Investigación

14 Ene 2014

¿Se puede crear combustible con restos orgánicos?

Las oscilaciones del precio del petróleo y la explotación de los recursos minerales del planeta han hecho que busquemos combustibles alternativos más sostenibles y accesibles. ¿Y que hay más sostenible que utilizar nuestra basura como combustible? Sólo hay que saber cómo y en espores os contamos las últimas investigaciones al respecto

En el año 2005 las extremeñas Noelia Moreno y Jessica Carrasco, del instituto Francisco de Orellana, diseñaron una cámara de descomposición de residuos orgánicos (especialmente basura) en la que se producía un gas susceptible de ser usado como combustible para calefacción y para cocinar. Lo más novedoso de este avance era que se podía obtener un combustible con restos de comida que iban a tirarse a la basura, es decir, que tenía un coste cero en materias primas. Aquella idea fue el punto de partida para otros muchos proyectos que podrían significar la consecución de lo que parece casi una utopía, conseguir combustible más sostenible i accesible para todos. 

Basura para crear gasolina

En el año 2012 científicos en ingeniería interfacial y biotecnología del Instituto Fraunhofer (Alemania), ponían en marcha un proyecto piloto centrado en la conversión de restos de frutas y verduras en metano que después se utilizaba en vehículos especialmente preparados para funcionar con gas natural (mezcla de gases ligeros donde predomina el metano). 

 

restos-comida

 

En esta planta alemana se fermentaban los residuos controlando en todo momento los niveles de acidez y ph, a través de grandes monitores, hasta llegar a las cifras adecuadas, produciendo finalmente 2/3 de metano y otro de CO2 durante el proceso de combustión. Más de la mitad del metano se destinaba a la consecución del gas para vehículos, mientras que el otro tercio se destinaba a otras finalidades. Además, el agua de filtrado con nitrógeno y fósforo, y el CO2 producido a partir de la fermentación eran usados para cultivar algas en otro de los proyectos del Instituto Fraunhofer. Hoy por hoy, considerado como uno de los mayores institutos de investigación aplicada de Europa.

 

En este caso los promotores del proyecto tuvieron en cuenta muchos aspectos que garantizaran los costes mínimos. Uno de los aspectos más importantes a tener en cuenta fue la ubicación de aquellas plantas de combustión, que se situaron junto al mercado más importante de Stuttgart para tener acceso total y directo a los residuos producidos por mayoristas de frutas y verduras y por las cafeterías y establecimientos del recinto.

 

Restos del mercado que se convierten en electricidad

También en 2012 se puso en marcha en España una iniciativa similar a la del mercado y Stuttgart. En este caso, la empresa BYDT (Bioenergía y desarrollo tecnológico S.L) e investigadores de la Universidad de León, se pusieron manos a la obra para desarrollar plantas de biogas con el objetivo de aprovechar los descartes de frutas, verduras y pescados para producir energía. Descartes alimenticios que provenían de Marcagranada, donde hasta ahora sólo se aprovechaba una parte de estos residuos orgánicos para hacer compostaje. Pero este proyecto tenía dos importantes novedades respecto a otros similares desarrollados en Europa, sobre todo a la hora de abordar el tratamiento de los residuos, donde se utilizaba una técnica diferente.

 

esquema_Anaerobia_general

taller_biogas

 

Durante el proceso anaeróbico de óxido-reducción, la oxidación de azúcares y otros compuestos orgánicos (o bien de moléculas inorgánicas como pueden ser el hidrógeno, el azufre, el amoníaco o los metales) se asocia a la reducción de aceptores de electrones adecuados diferentes al oxígeno como nitratos, sulfatos o CO2. Los protones traspasan la membrana de las diferentes partículas y se concentran en ella, propiciando una reacción química que se manifiesta en forma de energía. Habitualmente, este proceso se realiza en plantas de gran envergadura vinculadas al agua, que se destinan a la depuración de aguas residuales o el tratamiento de residuos.

 

Por el contrario, la planta propuesta por BYDT, buscaba perfeccionar un sistema anaeróbico seco, que requería mucho menos espacio y permitía realizar este proceso a pequeña escala, podríamos decir que casi de forma modular. De este modo se reducían, por un lado, los costes de producción, y de otro facilitaba la implantación de este tipo de máquinas de combustión sostenible prácticamente en cualquier lugar. Igual que ocurre con el caso de Stuttgart, proponían la implantación de la planta en el mismo lugar donde se producían los residuos para eliminar el coste en posible transporte y generar energía eléctrica para el mercado o fábrica en cuestión, eso sí, en un tamaño mucho más asequible y costoso.

 

Un avión que funciona con botellas de plástico de un vertedero

Cada día son más los que quieren acaban con la cultural del usar y tirar. Al igual que algunos residuos orgánicos pueden usarse para crear combustible o energía, existen otro tipo de basuras a las que podemos dar otra vida completamente distinta tras agotar el uso para el que fueron creadas. Es el caso del plástico, convertido en un nuevo combustible gracias a la imaginación del visionario Jeremy Roswell, un piloto australiano que ha pretendido revolucionar el mundo de la aeronáutica.

 

Jeremy_Roswell_Wings-of-Waste

 

El pasado mes de marzo, Roswell realizó un viaje desde Australia en el Reino Unido pasando por Asia y Oriente Medio con una avioneta llamada “Wings of Waste” (alas de residuos) y que funcionaba con combustible refinado hecho con bolsas de plástico y botellas en el propio avión. Estos restos plásticos, recuperados de vertederos y océanos, se quemaban sin oxígeno en el mismo avión generando un combustible muy parecido al diesel usado en aviación pero mucho menos contaminante.

 

El objetivo final del viaje de Roswell era concienciar a las grandes empresas de aerolíneas para utilizar un combustible más sostenible y que no dañe el medio ambiente. Una muestra de lo que se puede llegar a conseguir si realmente se quiere cambiar las cosas y apostar por un futuro más sostenible.

 

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Revista de divulgación científica del Jardí Botànic de la Universitat de València.
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