El Solar Corona, un espacio urbano participativo
En pleno corazón del Carmen en Valencia encontramos este proyecto comunitario de rehabilitación y reutilización de un solar abandonado. Vecinos y asociaciones del barrio salen a la calle y crean un nuevo espacio verde para disfrutar y desarrollar actividades culturales.
El espacio ciudadano Solar Corona, situado en la calle Corona 12-14 de Valencia, nace como resultado del encuentro Comboi a la Fresca de la red Arquitecturas Colectivas desarrollado en Julio de 2011. Tras meses de gestión por parte de diversos colectivos de técnicos relacionados con disciplinas como la arquitectura, el derecho, el arte, la sociología y la gestión cultural, organizados bajo la plataforma Comboi a la fresca, surge este espacio ciudadano.
Para el desarrollo del encuentro se obtuvo la cesión temporal del Ayuntamiento y del propietario del espacio. Una vez pasado este primer momento de trabajo colaborativo y de expresión del potencial del espacio, parte de los implicados en el encuentro, junto con vecinos residentes, acordaron continuar desarrollando el proyecto de un jardín, como punto de encuentro y actividad vecinal. El espacio se concibe como “una herramienta de empoderamiento ciudadano que puede contribuir a satisfacer diferentes necesidades y a llevar adelante proyectos de personas y asociaciones, tanto del barrio como del conjunto de la ciudad”.
Proyecto Solar Corona
El proyecto se ha ido configurando de manera orgánica con la voluntad de constituirse como un espacio de programación sociocultural y de uso colectivo; exponerse como un aula exterior de autoformación y talleres, hasta la fecha sobre temas como la agroecología urbana o la pintura mural, y por último indagar sobre temas como la dinamización laboral, el autoempleo y la impulsión de proyectos de todo tipo.
La superficie, de unos 600 m2, consta de unos restos arqueológicos del s.XVIII pertenecientes al antiguamente denominado el “Arrabal dels Tints”, cuyo nombre revela la presencia de talleres de tintoreros y pelaires que usaban la acequia de Rovella, coincidente con el trazado de la calle Corona, como suministro de agua para sus trabajos. Esta acequia, arteria principal del suministro de agua al casco, irrigaba los huertos intramuros de la parte noroeste del casco histórico, desviándose a la altura del Mercado de Mossen Sorell por la calle san Miguel hacia el Tossal.
Vista aérea de la Valencia desde el puente San José (Guesdon, 1858)
Proyecto Solar Corona
El largo periodo de abandono de la ruina ha hecho aflorar una importante cantidad de arbolado que ha adquirido un porte considerable. Este arbolado proyecta una agradable sombra en los espacios recuperados y amueblados bajo la ruina: un jardín de las ruinas. De este estrato fértil previo al asentamiento urbano han crecido 4 almeces (Celtis australis), 4 melocotoneros (Prunus persica), 4 palmeras y un olmo (Ulmus spp.). Esta presencia de naturaleza de crecimiento espontáneo puede interpretarse como el indicio de un estrato fértil en barbecho y arroja cuestiones como la de si ¿es posible concebir la ciudad en clave ecosistémica y orgánica?, si ¿es pertinente poner en valor las variables naturales, topográficas, hidráulicas y estratigráficas para intervenir y planificar nuestra ciudad? o si ¿podemos imaginar un casco histórico que sustituya parte de sus vacíos por espacios donde la naturaleza cohabite con el tejido urbano, como se observa en las litografías de Guesdon de mediados del siglo XIX?
Estas preguntas podían interpretarse hasta la fecha como un anhelo romántico de vuelta a un pasado rural ya superado. Sin embargo, la tendencia global de cualificación de barrios mediante micro-iniciativas de todo tipo, muy habitualmente relacionadas con la naturaleza y el uso singular en el medio urbano, contradice este hecho. Muy al contrario, comienza a ser signo de modernidad urbana, el contar con espacios naturalizados de iniciativas diversas, así como considerar la experiencia urbana y los grados de complejidad de uso de los espacios como valores añadidos de nuestra urbe.
Proyecto Solar Corona
Si bien el parón inmobiliario generalizado encuentra en nuestros centros urbanos uno de los pocos enclaves de desarrollo actual, cabe preguntarse tras la euforia constructiva, ¿qué modelo de ciudad queremos?, ¿en qué grado podría combinarse la política activa de rehabilitación y de construcción de nueva planta con la recualificación de contextos urbanos? y ¿cuáles son las necesidades y demandas actuales?
