Plantas

2 Oct 2014

El acanto en el arte

¡Tenemos nueva bloguera en Espores! La artista Maria Riutort recorre la historia a través de la visión artística del acanto. Un enfoque original de una planta muy tradicional. 

El acanto o ala de ángel es una planta herbácea de hojas dentadas con flores entre blanco y púrpura sobre largas espigas verticales. En Europa existen tres especies, ninguna de ellas nativa en España, pero la más común de las tres, Acanthus mollis, nos acompaña desde la antigüedad. Es una planta mediterránea con usos medicinales como diurético, contra las quemaduras y las convulsiones, pero sobre todo, con una presencia sobresaliente en el arte.

 

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 Acantus mollis. Imagen de wikipedia

 

Aunque puede encontrarse en jardines de todo el mundo su hábitat se extiende por el sur de Europa, especialmente en la región mediterránea. Abunda en suelo griego donde no quedaron impasibles ante su belleza y en un principio era utilizada como adorno en su estado natural, después pasó a ser el motivo, por excelencia, de los ornamentos vegetales gracias a las bondades plásticas de sus formas, convirtiéndose en piedra para dar el primer paso hacia ser digno de ser copiado, esto es, convertirse en clásico.

 

En la Grecia clásica, las hojas enrolladas del acanto se consideraban un símbolo de la vida eterna, y eran habituales en los enterramientos. Desde entonces, el acanto ha perdurado a través de los tiempos, siendo un descubrimiento más que una invención. Cuando en el siglo V a. C. el escultor Calímaco hizo evolucionar en los órdenes arquitectónicos griegos las volutas de los capiteles de estilo Jónico hacia el estilo Corintio con éstos motivos vegetales y dándole protagonismo a la planta.

 

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Capitel Jónico

 

Corintio

 Capitel Corintio

 

Su forma lo hace muy apto para el ornamento, principalmente es un esquema radial de tallos que parten desde la base y en los que se van alternando hojas grandes y pequeñas. Cuando uno se para a observarlo, o cuando se lo empieza a dibujar nos damos cuenta de la estructura ternaria de las hojas, que se desarrollan bajo la mano de una fractal oculta a base de ternas y tríos; la hoja principal con las secundarias, la punta central de cada hoja con las laterales y así sucesivamente hasta formar un borde más o menos elaborada.

 

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 Alternancia hojas grandes y pequeñas

 

Cuando un elemento -el tallo en este caso- se enrolla sobre sí mismo y nos muestra una espiral a veces helicoide con el borde superpuesto se le llama “roleo” y es una invención, una licencia artística al igual que los zarcillos que a veces se despliegan una forma hasta anti natural en el acanto pero que resulta muy buen recurso para fundirse con la arquitectura y adaptarse como ornamento a las superficies o mezclarse con otros tipos de figuras.

 

Se suman al cuerpo humano, desarrollándose para substituir extremidades, vegetalizando cabellos y barbas, tantas veces sirviendo para integrar a la figura humana en el adorno escultural. También se mezclan entre el pelo y las plumas de águilas, leones, alas diversas, se convierten en delfines, cuernos de la abundancia y sirven en detalles que rematan los más diversos lugares y objetos.

 

El acanto también da lugar a detalles decorativos como la palmeta, una forma intermedia hacia elementos arquitectónicos, más simétrica y estática posee el mismo esquema que las hojas de acanto, su perfil puede ofrecer una forma cóncava o convexa, si su silueta es cóncava se le llama perfil de cuchara.

 

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 Palmeta 

 

Los nervios de las hojas siguen una doble curvatura, lo que resuelve sus siluetas en un armonioso juego de líneas que alude a lo vegetal pudiendo modularse con gran facilidad para crear un conjunto más abierto o replegado, más rígido o sugerente.

