Cinco continentes, el último viaje de Vavílov

Imatge del VIR, San Petersburg. Cortesia de Gustavo Renobales

Un científico ruso, plantas cultivadas, bancos de semillas, mejora genética, hambruna en la Unión Soviética, enfrentamientos académicos, detenciones... podría ser el argumento de la última novela de John le Carré pero estamos hablando de otra novela muy distinta, y real. La pasión de Vavílov por la genética, aunque revolucionó el estudio de los orígenes de los cultivares, le generó enemigos y marcó su vida.

Cuando Nikolái I. Vavílov empezó a escribir Cinco continentes, no podía imaginar que apenas le quedaba tiempo para seguir con la investigación que había llenado toda su vida: las plantas cultivadas, sus orígenes, su historia y sus posibilidades de mejora. A finales de los años 30, Vavílov era uno de los científicos más brillantes de la Unión Soviética, y seguramente el de mayor proyección internacional. Había publicado numerosos artículos sobre taxonomía, genética y evolución de las especies cultivadas.

Compo 1Derecha: portada del libro Cinco Continentes. Derecha: Vávilov. Imagen del VIR, San Petersburgo. Cortesía de Gustavo Renobales

Había propuesto el concepto de Centros de Origen de las plantas cultivadas, perfeccionándolo progresivamente a base de sus numerosas expediciones por todo el mundo. Mantenía buena relación con los principales genetistas de todo el mundo, y con algunos, lazos de amistad. Había creado, a partir de la pequeña Agencia de Botánica Aplicada —cuya dirección asumió en 1921, a la edad de 34 años—un auténtico instituto de investigación multidisciplinar en el que trabajaban unos 200 investigadores de todos los campos de la biología, desde la citogenética y la bioquímica a la geobotánica y la taxonomía, con un objetivo común: poner fin a las hambrunas periódicas en la URSS a través de la mejora genética y la adaptación de los cultivos a todas los regiones agrícolas de aquel vasto territorio.

El Instituto Soviético de Industria Vegetal, como se llamó a partir de 1930 (VIR, actualmente Instituto Vavílov de Recursos Genéticos Vegetales, con sede en San Petersburgo) llegó a controlar más de un centenar de estaciones experimentales repartidas por toda la Unión Soviética, para el ensayo y creación de variedades, y enviaba expediciones en busca de plantas cultivadas por todas las regiones del mundo. Como resultado de todo ello, había convertido la colección de semillas de la antigua Agencia en el mayor banco de germoplasma de plantas cultivadas del mundo, posición que ha mantenido hasta el día de hoy. En resumen, se había ganado el reconocimiento y admiración de la comunidad internacional de genetistas.

Pero ciertamente, desde comienzos de la década de los 30, Vavílov ya sabía que se avecinaban tiempos difíciles. Un movimiento de oposición a la genética, nacido en la agronomía, pero presente también en otros ámbitos de la biología, comenzaba a cobrar fuerza en aquellos años. Su inspirador y líder, el agrónomo Trofim D. Lysenko, consideraba la genética como una ciencia idealista y “burguesa”, incapaz de dar una respuesta práctica y rápida a los problemas que acuciaban al campo soviético. Aquello era, y continúa siendo, algo difícil de entender para una mente racional.

Lysenko preconizaba otros métodos creados por él y que, según aseguraba, eran más acordes con el materialismo dialéctico y podrían cambiar radicalmente la agricultura en cuestión de uno o dos años. Según todos los que lo conocieron, Lysenko nunca supo, ni quiso saber, nada de genética. A la luz de aquellas técnicas, que en su mayor parte no tenían fundamento teórico ni base experimental alguna, casi todas las actividades de investigación del VIR, y en especial la recogida y estudio de variedades de cultivo por todo el mundo, se veían como algo totalmente inoperante, un inútil juego académico de burgueses diletantes.

03D34081Catedral de San Nicolás en San Petersburgo 

Lo más extraño es que, aunque aquellos métodos (para los que Lysenko acuñó el término ‘agrobiología’) jamás demostraron su efectividad en la práctica, fue sin embargo esta doctrina la que se ganó el favor oficial, hasta el punto de que su autor llegó a presidir la Academia de Ciencias Agrícolas (1938-1956; Vavílov había sido su primer presidente, entre 1929 y 1935). El lysenkismo llegó a triunfar por completo en los años 40 y fue la doctrina oficial soviética entre 1948 y 1952, años en los que la genética estuvo prohibida en las universidades de aquel país. Aún siguió disfrutando del apoyo de las autoridades políticas hasta la caída de Jruschov en 1964. En cuanto a la genética soviética, que en los años 30 había estado entre las más avanzadas del mundo, todavía tardaría décadas en recuperarse.