La nueva ley de Ordenación del Territorio, Urbanismo y Paisaje de la Generalitat, en redacción, como no podía ser de otra manera, va a dar prioridad a las renovaciones y rehabilitaciones urbanas de la ciudad consolidada. La ley recupera la figura del agente urbanizador, y muestra una decidida voluntad de agilizar o forzar la edificación, renovación o rehabilitación de un inmueble o solar, de manera directa o indirecta, si hay un tercero interesado. Este hecho augura una vía de desarrollo urbano próximo. Sin embargo, con lo aprendido en este último periodo y el estudio del volumen de demanda actual, podría profundizarse acerca del modelo de crecimiento que deseamos, qué volumen de construcción se hace necesario, así como cuáles son los contenidos de una multitud de continentes vacíos.
Ante un panorama laboral deprimido donde ha sido secuestrado el horizonte, tal vez, como así ha sido desarrollado en el programa “estonoesunsolar” de Zaragoza, la red de espacios en desuso suponga un potencial de dinamización laboral para varios sectores de la población. Algunos de estos espacios podrían entenderse como un pulmón verde diseminado, albergando a su vez un despliegue de usos acorde con las necesidades y sinergias entre la población local y las diversas entidades locales existentes.
Iniciativa estonoesunsolar de Zaragoza
¿En qué medida son compatibles estas iniciativas y modos de hacer con el planeamiento al uso? De ser posible, ¿cómo hacer estos proyectos viables, sostenibles y a la vez mantener la vertiente social y de servicio al habitante con la que estos proyectos nacen?
La asamblea Solar Corona constituida como asociación cultural, está formada por una representación de vecinos del Carmen, así como de representantes de iniciativas diversas y de técnicos pertenecientes a colectivos profesionales como WUD (anteriormente LAminúscula), Mixuro, Makea, Monstruopía (anteriormente LAminúscula). El espacio, cedido de manera temporal por el propietario hasta que el proyecto habitacional y de aparcamientos se ejecute, se gestiona mediante asambleas abiertas (1º y 3er miércoles de cada mes a las 19h en el solar) con la intención de construir de manera colectiva un espacio auto-organizado y sostenible de uso vecinal. El espacio permanece cedido por el propietario a las asociaciones hasta su venta o urbanización.
Proyecto Solar Corona
La voluntad de este equipo gestor es de provocar las máximas sinergias posibles con los colectivos locales, asumiendo derechos y deberes del espacio mediante el protocolo de usos redactado. La superficie anexa a la ruina funciona como espacio multiusos, abierto a la programación y proposición de colectivos y entidades. Así, el Colegio Público Santa Teresa, colaborador puntual de un pequeño huerto en el espacio, grabó y proyectó en el solar su mediometraje: “Un barri de cine un col.le de pel.lícula” (dirección Josep Arbiol). La plataforma de colectivos locales “Ciutat Vella Batega”, dispone del espacio para el desarrollo de sus actividades, así como el “Col.lectiu de mares i pares de Ciutat Vella” y el colectivo de “Falles populars i combatives” el cual ha construido este año, por tercer año consecutivo, una falla popular en el interior del espacio. Las sinergias se han establecido a su vez con diversas entidades como el Jardí Botànic de la Universitat de València que colabora mediante el asesoramiento y la cesión de material para la construcción de un sombrajo de bambú. El Centre Cultural La Nau de la Universitat de València ha deslocalizado su pieza Geoviver de los equipos WUD+mixuro. El Colegio de Arquitectos de la Comunidad Valenciana mediante la programación del ciclo de presentación de proyectos: “La Arquitectura a Concurso, Historia de éxitos y fracasos”, o l’ Escola d’Art i Superior de Disseny de València EASD, que organiza una exposición en el espacio, han colaborado con el solar.
La complejidad de los procesos contribuye a la construcción orgánica del proyecto que va adaptándose a los recursos y circunstancias del momento. Las decisiones, las acciones y la programación se llevan a consenso, y los trabajos son mayormente cooperativos. El espacio, su configuración y uso, constituyen un proyecto de investigación-acción-participativa que condensa temas como la relación y disfrute del patrimonio y la naturaleza de carácter espontáneo, en un espacio histórico. Se está trabajando para vertebrar un proyecto que sume la mayor cantidad de agentes, siempre desde la lógica del apoyo mutuo y también de la respuesta a los intereses y necesidades de carácter tangible e intangible de los mismos.
Proyecto Solar Corona
Cabe decir aquí que la gestión y mantenimiento del espacio, de carácter altruista por parte de sus participantes, no está exenta de complejidad y esfuerzo continuado. Hacer converger los intereses individuales con los intereses colectivos de todos los participantes, es un reto a veces difícil de mantener, y a la vez es condición indispensable para la continuidad del proceso. Cuestiones como la seguridad, la limpieza, el mantenimiento o la responsabilidad civil son de vital importancia.
