La flor de la seducción
Si por algo se ha caracterizado la belladona a lo largo de la historia es por la cantidad de leyendas y mitos que se han creado entorno a ella. Rodeada siempre de misterio no es de extrañar que en el lenguaje de las flores esta planta se identifique con el silencio.
Según algunas viejas leyendas, hablar de belladona es hablar de seducción ya que esta planta, que se encontraba habitualmente a ambos lados de los caminos, atrapaba la atención de niños y mujeres por su delicada presencia. De hecho el nombre de esta planta no es casualidad, belladona, etimológicamente de la voz latina bella donna (bella mujer) y muestra la sensibilidad de los italianos, quienes bautizaron la flor, en el arte de la seducción, a la que está muy ligada. El origen europeo de esta flor hace que las leyendas sobre su origen se encuentren en nuestro continente, especialmente en el norte, vinculadas a la tradición celta. Pero también en el Mediterráneo se ha alimentado la leyenda de la belladona, pues es en nuestros bosques donde esta variedad puede aparecer con mayor frecuencia.
De acuerdo con la tradición celta, el espíritu que habita dentro de la planta de belladona, Atropa belladonna, sólo sale una noche al año, la de Walpurias, cuando se prepara para celebrar el Sabbath con las brujas. En tierras célticas hay una superstición que vincula a la belladona con una hechicera encantadora a la que es peligroso mirar, siendo curioso que en la actualidad uno de los usos más comunes de la belladona sea la oftalmología. Otras versiones sugieren que cierta secta de sacerdotes tomaba una infusión de belladona para honrar e invocar la ayuda de Bellona, diosa de la guerra.
Respecto a leyendas más recientes y vinculadas con la parte más sexual, de la belladona, se cuenta que en un remoto lugar un hechicero trató con esta flor a una mujer enferma provocando en ella un estado de sueño profundo que se prolongó durante varios días. Al despertar del letargo, la mujer se mostró molesta por haberla sacado del estado hipnótico ya que durante su sueño había estado en lugares donde el placer y la lujuria eran constantes. Al darse a conocer esta experiencia, la Iglesia relacionó aquellas visiones con actos del demonio y la consideró una planta herética. Desde entonces, su vinculación con la brujería ha sido una constante. Pero, ¿qué había de real en la leyenda de la mujer hechizada?
Incontables observaciones registradas desde el siglo pasado mostraron que en estado de excitación sexual la pupila se dilata. Y que los hombres, de forma inconsciente, se sentían atraídos por mujeres más estimuladas. Uno de los efectos de la belladona es que las pupilas se dilatan mucho debido a la atropina que contiene. De todo esto, podemos deducir que de alguna forma las mujeres de las cortes italianas de los siglos XVI y XVII dedujeron esta relación y comenzaron a usar belladona en los bailes de la nobleza, para mostrarse más atractivas ante los hombres.
Pero más allá de las alucinaciones y de los efectos seductores de la belladona están los efectos reales de la misma, vinculados a su propiedad más latente, la toxicidad. Según la descripción que Plutarco hizo sobre los efectos producidos en las tropas de Marco Antonio, aquellos soldados romanos fueron envenenados con belladona. Con esta misma planta fue también envenenado el emperador Claudio.
Atropa belladonna es una planta vivaz de la familia de las solanáceas que puede alcanzar un metro y medio de altura. Tiene tallos ramificados y leñosos en su base, y sus hojas son grandes y ovaladas, con grandes flores de color violáceo y amarillo. Su principio activo es la atropina (aislada por Mein en 1831) que se concentra fundamentalmente en sus raíces y en su fruto, son unas bayas de color negro y del tamaño de una cereza, con olor fuerte y desagradable. Normalmente crece a la sombra de los árboles, en colinas boscosas o yacimientos carboníferos en los bosques húmedos de Europa, Asia y África. También es conocida como cereza negra, hierba de la muerte, tabaco de pared, cereza del diablo o baya de la bruja.
Atropa belladonna
La belladona contiene altas cantidades de alcaloides tropánicos. Los alcaloides son compuestos químicos nitrogenados derivados de los vegetales y algunos animales, que tienen distintas propiedades sobre nuestro organismo, sobre todo sobre en el sistema nervioso central. El uso de la belladona como planta medicinal se remonta a hace miles de años. En la terapéutica herbolaria esta planta narcótica se aplica en caso de neuralgias, tos nerviosa, asma, convulsiones, epilepsia, constricciones espasmódicas y algunas enfermedades de los ojos.
Las propiedades de la belladona pueden producir, en dosis leves, la reducción de la salivación y la sudoración, pero en dosis más altas aumenta el pulso y el ritmo respiratorio, la acción de los músculos involuntarios decrece, la frecuencia cardíaca se acelera, la dilatación de las pupilas es muy marcada y se inhibe la acomodación ocular, es decir, el cristalino se fija para la visión lejana y los objetos cercanos se ven borrosos. En dosis muy altas puede producir alucinaciones visuales y auditivas. Otro de los síntomas de la planta, y que a la vez es el principal síntoma de intoxicación, es la pérdida completa de la voz, aunada a movimientos continuos e incontrolados de los dedos y las manos.
Frutos de la belladona
A pesar de que la belladona no provoca ninguna adicción ni física ni psicológica se recomienda mucha prudencia en su uso, restringido a recomendaciones médicas controladas. Ahora bien, como es una planta que puede encontrarse en el campo, especialmente en el norte de España, existe riesgo de intoxicación. En caso de envenenamiento accidental recomienda tomar lo más pronto posible alguna sustancia que provoque el vómito, como un vaso grande de vinagre caliente o agua de mostaza, posteriormente un vaciado estomacal seguido de una dosis de magnesia, estimulantes como café cargado, y de ser necesario hay que ayudar al paciente con respiración artificial.