Las carnívoras del Botánico
Las conocemos por sus curiosas adaptaciones para atrapar insectos, pero ahora en primavera también nos regalan bonitas y diminutas flores que nos descubren José Marmaneu y Gabriel Jacques Souba, de GRUBIAL, grupo de biología alicantina. Una visita al invernadero de plantas carnívoras del Botánico que no te puedes perder.
Puede resultarle curioso a algunos, extraño quizás a otros, pero las plantas insectívoras, popularmente conocidas como carnívoras, son plantas y aunque se trate de una redundancia y una obviedad a veces olvidamos que como todas las especies angiospermas, las insectívoras, también florecen ¡y de que manera!.
Atrapamoscas en flor (Drosera capensis). Planta del mes de junio del Jardín Botánico UV
A lo largo de toda la primavera, en especial por estas fechas, podemos encontrar en el Jardín Botánico de la Universidad de Valencia toda una explosión de colores y formas florales dentro del invernadero central de especies insectívoras. Todo un lujo al alcance del visitante y que sin duda sorprenderá al más curioso.
Fascinado por su elevada especialización, Charles Darwin fue el primero en caer rendido a sus encantos y es que no es de extrañar. Esa forma de ganarse la vida, tan cruel y terrible, se escapa de nuestro concepto de planta inmóvil y servicial, siempre dispuesta a que alguien las tiente y no al revés. Al asombro de Darwin debemos el primer tratado sobre estas especies, el Insectivorous plants (1875), estudio que nos empieza a descubrir este fascinante mundo que surge, como es habitual, de una adaptación, una “simple” hoja modificada.
Estas modificaciones que abarcan desde verdaderas jaulas móviles, pasando por simples glándulas pegajosas hasta sésiles jarras llenas de un peligroso líquido enzimático, son consecuencia de la adaptación al medio donde viven. Es habitual que estas especies habiten zonas con bajas concentraciones de nutrientes, suelos pobres y encharcados, como turberas o pantanos en los que para compensar el déficit nutritivo necesitan de aportes externos. Es por ello, que las hojas evolucionaron hacia estas formas inverosímiles, permitiendo a la planta pasar a la acción en la búsqueda de su alimento.
A diferencia de lo que cualquier persona, entendida o no en el tema de las insectívoras, pueda pensar, estas plantas no están en un único grupo aislado en el árbol de la vida, es decir, no tienen un antecesor común que también fuera insectívoro para sobrevivir. De hecho, esta estrategia ha aparecido en más de una ocasión, en lugares diferentes y en periodos distintos a lo largo de la historia de la Tierra. Las hay monocotiledóneas y las hay dicotiledóneas. Algunas son cercanas a las gramíneas en el primer caso y otras lo son más de los claveles, de las labiadas, de las margaritas o de los brezos. No es cuestión de clasificación sino de supervivencia.
Plantas insectívoras en su hábitat natural
Y es que plantas que viven en ambientes parecidos acaban pareciéndose entre sí, física o funcionalmente. La convergencia evolutiva ha permitido que estas plantas de turberas y de lugares con deficiencias en ciertos nutrientes hayan solucionado el problema nutritivo variando su dieta. Así, con los extras que proceden de sus capturas son capaces de sobrevivir y de completar sus ciclos vitales, floreciendo y dando frutos que contengan las semillas de la siguiente generación. Si que es cierto que la forma de capturar varía de un lugar a otro, de una planta a la siguiente, pero la solución sigue siendo la misma: comer de todo.
Trampas mortíferas
Las estrategias para atrapar el alimento vivo son tan variadas como terroríficas en sus diseños. Básicamente todas atraen a sus presas o bien con fragancias o bien ofreciendo néctar dulce y sus trampas pueden ser de tres tipos diferentes: activas, pasivas o semipasivas. Las primeras son aquellas en las que la planta se mueve activamente para atrapar a la presa que ha accionado la misma.
En las segundas, aquellas en las que la trampa espera a que el insecto caiga en ella sin producir ningún movimiento, la forma de la trampa es suficiente para evitar que la presa escape. Por último, las trampas semipasivas son una combinación de unas y otras, de tal manera que la planta espera a que un insecto caiga en su trampa y activamente lo envuelve para dificultar su huída. De todos los tipos hay una gran representación en el Botánico.
Especies del Botánico
Dionaea muscipula Sol. Ex J. Ellis, la venus atrapamoscas, es quizás la planta insectívora más conocida por todos debido a su implacable manera de capturar las presas. Esta especie tiene tres pelos sensitivos en cada lóbulo de la hoja que al contacto con un insecto se cierran en una jaula mortal. Lo curioso de este mecanismo activo es que presenta un sistema de seguridad por el cual es necesario que la presa toque al menos dos pelos, uno para cargar la trampa y otro diferente para cerrarla. Todo un ahorro de energía cuando lo que cae en la trampa es algún resto inorgánico.
Venus atrapamosaca (Dioanea muscipula). Originaria del sureste de EEUU
Drosera filiformis Raf., un ejemplo de especie insectívora con trampa semipasiva donde sus hojas están recubiertas de unas glándulas mucilaginosas dulces y muy pegajosas que atraen y atrapan a las presas. Al igual que el girasol, las flores de esta planta son capaces de moverse en dirección al sol para captar la mayor cantidad de luz solar; es lo que se conoce como heliotropismo.
Pinguicula cv ‘Tina’, un híbrido comercial de dos especies de Pinguicula (P.agnata x P.zecheri). Las plantas de este género tienen trampas pasivas, de tal manera que las hojas están cubiertas de glándulas pegajosas que impiden que las presas se liberen después de posarse sobre ellas. Acto seguido otras glándulas segregan líquidos digestivos que disuelven los insectos atrapados, quedando los restos no digeridos a la vista sobre las hojas. Sus flores de un llamativo color lila, presentan un característico espolón.
Sarracenia blanca (Sarracenia leucophylla). Originaria del sudeste de EEUU
Sarracenia leucophylla Raf., una insectívora conocida en algunos lugares como planta de jarra de cabeza blanca (leukos en griego significa “blanco”) por el aspecto y el color de sus grandes hojas modificadas. Los insectos, atraídos pasivamente por el aroma del néctar, resbalan al posarse sobre el borde encerado de la jarra cayendo al interior de la trampa. Una vez dentro, la huída es prácticamente imposible.
Utricularia livida E. Mey. , esta pequeñísima y en apariencia frágil planta insectívora guarda en su interior una asombrosa complejidad. Especie altamente especializada en ambientes con una alta humedad atrapa a sus presas mediante una compleja estructura similar a una bomba de succión. Sus flores blanquecinas y situadas en el extremo de un liviano escapo floral es la única parte de esta planta bien definida, puesto que tanto tallo, raíz y hojas no están del todo diferenciados.
Col de vejigas (Utricularia livida). Orginaria de Sudáfrica y México
Estos son unos pocos ejemplos de la gran variedad de plantas insectívoras que existen en el mundo y que en Valencia, gracias al invernadero de exhibición del Jardín Botánico, tenemos la suerte de poder disfrutar. Estas plantas han sido capaces de sobrevivir en ambientes donde otras fracasarían pero, por muy raras y variopintas que sean, son plantas con sus flores, frutos y semillas. Así que aprovechad y acercaos al Jardín este mes de junio, una oportunidad única para entender la riqueza de especies y las soluciones que la naturaleza ingenia para resolver los problemas más variados.
Artículo escrito por José Marmaneu y Gabriel Jacques Souba del blog GRUBIAL