos ibéricos, un crustáceo autóctono que a día de hoy se encuentra seriamente amenazado. El Parque del Monasterio de Piedra también alberga un Centro de interpretación de la fauna piscícola que controla e intenta concienciar a los visitantes sobre el alto valor ecológico, paisajístico y cultural del río Piedra y sus riberas.