Conservación

22 Abr 2013

¡LOS HONGOS SALVARÁN EL MUNDO!

Los hongos son mucho más que unos pequeños seres vivos que habitan en los bosques, pueden servir para limpiar suelos contaminados, como plaguicidas y como tratamientos contra la viruela y la gripe. ¡Hay quién habla de la revolución de los hongos!

La palabra permacultura, ideada en los años setenta por los ecologistas australianos Bill Mollison y David Holmgren, es una fusión entre las palabras agricultura/permanente. En términos generales, se trata de la búsqueda de un sistema de hábitats humanos y sistemas agroculturales sostenibles que imita los patrones de la naturaleza. Este tipo de proyectos integran armónicamente vivienda y paisaje y permiten ahorrar materiales, a la vez que se producen menos deshechos y se aprovechan recursos naturales. Por otro lado, el término fungicultura hace referencia a actividades relacionadas con el cultivo de setas y hongos en medios controlados para producir alimentos, medicinas y otros productos. Ambos conceptos forman parte del ideario propuesto por Paul Stamets, uno de los micólogos más importantes del mundo.

 

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Hay quién llama a Paul Stamets el señor de las setas. Razón no les falta. Hace más de treinta años que Stamets, micólogo perteneciente al consejo editorial de The International Journal of Medicinal Mushrooms y asesor del Programa de Medicina Integrativa, en la Escuela de Medicina de la Universidad de Arizona, creó Fungi Perfect, un reino mágico para las setas. Es una compañía familiar instalada a los pies de las Olympic Mountains, uno de los parajes vírgenes más importantes nord-este de EE.UU. La idea cuando se creó esta empresa era distribuir hongos y setas por todo el mundo vendiendo kits y suministros. Pero esta idea no se impulsó precisamente por un afán comercial. Para Paul Stamets los hongos son los auténticos guardianes de los ecosistemas. Se trata de una maquinaria antiquísima, prácticamente olvidada, y que en estos tiempos de cambios pueden suponer una última esperanza para la sostenibilidad del planeta. 

Uno de los principales usos es medicinal, especialmente centrados en dos estudios clínicos de la National Institutes of Health sobre el tratamiento de cáncer y del VIH usando los hongos como terapias adjuntas. Otro, la producción de hongos para usos gourmets, y todo el necesario para cultivar setas de forma doméstica. Su gran invento, La Caja de la Vida, una caja de cartón reciclado en la cual viajaban comprimidas las entonces de un centenar de árboles (abetos, sequoias, fresnos, cedros, olmos) mezcladas con esporas de hongos micorrizados, de tal forma que cada caja tenía el potencial de crear un pequeño bosque de vida con clima continental capaz de capturar y limpiar una tonelada de CO2 en 30 años. A lo largo de 2011 se vendieron más de 10.000 Cajas de la Vida. El modelo podría multiplicarse e importarse a otros climas y a otros tipos de bosques y ecosistemas, para reforestar todo el planeta. Hay quién lo denomina una idea sostenible. Paul Stamets prefiere denominarlo restauración ecológica.

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Biorremediación y población de otros mundos 

Hay quienes aseguran que Paul Stamets es un visionario. Sus estudios sobre los hongos no se quedan en nuestro planeta. Según el micólogo, podríamos terraformar, es decir, transformar desde nuestra tierra, otros mundos de nuestra galaxia con la siembra de una mezcla de esporas de hongos y otros entonces hasta crear una huella ecológica en un nuevo planeta. Esto es harto difícil si tenemos en cuenta que las condiciones de oxígeno, humedad y calor no son las mismas. Después de haber presentado numerosas patentes sobre propiedades antivirales, y pesticidas de los micelios, la masa de hifas que constituye el cuerpo vegetativo de los hongos, de setas nativas norteñas de América, sus estudios se han centrado al estudiar y descifrar el genoma de los hongos para saber qué técnicas utilizan para producir su veneno.

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Pero el gran reto de Stamets es divulgar el poder de los hongos como bioremediadores del planeta. La bioremediación es el uso de seres vivos para restaurar ambientes contaminados. Este concepto no debe confundirse con la depuración, que es la eliminación, ya sea por métodos químicos o biológicos, de un contaminante antes de que este llegue al medio ambiente.

 

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Entre los microorganismos usados en la bioremediación destacan especialmente las bacterias, los seres vivos con mayor capacidad metabólica del planeta. Las bacterias pueden degradar prácticamente cualquier sustancia orgánica. Si la sustancia se degrada completamente se habla de mineralización. Algunas sustancias no son degradadas sino transformadas en otras (biotransformación). La biotransformación puede ser peligrosa, puesto que la nueva sustancia formada puede ser tan nociva o más que la de partida.

 

¿Una solución definitiva? 

La bioremediación ofrece grandes posibilidades. Gracias a sus ventajas económicas y ambientales, se cree que será una de las tecnologías más desarrolladas durante este siglo. Para conseguirlo se investigan nuevos organismos capaces de digerir compuestos tóxicos. Después, se identifica el gen que los permite cumplir con esa función, y se transfiere a otras bacterias que no lo poseen naturalmente. De esta forma, las nuevas bacterias transgénicas actuarán sobre un abanico más amplio de residuos. Por ejemplo, se podrían obtener bacterias capaces de eliminar residuos de plomo, cromo, cloro o que degradan desechos industriales que actualmente no son biodegradables.

 

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Hongos capturadores de carbono

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La biorremediación promete eliminar en el futuro las peores consecuencias de vertidos de compuestos orgánicos como los hidrocarburos, a causa de que varios prometedores bioremediadores, como los hongos y bacterias se alimentan de compuestos químicos orgánicos. Pero no todas las sustancias contaminantes son eliminadas con la misma facilidad por los microorganismos bioremediadores conocidos. Los metales más tóxicos para el ser humano (el plomo, el cadmio y el mercurio) no han sido de momento capturados íntegramente por microorganismos si se encuentran en grandes concentraciones. Una cosa similar ocurre con el mercurio, puesto que sus características anómalas (un metal líquido e inestable, irritando, que produce vapores tóxicos y corrosivos, nocivo por inhalación, ingestión o contacto) hacen que sea demasiado huidizo para los microorganismos y acabo filtrándose de los vertederos a los acuíferos y de aquí a toda la cadena alimentaria.

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Revista de divulgación científica del Jardí Botànic de la Universitat de València.
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