Estas cuestiones están muy presentes en la amplia casuística de espacios similares que se extiende en la península Ibérica. Desde programas municipales de intervención y uso temporal en Zaragoza, Huesca o Barcelona (Estonoesunsolar, Re-gen Huesca y Pla de Buits) hasta proyectos reconocidos internacionalmente como el Campo de la Cebada en el barrio de La Latina de Madrid. Se está construyendo un proceso de investigación-acción colectiva de carácter internacional, el cual cuestiona, en el hacer, una política urbana donde lo construido y su necesidad se han distanciado de manera alarmante.
La necesaria viabilidad de estos procesos, escapando de la precariedad acuciante, entraña un posible riesgo de terciarización, e incluso a una cierta estetización del fenómeno, debido a una mala interpretación de sus ideas motrices. Sin embargo la viabilidad de los proyectos requiere de una fuente de financiación y mantenimiento. Autoconstruir un espacio de carácter vecinal no es abaratar costes de urbanización. En este sentido, ¿en qué medida el ciudadano ha de comprometerse en la construcción colectiva de su entorno? ¿No estará acaso suplantando funciones que la administración pública debiera ejecutar?
Proyecto Solar Corona
Pero a su vez, ¿qué grado de innovación, valor añadido y cohesión social, pueden aportar estos espacios? ¿Cuál es entonces el papel del técnico y del urbanista? La coyuntura actual acelera procesos experimentales con cuestiones aún no resueltas, y se evidencia cómo la sociedad civil, ejerce una influencia en las políticas urbanas, se adelanta a procesos no contemplados por los marcos legislativos, y fundamentalmente contribuye a la toma de decisiones de gran relevancia para la ciudad, como por ejemplo la reconversión del río Turia en una gran infraestructura verde, o la preservación del Saler como parque natural, entre otras iniciativas.
El conflicto es inherente al espacio público, y este tipo de espacios, si cabe, cuestionan en mayor medida el grado de madurez de la sociedad valenciana para generar y mantener lugares viables de lo común. Los huertos urbanos de Benimaclet atestiguan que es posible. A su vez fenómenos cómo el Bosque Urbano del Carmen y el pequeño jardín puesto en marcha en la plaza Tavernes de Valldigna ambos en la calle Corona (Bosque Urbano el Carmen + Amics del Carme + Col.lectiu de Pares i Mares de Ciutat Vella + l’Ambaixada) evidencian la creciente necesidad de espacios de convivencia y la contagiosa voluntad proactiva que estas iniciativas desencadenan.
En un momento de dificultad económica generalizada, se entrecruzan dos vectores, por un lado las prioridades de subsistencia individual se anteponen a cualquier iniciativa colectiva, y por otro lado cada vez se hace más indispensable la germinación de espacios colectivos de debate, intercambio y expresión libres, así como la puesta en funcionamiento de plataformas que fomenten el emprendizaje, el autoempleo o el lanzamiento de proyectos diversos.
Proyecto Solar Corona
¿Qué modelo de ciudad deseamos? ¿Qué modelo de gestión pública? ¿Un modelo de construcción participativa del hábitat? En mi opinión sí, pero sin que ello suponga la devaluación del proyectista ni la del técnico especializado, y tampoco la precarización autoimpuesta o la renuncia al proyecto. Se abre la posibilidad de repensar las prioridades y necesidades para generar posibles escenarios de reversibilidad y experimentación urbanas que contribuyan a vertebrar políticas que redunden en la cohesión social y la mejora de las condiciones de vida de sus habitantes y usuarios, revalorizando a su vez los contextos urbanos.
Lo anteriormente expuesto, supone abordar la transformación urbana desde una multiplicidad de factores, un enfoque multidimensional que incluya, el valor de uso de los espacios, su impacto, viabilidad y grado de necesidad en el contexto socio-económico, la preservación y valoración del patrimonio construido, así como la compresión de lo urbano como algo perteneciente a un ecosistema.
Serían muchos los temas a tratar aquí, cómo por ejemplo la titularidad de la propiedad, si ésta es pública o privada, así como cuáles serían los usos compatibles, atendiendo a las ordenanzas municipales. En todo caso la viabilidad de este tipo de proyectos, conservando el carácter social de los mismos, pasa por una clara voluntad política afín. Una voluntad política que impulse y apoye plataformas ciudadanas de encuentro, jardines de proximidad, viveros y huertos urbanos, espacios de juego, ¿de actividad económica?, y que facilite los procesos, asignando los medios necesarios. Esto incentivaría su dignificación y sostenibilidad, factores indispensables para constituirse como espacios de integración.