 

Pueden así crearse muchas y diferentes variaciones sobre el acanto éstas pueden ser más o menos realistas o estrictas con la naturaleza formal de la planta. Según el concepto que se tuviese de ella en cada época, el tratamiento de su forma y lo simple o intrincado del borde de su hoja podemos distinguir los diversos estilos a través de la Historia.

 

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Capitel Maison Carrée, Casa Cuadrada en Nimes,Francia

 

Los Romanos jugaron con formas más redondeadas, hojas más grandes, amplias con curvas que le confieren movimiento y sugiere no solo idea de vida vegetal si no también de vitalidad y energía. De modo tardío, en el estilo Bizantino estas formas se tornaron menos delicadas y tomaron mayor rigidez en su camino hacia el arte medieval. Tanto romanos como griegos utilizaban el acanto para acomodar las figuras en formatos circulares, triangulares o rectangulares, completando los rincones con sus filigranas.

 

El Arte Medieval lo traslada sobre el papel ya sea en grabados, decorando los márgenes de los textos o adornando las letras capitales. Durante la Edad Media los motivos ornamentales alteraron su carácter, éstos se anquilosan y si comparamos un capitel de la Grecia Clásica con otros de la España de inicios de la Reconquista, vemos que se pierden un poco las líneas sinuosas y elegantes del clasicismo para dar paso a fáciles trazados circulares que parecen en cierto modo una caricatura, pero el esquema permanece inalterado. El acanto es también es uno de los motivos que encontramos en la alfarería de la corona de Aragón, heredada de los moriscos: los socarrats tienen su singular versión de la planta entre su imaginario.

 

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 Capitel español de inicios de la Reconquista

 

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Azulejos de cerámica valenciana y acanto socarrat

 

En el Gótico se une a otras plantas para invadir los más variados detalles arquitectónicos apoyando a la escultura o adornando los enrejados. Distinguimos dos momentos en el arte gótico, uno más temprano de acantos bulbosos y bordes redondeados y otro posterior donde sus hojas son más extensas y largas, más bizarras y complejas. En ésta etapa los detalles se idealizan, se fragmenta para prodigarse por los arcos de las portaladas o se pierden hacia formas orgánicas como por ejemplo las de las llamas y lenguas de fuego –da lugar al gótico flamígero- siendo más difícil de reconocer que se trata del acanto.

 

El Renacimiento por su parte recupera la cultura greco-romana y sitúa al hombre como medida de todas las cosas, revive el antiguo ornamento ya clásico y busca el secreto de la belleza natural con la ayuda de la matemática, analizando, desarrollando un acanto particularmente sofisticado, cuyos zarcillos extienden la fabulosa silueta de su doble curvatura y despliegan sus hojas más frondosas y elegantes que en cualquiera de los estilos anteriores hasta hallarse convertidas en cornisas, rosetas o capiteles en toda su versatilidad. Se establecen en esta época unos formalismos que marcarán los siguientes estilos.

 

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Detalle de cabezas de la catedral de Valencia

 

Las sofisticaciones en sus formas es explotada en el Barroco y el Rococó, que tomaron el relevo y su ornamentación de base naturalista obsequió con los más refinados formalismos a la burguesía de la época haciéndose éste motivo ampliamente presente en el arte de la ebanistería y la orfebrería. Hacia el siglo XVII la decoración barroca llegó al punto máximo en su estilo complejo y recargado con acantos de hojas elaboradas y más o menos espinosos pero nunca solos dentro de la decoración.

 

Collar barroc

Imagen de Alejandro Glade R

 

En su evolución pues, los diferentes acantos conservan el sentido del movimiento y la forma general de la planta, aunque por otro lado fantasean jugando con sus formas para complacer diferentes y muy variadas posibilidades ornamentales, su capacidad de mezclarse con la escultura y ponerse al servicio de los artistas de disciplinas diferentes bien les ha valido un sitio en la Historia.

 

Imagen de cabecera de FlickR

Llicenciada en Belles Arts. Pintora i educadora.
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