Durante los primeros años de la polémica, Vavílov trató primero de contemporizar con Lysenko y sus acólitos, pero en todo momento intentó convencer y aportar pruebas científicas de la validez de la genética y de su utilidad. De entonces datan los 3 volúmenes de Bases teóricas de la mejora vegetal (1935-37), editados y coordinados por él: 2600 páginas de pura genética aplicada. Es posible que la idea de escribir Cinco continentes respondiera a la misma motivación: mostrar al público, a través del relato de sus viajes por buena parte del globo, la razón de ser y el enorme valor práctico que tenía la colección de germoplasma que habían ido atesorando en el VIR. Sin embargo, el libro, o la parte de él que conocemos, no llegaría al público hasta 1962…

El manuscrito que se conserva de esta obra se salvó gracias a la estenógrafa A. S. Míshina, que tuvo el buen cuidado de guardar aquel texto dictado por Vavílov a finales de los años 30, sacándolo a la luz cuando ya había pasado lo más grave de la tormenta lysenkista. Es un documento único para entender la vida de este científico excepcional, que revolucionó el estudio de los orígenes de las plantas cultivadas. Y, puesto que los demás trabajos y documentos de los últimos años desaparecieron en los registros policiales tras su detención, este texto viene a ser, involuntariamente, una especie de testamento.

Ahalcalan. Imagen del VIR, San Petersburgo. Cortesía de Gustavo Renobales

En Cinco continentes, Vavílov se interesa por todo, por los cultivos en primer lugar, pero también por los cultivadores, sus formas de vida y la historia de los lugares que visita, todo aquello a lo que él llama la «filosofía del cultivo» en cada región. Aspira a darnos una explicación global de la agricultura en el mundo, y de cómo este conocimiento puede utilizarse para mejorarla. La narración es muy viva. Habla de los problemas para acceder a algunos países o a determinadas regiones remotas, de los escarpados y peligrosos pasos del Pamir (su viaje “iniciático”), del remoto Kafiristán (que solo otro occidental había visto antes que él), de su emoción ante algunos hallazgos, su entusiasmo por la riqueza agrícola de lugares como Etiopía o España, o por la biodiversidad en la selva amazónica.

Por referirnos a lo que nos toca más de cerca, es memorable su relato del viaje por España, en 1927, en plena dictadura de Primo de Rivera. Es un retrato sumamente interesante del país y su vida rural en los años 20. Además de contar algunas anécdotas curiosas, como la de los policías que le siguen «discretamente» desde su llegada, Vavílov rememora el estado de la botánica española en la época de Cavanilles y Lagasca, se emociona con el descubrimiento de algunas variedades poco conocidas por entonces, como la espelta asturiana, y muestra su admiración por los logros de unos sistemas agrícolas tan diversos como la propia geografía del país. Le impresiona particularmente la huerta valenciana, sus cultivos, el rendimiento de sus campos de arroz… («la cultura agrícola de Valencia es de gran nivel […] no tiene rival en el mundo en cuanto al mantenimiento minucioso de campos y huertas»).

Copyright 1997 IPGRI, Roma/VIR, San Petersburgo. Cortesía de Gustavo Renobales

Por desgracia, una buena parte de los capítulos proyectados, que detalló en un índice, se ha perdido, o quizá nunca se llegó a escribir. Aun así, Cinco continentes sigue siendo una lectura apasionante, un fresco formidable del mundo rural en los años 20, del estado de la mejora genética en esa época, y del carácter y filosofía de este investigador extraordinario, que cambió de forma radical nuestra forma de entender la historia de los cultivos. El último legado de un hombre que vivió en tiempos muy difíciles, y que desapareció prematuramente, como tantos otros, a manos de un implacable estado policial.

En los años 30 y 40, muchos biólogos y genetistas soviéticos fueron arrestados, acusados de supuestas actividades contrarias al estado, juzgados y ejecutados o enviados a prisión. Nikolái Vavílov fue detenido en 1940, juzgado sumariamente un año después y condenado a muerte por «sabotaje y espionaje». Extrañamente, no fue ejecutado de inmediato (como era lo habitual: así acabaron sus colegas G. Karpechenko, A. Bondarenko y L. Govorov, reos en la misma causa), sino que se le conmutó la pena por 20 años de prisión. Trasladado a raíz de la invasión nazi a una cárcel en Sarátov, murió allí de agotamiento y desnutrición en enero de 1943. Fue rehabilitado en 1955.

Puedes asistir a la presentación de la obra Cinco Continentes el próximo 3 de noviembre en el Jardí Botànic de la Universitat de València.

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Bajo el monte Jata, en la costa del Cantábrico y rodeada por pinos, brezos y barrancos.
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