Agua que engorda
¿Sabías que hay cactus que pueden almacenar hasta 3.000 litros de agua en su interior? ¿Que de los parásitos de las chumberas se extrae el carmín de labios? ¿Y que al comer algunas de sus flores puedes absorber el espíritu de Dios? Quizás deberíamos aprender más sobre los cactus.
La familia de las cactáceas fue descrita por Linneo, cómo no. Los cactus son los grandes triunfadores de los desiertos americanos donde encontramos hasta dos mil especies diferentes. Sus tallos son suculentos, fotosintéticos y recubiertos de espinas, que son las hojas reducidas a la mínima expresión con el fin de ofrecer la menor superficie posible a la evaporación.
Los cactus son interesantes por muchos motivos, su distribución, sus estrategias evolutivas, sus adaptaciones a la sequía y a las temperaturas elevadas o su metabolismo singular, pero en este artículo disfrutaremos de la cara más amable de la botánica, la etnobotánica, y os presentamos algunas de las especies más fascinantes.
La espina cuando nace ya pincha
El saguaro es el cactus de los recuerdos. Cernegiea gigantea vive en Arizona, tiene aspecto de candelabro y unas espinas con las que espanta a los herbívoros sedientos, puede contener hasta 3000 litros de agua, vivir 200 años y medir 20 m.
Flor del saguaro
Saguaros
Otro género de cactus muy conocido es Cereus, el ritmo de floración del cual está sincronizado con las migraciones de los murciélagos del desierto de Méjico que liban el néctar de unas flores efímeras. Pero no sólo los mamíferos voladores las saben apreciar, las flores de estos cactus son tan vistosas y coloridas que se cultivan con usos ornamentales.
El más devoto de los cactus
La mescalina fue objeto de una canción de Los Rebeldes, pero los orígenes de su uso tienen un talante más místico. El peyote, vive en los desiertos calcáreos de Méjico y su flor se usa como alucinógeno. Sintetiza muchas sustancias psicoactivas, pero una en concreto tiene una estructura química semejante a la del neurotransmisor noradrenalina, esto explica que su consumo provoque la agudización de los sentidos.
Peyote, Lophophora williamsii
Durante la guerra de Secesión de los EE.UU. los cristianopeyotistas fundaron la iglesia de quienes comen la medicina, es decir, la flor del peyote y recibieron el apoyo del que sería después el director del Museo Botánico de Harvard. Cuando el etnobotánico Richard Evans Schultes realizó las investigaciones pertinentes sobre los efectos del peyote se prohibió su consumo.
Un carmín de labios a base de cactus, ¿será verdad que para presumir hay que sufrir?
Unas décadas después del descubrimiento de América, el género Opuntia, las chumberas, se instaló en Europa. Viven desde entonces en nuestro paisaje mediterráneo, tanto es así que han resultado ser invasoras, pero no llegaron solas sino que traían un polizón, la cochinilla. De este artrópodo del Nuevo Mundo se extrajo el carmín con el que la realeza y el ejército deseaban teñir sus indumentarias, puesto que era el material más preciado después del oro y la plata.
Dactylopius coccus
Policía Montada del Canadá vistiendo uniforme rojo
La chumbera o higo de pala se cultivó por primera vez en Cádiz en 1820 donde se consiguieron reproducir las poblaciones de cochinilla. Se enviaron a Canarias unos ejemplares infectados con la plaga para reproducirla. Hoy en día, las islas son, junto con Honduras, los principales productores mundiales de este pigmento.
Nopalea cochenillifera
Frutos olvidados de otoño
El fruto de la chumbera se denomina tuna o higo chumbo y es, como dicen los botánicos, una falsa baya que pasa del color amarillo al rojo oscuro al madurar. Su piel está provista de espinas, tienen gran cantidad de aminoácidos, vitaminas y pigmentos que tiñen la orina de color rojo, y la medicina popular valenciana las ha usado para reblandecer abscesos, cortar las diarreas y como es bien sabido, evitar los celos entre hermanos. Actualmente, su consumo es reducido.
Pero los higos no son el único caso de frutos olvidados, a la lista podemos sumar el azufaifo y el membrillo. Tal vez, la dificultad de obtener estos frutos los haya relegado a un segundo plano. Por el contrario, el caqui, un fruto olvidado de otoño hasta hace muy poco, ha vuelto a llenar nuestras despensas.
Membrillo
Azufaifo
Y si nos interesa la etnobotánica, la disciplina que nos permite conocer el uso de las especies vegetales, las anécdotas y las historias que las plantas nos esconden, nos gustará el monográfico titulado Herbari. Viure amb les Plantes, dedicado a la etnobotánica donde Daniel Climent y Ferran Zurriaga recorren las especies más emblemáticas. El libro ha sido editado por la revista Mètode, de la Universitat de València, con motivo de su vigésimo aniversario.
Así, podemos concluir que a pesar de que los cactus nos ofrecen sombras poco acogedoras y no nos devuelven las pelotas que se nos escapan, también nos regalan dulces frutos y productos cosméticos. Cultivarlos es uno de los pasatiempos más agradecidos, necesitan pocas atenciones y alejan a los curiosos de nuestros balcones. ¿No te pincha la curiosidad de tener uno?